viernes, 19 de junio de 2009

Introduccion

Este tema se trata sobre la gran parte de la historia universal desde el origen del hombre (prehistoria) hasta nuestros dias. Acontinucion conoceremos la historia:

La Prehistoria y La Edad Media



El término prehistoria (del griego προ=antes de e ιστορία=historia) designa el periodo de tiempo transcurrido desde la aparición del primer ser humano hasta la invención de la escritura, hace más de 5.000 años (aproximadamente en el año 3.000 A.C) o, según otros autores, la aparición del estado. — Es importante señalar que según las nuevas interpretaciones de la ciencia histórica, la prehistoria es un término carente de real significancia en el sentido que fue entendido por generaciones. Si se considera a la Historia, tomando la definición de Marc Bloch, como el acontecer humano en el tiempo, todo es Historia existiendo el ser humano, y la prehistoria podría, forzadamente, sólo entenderse como el estudio de la vida de los seres antes de la aparición del primer homínido en la tierra. Desde el punto de vista cronológico, sus límites están lejos de ser claros, pues ni la aparición del ser humano ni la invención de la escritura tienen lugar al mismo tiempo en todas las zonas del planeta.
Por otra parte, hay quienes defienden una definición de esta fase o, al menos, su separación de la Historia Antigua, en virtud de criterios económicos y sociales en lugar de cronológicos, pues éstos son más particularizadores (es decir, más ideográficos) y aquéllos, más generalizadores y por tanto, más susceptibles de proporcionar una visión científica.
En ese sentido, el fin de la Prehistoria y el inicio de la Historia lo marcaría una estructuración creciente de la sociedad (modificación del hábitat, aglomeración, socialización avanzada, jerarquización, poder administrativo, economía avanzada, moneda, intercambios comerciales —especialmente los de larga distancia—, etc.)

Prehistoria, Historia y Arqueología

Desde el punto de vista más tradicional, se considera que la Prehistoria es una especialidad científica que estudia, por medio de la excavación, los datos de este periodo de la Historia que ha precedido a la invención de la escritura y en el que los restos arqueológicos son nuestra principal fuente de información. El resto viene de disciplinas auxiliares como la etnografía, la Paleoantropología, física nuclear para efectuar dataciones absolutas, el análisis por espectrómetro de masas de componentes líticos, cerámicos o metálicos, la geomorfología, la edafología, la tafonomía, la trazalogía para las huellas de uso, la paleontología, la paleobotánica, la estadística no paramétrica, la topografía y el dibujo técnico, entre otras muchas ciencias y técnicas. De manera que hay un gran número de personas que consideran a la Prehistoria una especialidad dentro de la Historia, sólo que mucho más tecnificada y pluridisciplinaria.
De todos modos, la metodología de base para la obtención de datos en la Prehistoria es, obviamente, la Arqueología por lo que hasta hace muy poco Prehistoria y Arqueología eran confundidas constantemente. Mientras que en los ámbitos académicos de la Europa continental la Prehistoria es una especialidad de la Historia, siendo habitual que haya departamentos de Prehistoria dentro de las facultades de Historia y también es normal que la financiación de las investigaciones corra a cargo de instituciones de orientación humanística o la propia administración estatal. En cambio, en América y las Islas Británicas la Prehistoria está siendo supeditada a la Arqueología (Arqueología procesual), la cual, a su vez, suele verse como una especialidad de la Antropología cuyo alcance, en cualquier caso, no se limita a las fases preliterarias de la Historia, sino a cualquier periodo pretérito, aunque sea muy reciente. Además, la organización de los departamentos de Arqueología anglosajones suele ser diferente al asociarse a menudo a las Ciencias Naturales, incluyendo laboratorios propios y sistema de financiación asociados a organismos enfocados a las ciencias naturales (en Estados Unidos, por ejemplo, la «National Science Foundation» y en Gran Bretaña el «Natural Environment Research Council» o fundaciones más relacionados con el sector privado.[]
Por otra parte contamos con los últimos estadios de la Prehistoria: la Protohistoria, que engloba los periodos sin escritura de ciertas regiones contemporáneas de las culturas históricas, cuyas fuentes escritas nos dan una información adicional sobre estos pueblos primitivos. En todo caso, la definición o el concepto son bastante limitados; escasamente útiles fuera del ámbito europeo. Las culturas protohistóricas suelen incluirse tanto en el estudio de la prehistoria como en los primeros momentos de la historia antigua.


Origen del hombre



El suceso más antiguo que puede datarse en el universo que conocemos se remonta a unos 12.000 millones de años. En este primer instante, toda la energía (y todo el espacio) del universo se encontraba concentrada en un punto, origen de una gran explosión (big bang). Durante los primeros segundos, la temperatura era de más de un billón de grados y toda la energía se hallaba en forma de radiación. Durante los primeros 10 segundos se formaron las partículas elementales y al cabo de 15 minutos se formaron núcleos de hidrógeno y helio, en proporción de cuatro a uno. Unos 10.000 años después la temperatura había descendido a unos 100.000 grados y se formaron los primeros átomos de hidrógeno. Al cabo de unos 400.000 años el hidrógeno empezó a condensarse en nubes (las futuras estrellas), las cuales a su vez se agrupaban en cúmulos mayores (las futuras galaxias).
Hace 11.000 millones de años la temperatura del universo era de unos 3.000 grados, y se formaron las primeras estrellas: la gravedad hizo que los núcleos de muchas nubes de hidrógeno alcanzasen temperaturas elevadas, del orden de 15 millones de grados, lo que permitió la fusión del hidrógeno en helio, proceso que origina la emisión luminosa de las estrellas. Cuando las estrellas agotan el hidrógeno del núcleo son capaces de seguir generando energía fundiendo a su vez el helio en materiales más pesados. De este modo, en los núcleos de las primeras estrellas se formaron todos los elementos químicos que actualmente hay en la Tierra. En las estrellas más grandes, este proceso genera cada vez más energía, hasta que llega un momento en que la gravedad no es capaz de contenerla y la estrella explota lanzando al espacio gran parte de su materia. Esto sucede a una edad diferente según la masa de cada estrella. Las explosiones de estrellas llenaron el espacio de nuevas nubes de gas (esta vez relativamente rico en toda la gama de elementos químicos), a partir del cual se formaron nuevas estrellas, las llamadas estrellas de segunda generación, entre las cuales se encuentra el Sol.
El Sol empezó a brillar hace unos 5.000 millones de años. En esta época el universo se había enfriado ya a unos 100 grados bajo cero. Existen muchas teorías sobre cómo se formaron los planetas del sistema solar, pero fuera como fuera, la edad de la Tierra se estima en unos 4.600 millones de años. Al principio era una masa incandescente cuya superficie tardó relativamente poco en enfriarse. Parte de la atmósfera se licuó y se crearon así los mares y océanos. La composición química de la atmósfera y de los océanos era muy diferente de la actual: No existía la capa de ozono que actualmente nos protege de los rayos ultravioleta, la atmósfera soportaba una intensa actividad eléctrica. Estas condiciones fomentaron la formación en las aguas de compuestos químicos cada vez más complejos y variados: compuestos orgánicos que culminarían con la aparición de formas de vida.
La vida en la tierra surgió hace unos 3.500 millones de años. Se inició así un proceso evolutivo de animales y plantas del que tenemos pocos datos, pues las primeras formas de vida eran microscópicas y luego animales y plantas blandos (algas, gusanos) que no dejan restos fósiles. Este primer periodo de la vida se conoce como precámbrico, y se extiende hasta el momento en que podemos seguir más fielmente la evolución biológica a través de los fósiles. A partir de aquí, los biólogos dividen el tiempo en eras:
La era primaria o paleozoica comienza hace 570 millones de años. Se distinguen a su vez varios periodos:
En el periodo cámbrico abundan los trilobites, moluscos y crustáceos. En el periodo ordovícico (que se inicia hace 505 millones de años) siguen abundando los trilobites, se extienden los equinodermos y braquiópodos y aparecen los primeros peces. El periodo silúrico se inicia hace 440 millones de años. Aparecen peces acorazados gigantes, las primeras plantas terrestres y de pantanos, grandes escorpiones marinos. El periodo devónico empezó hace 410 millones de años. Aparacen los peces modernos y los anfibios, evolucionan las plantas terrestres. En el periodo carbonífero (iniciado hace 360 millones de años) se extienden los anfibios, aparecen los primeros reptiles, la tierra se llena de musgos y helechos, cuyos restos formarán las cuencas de carbón. En el periodo pérmico (que empezo hace 285 millones de años) se extienden los reptiles, mientras los anfibios pierden importancia, se extinguen los trilobites y aparecen las primeras coníferas.
La era secundaria o mesozoica empezó hace 245 millones de años. Su primer periodo es el triásico, en el que aparecen los primeros dinosaurios y grandes reptiles marinos. También aparecen los primeros mamíferos. Abundan los amonites, aparecen nuevas especies de plantas, se forman grandes bosques de coníferas. Durante el periodo jurásico (iniciado hace 210 millones de años) los dinosaurios dominan la Tierra. Aparecen reptiles voladores y las primeras aves, junto con nuevas especies de pequeños mamíferos. Durante el periodo cretácico aparecen las primeras plantas con flores. Al final del periodo se extinguen los dinosaurios y muchos otros reptiles, al igual que los amonites.
La era terciaria o cenozoica se inicia hace 65 millones de años. Comienza con el paleoceno, en el que proliferan los mamíferos. En el eoceno (hace 60 millones de años) aparecen nuevas especies de animales (caballos y elefantes primitivos) así como de plantas. El oligoceno se inica hace 35 millones de años. Proliferan las plantas con flores, aparecen muchos de los mamíferos actuales, entre ellos los primeros primates. Hace 25 millones de años, en el mioceno, se multiplican los primates, especialmente abundantes en África.
Los primates vivían cómodamente en los árboles, alimentados de frutos, prácticamente sin predadores. Sin embargo, hace unos 14 millones de años las cosas empezaron a cambiar. Muchos primates se vieron obligados a abandonar su hábitat arbóreo. Tal vez su vida fácil condujo a la superpoblación y algunos grupos fueron expulsados de los bosques, hacia las sabanas, un ambiente hostil para unos animales incapaces de digerir hierba y pobremente dotados para la caza. De esta época datan los restos más antiguos conocidos de una especie de primate llamada Ramapithecus, que pobló buena parte de Europa, África y Asia (el primer ejemplar se encontró en la India). En su esqueleto se advierten vestigios de posición erguida. Podemos suponer que estos primates desplazados compensaron su debilidad formando manadas, al estilo de los mamíferos cazadores. La postura erguida favorecía que cada miembro de la manada pudiera mantener contacto visual con los restantes, de modo que podían avisarse más eficientemente si detectaban algún peligro. Así pues, la selección natural favoreció a los individuos mejor dotados para la "incómoda" postura erguida.
El Ramapithecus se extinguió hace 8 millones de años, pero no era el único primate expulsado del paraíso. Hubo más especies en sus mismas circunstancias que sobrevivieron más o menos tiempo. En general, estos monos cazadores reciben el nombre de homínidos. Desde hace unos 6 millones de años fueron apareciendo en el este de África varias especies de homínidos agrupadas por los biólogos bajo el genero Australopithecus. En realidad son los primeros a los que se puede aplicar sin discusión el calificativo de homínido: paulatinamente, las distintas especies de Australopithecus fueron adquiriendo la postura erguida como postura habitual y su capacidad craneana -aun siendo pequeña en comparación con la del hombre actual- fue aumentando. Lo que estaba sucediendo era que los homínidos compensaban sus pocas dotes de supervivencia con un incremento de sus habilidades: la postura erguida hizo que ya no necesitaran sus manos para caminar, y pronto aprendieron a usarlas para matar presas pequeñas con piedras, potenciaron su agilidad, su capacidad de comunicación y su capacidad de observación, y todo ello se corresponde fisiológicamente con un incremento de la complejidad neuronal de su corteza cerebral.
El plioceno se inicia hace unos 5 millones de años, con un enfriamiento del clima que provoca la extinción de muchos grandes mamíferos. Sin embargo, los Australopithecus proliferaron y se vieron obligados a extenderse, pues no había muchas presas a su alcance y una pequeña porción de territorio no podía alimentar a muchos individuos. Poco a poco fueron ocupando todo el este de África, desde Etiopía hasta el extremo sur. La naturaleza proporcionó entonces una ayuda más a los homínidos: la maduración retardada. En un momento dado, aparecieron homínidos con un defecto genético: nacían prematuramente y su crecimiento era demasiado lento. A primera vista, esto era un grave inconveniente: con el tiempo, las crias llegaron a nacer sin pelo, sin dientes, con la caja craneal todavía sin soldar, sin capacidad de andar, y tardaban un tiempo desmesurado en valerse por sí mismas. Sin embargo, estos inconvenientes eran compensados con creces por una única ventaja: una infancia más larga implicaba mayor tiempo para aprender. En efecto, las crías de los primates actuales muestran un alto grado de curiosidad durante su relativamente breve periodo juvenil, pero después ésta desaparece casi por completo. Los homínidos conservaron su interés por observar y aprender durante toda su vida, y esto los hizo notablemente más inteligentes. Ésta es la razón por la que la selección natural estimuló la maduración retardada, que se fue agudizando a lo largo de las sucesivas especies de homínidos. Hace unos 2.5 millones de años apareció entre los Australopithecus una nueva especie que ya no puede englobarse en este género. Se trataba del Homo habilis, al que, como vemos, los biólogos le han asignado el nuevo género llamado Homo.
El Homo habilis superaba a los Australopithecus en capacidad craneana y en inteligencia. Como muestra de ello, nos encontramos con que el Homo habilis fue el primer homínido que aprendió a tallar piedras para hacerlas cortantes o punzantes. Dispuso así de armas de caza significativamente más eficientes. Con la aparición del género Homo y su habilidad para fabricar útiles de piedra se inicia la llamada Edad de Piedra, cuyo primer periodo se conoce como paleolítico y cuya primera etapa, a su vez, es el paleolítico inferior. El Homo habilis se extendió rápidamente por los territorios habitados por los Australopithecus. Poco después de su aparición se produjo un drástico cambio climático: las temperaturas descendieron notablemente en todo el planeta. Desde el precámbrico, la Tierra había pasado por varios periodos de frío conocidos como glaciaciones, algunas de las cuales habían extinguido a algunas especies, pero ésta era la primera glaciación que arrostraban los homínidos.
Evidentemente, las condiciones de vida empeoraron. La caza fue más escasa y los inviernos eran periodos de hambre. Pese a ello, los homínidos se adaptaron a las circunstancias. Más aún, en plena glaciación, hace 2 millones de años, surgió una nueva especie del género Homo: el Homo erectus. Con él da comienzo la era cuaternaria, cuyo primer periodo se conoce como pleistoceno. La glaciación duró cerca de un millón de años, es decir, hasta hace 1.5 millones de años, pero la era cuaternaria reservaba cuatro glaciaciones más, separadas por breves periodos interglaciares.
La primera glaciación de la era cuaternaria se inició hace algo más de 1 millón de años y fue más intensa que la anterior. La competencia entre las distintas especies de homínidos terminó con la extinción de los Australopithecus poco después del inicio de la glaciación y la del Homo habilis hace 800.000 años. El Homo erectus sobrevivió, entre otras cosas porque aprendió a valerse del fuego. Por aquel entonces no sabía producirlo ni controlarlo, sino que se lo encontraba cuando un rayo incendiaba un árbol. Tal vez aprendió a conservarlo como algo valioso. La glaciación terminó hace unos 700.000 años y no debió de pasar mucho tiempo hasta que el Homo erectus aprendió a controlar el fuego. Esto le supuso una mayor protección frente al frío y los animales carnívoros, así como la posibilidad de alimentarse de la carne de muchos animales que difícilmente podía digerir en estado crudo.
La segunda glaciación de la era cuaternaria se extendió desde hace 600.000 años hasta hace algo más de 300.000 años. Durante esta época el Homo erectus aprendió a organizarse para cazar grandes mamíferos. Su modo de vida era ya muy similar al de otros mamíferos cazadores, pues su inteligencia había compensado ya con creces su inferioridad física.
Así pues, la adversidad climática ya no era un obstáculo serio para el Homo erectus, que empezó a proliferar, pero, al igual que les ocurrió a los Australopithecus, se encontró con que cada pequeño grupo requería una gran cantidad de territorio para cubrir sus necesidades, por lo que se extendió paulatinamente por toda la Tierra. No obstante, el número total de habitantes nunca debió de superar el medio millón. Tras un breve periodo interglaciar sobrevino la tercera glaciación, desde hace algo más de 200.000 años hasta hace algo más de 100.000 años. A su término el Homo erectus ya ocupaba medio planeta: poblaba toda África, buena parte de Asia y casi toda Europa (excepto el norte). También había aprendido a fabricar cabañas que le protegieran de la intemperie en ausencia de cuevas naturales, que hasta entonces habían sido su único refugio.
Durante la tercera glaciación surgieron las primeras formas de una nueva especie: el Homo sapiens. Con el tiempo se diferenciarían dos subespecies: el Homo sapiens neanderthalensis y el Homo sapiens sapiens. En Alemania se encontró un fósil preneandertalense de al menos 200.000 años y en Israel se ha encontrado un fósil de hace unos 100.000 años antecesor del Homo sapiens sapiens, en compañía de restos neandertalenses y de los últimos vestigios de Homo erectus, que se extinguió hace unos 90.000 años. Con la aparición del Homo sapiens se inicia el paleolítico medio.
La capacidad craneal del Homo sapiens triplicaba a la del Homo habilis. En un primer momento, las diferencias entre las dos subespecies de Homo sapiens eran pequeñas, al igual que las diferencias culturales respecto al Homo erectus. No obstante, al principio de la cuarta glaciación, hace unos 80.000 años, encontramos ya una cultura neandertal claramente definida. Entre sus nuevas costumbres se encontraba la de enterrar a los difuntos, y entre sus nuevas habilidades la fabricación de flechas. Respecto a las inhumaciones, no es razonable suponer en los primeros Homo sapiens una capacidad de pensamiento abstracto o religioso, pero sí podemos entrever en ellas cierto grado de autoconciencia. La selección natural fomentó la existencia de relaciones afectivas de los padres hacia los hijos en mayor grado que las usuales en otros animales, pues unas crías absolutamente inválidas no podían sobrevivir sin una buena dosis de paciencia en sus progenitores. Probablemente, los niños Homo sapiens fueron los primeros en reír como recurso para agradar y mantener la atención de sus padres. Estas relaciones afectivas debieron de mantenerse entre adultos, de modo que llegaron a sentir el dolor de la muerte e hicieron lo posible para evitar que sus cadáveres fueran alimento de las fieras.
El Homo sapiens se extendió por Europa, Asia y África. Cazaba todo tipo de animales y se adaptó con eficiencia a cada medio ambiente. Hace unos 40.000 años el Homo sapiens sapiens se convirtió en el primer poblador humano de Australia. Hace unos 35.000 años empezó a manifestar su superioridad cultural frente al hombre de Neandertal, dando inicio así al paleolítico superior. Una buena prueba de esta superioridad es que la población mundial pasó en un tiempo muy breve de poco más de un millón de habitantes a casi cinco millones. A esta época corresponden los restos más antiguos conocidos de arte prefigurativo (incisiones y marcas decorativas en hueso y en piedra). Las primeras muestras conocidas de arte figurativo (cabezas y cuartos delanteros de animales pintadas en piedra) datan de hace unos 30.000 años. Este avance hay que asociarlo a una significativa evolución intelectual. Es imposible poner fechas a esto, pero el hombre adquirió la capacidad de pensamiento abstracto, es decir, la capacidad de pensar en algo sin necesidad de ningún estímulo externo que le impulsara a ello. Así mismo desarrolló el lenguaje articulado: los homínidos llevaban mucho tiempo comunicándose entre sí con gran eficiencia, pero siempre mediante signos cuyo significado lo fijaba el contexto (un grito en un momento dado podía ser la señal de iniciar un ataque conjunto a una presa, o el indicio de algún peligro cuya naturaleza había que percibir directamente, etc.). El lenguaje articulado suponía la posibilidad de aludir a algo de forma unívoca independientemente del contexto. Tal vez las figuras esquemáticas fueron al principio un método de ponerse de acuerdo en el significado de las palabras, de convenir qué caza iban a buscar, tal vez se quedó como costumbre hacer dibujos de las presas que esperaban cazar, tal vez llegaron a imaginar que dibujar los animales era una forma mágica de atraerlos. Es difícil saber cómo concebían el mundo estos primeros hombres.
A medida que el Homo sapiens sapiens fue cobrando conciencia de su existencia en el mundo debió de percibir su debilidad e impotencia frente a la naturaleza: había animales feroces a los que era mejor no enfrentarse salvo extrema necesidad, otros, en cambio, podían ser dominados con habilidad. Por otra parte, nada había que hacer contra las fuerzas del cielo, los rayos y los truenos. Sin duda el Sol y la Luna debieron de intrigarle. Probablemente llegó a la conclusión de que en el cielo habitaban seres muy poderosos y de humor voluble, a los que era mejor tener contentos, pues ejercían gran influencia sobre la tierra. En manos de estos seres estaba que hubiera o no buena caza, que las mujeres tuvieran o no hijos... La imaginación del Homo sapiens sapiens ante lo desconocido pudo ir por mil caminos diferentes, creando creencias de toda índole, acompañadas de ritos y costumbres. Es difícil saber qué finalidad concreta tendrían los objetos que hoy calificamos de "manifestaciones artísticas". Se conocen estatuillas femeninas fabricadas desde hace unos 27.000 años. A partir de aquí se van produciendo imágenes pictóricas, bajorelieves y esculturas cada vez más perfeccionadas.
Hace unos 25.000 años se extinguió el hombre de Neandertal, con lo que el Homo sapiens sapiens pasó a ser la única especie humana sobre la Tierra y ya podemos referirnos a él simplemente como "el hombre". Aparte de mínimas diferenciaciones raciales, no se ha producido ninguna evolución fisiológica importante desde entonces. La extraordinaria evolución del hombre ha sido puramente cultural. Hace al menos 23.000 años el hombre pobló América por primera vez. Accedió a ella desde Siberia, cruzando un estrecho de Bering seco (el nivel del mar era inferior al actual a causa de la glaciación) o helado. Así, el hombre no tardo mucho en poblar la práctica totalidad de la Tierra.

Origen de las civilización

Hace unos 20.000 años, durante la cuarta y última glaciación de la era cuaternaria, el hombre vagaba por la Tierra en busca de caza y recolectando frutos allí donde los hallaba. Cuando un grupo humano llegaba a una zona rica en caza o en vegetación comestible, establecían campamentos temporales hasta agotar los recursos, pero algunos se encontraron con parajes especialmente fértiles, hasta el punto de que se regeneraban antes de ser agotados, de modo que poco a poco fueron surgiendo campamentos estables o poblados dedicados a la caza y la recolección. Así fue como el hombre se hizo sedentario.
Tal vez los ejemplos más antiguos de este tipo de poblados (aunque no muy numerosos al principio) son una serie de asentamientos escalonados en el tiempo en el noreste de África, en el actual Egipto, los primeros de los cuales datan de hace 19.000 años. Al parecer, sus habitantes recogían anualmente cosechas de cebada y trigo silvestres. Por aquel entonces todo el norte de África era una selva rica en fauna y vegetación, pero pronto terminaría el periodo glaciar y comenzaría un proceso de desertificación que originaría el desierto del Sahara. No obstante, la zona noreste continuó siendo fértil mucho tiempo gracias al río Nilo. Se trata del río más largo del mundo, que nace en el lago Victoria, en el ecuador africano, y transporta sus aguas hacia el norte hasta el Mediterráneo. De todos modos, esto sólo se descubrió mucho más tarde. En la antigüedad, ningún hombre "civilizado" sabía de dónde surgía el Nilo, pues una serie de cataratas impedían seguir su curso río arriba a través de la selva.
Otra zona donde hay indicios tempranos de recolección de cereales es la costa más oriental del Mediterráneo, lo que hoy es Palestina. Se han encontrado restos de hace 15.000 años que demuestran que en esta región el hombre había aprendido a moler el grano. Palestina formaba parte de una zona de condiciones especialmente favorables, conocida como la media luna fértil. Se trata de una región que, como indica su nombre, tiene forma aproximada de media luna. Su parte este es lo que podríamos llamar Canaán. La costa de Canaán recibe el nombre de Palestina al sur y Fenicia al norte, si bien estos nombres están relacionados con pueblos que habitarían la región posteriormente. La media luna fértil avanza hacia el este por el llamado corredor sirio y luego desciende hacia el sur siguiendo el curso de dos ríos que fluyen paralelamente: el Éufrates y el Tigris, que finalmente se unen poco antes de desembocar en el Golfo Pérsico. En la antigüedad el mar cubría una extensión mayor de terreno, de modo que el Éufrates y el Tigris tenían desembocaduras separadas. La tierra comprendida entre los dos ríos (y, por extensión, sus alrededores) se conoce como Mesopotamia. Mesopotamia limita al este con los montes Zagros. Se conocen restos de cazadores-recolectores que poblaron estos montes hace casi 13.000 años.
La vida en poblados estables supuso un cambio cultural importante. Se abre así una última fase del periodo paleolítico conocida como mesolítico. Los casos que acabamos de comentar son sus primeras manifestaciones, si bien la cultura mesolítica sólo empezó a ser representativa desde hace unos 12.000 años, es decir, desde el X milenio, momento en el que se considera que empieza el último periodo de la era cuaternaria: el holoceno. De esta época se conservan poblados palestinos con cabañas circulares semisubterráneas de madera, adobe y piedra.
En el IX milenio terminó la cuarta glaciación. La cultura mesolítica se extendió desde Palestina hasta Siria siguiendo la media luna fértil. Mientras el noreste de África permaneció en estado mesolítico durante varios milenios, en el Oriente Próximo se produjeron cambios relativamente rápidos. Los hombres sedentarios tuvieron ocasión de estudiar más a fondo el comportamiento de las plantas y los animales. Lentamente, descubrieron que era posible retener y alimentar a algunos animales en lugar de matarlos, de modo que se podía disponer de su carne cuando fuera más necesaria. Hay indicios de que por esta época, en un asentamiento que más tarde sería la ciudad de Jericó, ya se había domesticado el carnero. Poco a poco, los hombres de la parte occidental de la media luna fértil se hicieron pastores y agricultores.
Los que optaron por reunir animales y apacentarlos se encontraron con que tenían que viajar de un sitio a otro en busca de pastos, lo que les llevó a abandonar los poblados y convertirse en pueblos nómadas. Por el contrario, los agricultores debían permanecer junto a sus tierras, las cuales requerían toda clase de trabajos y cuidados. Formaron poblados más firmes y numerosos, pues, por una parte, la tierra trabajada proporcionaba alimento para más personas y, por otra, necesitaban defenderse de las fieras y de otros pueblos nómadas que no tenían escrúpulos de llegar y llevarse sin esfuerzo el fruto del trabajo ajeno.
Con la aparición de la agricultura y la ganadería entramos en la segunda etapa de la edad de piedra: el neolítico. Las primeras manifestaciones neolíticas propiamente dichas aparecen en Palestina a partir del año 8600. Por aquel entonces, la Tierra debía de contar con alrededor de ocho millones de habitantes. Los nuevos descubrimientos fueron divulgándose lentamente, junto con otras innovaciones. En el año 8000 se descubrió la cerámica en el Sahara y en Siria independientemente. Las vasijas de barro fueron prácticos sustitutos de los pesados recipientes de piedra. No obstante, el labrado de la piedra también se perfeccionó. De hecho, la denominación paleolítico / neolítico marca el tránsito de la piedra tallada a la piedra pulimentada, si bien, como ya queda dicho, no es ésta la diferencia más significativa entre ambas culturas, sino la aparición de la agricultura y la ganadería.
Hacia el 7500 se empezó a cultivar el trigo en Jericó, y se domesticaron el cerdo y la cabra. Por esta época la agricultura y la ganadería llegaron a la Alta Mesopotamia (esto es, a su parte norte, la más alejada del mar). Palestina continuaba a la cabeza de la civilización: Hacia el año 7000, las viejas cabañas circulares habían sido sustituidas por casas de planta rectangular, subdivididas en habitaciones y con las paredes y el suelo cubiertos de arcilla. Sus pobladores enterraban a los difuntos bajo sus casas, pero antes les separaban el cráneo, lo cubrían de arcilla y lo adornaban con pinturas. Esto indica un complejo ceremonial religioso.
En general, las culturas agrícolas desarrollaron una religión más compleja y sofisticada que los pueblos nómadas. Los nómadas llevaban una vida relativamente cómoda. Se sentían capaces de dominar su entorno. Eran gente ruda y fuerte. A menudo efectuaban provechosas incursiones en aldeas de agricultores indefensos. Para sus pocas necesidades, desconocían lo que era la escasez o falta de recursos. Las únicas cosas que no podían controlar eran las tormentas, las enfermedades y tal vez los enfrentamientos con otros pueblos nómadas. Por ello sus religiones se limitaban a algún "dios de las tormentas" o "del trueno" o "del rayo", a quien implorar clemencia en las tempestades, o quizá a un "dios de la guerra" a quien encomendarse y pedir protección antes de un enfrentamiento. Por el contrario, los agricultores estaban rodeados de eventos que escapaban a su control. Su nivel de vida dependía de que lloviera en el momento oportuno, de que no hubiera tormentas devastadoras, de que las cosechas fueran buenas, de que los ríos trajesen agua suficiente pero no excesiva, etc. Conocían las diferentes estaciones del año y las vinculaban con los cambios de posición del Sol y las estrellas en la bóveda celeste. Así, el agricultor aprendió a rezar ante la adversidad. La superstición se extendió rápidamente entre los pueblos agrícolas, y surgieron toda clase de ritos para mantener propicios a los dioses de la lluvia y de los ríos, y al Sol, etc. En torno a estas creencias no tardan en surgir sacerdotes especializados en velar por que los dioses estuvieran satisfechos con el pueblo. Los sacerdotes tienen fama de sabios y a menudo son objeto de innumerables preguntas de todo tipo, para las que siempre tienen alguna respuesta basada en historias sobre tal o cual dios. Así, cada pueblo fue creando su mitología, más o menos rica según la imaginación de sus gentes, y en consonancia con el grado de sofisticación de cada sociedad.
Durante el VII milenio la densidad de población en la media luna fértil aumento notablemente. Se domesticó al buey. En Siria se exploraron muchas innovaciones, como la fabricación de recipientes de cal, aunque estas técnicas no tuvieron continuidad. La agricultura se extendió por la península de Anatolia (Turquía). Hacia el año 6500 encontramos una agrupación de pueblos de cerca de 6.000 habitantes, con casas y santuarios de ladrillo crudo y frescos de divinidades femeninas y toros. A finales del milenio aprendieron a fundir el cobre para fabricar adornos, puntas de lanza y objetos diversos, pero el metal era escaso y el descubrimiento no tuvo muchas repercusiones.
Por esta época empieza a aparecer también la agricultura en algunas zonas del actual México.
Al comienzo del VI milenio las técnicas agrícolas se habían perfeccionado notablemente en la zona occidental de la media luna fértil. Se descubrió la hoz, la azada, etc. La cerámica se extendió desde Siria por ambos "cuernos" de la media luna. El Éufrates y el Tigris suministraban excesiva agua en primavera y poca el resto del año, por lo que en su entorno se formaron grandes aldeas de obreros que construyeron presas y canales para almacenar y distribuir el agua. Se ocupó la baja Mesopotamia, que había quedado despoblada desde la glaciación
Los agricultores podían cosechar más de lo que necesitaban consumir, lo que propició que algunos hombres optaran por especializarse en producir otro tipo de bienes que canjear a los agricultores por sus sobrantes. Así, tras la cerámica surgió la cestería y luego la elaboración de tejidos. Se formó una importante aldea en donde después estaría la ciudad de Ur. Allí surgió una comunidad de comerciantes que llegaron a recorrer por mar las costas de Arabia. Su emplazamiento está actualmente lejos del mar, pero entonces la costa llegaba hasta sus inmediaciones. Hay constancia de que durante un cierto periodo la aldea fue completamente inundada por el mar. Es posible que este suceso fuera el origen de una leyenda que pervivió durante milenios en la zona sobre un "diluvio universal", que supuestamente había inundado la totalidad de la Tierra. El mapa muestra otras aldeas fundadas en esta época que con el tiempo se convertirían en ciudades importantes. Al norte de la media luna fértil, cerca del nacimiento del Tigris, se fundó Nínive, que miles de años después sería la capital de un poderoso imperio.
Mientras tanto, la vida en Anatolia debió de ser especialmente difícil. El único avance cultural durante el sexto milenio fue la construcción de fortalezas, signo de que sus habitantes sufrían frecuentes incursiones de pueblos nómadas vecinos. En Egipto las condiciones eran más propicias que las de Mesopotamia o Canaán, por lo que la región permaneció ajena a los avances de estas regiones y continuó en su tradición mesolítica de caza y recolección durante todo el milenio. Por el contrario, la cultura neolítica se extendió desde el oriente próximo hacia Europa. Hacia el año 6000 aparecen las primeras comunidades agrícolas en el sureste de Europa y a lo largo del milenio se extendieron a lo largo de la costa mediterránea. Así mismo apareció la agricultura alrededor del valle del Indo (en el actual Pakistán).
A lo largo del V milenio la cultura neolítica se expandió y consolidó por Europa, Asia y África. La prosperidad fue tal, que en este periodo la población mundial pasó de unos 10 millones de habitantes hasta casi 50 millones. En Europa y África central surge la cultura megalítica, caracterizada por la construcción de grandes monumentos de piedra: a veces simples piedras levantadas a modo de columnas, a veces alineadas según ciertos patrones, otros en forma de enormes losas horizontales apoyadas sobre otras dos verticales, etc. Naturalmente, estas construcciones debían de estar asociadas a nuevos rituales y creencias más o menos sofisticadas, típicos de la cultura neolítica. En Grecia se desarrolló la navegación por el Egeo, que llegó hasta la isla de Creta. En Asia la agricultura continuó extendiéndose lentamente por el valle del Indo.
En América el progreso fue ligeramente más lento: en algunas zonas de México y Perú hubo pueblos de cazadores-recolectores que empezaron a llevar una vida sedentaria. Domesticaron animales e inventaron la cerámica. Los cultivos eran muy variados, pero la agricultura les proporcionaba sólo una pequeña parte de sus recursos. También aprendieron a tejer fibras vegetales.

En China se formaron asentamientos mesolíticos a lo largo del río Amarillo (Huang He), donde finalmente se aprendió a cultivar el arroz. En el Baikal se originó un complejo de culturas nómadas que se extendieron y diversificaron por Siberia y Asia central. Su influencia llegó hasta China. Al oeste de los montes Urales surgió una cultura de pastores nómadas, entre el mar Caspio y el mar Negro. Sus integrantes hablaban una lengua común, conocida como Indoeuropeo. La península Arábiga y el norte de África fue poblada por otro grupo humano que también hablaba una misma lengua, conocida como Afroasiático o Camitosemítico. No obstante, el desierto del Sinaí supuso una separación permanente entre Arabia y África, por lo que las variantes dialectales del Afroasiático de Arabia formaron pronto un grupo de lenguas bien diferenciadas de las Africanas, conocidas como lenguas semíticas. Las tribus de Arabia se hicieron ganaderas, mientras que las del norte de África continuaron viviendo durante mucho más tiempo de la caza y la recolección, pues el territorio era mucho más fértil.
Los mayores avances se produjeron en la Baja Mesopotamia, esto es, la parte más cercana a la desembocadura del Éufrates y el Tigris. El sistema de canales que habían ideado en la parte alta de la región llegó hasta el sur, lo que permitió aprovechar plenamente las posibilidades que ofrecían los ríos, dando origen a una agricultura de irrigación que convirtió la zona en la más fértil y próspera de la época. Además de la agricultura, florecieron el comercio y la alfarería. Los mercaderes inventaron un antecedente de la escritura: el sello. Los recipientes de barro se marcaban con sellos planos que imprimían un relieve distintivo de su propietario o de su contenido. A finales del milenio algunas ciudades llegaron a contar con 10.000 habitantes.
Hasta entonces, las aldeas pequeñas tenían una estructura tribal, formadas por unas pocas familias que obedecían a algún patriarca, pero las grandes ciudades requerían una organización que no descansara en vínculos familiares. Así, las ciudades mesopotámicas se fueron convirtiendo en ciudades-estado. Cada ciudad dominaba y cultivaba las tierras de su entorno y era gobernada por un rey. La administración corría a cargo de los sacerdotes. Éstos ejercían de tesoreros y recaudadores de impuestos y, en la medida en que su autoridad residía en su papel de intermediarios con los dioses, la religión se fue sofisticando más y más. El templo era el centro de cada ciudad. Además de la clase sacerdotal, surgió una aristocracia y una burguesía que originó una demanda de adornos, tejidos y obras de arte. El modo de vida de la Baja Mesopotamia fue imitado rápidamente por el resto de la media luna fértil, que mantuvo una cultura similar.
En la península del Sinaí se descubrió la fundición del cobre, y el sistema se extendió rápidamente tanto hacia Mesopotamia como hacia Egipto. Hacia el 4500 el sur de Canaán fue invadido por un pueblo que conocía la fundición del cobre. Por la misma época aparecen los primeros poblados neolíticos en Egipto, junto al lago Moeris, algo al oeste del curso del Nilo. Las inmediaciones del Nilo hubieran requerido un sistema de canales similar al de Mesopotamia para ser aprovechadas adecuadamente, por lo que las zonas cercanas (pero prudencialmente alejadas de las súbitas crecidas del río) eran más adecuadas para una población que acababa de descubrir la agricultura y la ganadería.
La metalurgia del cobre prosperó en Irán, que importaba el mineral de la India y lo exportaba manufacturado a Mesopotamia, junto con oro, plata y piedras preciosas. El cobre fue especialmente útil en Mesopotamia. El oro y la plata son blandos, y sólo servían para confeccionar adornos. El cobre, en cambio, es más duro y servía para fabricar armas más efectivas que las de piedra, armas con que repeler las incursiones de los nómadas, que se hacían más frecuentes cuanto más prosperaba el valle. Por una parte estaban los rudos pastores que habitaban en los montes Zagros, al Este, y por otra los habitantes del desierto arábigo al suroeste. Las ciudades-estado se fortificaron, como ya habían hecho tiempo atrás las de Anatolia. Egipto, en cambio, estaba rodeado por el mar, el desierto y las cataratas del nilo, así que vivió mucho más tranquilamente que Mesopotamia durante mucho tiempo.
Hacia el año 4000 la Baja Mesopotamia no pudo resistir por más tiempo la presión de los pastores, que invadieron la región desde los montes Zagros y se asentaron en ella, sumiéndola en una profunda crisis.
El inicio de la Edad Media
Aunque se han propuesto varias fechas para el inicio de la Edad Media, de las cuales la más extendida es la del año 476, lo cierto es que no podemos ubicar el inicio de una manera tan exacta ya que la Edad Media no nace, sino que "se hace" a consecuencia de todo un largo y lento proceso que se extiende por espacio de cinco siglos y que provoca cambios enormes a todos los niveles de una forma muy profunda que incluso repercutirán hasta nuestros días. Podemos considerar que ese proceso empieza con la crisis del siglo III, vinculada a los problemas de reproducción inherentes al modo de producción esclavista, que necesitaba una expansión imperial continua que ya no se producía tras la fijación del limes romano. Posiblemente también confluyeran factores climáticos para la sucesión de malas cosechas y epidemias; y de un modo mucho más evidente las primeras invasiones germánicas y sublevaciones campesinas (bagaudas), en un periodo en que se suceden muchos breves y trágicos mandatos imperiales. Desde Caracalla la ciudadanía romana estaba extendida a todos los hombres libres del Imperio, muestra de que tal condición, antes tan codiciada, había dejado de ser atractiva. El Bajo Imperio adquiere un aspecto cada vez más medieval desde principios del siglo IV con las reformas de Diocleciano: difuminación de las diferencias entre los esclavos, cada vez más escasos, y los colonos, campesinos libres, pero sujetos a condiciones cada vez mayores de servidumbre, que pierden la libertad de cambiar de domicilio, teniendo que trabajar siempre la misma tierra; herencia obligatoria de cargos públicos -antes disputados en reñidas elecciones- y oficios artesanales, sometidos a colegiación -precedente de los gremios-, todo para evitar la evasión fiscal y la despoblación de las ciudades, cuyo papel de centro de consumo y de comercio y de articulación de las zonas rurales cada vez es menos importante. Al menos, las reformas consiguen mantener el edificio institucional romano, aunque no sin intensificar la ruralización y aristocratización (pasos claros hacia el feudalismo), sobre todo en Occidente, que queda desvinculado de Oriente con la partición del Imperio. Otro cambio decisivo fue la implantación del cristianismo como nueva religión oficial por el Edicto de Tesalónica de Teodosio I el Grande (380) precedido por el Edicto de Milán (313) con el que Constantino I el Grande recompensó a los hasta entonces subversivos por su providencialista ayuda en la Batalla del Puente Milvio (312), junto con otras presuntas cesiones más temporales cuya fraudulenta reclamación (Pseudo-donación de Constantino) fue una constante de los Estados Pontificios durante toda la Edad Media, incluso tras la evidencia de su refutación por el humanista Lorenzo Valla (1440).
Ningún evento concreto -a pesar de la abundancia y concatenación de hechos catastróficos- determinó por sí mismo el fin de la Edad Antigua y el inicio de la Edad Media: ni los sucesivos saqueos de Roma (por los godos de Alarico I en el 410, por los vándalos en el 455, por las propias tropas imperiales de Ricimero en 472, por los ostrogodos en 546), ni la pavorosa irrupción de los hunos de Atila (450-452, con la Batalla de los Campos Cataláunicos y la extraña entrevista con el papa León I el Magno), ni el derrocamiento de Rómulo Augústulo (último emperador romano de Occidente, por Odoacro el jefe de los hérulos -476-); fueron sucesos que sus contemporáneos consideraran iniciadores de una nueva época. La culminación a finales del siglo V de una serie de procesos de larga duración, entre ellos la grave dislocación económica, las invasiones y el asentamiento de los pueblos germanos en el Imperio Romano, hizo cambiar la faz de Europa. Durante los siguientes 300 años, la Europa Occidental mantuvo un período de unidad cultural, inusual para este continente, instalada sobre la compleja y elaborada cultura del Imperio romano, que nunca llegó a perderse por completo, y el asentamiento del cristianismo. Nunca llegó a olvidarse la herencia clásica grecorromana, y la lengua latina, sometida a transformación (latín medieval), continuó siendo la lengua de cultura en toda Europa occidental, incluso más allá de la Edad Media. El derecho romano y múltiples instituciones continuaron vivas, adaptándose de uno u otro modo. Lo que se operó durante ese amplio periodo de transición (que puede darse por culminado para el año 800, con la coronación de Carlomagno) fue una suerte de fusión con las aportaciones de otras civilizaciones y formaciones sociales, en especial la germánica y la religión cristiana. En los siglos siguientes, aún en la Alta Edad Media, serán otras aportaciones las que se añadan, destacadamente el Islam.
Alta Edad Media (siglos V al X)
Los reinos germanorromanos (siglos V al VIII)
¿Bárbaros?
Los bárbaros se desparraman furiosos... y el azote de la peste no causa menos estragos, el tiránico exactor roba y el soldado saquea las riquezas y las vituallas escondidas en las ciudades; reina un hambre tan espantosa, que obligado por ella, el género humano devora carne humana, y hasta las madres matan a sus hijos y cuecen sus cuerpos para alimentarse con ellos. Las fieras aficionadas a los cadáveres de los muertos por la espada, por el hambre y por la peste, destrozan hasta a los hombres más fuertes, y cebándose en sus miembros, se encarnizan cada vez más para destrucción del género humano. De esta suerte, exacerbadas en todo el orbe las cuatro plagas: el hierro, el hambre, la peste y las fieras, cúmplense las predicciones que hizo el Señor por boca de sus Profetas. Asoladas las provincias... por el referido encruelecimiento de las plagas, los bárbaros, resueltos por la misericordia del Señor a hacer la paz, se reparten a suertes las regiones de las provincias para establecerse en ellas.
El texto se refiere concretamente a Hispania y sus provincias, y los bárbaros citados son específicamente los suevos, vándalos y alanos, que en el 406 habían cruzado el limes del Rin (inhabitualmente helado) a la altura de Maguncia y en torno al 409 habían llegado a la Península Ibérica; pero la imagen es equivalente en otros momentos y lugares que el mismo autor narra, del periodo entre 379 y 468.
Los pueblos germánicos procedentes de la Europa del Norte y del Este, se encontraban en un estadio de desarrollo económico, social y cultural obviamente inferior al del Imperio Romano, al que ellos mismos percibían admirativamente. A su vez eran percibidos con una mezcla de desprecio, temor y esperanza (retrospectivamente plasmados en el influyente poema Esperando a los bárbaros de Constantino Cavafis),[] e incluso se les atribuyó un papel justiciero (aunque involuntario) desde un punto de vista providencialista por parte de los autores cristianos romanos (Orosio, Salviano de Marsella y San Agustín de Hipona).[] La denominación de bárbaros (βάρβαρος) proviene de la onomatopeya bar-bar con la que los griegos se burlaban de los extranjeros no helénicos, y que los romanos -bárbaros ellos mismos, aunque helenizados- utilizaron desde su propia perspectiva. La denominación invasiones bárbaras fue rechazada por los historiadores alemanes del siglo XIX, momento en el que el término barbarie designaba para las nacientes ciencias sociales un estadio de desarrollo cultural inferior a la civilización y superior al salvajismo. Prefirieron acuñar un nuevo término: Völkerwanderung ("Migración de Pueblos"),[] menos violento que invasiones, al sugerir el desplazamiento completo de un pueblo con sus instituciones y cultura, y más general incluso que invasiones germánicas, al incluir a hunos, eslavos y otros.
Los germanos, que disponían de instituciones políticas peculiares, en concreto la asamblea de guerreros libres (thing) y la figura del rey, recibieron la influencia de las tradiciones institucionales del Imperio y la civilización grecorromana, así como la del cristianismo (aunque no siempre del cristianismo católico o atanasiano, sino del arriano); y se fueron adaptando a las circunstancias de su asentamiento en los nuevos territorios, sobre todo a la alternativa entre imponerse como minoría dirigente sobre una mayoría de población local o fusionarse con ella.
Los nuevos reinos germánicos conformaron la personalidad de Europa Occidental durante la Edad Media, evolucionaron en monarquías feudales y monarquías autoritarias, y con el tiempo, dieron origen a los estados-nación que se fueron construyendo en torno a ellas. Socialmente, en algunos de estos países (España o Francia), el origen germánico (godo o franco) pasó a ser un rasgo de honor u orgullo de casta ostentado por la nobleza como distinción sobre el conjunto de la población.
El Imperio Romano había pasado por invasiones externas y guerras civiles terribles en el pasado, pero a finales del siglo IV, aparentemente, la situación estaba bajo control. Hacía escaso tiempo que Teodosio había logrado nuevamente unificar bajo un solo centro ambas mitades del Imperio (392) y establecido una nueva religión de Estado, el Cristianismo niceno (Edicto de Tesalónica -380), con la consiguiente persecución de los tradicionales cultos paganos y las heterodoxias cristianas. El clero cristiano, convertido en una jerarquía de poder, justificaba ideológicamente a un Imperium Romanum Christianum y a la dinastía Teodosiana como había comenzado a hacer ya con la Constantiniana desde el Edicto de Milán (313).
Se habían encauzado los afanes de protagonismo político de los más ricos e influyentes senadores romanos y de las provincias occidentales. Además, la dinastía había sabido encauzar acuerdos con la poderosa aristocracia militar, en la que se enrolaban nobles germanos que acudían al servicio del Imperio al frente de soldados unidos por lazos de fidelidad hacia ellos. Al morir en 395, Teodosio confió el gobierno de Occidente y la protección de su joven heredero Honorio al general Estilicón, primogénito de un noble oficial vándalo que había contraído matrimonio con Flavia Serena, sobrina del propio Teodosio. Sin embargo, cuando en el 455 murió asesinado Valentiniano III, nieto de Teodosio, una buena parte de los descendientes de aquellos nobles occidentales (nobilissimus, clarissimus) que tanto habían confiado en los destinos del Imperio parecieron ya desconfiar del mismo, sobre todo cuando en el curso de dos decenios se habían podido dar cuenta de que el gobierno imperial recluido en Rávena era cada vez más presa de los exclusivos intereses e intrigas de un pequeño grupo de altos oficiales del ejército itálico. Muchos de éstos eran de origen germánico y cada vez confiaban más en las fuerzas de sus séquitos armados de soldados convencionales y en los pactos y alianzas familiares que pudieran tener con otros jefes germánicos instalados en suelo imperial junto con sus propios pueblos, que desarrollaban cada vez más una política autónoma. La necesidad de acomodarse a la nueva situación quedó evidenciada con el destino de Gala Placidia, princesa imperial rehén de los propios saqueadores de Roma (el visigodo Alarico I y su primo Ataúlfo, con quien finalmente se casó); o con el de Honoria, hija de la anterior (en segundas nupcias con el emperador Constancio III) que optó por ofrecerse como esposa al propio Atila enfrentándose a su propio hermano Valentiniano

Necesitados de mantener una posición de predominio social y económico en sus regiones de origen, reducidos sus patrimonios fundiarios a dimensiones provinciales, y ambicionando un protagonismo político propio de su linaje y de su cultura, los honestiores (los más honestos u honrados, los que tienen honor), representantes de las aristocracias tardorromanas occidentales habrían acabado por aceptar las ventajas de admitir la legitimidad del gobierno de dichos reyes germánicos, ya muy romanizados, asentados en sus provincias. Al fin y al cabo, éstos, al frente de sus soldados, podían ofrecerles bastante mayor seguridad que el ejército de los emperadores de Rávena. Además, el avituallamiento de dichas tropas resultaba bastante menos gravoso que el de las imperiales, por basarse en buena medida en séquitos armados dependientes de la nobleza germánica y alimentados con cargo al patrimonio fundiario provincial de la que ésta ya hacía tiempo se había apropiado. Menos gravoso tanto para los aristócratas provinciales como también para los grupos de humiliores (los más humildes, los rebajados en tierra -humus-) que se agrupaban jerárquicamente en torno a dichos aristócratas, y que, en definitiva, eran los que habían venido soportando el máximo peso de la dura fiscalidad tardorromana. Las nuevas monarquías, más débiles y descentralizadas que el viejo poder imperial, estaban también más dispuestas a compartir el poder con las aristocracias provinciales, máxime cuando el poder de estos monarcas estaba muy limitado en el seno mismo de sus gentes por una nobleza basada en sus séquitos armados, desde su no muy lejano origen en las asambleas de guerreros libres, de los que no dejaban de ser primun inter pares.
Pero esta metamorfosis del Occidente romano en romano-germano, no había sido consecuencia de una inevitabilidad claramente evidenciada desde un principio; por el contrario, el camino había sido duro, zigzagueante, con ensayos de otras soluciones, y con momentos en que parecía que todo podía volver a ser como antes. Así ocurrió durante todo el siglo V, y en algunas regiones también en el siglo VI como consecuencia, entre otras cosas, de la llamada Recuperatio Imperii o Reconquista de Justiniano.

Nacimiento y desarrollo de la vida civilizada
Con la combinacion de la agricultura y la ganadería el ser humano comienza a cultivar diversos cereales como el arroz, el trigo y el maíz, o tubérculos como la patata, en diversas regiones del globo entre el Sexto y el Quinto Milenio a.C. Así, deja de depender de la caza, la pesca y la recolección, se transforma en autosuficiente, y ello le permite adoptar un modo de vida sedentario (si bien algunas actividades como el pastoreo requerirán la práctica del nomadismo o del semi-nomadismo). En Japón encontramos un temprano desarrollo de la piscicultura. También cambian las prácticas alimentarias: es inventado el pan, y también las bebidas alcohólicas.
Al haber crecido en aislamiento las primeras civilizaciones, las dietas propias de cada una fueron diversas, en función de aquellos productos vegetales y animales que existieran en su entorno inmediato. Así, el cerdo, la gallina y el arroz fueron propios de la dieta de China; el trigo, la vid, la vaca y la oveja, fueron propios del Medio Oriente y el mundo mediterráneo; y el maíz, el tomate, la patata o el tabaco fueron propios de la América Precolombina. Sin embargo, estas barreras alimenticias fueron cayendo a medida que las distintas civilizaciones históricas fueron entrando en contacto unas con otras y comerciando entre sí. De esta manera, las especias (pimienta, nuez moscada, etcétera) llegaron desde Oriente a Europa gracias al comercio musulmán durante la Edad Media, y distintos productos americanos hicieron lo propio después de que América y Europa entraron en contacto durante el paso de los siglos XV a XVI.
Estructura social
A medida que los asentamientos urbanos fueron creciendo, la sociedad se hizo cada vez más compleja. Por sobre los agricultores surgió una clase social de mercaderes, que pronto enviaron expediciones a tierras extrañas y fundaron colonias para comerciar. También se desarrollaron los templos, que tomaron bajo su responsabilidad la guía de las distintas comunidades. Algo más tarde surge el poder civil como separado del religioso, encarnado por la figura de reyes seculares trabajando en estrecha relación con burocracias sacerdotales a veces bastante extensas: por ejemplo, el faraón y los escribas egipcios.
Una consecuencia de todo esto fue la invención de la escritura, en varios lugares del planeta al mismo tiempo y de manera independiente, y que por primera vez permitió almacenar el conocimiento de manera más segura que por la tradición oral, al mismo tiempo que permitió desarrollar la burocracia gubernamental. Las primeras escrituras eran ideográficas, pero pronto evolucionaron hacia sistemas fonéticos, teniendo los fenicios el crédito de crear el antecedente del moderno alfabeto. Ejemplos son los jeroglíficos o la escritura cuneiforme. En el Imperio Inca se desarrolló la ingeniosa solución de los quipus. En general la mayoría de los pueblos de la tierra conocen algún sistema escritural o de símbolos dibujados o escritos en torno al año 1000 de la era cristiana.
Al mismo tiempo, el desarrollo en la navegación llevó a las primeras audaces expediciones de exploración. Desde Egipto partieron expediciones hacia el país del Punt, y viajeros fenicios alcanzaron Inglaterra, y probablemente dieron la vuelta al África. Por su parte, los polinesios emprendieron una marcha lenta e implacable por el Océano Pacífico, colonizando lugares tan alejados como Hawaii o Isla de Pascua.
Metales
Ya desde la antigüedad, casi todas las grandes civilizaciones aprendieron a trabajar los metales. El salto de la piedra a los metales, materiales estos últimos de uso más versátil, significó una gran revolución. Generalmente se agrupa a la Edad de los Metales en tres fases sucesivas: Edad de Cobre, Edad de Bronce y Edad de Hierro. Durante la primera (Calcolítico) se trabajó el cobre de manera pura. Durante la segunda, se descubrió que la aleación de cobre y estaño (el bronce) era más resistente, si bien el estaño era un metal de por sí escaso (los fenicios iban a buscarlo incluso hasta las Islas Británicas). El manejo del hierro fue más tardío, debido a que hubieron de ser perfeccionadas las técnicas para tratarlo, ya que éste tiene un punto de fundición más alto.
Las aplicaciones de los metales resultaron enormemente variadas. Reemplazaron a la piedra en la elaboración de hachas para talar bosques, y a la madera en las rejas de arado. También permitieron la elaboración de espadas para la guerra.
También en esta época apareció el uso de los metales preciosos, incluyendo el oro y la plata, como lo prueban los ricos ajuares funerarios de numerosas tumbas. Estos metales fueron utilizados para el ornato primero, y como medida de riqueza después, incluyendo la acuñación de monedas (labor esta última en la que fueron complementadas con el cobre, para la moneda fraccionaria). Se trabajaron también con afán de lujo, las llamadas piedras preciosas y piedras semipreciosas.
Antiguamente se pensaba que los pueblos de la Edad de los Metales eran prehistóricos, pero hoy en día sabemos que muchos de ellos ya eran altamente civilizados. En Grecia, por ejemplo, la Edad del Bronce coincide con los Reinos Micénicos, y en el Medio Oriente, el poderío hitita se explica en parte por el monopolio del secreto de la fundición del hierro, mientras que sus enemigos usaban espadas de bronce, más frágiles.
Cultura y religión
Las primeras manifestaciones de religión surgieron ya en tiempos del Hombre de Neanderthal. Eran cultos vinculados a prácticas arcaicas de tipo chamánicas. La primera gran religión conocida fue el culto de la Gran Diosa Madre, predominante en Eurasia hasta bien avanzada la historia de la civilización. Andando el tiempo, con el desarrollo de la vida en sociedad, surgieron los cultos patriarcales. También, a medida que las culturas y los ritos locales fueron entrecruzándose, surgieron complejas mitologías y ciclos épicos.
El desarrollo de la escritura permitió el surgimiento de la vida cultural. Así, nació la literatura. Las obras más antiguas conservadas son epopeyas. Algo más tarde surge la literatura sapiencial. El estudio científico de la Historia es más tardío, y habrá que esperar hasta griegos como Heródoto o Tucídides (siglo V a. C.) para que ésta se separe definitivamente de la tradición religiosa y literaria.
El primer gran estallido filosófico se produjo hacia el siglo VI a. C., época en la que coincidieron, y probablemente supieron de sus respectivas doctrinas, las figuras de Pitágoras de Samos, Tales de Mileto, el Segundo Isaías, Zaratustra, Buda, Mahavira y Confucio. No son los primeros en sus respectivas tradiciones, pero sí quienes accedieron a un mundo más "globalizado" que sus predecesores.
La ciencia fue monopolio de la clase alta, frecuentemente de los sacerdotes, y el bajo pueblo no tenía acceso a ella. En este tiempo se hicieron las primeras observaciones astronómicas, se desarrolló la medicina, y la necesidad de medir la tierra y llevar la contabilidad comercial y tributaria llevaron al desarrollo de la geometría y la aritmética. Los antiguos griegos llegaron incluso a sentar las bases del álgebra.
Religiones antiguas: Judaísmo, Zoroastrismo, Atonismo, Budismo, Hinduismo.
Mitologías antiguas: Mitología griega, mitología babilónica, mitología egipcia, mitología china, mitología japonesa, mitología azteca, mitología inca.
Epopeyas antiguas: Epopeya de Gilgamesh, la Biblia, la Ilíada, la Odisea, el Ramayana, Upanishad.
Otros artículos relacionados: Profeta, Filosofía, Filosofía presocrática.

Los sumerios

Con la invasión del 4000, la baja Mesopotamia pasó por varios siglos de desorden y decadencia, pero los invasores terminaron por asimilar la cultura de la región que habían conquistado y se esforzaron por alcanzar el nivel de vida anterior. Surgió así una nueva civilización, conocida como Sumer. Los sumerios dominaron la Baja Mesopotamia durante todo el cuarto milenio y se vieron obligados a defenderla de las incursiones de los pueblos vecinos, que la hostigaban como ellos la habían hostigado durante el milenio anterior.
Naturalmente, los sumerios trajeron consigo sus propios dioses, que pronto se combinaron con los de los pueblos conquistados. El panteón resultante tenía tres dioses destacados: Anu era el dios del cielo, y tenía su santuario más importante en la ciudad de Uruk, Enlil era el dios de la tierra y su santuario principal estaba en Nippur, mientras que Ea era el dios de los ríos y era especialmente adorado en Eridu. Probablemente los dos últimos eran dioses previos a la invasión, pues la tierra y los ríos son preocupaciones típicas de los agricultores, mientras que Anu sería el dios principal que trajeron los sumerios, un dios de pastores. Por supuesto, cada ciudad adoraba también a otros dioses menores.
Como cabía imaginar, el dios más importante resultó ser Anu. Esto queda reflejado en el mito de la creación: al principio de los tiempos, el mundo era un caos dominado por Tiamat, diosa del mar (el mar era signo de caos y destrucción para un pueblo que no tenía ningún conocimiento de navegación). Fue Anu quien la derrotó y con su cuerpo creo el Universo. Esta victoria era la que le otorgaba la preeminencia sobre los otros dioses.
La forma habitual que tienen los pastores de contentar a sus dioses celestes es quemar animales sacrificados, haciéndoles llegar así el agradable humo perfumado. Tal vez los sumerios sintieron que al mudarse de las montañas al valle se habían alejado de sus dioses, por lo que solían escoger lugares elevados para hacer sus sacrificios y erigir sus templos. No obstante, las principales capitales sumerias estaban en lugares bajos, de modo que se originó la costumbre de crear grandes plataformas elevadas sobre las cuales realizar los sacrificios, para que éstos pudieran ser mejor contemplados por los dioses. Con el tiempo se fueron cunstruyendo plataformas menores sobre otras mayores y así en el último cuarto del milenio los sumerios llegaron a construir imponentes pirámides escalonadas llamadas Zigurats. Hoy en día no se conserva ninguno íntegro debido a que estaban hechos de ladrillos de barro. La religión sumeria fue sofísticándose en concordancia con su nueva cultura agrícola, pero nunca perdió su orientación hacia el cielo. Los sacerdotes sumerios se convirtieron en los primeros astrónomos. Desde los Zigurats observaban las estrellas y las llegaron a conocer bien. Descubrieron cómo el Sol se desplaza durante el año por la banda del zodíaco. Fueron ellos quienes dividieron esta banda en doce partes y crearon mitos alrededor de cada signo zodiacal.
El número doce no es casual: los sumerios (y tal vez también sus antecesores) contaban señalando con el pulgar las doce falanges de los otros cuatro dedos de la mano, y marcaban los múltiplos de doce con los cinco dedos de la otra, de modo que el mayor número que podían contar con los dedos era 60. Por ello dividieron el zodíaco en 12 signos, y el año en 12 meses y el día en dos grupos de 12 horas, y cada hora en 60 minutos.
Mientras tanto Egipto iba organizándose. La cultura neolítica propició el típico desarrollo de la religión y el surgimiento de una poderosa clase sacerdotal. Los primeros dioses los debieron de modelar los cazadores, que los vinculaban a ciertos animales, de tal suerte que adorando al dios adecuado se podía esperar una buena caza del animal deseado. Así, había dioses con cabeza de halcón, de chacal, de hipopótamo, etc. Con la agricultura aparecieron nuevos dioses, el más importante de los cuales fue Ra, el dios del sol, al que vinculaban con el cambio estacional, las crecidas del Nilo, etc. Los egipcios contaban que fue el dios Osiris quien les enseñó las artes agrícolas. Osiris era, pues, un dios de la vegetación. Se le representaba con forma humana. Fue asesinado y descuartizado por su hermano Set, pero su esposa Isis recogió los pedazos y le devolvió a la vida. No obstante, uno de los fragmentos se perdió, y Osiris no quiso permanecer así entre los hombres, sino que descendió al mundo subterráneo, donde reinaba desde entonces sobre las almas de los muertos. Isis y Osiris habían tenido un hijo, Horus, representado con cabeza de halcón (lo que hace pensar en un mito del tiempo de los cazadores que pervivió en las leyendas de los agricultores). Horus vengó la muerte de su padre matando a Set.
Posiblemente, los Egipcios fueron el primer pueblo que desarrolló una teoría sofisticada sobre la vida después de la muerte. La supervivencia a la muerte no era automática, sino que dependía de ciertos ritos que controlaban los sacerdotes. Es probable que estas creencias fueran expresamente desarrolladas por los sacerdotes para conseguir la sumisión del pueblo a su autoridad. Y en verdad que no pudieron tener más éxito. La supervivencia a la muerte debió de ser durante cientos de años casi una obsesión para los egipcios de todas las clases sociales, que nunca en su historia abandonaron una incondicional sumisión a la autoridad religiosa.
Hacia el año 3500 empiezan a aparecer casas semisubterráneas en México.
Los sumerios descubrieron cómo extraer cobre de ciertas rocas, con lo que el uso de este metal se generalizó y permitió a los sumerios construir armas mejores con que defenderse de los pueblos nómadas. También inventaron el carro con ruedas, tirado por un asno. En Uruk se inventó el sello cilíndrico, un pequeño rodillo de piedra con un relieve que se marcaba repetitivamente en la arcilla al hacerlo rodar sobre ella. Los mercaderes usaban estos sellos a modo de firma marca de sus productos. Con el tiempo adquirieron la costumbre de marcar los recipientes de barro con señales que representaran la naturaleza o cantidad de su contenido. Pronto descubrieron que no necesitaban hacer las marcas sobre los propios recipientes, sino que marcando tablillas de arcilla podían guardarse registros de existencias etc. Al principio cada mercader usaría sus propios convenios, pero hacia el 3400 ya estaba extendido un mismo código común.
Por aquel entonces los reinos egipcios del delta del Nilo (el Bajo Egipto) se unificaron bajo la monarquía de Buto, cuyos reyes ostentaban la corona roja, mientras que el resto del territorio (el Alto Egipto) estaba gobernado por los reyes de Hieracómpolis, que ostentaban la corona blanca. No parece que estas unificaciones se produjeran violentamente, sino más bien por medios políticos. Egipto nunca había sufrido amenazas externas, por lo que carecía de ejércitos.
La actividad comercial de Canaán fue en aumento. Hacia el año 3300 se fundó la ciudad de Biblos, que pronto empezaría a comerciar por mar con Egipto y las islas del Mediterráneo. Probablemente fue a través de comerciantes cananeos como Egipto fue conociendo los avances culturales que se estaban produciendo en la media luna fértil.
Hacia el 3200 el rey Nármer de Hieracómpolis unificó el Alto y el Bajo Egipto en un único reino y ciñó las dos coronas. Él y sus descendientes (la I dinastía de reyes de Egipto) consolidaron el poder real y la unidad del país difundiendo la idea de que el rey era un dios dueño de todo el valle del Nilo. Nármer estableció la capital del reino en Tinis, de donde al parecer era originario, si bien construyó la ciudad de Menfis en la frontera entre el Alto y el Bajo Egipto, tal vez con la intención de convertirla en capital si el Bajo Egipto recelaba de ser gobernado desde el Alto Egipto, cosa que no llegó a suceder.
Bajo la primera dinastía los egipcios construyeron canales con que regar las zonas del valle más alejadas del Nilo. Surgieron trabajadores especializados, se idearon barcas con que transportar materiales por el río, se fomentó la agricultura y la ganadería, etc. Indudablemente todo esto es una clara huella de la influencia cananea-mesopotámica.
Los sacerdotes sumerios aprovecharon el código de signos que habían elaborado los mercaderes y lo extendieron para reflejar ideas abstractas. Hacia el 3100 los sumerios disponían de una auténtica escritura. Escribían sobre tablas de arcilla mediante un punzón que producía marcas en forma de cuña. Cada palabra se representaba con un signo que, si bien en un principio podía haber sido un esquema de su significado, la práctica lo había reducido a una agrupación de cuñas puramente convencional. Este tipo de escritura se conoce como escritura cuneiforme. La escritura era entonces una técnica muy compleja, pues los sumerios tenían un signo para cada palabra, lo que suponía un inventario enorme de signos que sólo los sacerdotes dominaban. Esto proporcionó mucho poder a la clase sacerdotal.
Así, el sumerio es la lengua más antigua de la que tenemos constancia escrita. Es una lengua completamente diferente a todas las que se conocen hoy en día: sus palabras son monosilábicas, no hay distinción entre sustantivos y verbos, y las oraciones se forman aglutinando palabras, de modo que muchas de ellas actúan como prefijos y sufijos de otras.
Mientras tanto, el resto de la media luna fértil se alimentaba de la cultura sumeria. Al este de la Baja Mesopotamia, al sur de los montes Zagros, en el actual Irán, se formó un pueblo conocido como Elam, que prosperó con el control del comercio entre Irán y Mesopotamia. Los elamitas adoptaron la cultura sumeria, pero conservaron su propia lengua, que subsistió hasta el siglo XI d.C.
El resto del mundo continuaba su lenta evolución neolítica. Hacia el 4000 había surgido una nueva comunidad agrícola en China en el bajo Yang-Tse Kiang, probablemente por influencia de la civilización del río Amarillo. En el valle del Indo la civilización se perfeccionó sensiblemente a lo largo del milenio: se construyeron ciudades de ladrillo, empezó a usarse el cobre y se inició el comercio con Mesopotamia. En Europa el neolítico estaba ya muy extendido. No hay muchos datos, pero parece ser que la Europa neolítica "típica" estaba formada por sociedades agrícolas sedentarias, poco belicosas, matriarcales, que tendían a formar pueblos y ciudades relativamente numerosos. Por el contrario, los pueblos indoeuropeos, que habitaban el oeste asiático, formaban sociedades eminentemente pastoriles, de carácter patriarcal y espíritu guerrero. Habitaban en pequeños poblados con casas semisubterráneas.
La Edad Del bronce

El Bronce es el resultado de la aleación de cobre con estaño con la ventaja de que funde a más baja temperatura y es mucho más resistente que el cobre. Fue inventado en oriente medio hacia el IV milenio a. C. sustituyendo al Calcolítico aunque en otros lugares esta última edad fue desconocida y el bronce sustituye directamente al período Neolítico. El bronce penetró en Europa a través de una extensa red de vías comerciales que recorrían todo el continente hasta el Mar del Norte, comunicando con las avanzadas civilizaciones del mundo Egeo, así como Egipto y el Próximo Oriente.
El Bronce Antiguo en Europa
Entre los años 1800 a. C. y 1500 a. C., aproximadamente, coincidiendo con la plenitud del mundo minoico, es decir con la fase llamada «Minoico Medio o de los Grandes Palacios», pero también con el inicio del mundo micénico. Europa se benefició de la demanda de materias primas por parte de las grandes civilizaciones del Próximo Oriente y del Egeo. éstas demandaban ámbar del Báltico, cobre del bajo Danubio y Huelva, estaño de Cornualles y Galicia, oro de Irlanda, metales preciosos de Andalucía y azabache de Gran Bretaña. A cambio ofrecían manufacturas de bronce (armas, sobre todo) o, simpemente difundían la nueva tecnología metalúrgica, junto a otros objetos exóticos entre los que destacan los ornamentos de oro y plata y las perlas egipcias de fayenza azul. Las principales rutas comerciales eran controladas por una serie de culturas que, en conjunto, llamaremos Complejo o familia de los túmulos del Bronce Antiguo. Éstas, aunque muy diferentes, comparten un sustrato calcolítico en el que se combina la herencia occidental del Campaniforme tardío, las Cerámicas cordadas de Centroeuropa y los kurganes de las estepas orientales: cultura de Unetice, un gran dominio que abarcaba desde el mar Negro hasta el mar Báltico; y las que parece subsidiarias suyas en occidente: cultura de los Túmulos amoricanos, cultura de Wessex: en las Islas Británicas, durante esta época, siguen teniendo gran importancia los santuarios megalíticos llamados «Henges», que, bien son mantenidos como centros cultuales en activo o, incluso remodelados y enriquecidos, como es el caso del propio Stonehenge.
La mayor parte de los restos son monumentos funerarios de tipo tumular pertenecientes a las oligarquías locales guerreras (a juzgar por la alta proporción de armas) enriquecidas gracias al comercio. Quizás, conocían el carro de combate y vivían en poblados fortificado. En ciertas zonas del norte de Italia, los terrenos pantanosos han preservado multitud de objetos de cuero, piraguas de madera, arcos de gran tamaño, ruedas de carro y arreos de hueso. Todas estas culturas, como acabamos de mencionar, se caracterizan por los monumentos funerarios bajo túmulo, algunos de ellos, de gran riqueza. Los ajuares se componían fundamentalmente de armas; entre las primeras, se destacan los característicos puñales triangulares de pomo macizo, las hachas planas y las hachas-maza de combate de bronce... También aparecen ornamentos metálicos, destacando los brazaletes, las lúnulas (pectorales) y jarras de oro o plata repujados, ámbar y perlas de fayenza egipcias. Algunos túmulos llegan a ser tan ricos que se ha llegado a hablar de «Tumbas reales», por ejemplo, las de Leki Male (Polonia) y Leubingen (Austria), cultura Unetice; la de Kernonen (Francia), cultura de los Túmulos Armoricanos; o la de Bush Narrow (Inglaterra), Cultura de Wessex.
En el caso de la península Ibérica, la tradición (epi)campaniforme pervive hasta bien entrado el segundo milenio y las piezas metálicas siguen siendo de cobre arsenical. Sin embargo, a partir del 1700 a. C. asistimos al nacimiento de la cultura de El Argar, en el sur (aunque de tradición radicalmente opuesta a la de Los Millares), todavía con una pequeña área de influencia y numerosas pervivencias calcolíticas. Estamos, pues, ante una etapa temprana, llamada tradicionalmente «Fase A» en la que destacan los enterramientos en cista con un ajuar que revela intensas relaciones con el Mediterráneo oriental, y escasa influencia del resto de Europa. el apogeo de esta cultura se verá en la fase siguiente (a partir del Bronce Medio).
El Bronce Medio transcurre, más o menos, entre el 1500 a. C. y el 1200 a. C., lo que significa que coincide con el apogeo de la Civilización micénica. En el corazón de Europa, la cultura de Unetice deriva a la Cultura de los Túmulos, un agregado no unitario pero con una base común, y una oligarquía que se beneficia del comercio con el mundo Egeo. Casi todas ellas poseen poblados no muy grandes, edificados sobre colinas de fácil defensa y protegidos por murallas de madera y barro y varios fosos circundantes; las viviendas de madera, poco elaboradas, sugieren cierta movilidad (podría tratarse de «pastores guerreros»). Los enterramientos siguen siendo tumulares, pero los túmulos son más monumentales y a menudo se agrupan en grandes necrópolis y incineración es cada vez más habitual. Aparte de eso, el mundo escandinavo, que, hasta ahora, sufría un importante retraso, se pone a la altura de Centroeuropa, constituyendo una zona de gran relevancia. Otras áreas culturales, aparte de la «Povincia Nórdica», son la «Provincia Atlántica» (con Bretaña y las islas Británicas), y la «provincia Itálica» donde se desarrollan la cultura de las Terramaras y la cultura Apenínica, ambas de fuerte influencia balcánica; frene a la Cultura Sícula más cercana al mundo micénico, que ya había colonizado las Islas Eolias en esa fase.
Una de las novedades más notables entre el Bronce antiguo es la aparición de auténticas espadas con largas hojas y sistemas de enmangue más efectivos que los remaches: empuñaduras lengüeta cuyos los mangos son, a veces, ricamente decorados con materiales perecederos que, afortunadamente, se conservan en algunos ejemplares de la zona nórdica (cuero, hueso y maderas de diversos tonos y, a veces, incrustaciones de oro y ámbar). Asimismo aparecen las puntas de lanza tubulares y las hachas de talón o «palstaves».
En lo referente a los adornos metálicos, su variedad es innumerable, brazaletes espiraliformes, tobilleras, colgantes, alfileres, anillos, pendientes, pasadores, broches, etc. Mención especial merecen los torques retorcidos irlandeses, que desde su región insular originaria, se difundieron con gran éxito por toda Europa, recibiendo el nombre de Torques de Tara en honor a este santuario gaélico, la Colina de Tara. Una obra excepcional, que supera el calificativo de mero ornamento, es el Carro Solar de Trundholm (arrojado como ofrenda al fondo de un pantano en Dinamarca).
El Bronce final (aproximadamente 1250 a. C.-725 a. C.) viene determinado por la aparición y la expansión de la Cultura de los Campos de Urnas en casi todo el continente, aunque hay otros horizontes culturales importantes en la provincia nórdica y en la cornisa atlántica. Según la idea más extendida, la Cultura de los Campos de Urnas surge de un modo repentino, en el centro de Europa, suponiéndose su zona originaria en la región de Pannonia, en torno al siglo XIII a. C. Para unos la aparición de esta cultura provoca una profunda convulsión, sobre todo en Europa Oriental y el Próximo Oriente, de ahí la caída de la civilización micénica (destruida por los dorios), la desaparición del imperio hitita (a manos quizá de traco-frigios), llegando los ataques incluso a los egipcios, que documentan incursiones de «gentes del este» denominados pueblos del mar (que quizá fueran poblaciones desplazadas, o que huían de la destrucción de sus lugares originarios). Sin embargo, no todos comparte esta explicación; de hecho, cada vez se extiende más la idea de que la «Cultura de los Campos de Urnas» no apareció violentamente, sino que es la consecuencia de una evolución suscitada por la llegada de pobladores orientales que se mezclaron pacíficamente con los indígenas centroeuropeos. El hecho de que la nueva cultura ocupe el mismo espacio geográfico que la de los túmulos (del Bronce Medio) y que la Unetice (del Bronce Inicial), parece confirmar que realmente existe continuidad cultural y racial. Además, el único cambio sustancial es, precisamente, la sustitución de las costumbres funerarias (cosa que ni es novedosa, ni es repentina), ya que el resto de los aspectos socio-culturales del bronce centroeuropeo no sufre alteraciones significativas, salvo diversos progresos que cristalizan en una auténtica época de plenitud. Gracias a su prosperidad y a la diversificación económica, la «Cultura de los Campos de Urnas» se expandió alcanzando gran parte de Europa occidental y mediterránea. Algunas áreas (sur de la península Ibérica, litoral atlántico y Escandinavia), quedaron al margen, pero no dejan de estar muy influidas por ésta. Por otro lado, el territorio ocupado por los campos de urnas no es unitario, al estar formado por un conglomerado de culturas locales, con un sustrato común, pero con particularidades regionales específicas.
Desde el punto de vista general, las novedades más importantes del Bronce final son, en primer lugar, el rito funerario de la cremación, que no aparece de forma radical (pues, aunque minoritario, ya era conocido en Europa), lo que ocurre es que en esta fase se generaliza: tras su incineración, las cenizas del cadáver eran depositadas en una urna cineraria y enterrada en un pequeño foso, junto con otras tumbas, constituyendo así, los extensos cementerios que dan nombre a esta cultura.[] Por otro lado, los ajuares eran pobres en comparación con periodos anteriores y posteriores, sólo en los siglos IX y VIII a. C. reaparecen las tumbas principescas con ricos ajuares y complejas estructuras que las distinguen de las demás.
Los poblados (de madera y adobe) son muy similares a los del Bronce medio, sin embargo ahora se aumentan sus defensas con terraplenes, empalizadas y recintos amurallados de tapial con refuerzos de madera; además las puertas adquieren forma de embudo y se protegen con torreones. En el interior, casas rectangulares de adobe con tejados de madera y paja. Suele haber numerosos silos y molinos de vaivén, evidenciando la importancia creciente de la agricultura frente al pastoreo, aunque éste sigue siendo fundamental, a juzgar por la abundancia de restos de ganado bovino, ovino, porcino..., incluso equino (de hecho, hay constancia de la difusión, no solo del carro, sino de la monta de caballos). Otras actividades económicas relevantes son las exportaciones de ámbar (que ahora, ya no se dirigen solamente a los emporios micénicos), y la explotación y comercio de la sal.

La cultura material también incluye novedades. Aparecen los primeros objetos de vidrio, seguramente incorporados del Próximo Oriente; pero, por lo demás, Europa experimenta una mayor independencia respecto a esta zona. Su evolución comienza a ser más autónoma y sus creaciones originales más habituales. Por ejemplo, proliferan los grandes recipientes de bronce batido o repujado, con formas muy diversas, entre ellas. las sítulas (que tanto predicamento tendrán en la edad del Hierro), a veces con una ornamentación muy sofisticada, convirtiéndose en objetos de intercambio muy apreciados, cuya función era sin duda ceremonial. Otros objetos ornamentales comunes son los torques, los brazaletes de costilla, y las fíbulas, de diversos modelos, como las llamadas «de anteojos» (por el desmesurado tamaño de su doble espiral). Entre las armas, hay una complejísima evolución, por lo que sólo mencionaremos que las puntas de flecha de sílex son definitivamente sustituidas por otras de bronce, se siguen desarrollando las hachas de combate, con talón y anillas, las alabardas, las lanzas y aparecen las corazas, los escudos y los cascos. Los modelos más representativos de espada son las de puño macizo con la guarda en U; bien con un gran pomo discoide, bien rematadas en antenas. La hoja suele ser biselada, a veces con rica decoración, y con silueta pistiliforme.
El Bronce final en el resto de Europa, en concreto la cornisa atlántica se caracteriza por la continuidad y el progreso favorecido por los contactos con la «cultura de los campos de urnas» y por el nacimiento de una ruta comercial marítima que conectaba estas áreas con el Próximo Oriente (atravesando el estrecho de Gibraltar) a través de la cual se obtenía oro y estaño para oriente. El Bronce Final Atlántico es poco conocido porque se da la paradoja de que apenas se conocen asentamientos o necrópolis, pero abundan los llamados escondrijos (o zulos de objetos de bronce destinados al refundido) donde se han localizado piezas de una factura tan perfecta que se ha llegado a hablar de una belle époque de la Edad de Bronce. Por lo que se ve, el objeto más apreciado eran las espadas,[] al principio pistiliformes y al final con hoja en «lengua de carpa». No obstante, en el sur de las islas Británicas sí hay varios poblados, entre ellos destaca el de Itford Hill (Inglaterra), que nos puede servir como orientación sobre este punto: un emplazamiento elevado con varios recintos defensivos de madera que protegen una serie desordenada de viviendas de madera y barro, de planta circular. Las necrópolis evidencian la adopción de la cremación, con las cenizas depositadas en urnas cinerarias o directamente en pequeños fosos bajo túmulo. En la llamada Provincia Nórdica se da un fenómeno similar, en el sentido de que se adopta la incineración como ritual funerario, a pesar de no pertenecer a la cultura de los campos de urnas. Asimismo se da un periodo de esplendor, en este caso con una industria metalúrgica más diversa y original que la zona atlántica. La diversidad y maestría de la metalurgia escandinava es asombrosa; a la enorme variedad de armas, hay que añadir los objetos de tocador (navajas de afeitar, pinzas, alfileres...), los vasos de bronce batido con ruedas, seguramente votivos o ceremoniales, como el de Skallerup, los jarros de oro repujado que se exportaron por toda Europa (tal es el caso de cono de Aventon, aparecido en Francia, pero elaborado en talleres escandinavos), las trompas de chapa de bronce o de otro y las fíbulas, casi siempre «de anteojos». A estos hallazgos hay que añadir que los poblados son mucho más abundantes en el Atlántico (lo que revelaría el aumento demográfico subsiguiente a la prosperidad económica) y están protegidos por defensas naturales y artificiales. De esta época son la mayoría de los petroglifos escandinavos de los roquedos de Noruega y Suecia, en las regiones de Escania y Uppsala; destacando la zona de Tanum (declarada Patrimonio de la Humanidad).


Edad del hierro

A principios del siglo XIII los hombres aprendieron a fundir el hierro y combinarlo con carbón para producir acero. El hierro mineral es blando e inútil, pero el acero es un metal duro que permitía fabricar armas mucho más poderosas que las de bronce, por lo que tenía un valor estratégico incalculable. El descubrimiento tuvo lugar al sur del Cáucaso, en una zona controlada a la sazón por el poderoso reino hitita. Las técnicas de fundición del hierro eran mucho más complicadas que las del bronce, pues requieren temperaturas mucho más elevadas. Además no se conocían muchos yacimientos. Los hititas mantuvieron la nueva técnica en secreto, a la espera de poder utilizarla a gran escala. Así, durante algún tiempo las regiones civilizadas ignoraron su existencia. Sin embargo, para las tribus nómadas indoeuropeas unas pocas armas de hierro podían ser decisivas en pequeñas luchas con tribus vecinas, así que las nuevas técnicas se difundieron hacia el norte entre los pueblos indoeuropeos. Se iniciaba así la Edad del Hierro.
El hierro llegó hasta Grecia. Hay constancia de que las tribus eolias que habitaban la Grecia interior, menos civilizadas que las tribus jónicas de la Grecia micénica, importaban del norte hierro fundido en pequeñas cantidades, si bien no lo fabricaban. Los historiadores griegos se refieren a estas tribus con el nombre de Aqueos. No hay muchos datos sobre quiénes eran los aqueos. Tal vez fueran simplemente los griegos eólios o tal vez éstos absorbieron, pacíficamente o no, a nuevas tribus del norte que les trajeron el conocimiento del hierro junto con nuevos rasgos culturales. Por ejemplo, una costumbre diferenciada de los aqueos que permite seguirles el rastro frente a los micénicos es que en lugar de enterrar a sus muertos los incineraban. La incineración parece haber surgido con las nuevas técnicas de fundición que requería el hierro. Los aqueos debieron de ser un pueblo más rudo que los micénicos, pero éstos debieron de ver en ellos un refuerzo conveniente para sus campañas militares.
Combinando la arqueología con la tradición griega posterior, la Grecia micénica ofrece esta imagen: había una oligarquía dominante (probablemente indoeuropea, frente a un pueblo de origen pelásgico). Los nobles son carnívoros y prefieren los lechones, mientras que el pueblo es vegetariano y se alimenta principalmente de trigo tostado y pescado. Los nobles beben vino y usan la miel como edulcorante, mientras que el pueblo bebe agua. La propiedad de la tierra está vinculada a la familia, en cuyo seno rige una especie de régimen comunista. No hay una división del trabajo en oficios, sino que cada familia se fabrica lo que necesita. Hasta el rey siega, cose y clava tachuelas. No labraban metales, sino que importaban el bronce del norte y, en escasas cantidades, el hierro. Usaban carros tirados por mulos, aunque eran caros y pocos podían permitírselos. Había esclavos, pero poco numerosos y, por lo general, bien tratados. Principalmente eran mujeres que se ocupaban de las labores domésticas. Usaban el oro como dinero (a peso, sin acuñar monedas), pero sólo para transacciones importantes, lo habitual era pagar con pollos, medidas de trigo, cerdos, etc. La riqueza de una familia no se medía por su dinero sino por sus posesiones. Daban gran importancia a la elegancia y la belleza física. Sus trajes eran de lino, a modo de saco con un agujero para la cabeza, si bien trataban de adornarlos con bordados y otros detalles. Un buen vestido era considerado como algo muy valioso. Las casas de los pobres eran de adobe y paja, las de los ricos de piedra y ladrillo. Constaban de una estancia única con un agujero en el techo a modo de chimenea. No tenían templos, sino que las estatuas de los dioses quedaban al aire libre.
Por esta época debió de empezar a cobrar importancia la ciudad de Troya. Estaba situada en la costa de Anatolia, en un lugar estratégico para controlar el paso por el Helesponto, un estrecho que comunica el Mediterráneo con un pequeño mar, la Propóntide, que a través del estrecho del Bósforo comunica a su vez con el Mar Negro. El Mar Negro, ofrecía grandes posibilidades para el comercio, alejado del disputado Mediterráneo y con una extensa costa llena de pueblos no muy civilizados a los que se podía ofrecer artículos de lujo a cambio de minerales y otras materias primas. Algunos comerciantes llegaron incluso a China por esta vía, de donde importaban artículos exóticos, como el Jade. Así pues, Troya estaba en condiciones de aprovecharse directa e indirectamente de este comercio, sin más que exigir un tributo a todo el que quisiera cruzar el Helesponto.
No se sabe a ciencia cierta quiénes eran los troyanos. La ciudad estuvo habitada desde mucho tiempo atrás, pero ahora había caído bajo el control de una nobleza grecohablante. Tal vez fueran griegos micénicos que la habían ocupado a modo de colonia, pero es más plausible que los "nuevos" troyanos fueran un grupo de cretenses que, ante la decadencia de su nación, decidieron trasladarse a un lugar más propicio para "volver a empezar". Su buen conocimiento del Mediterráneo les habría llevado a Troya, donde habrían sometido a la población asiática y se habrían convertido en un molesto rival para los griegos micénicos.
Mientras tanto, las grandes potencias cambiaban de reyes. Hacia 1300 el rey Ashur-Uballit ya había muerto, pero su hijo continuó reforzando a Asiria y llegó a saquear el agonizante reino de Mitanni. En 1295 muere el rey Mursil II y es sucedido por Muwatalli, bajo cuyo gobierno el reino hitita siguió siendo la potencia dominante en Siria y, por consiguiente, la mayor preocupación para Egipto. En 1290 murió el faraón Seti I, y fue sustituido por su joven hijo Ramsés II, que reinó durante sesenta y siete años, marca sólo superada en la historia de Egipto por el antiguo rey Pepi II. Ramsés II resulto ser el ególatra más poderoso del mundo. Cubrió Egipto de monumentos en su honor, con inscripciones que relataban jactanciosamente sus victorias y su grandeza. Incluso puso su nombre en monumentos más antiguos para atribuirse méritos ajenos. Amplió el ya enorme templo de Tebas, de modo que se convirtió en el templo más grande y fastuoso construido jamás en la historia. La mayor sala del templo, la sala hipóstila, medía unos 5.000 metros cuadrados y su techo se sustentaba mediante 134 columnas de 21 metros de altura. En 1288 subió al trono hitita Hattusil III, que en 1286 tuvo que enfrentarse a una expedición egipcia encabezada por el propio Ramsés II. La batalla tuvo lugar cerca de la ciudad de Kadesh. La única información que tenemos sobre ella es la versión oficial del faraón, según la cual el ejército egipcio fue pillado por sorpresa y se tuvo que retirar precipitadamente, pero Ramsés decidió vencer o morir, se lanzó el solo contra todo el ejército enemigo y lo mantuvo a raya hasta que sus hombres se reorganizaron y recibieron refuerzos. Finalmente los hititas fueron estrepitosamente aniquilados. No hay motivos para creer nada de todo esto. Pasara lo que pasara en la batalla, la realidad es que el poder hitita no disminuyó lo más mínimo, sino que la guerra se mantuvo durante tres años, hasta que ambos reyes firmaron una paz de compromiso en 1283.
Se inició así el periodo de mayor esplendor de la cultura hitita. En los archivos de Hattusa, su capital, se han encontrado miles de tablillas escritas en hitita y algunas en acadio con anales, tratados, leyes, actas de distribución de tierras y textos religiosos, algunos en lenguas muertas (en la época). Egipto, pese al acuerdo de paz, inició una serie de intrigas, estimulando a Asiria contra el reino hurrita. El rey Adad-Ninari I ocupó el reino de Mitanni, vasallo de los hititas, tras lo cual se otorgó a sí mismo el título de Gran Rey, y envió una carta al rey Muwatali tratando de rebajar la tensión ocasionada por la invasión. En ella trataba a Muwatalli de hermano, algo frecuente en la época entre los reyes de potencias del mismo rango, pero la respuesta de Muwatalli fue bastante brusca: ¿Acaso somos hijos del mismo padre o de la misma madre? Pese a todo, no estalló la guerra entre ambos reinos, ya que Muwatalli estaba más preocupado por Egipto que por Asiria. Adad-Ninari I murió en 1275, y fue sucedido por su hijo Salmanasar I. Luego murió Muwatalli, en 1272, y fue sucedido por su hijo Mursil III.
En 1270 Salmanasar I arrebató definitivamente a los hititas lo que había sido el reino de Mitanni, fecha en la que podemos considerar que éste desaparece definitivamente de la historia, pasando a formar parte del que se conoce como Primer Imperio Asirio. Asiria recuperó todo el territorio que había poseído en tiempos de Shamshi-Adad I, el fundador de la dinastía que había gobernado ininterrumpidamente en Assur tanto en los buenos como en los malos tiempos. Salmanasar usó las riquezas y los esclavos obtenidos con sus conquistas para embellecer Assur, la capital, y Nínive, la segunda ciudad más emblemática del reino. Sin embargo, consideró que su nuevo imperio requería una nueva capital, y así fundó a mitad de camino entre ambas la ciudad de Calach. Mursil III murió en 1265, y fue sucedido por su tío Hattusil III.
Hacia 1250 Canaán empezó a recibir el embate de nuevas tribus nómadas emparentadas con los hebreos que cien años antes habían ocupado el este de Canaán. Sin embargo, este parentesco no influyó en los hebreos, que rechazaron a los recién llegados. Las primeras en hacer su aparición debieron de ser las tribus de Rubén, Isacar y Zabulón, formaron la coalición de Lía (el nombre de una diosa de los pastores cananeos, vinculada con la Luna), a la que luego se sumaron como tributarios Gad y Aser. La primera de estas dos tribus deriva su nombre de un dios de la buena fortuna, cuyo culto se extendía desde Fenicia hasta Arabia. Aser proviene de Ashir, que era una diosa cananea también de culto muy difundido. La ciudad de Hesbón, situada en el límite septentrional de Moab, aprovechó que el ejército moabita estaba concentrado al este contra los recién llegados y se rebeló con éxito, deshaciéndose de las pocas tropas moabitas de la zona. Las tribus de Lía reaccionaron rápidamente y aprovecharon el caos creado por Hesbón. Atacaron la ciudad y la arrollaron, con lo que se abrieron paso hasta el Jordán. Ocuparon un territorio entre Amón y Moab que más adelante se quedaría en exclusiva la tribu de Rubén.
En 1245 murió Salmanasar I, y fue sucedido por su hijo Tukulti-Ninurta I, bajo el cual el imperio asirio llegó a su máxima extensión. Condujo campañas a los montes Zagros y llegó hasta el Cáucaso, donde un grupo de hurritas se acababa de asentar formando el reino de Urartu. Luego derrotó a los casitas en el sur y los sometió a tributo, y más tarde ocupó Elam. De este modo, Asiria dominaba ahora toda Mesopotamia. Además, Asiria conoció así las nuevas técnicas hititas para tratar el hierro, si bien todavía no se disponía de él en cantidades necesarias para que fuera relevante. En 1237 el rey hitita Hattusil III fue sucedido por su hijo Tudhaliyas IV. Durante su reinado la cultura hitita recibió muchas influencias hurritas y mesopotámicas (probablemente el reino hitita recibió muchos refugiados de lo que había sido Mitanni y de otras regiones ocupadas por Asiria). El nuevo rey supo sofocar las revueltas que periódicamente se producían en distintos puntos de los dominios hititas, e incluso extendió sus fronteras hacia el oeste, alcanzando el Egeo.
Mientras tanto, el Imperio Egipcio disfrutaba de un periodo de paz y prosperidad. La corte era ostentosa y magnificente como nunca lo había sido, Ramsés II tenía muchas esposas que le dieron una multitud de hijos, pero a medida que se iba haciendo mayor fue dejando de lado los asuntos del gobierno, y como consecuencia la nobleza fue ganando poder. La mejora del nivel de vida hizo difícil encontrar hombres con vocación militar, por lo que el ejército se nutría cada vez más de mercenarios extranjeros, de los que no se podía esperar el arrojo de los soldados movidos por un fervor patriótico, e incluso podían volverse peligrosos en épocas difíciles. Así, aunque aparentemente todo estaba en orden, lo cierto es que las bases del poder egipcio estaban siendo minadas poco a poco.
Durante los últimos años del reinado de Ramsés II la presión sobre los reinos hebreos de Edom, Amón y Moab seguía aumentando. Llegó una nueva tribu dirigida por un caudillo poderoso: Josué. Esta tribu debió de ser especialmente belicosa y parecía tener muy claro el objetivo de cruzar el Jordán e invadir Canaán. Tal vez por ello acogió gustosa en su seno a los hombres más fieros que encontró en la zona: por una parte a una tribu de honderos ambidiestros de gran puntería y por otra a un pueblo de pastores oriundo del norte de Palestina llamado Bene-jamina, cuyo caudillo tenía el título de Dawidum, (posible origen del nombre David). Éstos formaron la tribu de Benjamín, y formaron con los hombres de Josué una coalición identificada con el nombre de Raquel, una diosa de características similares a las de Lía (tal vez las diferencias de culto Lía / Raquel se usaron como signos distintivos de los dos grandes grupos tribales que acechaban Canaán). La coalición de Raquel se engrosó pronto con las tribus de Dan y Neftalí.
Josué debió de pactar una alianza con las tribus de Lía para facilitar su plan de invasión. La confederación se llamó Israel, que significa algo así como "Dios lucha con nosotros". Hacia 1226, Josué cruzó el Jordán con sus hombres y ocupó una rica franja de tierra a la que llamaron Efraím (región fértil), mientras que Benjamín ocupó la zona inmediatamente más al sur. Probablemente, la tribu original de Josué estaba formada por dos clanes poderosos, uno de los cuales ocupó Efraím y el otro fue extendiéndose hacia el norte hasta tener su territorio propio, al que dio el nombre de Manasés. Así, las tribus de Raquel pasaron a ser tres: Efraím, Manasés y Benjamín. De la federación de Raquel original surgió también una tribu diminuta: la tribu de Leví, que en realidad era una clase sacerdotal que no ocupó más que unas pocas ciudades dispersas. Posteriormente la tribu de Leví fue considerada como una tribu de Lía, en lugar de una tribu de Raquel.
En 1223 murió Ramsés II y fue sucedido por Meneptah, su decimotercer hijo, que ya tenía entonces sesenta años. Meneptah condujo el ejército egipcio a Canaán para rechazar a los israelitas invasores. Como testimonio de la campaña dejó una inscripción según la cual "Israel está arrasado y no tiene semillas". Evidentemente esto era una exageración propia de los "partes oficiales", pues los israelitas seguían allí. Sin duda el faraón no pudo terminar con los israelitas porque se vio obligado a volver a Egipto a marchas forzadas, ya que su reino se encontró con un peligro proveniente de un lugar insospechado: el mar. Hasta entonces el tránsito marítimo por el Mediterráneo había tenido un carácter esencialmente comercial. Es verdad que Creta había desarrollado una armada con la que había impuesto su hegemonía en el Egeo, pero debieron de encontrarse con una resistencia mínima. Los mismos egipcios usaban barcos para transportar sus tropas a Canaán, pero siempre bordeando la costa. Nadie hasta entonces había enviado tropas en barcos para librar una batalla importante lejos de sus costas. La idea de llevar tropas al otro lado del mar debía de ser considerada una locura para los egipcios.
Sin embargo, los griegos micénicos empezaron a aventurarse por el mar con fines militares. Sin duda les llegaron productos exóticos provenientes de tierras lejanas a través del mar Negro, pero esta vía comercial estaba enteramente bajo el control de Troya. Oriente debió de adquirir fama de ser una tierra rica y paradisiaca. En efecto, los griegos tenían una leyenda al respecto, según la cual mucho tiempo atrás un grupo de cincuenta héroes mitológicos capitaneados por Jasón emprendieron una arriesgada aventura hacia oriente en busca del vellocino de oro, la piel de un carnero divino cuya lana era de oro, símbolo de la prosperidad de las tierras lejanas. Embarcaron en la nave Argos, por lo que eran conocidos como los Argonautas, entre los cuales estaba el mismo Teseo, el que venció al Minotauro y liberó a Atenas del dominio cretense, y con él Hércules, y su padre Peleas, y Orfeo, y muchos otros. Respecto a Troya, resultó ser un pequeño obstáculo en el camino pues, cuando trató de impedir el paso a la expedición, Hércules desembarcó, saqueó la ciudad y mató al rey Laomedonte junto con todos sus hijos excepto Príamo, que era el rey a la sazón. Nada de esto tiene visos de realidad. Más bien debemos suponer que estas historias fueron inventadas por los griegos micénicos para animar al pueblo, o tal vez a los aqueos, pueblo tan poco interesado por el mar como Egipto, a lanzarse sobre Troya y acabar con su hegemonía. Las leyendas griegas al respecto hablan de una coalición de Argivos y Aqueos en una expedición contra troya. En principio "argivo" hace referencia a la ciudad de Argos, que era una de las ciudades micénicas más importantes, pero es probable que el término se usara para referirse indistintamente a todos los griegos micénicos. Naturalmente, el casus belli según los griegos no fue tan prosaico como el de borrar del mapa una ciudad molesta. Según la tradición, la guerra se debió a que Paris, el hijo de Príamo, se llevó (no está muy claro si por la fuerza o de mutuo acuerdo) a Helena, la mujer de Menelao, rey de Esparta, quien solicitó la ayuda de su hermano Agamenón, rey de Micenas, para recuperarla. A su vez, éstos reclamaron la ayuda de otros reyes, como Ulises de Ítaca o el aqueo Aquiles. Al margen de los detalles poéticos, las tradiciones griegas parecen describir dos facciones en pie de igualdad: los argivos, capitaneados por Agamenón y los aqueos, capitaneados por Aquiles. La ciudad de Troya fue destruida y los griegos convirtieron el acontecimiento en una de sus gestas más memorables.
Las leyendas griegas continuan explicando que, al volver a su patria, los héroes se encontraron con una situación turbulenta. Las fábulas se inclinan hacia sucesos más románticos en torno a adulterios, enevenenamientos y disputas por el poder, pero la realidad histórica subyacente era de otra naturaleza. Los pueblos indoeuropeos se habían ido extendiendo por la europa oriental, eran belicosos y en estos momentos debían de pasar por un periodo de escasez o superpoblación, por lo que se expandían en todas direcciones y desplazaban a su vez a otros pueblos. La Grecia micénica empezó a sufrir el acoso de otro pueblo indoeuropeo, emparentado con los griegos pero mucho menos civilizado: los Dorios. Los dorios tenían armas de hierro, lo que les concedía una superioridad contra la que los griegos micénicos no tenían nada que hacer. Como fruto de estas convulsiones el Mediterráneo se llenó de hordas de piratas que sobrevivían atacando y saqueando las ciudades costeras. Estaban formados por mezclas heterogéneas de dorios, griegos micénicos y habitantes de poblaciones variadas que no encontraron mejor salida que lanzarse al mar. Un grupo numeroso de estos piratas desembarcó en las costas de Libia y se unió a los nativos en un ataque contra Egipto.
Los sorprendidos egipcios, que nunca habían sufrido un ataque por mar, llamaron "Pueblos del Mar" a los invasores, y así se les conoce en la historia. Meneptah consiguió expulsarlos a duras penas, pero el poder egipcio se vio seriamente dañado. De Egipto, los pueblos del mar pasaron a Chipre, desde donde amenazaron las costas de Canaán y de Anatolia.
En 1211 un nuevo faraón, Seti II, se hizo con el trono de Egipto, destronando para ello a Meneptah y casándose con su viuda. Se inicia así una rápida sucesión de faraones débiles que reinan durante breves periodos de tiempo (Seti II reinó cinco años).
En 1209 murió el rey hitita Tudhaliyas IV, que fue sucedido por su hijo Arnuanda III. La presión de los pueblos del mar se hacía cada vez más insoportable para todos los pueblos del Mediterráneo, a la vez que los pueblos indoeuropeos presionaban a la ya descoyuntada Grecia Micénica por un lado y a los Hititas y otros pueblos de la Europa oriental por otro. Mesopotamia seguía bajo el imperio Asirio, pero tras la muerte de Tukulti-Ninurta en 1208 se sumió también en la crisis que afectaba a sus vecinos. Canaán sufría mientras tanto los embates de los israelitas. En 1207 murió Arnuanda III y le sustituye el que iba a ser el último rey hitita: Shubbiluliuma II.

Historia Antigua
La Edad Antigua es la época histórica que coincide con el surgimiento y desarrollo de las primeras civilizaciones o civilizaciones antiguas.
El concepto más tradicional de Historia Antigua presta atención al descubrimiento de la escritura, que convencionalmente la historiografía ha considerado el hito que permite marcar el final de la Prehistoria y el comienzo de la Historia, dada la primacía que otorga a las fuentes escritas frente a la cultura material, que estudia con su propio método la Arqueología. Otras orientaciones procuran atender al sistema social o el nivel técnico. Recientemente, los estuidos de genética de poblaciones basados en distintas técnicas de análisis comparativo de ADN y los estudios de antropología lingüística están llegando a reconstruir de un modo cada vez más preciso las migraciones antiguas y su herencia en las poblaciones actuales.[]
Sea cual fuere el criterio empleado, coincide que en tiempo y lugar unos y otros procesos cristalizaron en el inicio de la vida urbana (ciudades muy superiores en tamaño y diferentes en función a las aldeas neolíticas), la aparición del poder político (palacios, reyes), de las religiones organizadas (templos, sacerdotes), una compleja estratificación social, esfuerzos colectivos de gran envergadura que exigen prestaciones de trabajo obligatorio e impuestos, y el comercio de larga distancia (todo lo que se ha venido en llamar Revolución urbana);[] nivel de desarrollo social que por primera vez se alcanzó en la Sumeria del IV milenio a. C., espacio propicio para la constitución de las primeras ciudades-estado competitivas a partir del sustrato neolítico que llevaba ya cuatro milenios desarrollándose en el Creciente fértil.[] A partir de ellas, y de sucesivos contactos (tanto pacíficos como invasiones) de pueblos vecinos (culturas sedentario-agrícolas o nómada-ganaderas que se nombran tradicionalmente con términos de validez cuestionada, más propios de familias lingüísticas que de razas humanas: semitas, camitas, indoeuropeos, etc.), se fueron conformando los primeros estados de gran extensión territorial, hasta alcanzar el tamaño de imperios multinacionales.
Procesos similares tuvieron lugar en diversos momentos según el área geográfica (sucesivamente Mesopotamia, el valle del Nilo, el subcontinente indio, China, la cuenca del Mediterráneo, la América precolombina y el resto de Europa, Asia y África); en algunas zonas especialmente aisladas, algunos pueblos cazadores-recolectores actuales aún no habrían abandonado la prehistoria mientras que otros entraron violentamente en la edad moderna o contemporánea de la mano de las colonizaciones del siglo XVI al XIX.
Los pueblos cronológicamente contemporáneos a la Historia escrita del Mediterráneo Oriental pueden ser objeto de la Protohistoria, pues las fuentes escritas por romanos, griegos, fenicios, hebreos o egipcios, además de las fuentes arqueológicas, permiten hacerlo.
La Antigüedad clásica se localiza en el momento de plenitud de la civilización grecorromana (siglo V a. C. al siglo II d. C.) o en sentido amplio, en toda su duración (siglo VIII a. C. al siglo V d. C.). Se caracterizó por la definición de innovadores conceptos sociopolíticos: los de ciudadanía y de libertad personal, no para todos, sino para una minoría sostenida por el trabajo esclavo; a diferencia de los imperios fluviales del Antiguo Egipto, Babilonia, India o China, para los que se definió el impreciso categoría de modo de producción asiático, caracterizados por la existencia de un poder omnímodo en la cúspide del imperio y el pago de tributos por las comunidades campesinas sujetas a él, pero de condición social libre (pues aunque exista la esclavitud, no representa la fuerza de trabajo principal).[]
El final de la Edad Antigua en la civilización occidental coincide con la caída del Imperio Romano de Occidente (año 476 -el Imperio Romano de Oriente sobrevivió toda la Edad Media hasta 1453 como Imperio Bizantino-), aunque tal discontinuidad no se observa en otras civilizaciones. Por tanto, las divisiones posteriores (Edad Media y Edad Moderna) pueden considerarse válidos sólo para aquélla; mientras que la mayor parte de Asia y África, y con mucha más claridad América, son objeto en su historia de una periodización propia.
Algunos autores culturalistas hacen llegar la Antigüedad tardía europea hasta los siglos VI y VII, mientras que, la escuela "mutacionista" francesa la extiende hasta algún momento entre los siglos IX y XI. Distintas interpretaciones de la historia ponen el acento en cuestiones económicas (transición del modo de producción esclavista al modo de producción feudal -desde la crisis del siglo III-); políticas (desaparición del Imperio e instalación de los reinos germánicos -desde el siglo V-); o ideológicas, religiosas (sustitución del paganismo politeísta por los monoteísmos teocéntricos: cristianismo -siglo IV- y posteriormente del Islam -siglo VII-), filosóficas (filosofía antigua por la medieval) y artísticas (evolución desde el arte antiguo -clásico- hacia el arte medieval -paleocristiano y prerrománico-).[]
Las civilizaciones de la Antigüedad son agrupadas geográficamente por la historiografía y la arqueología en zonas en que distintos pueblos y culturas estuvieron especialmente vinculados entre sí; aunque las áreas de influencia de cada una de ellas llegaron en muchas ocasiones a interpenetrarse e ir mucho más lejos, formando imperios de dimensiones multicontinentales (el Imperio Persa, el de Alejandro Magno y el Imperio Romano), talasocracias (gobierno de los mares) o rutas comerciales y de intercambio de productos e ideas a larga distancia; aunque siempre limitadas por el relativo aislamiento entre ellas (obstáculos de los desiertos y océanos), que llega a ser radical en algunos casos (entre el Viejo Mundo y el Nuevo Mundo). La navegación antigua, especialmente la naturaleza y extensión de las expediciones que necesariamente tuvieron que realizar las culturas primitivas de Polinesia (al menos hasta la Isla de Pascua), es un asunto aún polémico. En algunas ocasiones se ha recurrido a la arqueología experimental para probar la posibilidad de contactos con América desde el Pacífico. Otros conceptos de aplicación discutida son la prioridad del difusionismo o del desarrollo endógeno para determinados fenómenos culturales (agricultura, metalurgia, escritura, alfabeto, moneda, etc.) y la aplicación del evolucionismo en contextos arqueológicos y antropológicos.

Los Acadios

La segunda mitad del tercer milenio fue una época de grandes cambios. Los pueblos indoeuropeos del oeste de Asia se desplazaron hacia el sur. Una tribu de grecohablantes ocupó el noreste de los Balcanes. Por aquel entonces los indoeuropeos ya conocían la agricultura, si bien se decantaban más por la ganadería. Sus armas eran de piedra, pues no conocían la metalurgia. En el sur de Grecia, la población nativa (no indoeuropea) hacía tiempo que comerciaba con el bronce, que obtenía principalmente de Chipre. Los pueblos semitas que habían invadido Mesopotamia cinco siglos antes empezaron a salir de su "edad oscura". La ciudad de Mari desarrolló una cultura mixta que conservaba su lengua semítica pero, por ejemplo, adoraba a los dioses sumerios.
En Perú aparecen las primeras casas semisubterráneas, mayoritariamente en zonas costeras o junto a cauces de ríos, pues sus habitantes eran principalmente pescadores.
En Egipto se instauraba la V dinastía, que reinó desde el 2500 hasta el 2430, cuando se instauró (obviamente) la VI dinastía. Al parecer, el monarca que sucedió a Menkure fue un sacerdote de Ra, lo que cuminaba el ascenso político de este cuerpo sacerdotal. La construcción de pirámides entró en decadencia. Probablemente los egipcios decidieron invertir sus esfuerzos en cosas más útiles, como el refuerzo de sus ejércitos.
Mientras tanto, alrededor del 2425, los elamitas se unieron por primera vez bajo la dinastía de Awan. Siglos después pervivió una tradición según la cual esta ciudad había dominado Mesopotamia antes de la llegada de los sumerios. Puede ser cierto y puede ser que la leyenda se creara a partir de este periodo de esplendor. Por esta época, los elamitas ya habían adaptado la escritura sumeria a su propia lengua.
Hacia el 2400 en Sumer destacó Eannatum, rey de la ciudad de Lagash, que al parecer derrotó a los ejércitos unidos de Uruk y de Ur. Como conmemoración de sus victorias, Eannatum erigió una serie de columnas de piedra o estelas con inscripciones e imágenes. La más famosa es la Estela de los buitres, en la que se ve una formación de soldados con cascos y lanzas avanzando sobre los cadáveres de los enemigos devorados por perros y buitres. Según las inscripciones, el ejército vencido era el de la ciudad de Umma, que provocó la guerra al quitar ciertas piedras que marcaban las fronteras. Naturalmente, no conocemos la versión de los vencidos. Lagash conservó su preeminencia durante algo más de un siglo. Llegó a dominar un territorio de unos 4.500 kilómetros cuadrados. Su último rey fue Urukagina, que ascendió al trono alrededor del año 2350. Por estas fechas los semitas crearon otro reino poderoso alrededor de la ciudad de Ebla, en Siria, cerca de Fenicia, que llegó a dominar muchas ciudades del norte de la media luna fértil, de Anatolia y de la Alta Mesopotamia. Otro tanto sucedió con la ciudad de Mari, que dominó muchas ciudades de su entorno, entre ellas Assur.
Volviendo a Lagash, parece ser que Urukagina fue un rey ilustrado, que trató impulsar reformas sociales para reducir el excesivo poder de los sacerdotes en beneficio del pueblo. Sin embargo, los sacerdotes podían llegar a tener más poder que el rey sobre un pueblo temeroso de los dioses. Lagash se debilitó por sus convulsiones internas y Umma encontró la ocasión de vengar su pasada derrota. A la sazón su rey era Lugalzagesi, que se apoderó de Ur, se proclamó rey de Uruk y, desde allí, en el año 2330 atacó Lagash y la saqueó. Pronto adquirió el control de todo Sumer.
Naturalmente, si conocemos todos estos detalles es porque a partir del año 2800 los sumerios empezaron a usar sistemáticamente la escritura con fines históricos y literarios (los egipcios harían otro tanto a partir del 2100). A los sumerios de siglos posteriores les debió de sorprender la ausencia de registros anteriores al 2.800. Posiblemente no se les pasó por la imaginación que la causa fuera que antes se desconocía la escritura o, por lo menos, que ésta tenía un uso aún muy restringido, así que conjeturaron que ésa debía de ser la fecha del Diluvio Universal, una leyenda sobre una inmensa inundación que posiblemente era mucho más antigua. Los sumerios ubicaron todas sus leyendas en la época "antediluviana".
Según dichas leyendas, el mundo fue creado en siete días. El número siete se debe a que los astrónomos sumerios habían identificado siete cuerpos celestes, aparte de las estrellas: el Sol, la Luna, Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno. Estos astros eran divinidades que influian sobre los hombres. El destino de una persona dependía fuertemente del astro dominante el día y la hora de su nacimiento. Cada día se nombraba según el astro que dominaba en su primera hora, y así surgió la división del tiempo en semanas de siete días.
Las listas de reyes sumerios fueron completadas con diez reyes antediluvianos, a los que atribuían reinados de decenas de miles de años. El último y más famoso de estos reyes fue Gilgamesh, rey de Uruk. Su leyenda se basa indudablemente en el Gilgamesh histórico que reinó hacia el 2700, pero el Gilgamesh legendario fue situado antes del Diluvio, como era preceptivo. Según la leyenda fue un héroe valiente que realizó hazañas increíbles. Tras la muerte de un amigo se puso a buscar el secreto de la vida eterna. Así pasó una larga serie de peripecias. Entre ellas sobrevivió al diluvio, causado por unos dioses enojados. Otro de los supervivientes fue Utnapishtim quien, favorecido por los dioses, construyó un barco en el que se salvó juntamente con su familia. Los dioses, sin hombres que les ofrecieran sacrificios, sintieron hambre, pero Utnapishtim, cuando el Diluvio hubo pasado, sacrificó animales en acción de gracias. Dice el poema:
Los dioses olieron su aroma, Los dioses olieron el dulce aroma, Como moscas, se agruparon sobre el sacrificio...
En agradecimiento, los dioses otorgaron a Utnapishtim el don de la inmortalidad. Se encontró con Gilgamesh y le indicó que debía buscar cierta planta mágica. La encontró, pero, cuando se disponía a comérsela, una serpiente se la robó (lo que explicaba la creencia antigua de que las serpientes rejuvenecen al cambiar de piel).
Otra ciudad semita que había alcanzado cierto esplendor era Kish. Mientras Lugalzagesi reinaba en Uruk y ejercía su influencia sobre todo Sumer, el primer ministro del rey de Kish se las arregló para usurpar el trono, tras lo cual adoptó el nombre de Sargón, que significa "Rey legítimo". Su legitimidad no debía estar tan clara, pues el nuevo rey prefirió trasladar la corte a una nueva capital fundada por él mismo y que no estuviese asociada a la monarquía anterior. Esta capital fue Agadé, o Acad, y desde entonces el rey fue conocido como Sargón de Acad. Alrededor del 2300 Sargón se enfrentó a Lugalzagesi y lo derrotó. Según sus inscripciones conmemorativas, esta victoria le dio el dominio de todo Sumer, pero parece ser que en realidad necesitó varias campañas más para lograr esta meta. En cualquier caso, Sargón acabó dominando una extensa región de Mesopotamia que incluía a todo Sumer y que fue conocida como el Imperio Acadio. Más aún, sometió al reino de Elam, dejándolo bajo el gobierno del rey de Susa, una de sus ciudades menos destacadas, que a partir de este momento empezó a ganar influencia.

Sargón siguió combatiendo y sojuzgando ciudades del norte y del este, mientras la capital de Acad iba engrandeciéndose. Por ejemplo, la ciudad de Assur se había liberado recientemente del dominio de Mari, e instauró una monarquía propia, pero sus reyes se convirtieron en tributarios de Sargón. La propia Mari no tardaría en someterse también al yugo acadio. Por el contrario, Ebla estuvo a punto de derrotar a Sargón, quien, no obstante, logró rehacerse. Ebla conservó su independencia y se convirtió en un importante centro cultural que absorbió la cultura acadia (que a su vez había incorporado la cultura sumeria). En sus restos se han encontrado numerosas tablillas cuneiformes escritas en eblaíta con textos jurídicos, religiosos, diplomáticos, administrativos y económicos. Incluso se han encontrado diccionarios sumerio-eblaítas. Según los escritos acadios, Sargón llegó en sus campañas hasta la costa de Canaán.
El imperio acadio fue el primer imperio histórico en el sentido de un pueblo que dominó militarmente a otros pueblos extranjeros. En este sentido, el Imperio Antiguo egipcio no era un imperio, sino una cultura homogénea que poblaba un territorio extenso. El gobierno de Sargón fue opresivo para los pueblos que sojuzgó. Los gobernantes sumerios del sur fueron sustituidos por guerreros brutales, lo que causó muchas revueltas que Sargón tuvo que sofocar. Por otra parte, Sargón instituyó el acadio como lengua oficial del imperio y debió de tomar medidas para fomentarlo pues, a pesar del prestigio que tenía el sumerio, terminó desplazándolo.
Indudablemente, la entrada de los acadios conquistadores en las ciudades de Sumer debió de generar una gran confusión, agravada por el hecho de que los recién llegados hablaban una lengua que casi nadie entendía. Tal vez las gentes más humildes, cuya visión del mundo se reducía a su entorno más inmediato, ni siquiera entendían por qué "de repente" habían aparecido hombres que hablaban una lengua tan extraña que ahora se veían coaccionados a aprender. Era natural pensar en un castigo de los dioses. Con el tiempo, cuando Sumer y Acad se borraron de la memoria de las gentes, pervivió la leyenda de que hubo un tiempo en que todos los hombres hablaban la misma lengua (o sea, el sumerio), pero que un día los dioses los castigaron y sembraron la confusión haciendo que hablaran dos lenguas distintas. Por otra parte, los zigurats eran ya monumentos del pasado y lo que la gente sabía de ellos es que habían sido construidos para acercarse al cielo. Esto era cierto: muchos pueblos con divinidades celestes eligen lugares elevados para estar más cerca de sus dioses al hacer sus sacrificios, y los zigurats fueron la peculiar forma que tuvieron los sumerios de plasmar esta idea. Sin embargo la gente encajó muy bien ambas historias: los antiguos construían torres cada vez más altas con la pretensión de alcanzar el cielo, pero los dioses se enojaron por este intento de "invasión" y lo evitaron sembrando la confusión: les hicieron hablar cientos de lenguas distintas, con lo que ya no podían trabajar conjuntamente y el proyecto fracasó. Los hombres se dispersaron según sus lenguas, y esta era la causa de que en el mundo hubiera tantos pueblos con tantas lenguas diferentes. Por una cuestión de coherencia esta leyenda tuvo que ubicarse después del Diluvio (los hablantes de lenguas extrañas no habían perecido), lo cual, por otra parte también encajaba en la historia: tal vez los antiguos querían llegar al cielo para salvarse en caso de que los dioses provocaran otro diluvio universal.
Hacia el 2300 se inicia un periodo de esplendor en el valle del Indo. La llamada civilización del Indo fue extendiéndose hasta ocupar un territorio mayor que el actual Pakistán. Se construyeron grandes ciudades de ladrillo con casas rectangulares y calles de 8 metros de ancho, disponían de instalaciones sanitarias, almacenes, piscinas y un sistema de canales muy estudiado. Sus habitantes cultivaban el trigo y la cebada, y se han encontrado los restos más antiguos del cultivo del algodón. Disponían de una escritura reducida de 270 signos diferentes (cuyo significado se desconoce), que únicamente se han encontrado en sellos, por lo que debían de ser identificaciones de mercancías. Sorprende la ausencia de templos en las ciudades, si bien se han encontrado objetos de culto, tal vez antecedentes de la futura religión de la India. Tampoco había palacios, lo que suscita muchos interrogantes sobre el tipo de estructura social de esta cultura. Las capitales más importantes eran Harappa y Mohenjo-Daro. Se ignora si eran capitales de estados distintos o si formaban parte de un mismo imperio. Hay constancia de un intenso comercio marítimo con Sumer.

Por esta época reinaba en Egipto el tercer rey de la VI dinastía, Pepi I, nativo de Menfis. Los nómadas del desierto de Libia empezaron a hostigar el país, pero fueron rechazados cinco veces por los ejércitos egipcios, dirigidos por un general llamado Uni. Este general consolidó también el dominio de Egipto sobre la península del Sinaí, rica en metales, e incluso supervisó expediciones a Nubia, al sur de la primera catarata del Nilo. El Imperio Antiguo alcanzó así su apogeo. Probablemente, Pepi I decidió que las relaciones comerciales que Egipto mantenía con Fenicia desde hacía mucho tiempo no eran satisfactorias: los cananeos pagaban poco por las exportaciones egipcias y cobraban mucho por sus productos. (Cuando dos personas negocian y una tiene a sus órdenes un ejército poderoso, es natural que llege a esta conclusión.) Los fenicios fueron exhortados a pagar periódicamente un tributo al rey, pero algunas ciudades decidieron negarse. Como consecuencia, Uni dirigió una expedición contra Fenicia: una columna marchó por tierra y otra, transportada por mar, desembarcó hacia el sur de Biblos. El ejército derribó murallas, incendió ciudades, destruyó cosechas, se apoderó de toda clase de objetos valiosos y, sin duda, consiguió que las ciudades castigadas se comprometieran a pagar el tributo.
Hacia el año 2280 muere Sargón de Acad. Inmediatamente, Sumer y los pueblos de los montes Zagros vieron en la muerte del rey una oportunidad para liberarse de la tiranía acadia y se rebelaron. Sin embargo, Sargón fue rápidamente sucedido por su hijo mayor Rimush, quien, con ayuda de su hermano Manishtusu, sofocó las revueltas.
En 2272 el hijo de Pepi I subió al trono de Egipto con el nombre de Pepi II. Era sin duda un niño, pues su reinado duró noventa años, y es, al parecer, el más largo de la historia.
En 2252 Naram-Sin, nieto de Sargón, ocupa el trono de Acad. Tras sofocar varias revueltas internas, Naram-Sin continuó la tradición imperial de su abuelo, reemprendiendo expediciones a tierras lejanas. En el 2200 destruyó el floreciente reino de Ebla. Para consolidar su autoridad se hizo proclamar dios, organizó un cuerpo de nobles-funcionarios que supervisaban o sustituían a los reyes locales e instaló colonias de acadios en las ciudades sospechosas de rebeldía. La cultura floreció en la corte de Acad. Los escribas acadios desarrollaron y superaron las tradiciones sumerias. Aunque el lenguaje de la cultura siguió siendo el Sumerio, los comerciantes y la administración hablaban acadio.
Mientras tanto, como es habitual, en los cielos se reproducían los acontecimientos de la tierra: Los dioses acadios se mezclaron con los sumerios. Es fácil distinguirlos porque tienen nombre semíticos. Además son todos dioses celestes, como corresponde a las culturas de pastores. Así, Sin, dios de la luna, se convirtió en el dios principal de Ur (Naram-Sin significa "amado por Sin"), Ishtar, identificada con el planeta Venus, diosa del amor y la belleza, se convirtió en la diosa principal de Uruk, desplazando el culto a Anu. Esto era aceptable, pues pronto se descubrió que Ishtar era hija de Anu. También estaba Shamash, dios del Sol, que no consiguió tanta notoriedad como sus compañeros.
EL FIN DEL TERCER MILENIO

En el último cuarto del tercer milenio la civilización se encontró con cambios aún más drásticos que en el periodo precedente. En China aparece el primer reino del que tenemos constancia histórica. Los historiadores chinos situaban en los inicios de su historia unos reyes legendarios, a cada uno de los cuales se le atribuía un avance cultural: Fuxi inventó la adivinación, Shennong la agricultura, Huangdi la técnica, Yao y Shun el arte de gobernar y Yu es presentado como un ingeniero que acabó con una gran inundación. Una de las leyendas en torno a Yu dice que, cuando éste reguló las aguas, apareció una tortuga divina que llevaba números escritos en su caparazón. Yu los examinó y los ordenó según el esquema de la derecha. Los chinos llamaban a este diagrama el Loh Shu (escrito del río Loh), porque, al parecer, la primera referencia por escrito (posterior a la época que nos ocupa) fue encontrada junto al río Loh. El Loh Shu es lo que los matemáticos modernos llaman un cuadrado mágico, y su "magia" consiste en que se trata de una ordenación de los números del 1 al 9 en la que las tres filas, las tres columnas y las dos diagonales del cuadrado suman la misma cantidad, a saber, 15. Otra leyenda atribuye a Fuxi la invención del Loh Shu, lo que lo remonta principios del milenio.Siempre según la leyenda, Yu fundó la dinastía de los Xia, que reinó durante cerca de 500 años. No se conocen detalles concretos sobre este reino. Según las leyendas su capital estuvo en Anyi. Los chinos eran, por aquel entonces, un pueblo de cazadores, pescadores y cultivadores de cereales. Edificaban con tierra batida, practicaban la adivinación con caparazones de tortuga y celebraban fiestas con danzas y cantos rituales. Tenian un sentido muy fuerte de la cohesión familiar y un gran respeto hacia los ancianos y los antepasados.
Mientras tanto, en 2218 moría Naram-Sin, el rey de Acad, a quien sucedió su hijo Sharkali-Sharri. Por esta época el Imperio estaba muy debilitado. Tantos siglos de represión habían mermado la capacidad bélica de los territorios sometidos, y toda la fuerza estaba centralizada en torno a los ejércitos de la capital. En ausencia de influencias exteriores, esta situación sería la óptima para Acad, pero Mesopotamia nunca dejó de estar amenazada por los pueblos nómadas, tanto por Arabia como por los montes Zagros, y ahora la población no sólo no estaba capacitada para defenderse de sus incursiones, sino que cualquier ataque al imperio era bien recibido y alentado por sus súbditos. Por otra parte, el control de un territorio extenso había obligado a los reyes a transferir parte de su autoridad a una nobleza que no tardaría en generar diversos aspirantes al trono. Para derrocar a un rey hace falta un ejército propio o, al menos, un estado de confusión que anime al ejército a cambiar de jefe. Por ello parte de la nobleza vio también con buenos ojos las incursiones bárbaras.
Así, hacia el 2200 una tribu de bárbaros invadió Mesopotamia desde los montes Zagros. Se llamaban a sí mismos los Guti. Los intentos de Sharkali-Sharri de detener los saqueos fueron vanos, y en 2193 fue asesinado, al tiempo que la ciudad de Acad fue arrasada. La destrucción fue tan minuciosa que Acad es la única ciudad importante de la época cuyo emplazamiento se desconoce. Es razonable pensar que los sumerios y los elamitas se unieron a los Guti y descargaron sobre Acad todo el odio y las ansias de venganza que habían acumulado desde muchos años atrás. El resultado fue que no quedó piedra sobre piedra.
Ahora bien, los habitantes de Mesopotamia no tardarían en descubrir que los Guti no eran mejores que los Acadios. Los Guti tenían el poder, pero carecían de la cultura necesaria para emplearlo con la eficiencia de los acadios. Los sistemas de canales de los ríos se deterioraron y sobrevino una época de hambre.
En 2182 murió Pepi II, el último rey de la VI dinastía egipcia. La evolución del país había sido similar a la del imperio Acadio. Desde el reinado de Pepi I la nobleza adquirió cada vez más poder. Esto debió de acentuarse en los años en que el rey Pepi II era un niño y, por consiguiente, no ejercía directamente el mando. Mientras el rey vivió, todo estaba aparentemente bien, pues la lealtad al rey del ejército y el pueblo debía de ser poco menos que inquebrantable. Tal vez la nobleza consiguió que el rey muriera sin descendencia, de modo que muchos ocultaran aspiraciones de ocupar el cargo tras su muerte. El caso es que nadie lo consiguió y el Imperio Antiguo se desmembró en muchos reinos pequeños en lucha continua. Como en Mesopotamia, ésta fue una época de miseria. En un papiro que ha sobrevivido, su autor, Ipuwer (tal vez con cierta exageración poética), describe así la situación:
...la risa ha perecido y no se ha vuelto a dar. La aflicción ronda por el país mezclada con lamentos... El país se ha entregado al hastío... el trigo ha perecido por todas partes... el granero está vacío y quien lo custodiaba yace cuan largo es sobre el suelo...
Durante este periodo fueron saqueadas todas las tumbas de la época de las pirámides. Muchos de los reyes que figuran en los anales egipcios tras Pepi II fueron gobernantes locales que reinaron simultáneamente. Así, los reyes de las dinastías VII y VIII reinaron en Menfis o en Heliópolis, en el Bajo Egipto, mientras que los de las dinastías IX y X eran de Heracleópolis, junto al lago Moeris.
Tanto en Egipto como en Mesopotamia, los primeros signos de recuperación de la crisis los encontramos en las ciudades alejadas de lo que habían sido los grandes centros de poder. Así, en Egipto empezó a prosperar la ciudad de Tebas, al Sur, de cuya historia anterior se sabe muy poco. Probablemente era una aldea fundada durante la V dinastía que vivió de las rutas comerciales que llegaban hasta Nubia, más allá de la primera catarata del Nilo. Los gobernantes de las ciudades del norte se olvidaron del "lejano sur" en sus disputas, así que Tebas prosperó. Su dios principal era Amón, un dios de la fertilidad completamente desconocido en tiempos del Imperio Antiguo.
En Mesopotamia, mientras tanto, los Guti se habían asentado hacia el norte, donde había estado la capital de Acad. Esto permitió a algunas ciudades de Sumer comprar su libertad comprometiéndose a pagar un tributo. Uruk progresó bajo su IV dinastía, Ur bajo su II dinastía, pero el gobernante más notable del periodo fue Gudea de Lagash, hacia el 2141, bajo el cual la ciudad prosperó en paz, libre de los afanes conquistadores de los tiempos del rey Eannatum. Gudea embelleció los templos ya existentes y construyó otros quince nuevos. Los escultores de Lagash aprendieron a trabajar la diorita, una piedra muy dura que se traía del exterior. El primer resto sumerio que se descubrió (a finales del siglo XIX d.C.) fue el palacio de Gudea. Tras su muerte, el pueblo mostró su agradecimiento incluyendo al rey entre sus dioses.
Mientras tanto, los Guti fueron absorbiendo la cultura acadia, al igual que los acadios habían absorbido la cultura de los sumerios y éstos la de los habitantes primitivos de la región.
Volviendo a Egipto, en 2132 se inicia una dinastía de reyes tebanos, registrada como la XI dinastía egipcia, que combatió a los reyes de Heracleópolis, de modo que en 2124 Tebas dominaba todo el Alto Egipto.
Paralelamente, en 2123 el rey Utu-Hegal, de la V dinastía de Uruk logró expulsar a los Guti de Mesopotamia, en coalición con la ciudad de Ur. Uno de los oficiales de Utu-Hegal se erige en rey de Ur (iniciando así su III dinastía) bajo el nombre de Ur-Nammu. Bajo su reinado, toda Mesopotamia quedó unida en un imperio tan grande como el acadio, pero de carácter más comercial que militar. Aunque no es probable que fuera el primero, lo cierto es que el código de leyes más antiguo que conocemos procede de este periodo. Es sorprendente el carácter progresista de estas leyes. Los antiguos tendían a castigar los delitos mediante la muerte o la mutilación, mientras que en el código de Ur-Nammu se establecen compensaciones monetarias. Tal vez esta idea fuera natural en un pueblo de comerciantes. Bajo la III dinastía de Ur se construyó el mayor Zigurat edificado hasta entonces. Su base medía 90 por 60 metros, y sus muros inferiores (hechos de ladrillo) tenían un espesor de dos metros y medio. Se conservan dos plantas, pero parece ser que tenía una tercera, con una altura total de 40 metros. El sumerio volvió a ser la lengua oficial de Mesopotamia y este periodo se considera la edad de oro de su literatura.
Hacia el 2052 el quinto rey de la XI dinastía tebana de Egipto, conocido como Mentuhotep II, conquistó el Bajo Egipto, con lo que todo el país volvió a estar unificado bajo un sólo rey, esta vez tebano. Surgía así el Imperio Medio egipcio. Habían pasado 130 años desde el desmembramiento del imperio antiguo. Aquí surgió un conflicto religioso, pues el dios principal de Tebas era Amón, mientras que en el Bajo Egipto los sacerdotes de Ra seguían dirigiendo la religión y, con ella, gran parte de la política. Afortunadamente, Amón no tenía un cuerpo sacerdotal tan desarrollado, y los sacerdotes de Ra descubrieron rápidamente que en realidad Amón y Ra eran el mismo dios, que a partir de entonces fue llamado Amón-Ra. La idea funcionó y los sacerdotes de Ra mantuvieron su status en los nuevos tiempos. Tebas, la nueva capital del imperio, fue creciendo y enriqueciéndose con templos y monumentos.
Entre tanto, los días de gloria de la III dinastía de Ur fueron acabando. En efecto, mesopotamia mantuvo bastantes guerras con las regiones vecinas, especialmente con el reino de Elam. Sin embargo, en un momento dado las ciudades sumerias retomaron la antigua costumbre de luchar entre sí. El último rey de la dinastía fue Ibbi-Suen, que reinó desde 2028 sin más dominio que su propia ciudad. En 2004 un ejército elamita aprovechó la anarquía y un periodo de hambre que azotó a la propia Ur para entrar en la ciudad y hacer prisionero a Ibbi-Suen.
LOS AMORREOS

El periodo de anarquía en que se vio envuelta Mesopotamia al final del tercer milenio facilitó una nueva invasión del territorio por una nueva oleada de pueblos semitas. Éstos se llamaban a sí mismos Amurru, pero actualmente son más conocidos como Amorritas o Amorreos. La invasión no fue tan traumática como las anteriores, en parte porque esta vez el caos de la región no lo habían ocasionado ellos, en parte porque su lengua era muy similar al acadio, por lo que fueron asimilados fácilmente y no se les tuvo por odiosos extranjeros, como había sucedido con los guti. Tal vez no sería exagerado afirmar que los amorreos, pese a su falta de cultura, impusieron el orden necesario para que la cultura mesopotámica siguiera floreciendo. No obstante, fueron necesarios unos dos siglos para que la vida volviera a ser la de antes. Los amorreos se asentaron en lo que había sido Acad y también en Canaán. La ciudad más importante tras la caída de Ur fue Isin. El reino de Elam también ejercía su influencia sobre las ciudades mesopotámicas más cercanas. Más al norte destacaban las viejas ciudades de Mari y Assur, así como la ciudad de Eshnunna. No fueron ocupadas por los amorreos, pero parece que dependieron seriamente de ellos.

Los amorreos no introdujeron muchas novedades. Se limitaron a asimilar la cultura preexistente. Ni siquiera introdujeron nuevos dioses, pues la similitud de su lengua con el acadio favoreció que sus dioses se identificaran con algunos de los ya existentes. Tenían un dios nacional, Amurru, que pervivió como un dios secundario.
También hubo movimientos en el norte. Los indoeruropeos domesticaron el caballo. Hasta entonces los únicos animales de carga eran los bueyes y los asnos. El caballo, aun domesticado, no servía para estos fines, pues los arneses primitivos les oprimian la tráquea y los axfisiaban. Durante un par de siglos tal vez fue usado únicamente como alimento. Ya hacía tiempo que un pueblo indoeuropeo se había asentado en el norte de Grecia, y ahora otro se asentó al sureste de Anatolia. Se les conoce como Hititas. Como es habitual, tanto los hititas como los griegos tardaron varios siglos en asimilar la cultura de la zona y durante este periodo dieron poco que hablar.
Al mismo tiempo, la civilización empezaba a cuajar en dos zonas de América: En México aparecen los primeros núcleos urbanos con viviendas rectangulares de techos de paja. En las ciudades se desarrolló una economía autosuficiente basada en la agricultura, caza, pesca y recolección. El metal era desconocido. En Perú los avances fueron más espectaculares, allí las ciudades contaban con edificios públicos para ceremonias y en Las Haldas destaca un templo piramidal compuesto por siete terrazas superpuestas. No conocemos muchos detalles sobre la sociedad que llevó a cabo estas construcciones, pero en cualquier caso podemos deducir que había excedentes económicos y una organización social estratificada que regulaba la actividad comunal.
La isla de Creta se convirtió en una nueva potencia. Ya llevaba mucho tiempo comerciando por mar con Egipto y Canaán principalmente, pero ahora la isla se unió bajo un gobierno poderoso, cuya capital fue la ciudad de Cnosos. Ahora los barcos comerciales cretenses estaban protegidos por una flota militar. La prosperidad y la influencia de la isla fue aumentando gradualmente en los siglos siguientes. La Grecia continental fue ocupada por un pueblo indoeuropeo que implantó una cultura homogénea en la región, típica de las primeras fases de la edad del bronce. No obstante esta cultura no llegó al Peloponeso ni a las zonas costeras, que continuaron habitadas por una población nativa bajo la influencia de Creta.
Egipto estaba en los mejores días del Imperio Medio. Los reyes Mentuhotep IV y Mentuhotep V tuvieron un capaz primer ministro llamado Amenemhat, de origen tebano. De algún modo se rebeló y en 1991 se convirtió en rey con el nombre de Amenemhat I, inaugurando así la XII dinastía. Trasladó la capital del imperio a Lisht, cerca de Menfis, pues debió de juzgar que Tebas estaba demasiado al sur para controlar eficazmente el Bajo Egipto. La construcción de pirámides continuó, si bien éstas nunca volvieron a alcanzar las proporciones de las del Imperio Antiguo. Amenemhat reforzó el dominio egipcio sobre el Sinaí, reestableció el comercio con el sur y mantuvo controlada a la nobleza. Así mismo ordeno la limpieza y restauración del canal que unía el Nilo con el lago Moeris, lo que aumentó considerablemente la fertilidad de la región.
La XII dinastía fue considerada en épocas posteriores como la edad de oro de la literatura egipcia. A esta época corresponden los ejemplos más antiguos que conocemos de literatura de ficción no relacionada con la mitología, como el cuento del náufrago que se encuentra con una serpiente monstruosa, o el cuento de Sinuhé, que cuenta la vida de un exiliado egipcio entre las tribus nómadas de Siria. También las ciencias progresaron. Se conoce un papiro que explica cómo operar con fracciones, así como el cálculo de ciertas áreas y volúmenes. Hay recopilaciones de refranes y proverbios. Se cree que uno de ellos fue escrito por el propio Amenemhat I para su hijo. Parece que la vida de palacio no era del todo fácil, pues entre otros consejos leemos:
Ten cuidado con tus subordinados... ten cuidado con tu hermano, no conozcas al amigo y no intimes con nadie...
En 1971 Amenemhat I fue sucedido por su hijo Sesostris I, quien conquistó la región de Nubia, situada al sur de la primera catarata del Nilo. Los nativos eran un pueblo primitivo que no tenía nada que hacer frente al ejército egipcio. Quince siglos despues, cuando Egipto había perdido su poderío, los sacerdotes contaban historias legendarias sobre las extraordinarias hazañas de los reyes del pasado, que habían conquistado todo el mundo conocido, y el mayor de todos los conquistadores era Sesostris I.
Mientras tanto, en Mesopotamia, la ciudad de Larsa se liberó de la dominación de Elam, en 1924 derrotó a Isin y tuvo su propio siglo de grandeza. Podemos decir que hacia 1900 los sumerios habían desaparecido de la historia. No fueron exterminados ni expulsados. Simplemente perdieron su identidad nacional. Ya nadie hablaba sumerio, si bien la lengua se conservo como "lengua culta" en los rituales religiosos (algo similar a lo que le sucedería al latín mucho después). Durante 2.000 años los sumerios habían inventado el transporte con ruedas, la astronomía, la matemática, la empresa comercial, la construcción con ladrillo a gran escala y la escritura, y a partir de este momento fueron paulatinamente olvidados, hasta tal punto que no se volvió a saber de su existencia hasta los descubrimientos arqueológicos del siglo XIX d.C.
A esta época corresponden los sucesos narrados en la parte final del libro del Génesis, en la Biblia. El génesis fue escrito por sacerdotes judíos más de mil años después. Su primera parte es una versión de los mitos sumerios sobre el Diluvio y las épocas anteriores, drástica y sistemáticamente adaptados para dejar como único protagonista al dios judío, que en la época que tratamos ahora no existía todavía. Por ejemplo, se conserva una tablilla sumeria de esta época que hace referencia a un conflicto entre un dios pastor y un dios agricultor, en los que no es difícil reconocer a los que la Biblia presenta como Caín y Abel. Los diez reyes legendarios de antes del Diluvio son sustituidos por diez patriarcas de Adán a Noé. Luego viene la adaptación de la leyenda sobre los hombres que querían construir una torre que llegara al cielo. Ahora es el dios judío el que lo impide haciendo que cada cual hablara una lengua distinta. La Biblia sitúa la historia en la ciudad de Babel o Babilonia. Al parecer los judíos encontraron una falsa etimología que relaciona el nombre con la palabra "confusión", cuando en realidad Babel es una derivación de Bab-Ilum (puerta de Dios), nombre de una pequeña ciudad mesopotámica que tomaron los amorreos y que pronto iba a destacar en la región. Tras una larga lista de descendientes de Noé, el génesis prosigue con la historia del patriarca Abram. Las fuentes de esta última parte ya no son mesopotámicas, sino cananeas. No se conoce ninguna otra versión más que la de la propia Biblia. En principio, toda la historia de Abram podría ser una invención muy posterior, pero hay indicios de que existe un sustrato que se remonta realmente a los finales del siglo XX o principios del XIX. Por una parte, se describe una situación política que cuadra con la realidad histórica:
Aconteció por aquel tiempo que Amrafel, rey de Senaar; Arioc, rey de Elasar; Codorlahomor, rey de Elam y Tadal, rey de Naciones, hicieron la guerra contra Bara, rey de Sodoma, y contra Bersa, rey de Gomorra, y contra Senaab, rey de Adama y contra el rey de Bala, la misma que después se llamó Segor. Todos estos vinieron a juntarse en el valle de las Selvas, que ahora es el marsalado. Y el motivo fue que, habiendo estado doce años sujetos a Codorlahomor, al decimotercero sacudieron el yugo. (Gen. XIV, 1-4)
Senaar es el nombre que la Biblia da a Mesopotamia, mientras que Elasar debe de ser Larsa y, obviamente, el mar salado es el mar Muerto. Las ciudades de Sodoma, Gomorra, etc. eran cananeas. Debían de estar cerca del mar Muerto, pues la Biblia sigue explicando que allí tuvo lugar el enfrentamiento como consecuencia del cual fueron derrotadas y saqueadas. En el texto hay una aparente contradicción, pues parece que Elam es la potencia más poderosa (era la que tenía sometidas a las ciudades cananeas), mientras que a Amrafel se le presenta como rey de Mesopotamia. Probablemente Amrafel era rey de Babel, y se le atribuye el gobierno de toda Mesopotamia anacrónicamente, pues poco después la ciudad dominaría en verdad toda la región.
Otro indicio del valor histórico de la última parte del Génesis es que la historia de Abram parece haber sido modificada varias veces, en particular para encajarla con el siguiente libro de la Biblia, el Éxodo. Así, los protagonistas cambian de nombre de forma repentina y a veces muy forzada. El propio Abram (padre excelso) pasa a llamarse Abraham (padre de una multitud excelsa), su mujer Sarai (señora mía) pasa a llamarse Sara (señora) y sus nietos Esaú (velloso) y Jacob (que echa la zancadilla) pasan a llamarse Edom e Israel. Estas modificaciones sugieren que existía una primera versión que fue necesario conciliar con la que más convenía a los judíos.
El núcleo de la historia de Abram es el siguiente: Abram parte de Ur con su padre, su mujer y su sobrino y se asienta en Canaán (donde muere el padre). Durante un periodo de hambre viajan a Egipto, donde son bien recibidos por el rey, pero Abram le hace creer que Sarai es su hermana, el rey la toma como esposa y Dios castiga a Egipto con terribles plagas. Cuando el rey se entera de que Sarai es la mujer de Abram, le invita a marcharse de sus tierras con ella y toda su familia. Vuelven a Canaán. Abram se asienta en la ciudad de Hebrón, a mitad de camino entre la costa y el mar Muerto, mientras que su sobrino Lot se asienta en Sodoma, que debía de estar junto al Jordán, al norte del mar Muerto. Entonces tuvo lugar el enfrentamiento descrito más arriba, en el cual Lot fue hecho prisionero por Codorlahomor. Abram se entera, recluta un ejército, persigue y derrota a Codorlahomor, librando así a Lot y restituyendo a Sodoma sus prisioneros y riquezas incautadas. Luego Abram pasa a la ciudad de Gerara, donde nuevamente hace creer a su rey que Sarai es su hermana y se repite el mismo incidente que en Egipto, pero esta vez se aclaran las cosas y el rey de Gerara permite a Abram que ocupe la parte de su territorio que más le plazca. Pero la parte más importante de la leyenda es que, en varios momentos, Dios promete a Abram que entregará a sus descendientes toda la tierra de Canaán. A partir de aquí, los distintos apaños posteriores de la leyenda parecen intentos de unos y otros por considerarse descendientes directos de Abram y, por consiguiente, legítimos propietarios por voluntad divina de la tierra de Canaán.
El primogénito de Abram es Ismael y la Biblia afirma que sus descendientes poblaron la costa arábiga del mar Rojo. (Más de dos mil años después, Mahoma se consideraría descendiente de Ismael.) Pero resultó que no era hijo de Sarai, la mujér legítima, sino de una esclava, luego el verdadero primogénito era Isaac. A su vez, éste tuvo dos hijos gemelos, Esaú nació primero y Jacob nació después cogiéndolo por el tobillo (como intentando nacer antes, de ahí su nombre). Teóricamente, la posesión de Canaán correspondía a Esaú, pero éste la vendió a su hermano por un plato de lentejas, lo cual fue ratificado por Isaac en su lecho de muerte mediante un engaño.
Un posible análisis de esta fábula sería el siguiente: El hecho de que Abram pudiera reclutar un ejército indica que en realidad debía de ser un rey de alguna ciudad o bien un caudillo de una de las tribus amorreas que llegaron de Arabia. La procedencia de Ur no es verosímil. Tras todo el folletín de la descendencia de Abram, los judíos terminaban siendo (obviamente) sus legítimos herederos. Son muchos los pueblos que remontan su origen a un personaje concreto, y siempre tratan de atribuirle un origen ilustre. Cuando se escribió el Génesis, la ciudad de Ur conservaba la leyenda de su antigua fama, y es natural que los judíos la eligieran como patria de su antepasado. Lo más razonable es que Abram fuera un caudillo amorreo que no consiguió un buen territorio en la invasión, por lo que llevó a sus hombres hacia Egipto con la esperanza de encontrar mejores oportunidades. Allí se encontró con un poderoso Imperio Medio que debió de rechazarlo sin apenas esfuerzo. Naturalmente los hombres de Abram debieron de silenciar rápidamente esta parte de la historia, por lo que se convirtió en un punto oscuro que los judíos rellenaron con fragmentos posteriores: por una parte, las plagas de Egipto están tomadas del siguiente libro bíblico, el Éxodo, y el incidente entre Sarai y el rey tiene toda la traza de ser una duplicación del incidente análogo con el rey de Gerara. Es probable que los hombres de Abram se sintieran descontentos con un caudillo que los llevaba de un sitio a otro infructuosamente. Tal vez Abram los aplacó con alguna historia sobre un dios portentoso enfadado con los cananeos y los (restantes) amorreos y que estaba dispuesto a usarlos a ellos como brazo de su venganza, de modo que con su ayuda conquistarían todo Canaán. No podemos saber nada sobre el dios de Abram, pues la Biblia atribuyó toda intervención divina al dios de los judíos, eliminando cualquier resto de otra religión. En cualquier caso, parece que los hombres de Abram cobraron ánimo y, de vuelta en Canaán, tuvieron alguna victoria destacada (probablemente no tan importante como derrotar al rey de Elam). Finalmente pudieron asentarse en Gerara (la historia de que el rey les ofreciera voluntariamente su territorio es increíble). Fuera así o de otro modo, es plausible que los amorreos de alguna ciudad de Canaán se formaron la leyenda de que un dios les había otorgado el territorio que ocupaban a través de un pacto con su primer caudillo, Abram. Tal vez fueron muchos los toscos invasores amorreos que se sentían acomplejados frente a la cultura de los pueblos conquistados, por lo que acogieron gratamente la historia y se apresuraron a encontrar líneas genealógicas que los remontaran al patriarca y legitimaran así (con la voluntad divina) su posición dominante. La genealogía de Abram que recoge la Biblia es posterior, pues termina con pueblos que todavía no habían entrado en escena.
Otro hecho notable que narra el Génesis es la destrucción de Sodoma y Gomorra. Es posible que la caída de un meteorito o, más probablemente, un terremoto acabara con estas ciudades. Naturalmente una catástrofe de esta envergadura debió de suscitar muchas historias cuya conclusión natural era el castigo divino. De todos modos no debía de haber muchos detalles (o los que había debían de discordar mucho de la religión judía) porque para describir la vida pecaminosa de sodoma y gomorra los autores bíblicos tuvieron que adaptar una historia posterior contenida en el libro de los Jueces sobre unos hombres que trataron de sodomizar a un levita (Capítulo XIX) y en su lugar éste les ofreció a su mujer para que la violaran. (Irónicamente, los pecados que los judíos atribuían a los sodomitas están basados en historias sobre los propios israelitas.)
Por esta época, las ciudades más importantes del sur de Canaán eran Siquem, Betel, Salem, Hebrón y Beersheba. Salem no debía ser la más destacada por estas fechas, pero tal vez era la mejor emplazada, sobre una colina con fuentes de agua, lo que la hacía fácil de defender y la capacitaba para resistir asedios. Más adelante cobraría importancia bajo el nombre modificado de Jerusalén. En general, lo amorreos pasaron los siglos XX y XIX entre tensiones y disputas. Durante el siglo XIX la ciudad de Kish tuvo una época de predominio, pero no tardó en cedérselo a Babel. En 1850 los amorreos tomaron la ciudad de Assur, que por aquel entonces era una próspera ciudad comercial.
En 1842 murió el rey de Egipto Sesostris III, poco después de haber sometido a su dominio a todo Canaán. Le sucedió su hijo Amenemhat III, que extendió la hegemonía egipcia a algunas ciudades interiores de Siria. La ciudad de Biblos se benefició de su larga tradición de buenas relaciones con Egipto, y gozó de una especial protección. Hacia el sur, Egipto dominó el curso del Nilo hasta la tercera catarata. Por esta época debió de implantarse en Canaán la circuncisión, un rito egipcio tal vez relacionado con la fecundidad que los cananeos terminarían interpretando como símbolo del pacto entre Abram y su dios. Aunque no sabemos nada a ciencia cierta sobre este dios, el hecho de que los cananeos se circuncidaran en su nombre es indicio de que ser identificados como descendientes de Abram era de suma importancia para ellos.
Amenenmhat III construyó dos pirámides junto al lago Moeris, además de numerosas estatuas colosales con su imagen y un complejo grupo de palacios, todo ello rodeado de un mismo muro. Al parecer la construcción contaba con tres mil quinientas habitaciones, la mitad de las cuales eran subterráneas y se usaban como cámaras funerarias. Al parecer el rey trató de burlar a los ladrones de tumbas escondiendo las momias y los tesoros en un complicado sistema de pasadizos en lugar de bajo una mole de piedra. Los egipcios denominaron a esta construcción con una palabra que significa "el templo a la entrada del lago", pero los griegos de tiempos posteriores la deformaron a Labyrinthos, esto es, Laberinto. El Laberinto egipcio debió de ser una obra imponente, hecha de mármol blanco, con una cuidada ornamentación, si bien no cumplió su cometido, pues todas las tumbas que contuvo fueron saqueadas con el tiempo. También la ciudad de Tebas fue embellecida con nuevos templos, estatuas y otros edificios notables.
En 1822 ocupó el trono de Larsa el rey Rim-Sin, que tuvo que luchar frecuentemente con Isin para mantener la supremacía de su ciudad sobre la región. En 1814 un amorreo consiguió hacerse con el poder de Assur, fundando una dinastía que iba a gobernar durante mil años. Se llamaba Shamshi-Adad I. Sometió a Mari, que por entonces era la otra gran potencia comercial del entorno, y dominó así el norte de Mesopotamia, formando un pequeño imperio que más adelante crecería y sería conocido como el Imperio Asirio.


BABILONIA

A principios del siglo XVIII el norte de Mesopotamia empezó a sufrir los ataques de los Hurritas, un pueblo que contaba con una nueva arma de guerra: el caballo. Este animal era completamente desconocido en el mundo civilizado, pero hacía ya tiempo que los indoeuropeos lo usaban como alimento. Ahora los hurritas (aunque no eran indoeuropeos) habían resuelto los problemas técnicos que impedían usarlo como animal de tiro. Diseñaron nuevos arneses, así como nuevos carros de dos ruedas, más ligeros y maniobrables, consistentes en apenas una plataforma para el áuriga. Incluso las ruedas fueron perfeccionadas, pues las nuevas eran anulares con radios en lugar de macizas. Con los carros, las incursiones nómadas multiplicaron su eficiencia. Podían desplazarse mucho más rápidamente que un ejército de infantería, que a lo sumo contaba con pesados carros tirados por asnos para transportar la carga pesada. Podían elegir los lugares más desprotegidos, atacar y huir con el botín antes de que llegaran las defensas. No obstante, en un primer momento estos pueblos carecían de la organización y la amplitud de miras necesarias para ser algo más que una lacra dolorosa. Por el momento, el rey asirio Shamshi-Adad I seguía fortaleciendo su imperio y sirvió de pantalla contra los ataques hurritas, pero la llegada de una invasión seria era sólo cuestión de tiempo.
En 1794 Rim-Sin, el rey de Larsa, venció definitivamente a Isin y unió bajo su dominio el sur de Mesopotamia. Dos años después, en 1792 subía al trono de Babilonia el sexto rey de su I dinastía (instaurada con la invasión amorrea). Se llamaba Hammurabi. Su situación era delicada, pues su pequeña ciudad estaba entre dos grandes potencias: Asiria al norte y Larsa al sur. Sin embargo, Hammurabi era joven y los reyes Shamshi-Adad I y Rim-Sin eran ya mayores. Hammurabi se sometió a Shamshi-Adad I y, bajo su protección, arrebató a Larsa las ciudades de Ur e Isin.
En 1790 murió el rey de Egipto Amenemhat III. No se conocen bien las causas, pero el Imperio Medio se desmoronó y el país se sumió en la confusión. Los egipcios registran dos dinastías que debieron de reinar simultáneamente: la XIII dinastía gobernó el Alto Egipto desde Tebas y la XIV dinastía gobernó el Bajo Egipto desde Xois, en el centro del delta del Nilo.
En 1782 murió Shamshi-Adad I, y bajo su sucesor el poder asirio declinó. Hammurabi aprovechó para concentrar sus fuerzas contra Larsa. En 1762, tras un año de guerra, aplastó a Rim-Sin y se hizo con el control de lo que había sido Sumer. Después se dirigió hacia el norte. En 1758 saqueó Mari, en 1755 se apoderó de Eshnunna y, tras unos años de resistencia, hacia 1754 Assur se hizo tributaria de Babilonia. Su rey conservó el trono, con lo que la dinastía fundada por Shamshi-Adad I no se vio interrumpida.
En 1750 la cultura cretense inició un periodo de apogeo. Se construyeron grandes palacios, construcciones complejas con salas de uso religioso, de ceremonias y de banquetes. Había almacenes con reservas de vino, aceite, grano, lana, metales, etc. Alrededor de los palacios estaban los talleres de los artesanos metalúrgicos, de los grabadores y los alfareros. Se conservan magníficas piezas de cerámica y orfebrería. La influencia de Creta sobre las islas del Egeo y el sur de Grecia debió de reforzarse en esta época. Probablemente, fue este periodo el que dio origen a la leyenda griega sobre un poderoso rey cretense llamado Minos, al cual los atenienses debían pagar anualmente un tributo humano para alimentar al Minotauro, un monstruo, hijo de Minos, con cabeza de toro. Ciertamente en Creta se celebraban rituales con toros.
Mientras tanto un grupo de pueblos indoeuropeos que se llamaban a sí mismos Arios (nobles) comenzó a descender sobre la India. Parece ser que la invasión se produjo lentamente a lo largo de varios siglos, pero es posible que hubiera una primera oleada especialmente violenta, ya que la civilización del Indo, que ya contaba con más de medio milenio de historia, se extinguió repentinamente. Se ha constatado que uno de sus centros principales, la ciudad de Mohenjo-Daro, fue víctima de una cruenta matanza. La lengua de los arios era el sánscrito. Eran pastores de rebaños bobinos. Habían domesticado el caballo y conocían el uso del arado. Tenían muchos dioses, pero el principal era Idra, que les ordenaba la guerra santa para dar muerte a los dasa (los aborígenes de la india), que tuvieron que desplazarse hacia el sur. Las ciudades fueron destruidas y sustituidas por pequeños poblados de pastores.
Aún más al este, en China, tras el largo periodo de la dinastía Xia, se instauró la primera dinastía de la que se tiene un auténtico conocimiento histórico: la dinastía de los Chang. Su capital estaba en la ciudad de Erlitou y dominaba una buena parte del valle del río Amarillo. La organización política era rudimentaria y no estuvo exenta de tensiones y luchas con los vecinos. Durante el reinado de los Chang se fijaron los rasgos específicos de la antigua China: la escritura, el transporte mediante carros, la fundición del bronce, y una organización política estructurada en torno al rey y la capital.
Volviendo a Babilonia, Hammurabi murió en 1750, siendo rey de un territorio tan extenso como el que había gobernado el Acadio Naram-Sin seis siglos atrás. El ascenso de Babilonia tuvo muchas consecuencias en todos los ámbitos. Desde su fundación, el dios principal de Babilonia había sido Marduk, totalmente desconocido fuera de su entorno inmediato. Cuando los amorreos tomaron la ciudad, adoptaron también a su dios y lo pusieron a la cabeza de su panteón. El segundo dios en importancia fue Nabu, que era el dios principal de una ciudad situada un poco más al sur, llamada Borsippa. Las victorias de Hammurabi se reflejaron en un ascenso análogo de Marduk en el cielo mesopotámico. Al final de su reinado la epopeya de la creación ya no era la misma que habían imaginado los sumerios. Ahora el dios Anu ya no lograba vencer a la oscura Tiamat, sino que retrocedía mientras Marduk (que, por cierto, resultó ser hijo de Ea) se enfrentaba sin temor a la diosa del caos y la mataba. Así, Mesopotamia se enteró de que en realidad fue Marduk el heroico dios que creó el Universo y, por consiguiente, su legítimo gobernante. Nabu acabó siendo hijo de Marduk, con la notoriedad que ello conllevaba. No obstante, esto no era así en Assur, cuyos habitantes se aferraron al culto del dios Assur, que daba nombre a la ciudad.
Al igual que ya habían hecho muchos reyes anteriores, Hammurabi puso por escrito las leyes de su reino. El llamado código de Hammurabi es el sistema de leyes más antiguo que conocemos en su integridad. Fue inscrito en una estela de diorita de casi tres metros de altura. En lo alto hay una imagen de Hammurabi arrodillado ante Shamash, el dios del Sol, que al parecer fue quien le dictó el código. En una fina escritura cuneiforme, la estela contiene las casi trescientas leyes de que constaba el código, indudablemente basadas en las legislaciones precedentes. La estela estaba situada en el templo de Shamash de la ciudad de Sippar, al norte de Babilonia. Podía ser consultada por cualquiera (que supiera leer), lo que garantizaba en cierto modo la objetividad de la justicia.
La ley dividía a los hombres en tres categorías: nobles, campesinos y esclavos. Las diferencias de clase están cuidadosamente marcadas: era mayor la pena por dañar a un noble que a un campesino, y ésta era a su vez mayor que la pena por dañar a un esclavo. Por otra parte, un noble debía sufrir un castigo mayor que un campesino por el mismo delito. Los esclavos eran marcados en la frente, y estaba prohibido ocultar la marca. Había métodos por los que los esclavos podían comprar su libertad, así como leyes que los protegían de un trato abusivo. El código de Hammurabi tiene un marcado carácter comercial. Los contratos son compromisos sagrados, da leyes sobre la posesión, venta y transferencia de bienes, regula el comercio, los beneficios y los alquileres, prohibe el engaño en el peso, los artículos de mala calidad y los fraudes en general. También regula el matrimonio, el divorcio y la adopción. El marido podía divorciarse a voluntad, pero debía restituir la dote a la esposa. Las mujeres y los niños gozaban de protección legal. Se legislaba incluso sobre los delitos pasionales. Los hombres eran responsables de los diques y canales. Si por negligencia se producía una inundación, el culpable debía pagar fuertes multas. En cuanto a las penas, la más frecuente era la mutilación: Si un hombre golpeaba a su padre, se le cortaba la mano, si un carpintero construía una casa, ésta se derrumbaba y moría el inquilino, el carpintero debía morir, pero había atenuantes por accidente. Se regulaba la profesión médica, su ética y sus honorarios. Un cirujano inexperto podía perder la mano.
A la vista de este código, podemos afirmar que la moral de los babilonios (y, probablemente la de los mesopotámicos en general) era muy similar a la moral moderna, con las diferencias obvias (esclavitud, rigor en las penas, etc.) Durante mucho tiempo ha existido una falsa imagen de perversión en las culturas paganas motivadas por las difamaciones de la Biblia. En realidad, la única diferencia notoria entre la moral babilónica y la judia parece ser el exacervado puritanismo de ésta en materia sexual.
Hammurabi estableció una compleja y eficiente red administrativa que él mismo supervisaba. Bajo su reinado el acadio se convirtió en una lengua literaria, si bien el sumerio continuó siendo una lengua culta. En 1749, tras la muerte de Hammurabi, ocupó el trono su hijo Samsuiluna, que conservó bastante bien su herencia. El acoso de los hurritas era por entonces mucho más intenso. En 1720 Samsuiluna consiguió rechazar una oleada hurrita que arrasó Canaán, bien provista de carros, arcos y flechas. La horda no se detuvo, sino que siguió hacia el sur, engrosada con cananeos, y llegó hasta Egipto. Por aquel entonces, Egipto estaba desmembrado y débil, por lo que no pudo oponer ninguna resistencia. Los Egipcios llamaron Hicsos a los invasores (que, al parecer, significa "extranjeros") y contaron a sus reyes en las dinastías XV y XVI. No sabemos gran cosa de los hicsos, pues los egipcios los odiaron profundamente y no escribieron nada sobre ellos, salvo algunos pasajes difamatorios. Los hicsos formaron un imperio que comprendía el Bajo Egipto y Canaán. Su capital estuvo en Tanis, sobre la rama más oriental del Nilo en el delta. Al parecer, el delito de los hicsos a ojos de los egipcios (aparte del hecho de que eran extranjeros y su invasión había herido el orgullo nacional) fue que no adoptaron los dioses y el culto nativo. Egipto era un pueblo firmemente arraigado a su tradición y no podía concebir otra forma de vida decente que no fuera la suya. Acusaron a sus conquistadores de ateos y crueles y nunca dejaron de mostrarse hostiles con ellos. El imperio hicso tenía su capital en Egipto, pero su fuerza estaba en Canaán, donde fueron bien aceptados. Los hicsos no extendieron su dominio sobre el Alto Egipto, pero lo dejaron sumido en un estado de caos del que tardaría en recuperarse.
Mientras tanto, los Hititas, que tiempo atrás habían ocupado Anatolia, empezaban a dar muestras de organización. El primer rey del que tenemos noticia se llama Anitta, rey de Kussara, que emprendió un proceso de conquista y unificación del territorio. Hacia 1700 dominaba la mitad de la península. Los hititas adoptaron la escritura cuneiforme y la adaptaron a su lengua indoeuropea. Mientras tanto, los nómadas de los montes Zagros, llamados ahora Casitas, aprendieron la técnica del carro y el caballo e iniciaron un proceso de incursiones sobre el Imperio Babilónico.
Por estas fechas un terremoto sembró la destrucción en la isla de Creta, que perdió temporalmente su hegemonía en el Mediterráneo. Es posible que los griegos aprovecharan la situación para infligir una derrota a los cretenses. Tal vez esto diera pie a la leyenda sobre Teseo, el príncipe ateniense que mató al Minotauro y liberó a su ciudad del tributo que debía pagar al rey Minos de Creta.
Hacia 1645 la ciudad de Tebas estaba recuperada de los estragos de los hicsos. El dios principal de la ciudad era Amón, y sus sacerdotes lograron reestablecer el orden y eligieron entre ellos un rey, el primero de la XVII dinastía, que coexistió con la XVI dinastía hicsa. Los reyes tebanos se consideraban los reyes legítimos de todo Egipto, si bien en la práctica sólo dominaban la ciudad y sus alrededores.
Hacia 1640 el rey Hattusil I de Kussara logró dominar a los hititas del oeste de Anatolia y a los hurritas del norte de Siria, formando así un reino poderoso con capital en Hattusa. Con el tiempo, la capital se convertiría en un importante centro cultural. En 1610 Hattusil I fue sucedido por su nieto Mursil I, que reafirmó su poder en la región y puso su mirada en Babilonia. De este modo, Babilonia se vio enfrentada simultáneamente a los hititas al noroeste, a los hurritas al norte y a los casitas al este. El fin estaba cerca.


EL NUEVO IMPERIO EGIPCIO


Durante el siglo XVI, la isla de Creta se recuperó de su declive. Se volvieron a construir palacios más grandiosos que los de los tiempos anteriores. Los nuevos palacios tenían un gran patio central con gradas monumentales para espectadores, donde se celebraban competiciones de lucha (algo similar al boxeo, aunque también se golpeaba con los pies) y juegos rituales con toros: unos atletas saltaban sobre los animales y, tras una voltereta, caían de pie. El toro tenía una gran importancia religiosa en esta cultura. La parte de la leyenda griega sobre el Laberinto, que el rey Minos había hecho construir para encerrar al Minotauro, parece remontarse a esta época. Las casas particulares tenían hasta cinco plantas con escaleras interiores. Se conservan pinturas de escenas cotidianas, en las que los hombres juegan a un cierto juego de tablero mientras el ama de casa teje lana, hay escenas de caza, otras de hombres acompañados de perros y gatos, etc. Los cretenses tenían un dios principal poderoso e iracundo, pero también había una diosa Madre a la que se podía rogar que aplacara a su hijo. El rey era descendiente de este dios y, de hecho, era éste quien le decía en cada momento lo que convenía hacer, de modo que oponerse a una orden real era oponerse a la voluntad divina. Todo esto es lo que se desprende de las numerosas pinturas de la época. De los testimonios escritos no se puede concluir nada, pues no se conoce la lengua cretense. La escritura del periodo anterior (la que terminó en 1700) era pictográfica, pero ahora se usaba una nueva en forma de líneas onduladas irregulares (escritura Lineal A).
La cultura cretense se extendió por las islas Cícladas y por el Peloponeso, cuyas ciudades principales a la sazón eran Micenas, Tirinto y Argos. Otras ciudades que más adelante adquirirían importancia eran Esparta y Corinto y, ya fuera del Peloponeso, Atenas y Tebas.
En 1595 el rey hitita Mursil I tomó Babilonia. No obstante, no pudo controlar la ciudad, pues los casitas aprovecharon la ocasión, descendieron definitivamente de los montes Zagros e impusieron su dominio sobre lo que había sido el Imperio Babilónico. Una vez más, la región pasó por un largo periodo de decadencia mientras los bárbaros invasores fueron asimilando lentamente la cultura mesopotámica y la versión babilónica de la religión sumeria. En 1590 Mursil I fue asesinado por su cuñado y sucesor, Hantil I.
Por otra parte, las ciudades civilizadas habían aprendido de los hicsos el uso bélico del caballo, con lo que éste dejó de ser una ventaja para los pueblos nómadas. Los reyes tebanos del Alto Egipto tenían caballos y los usaron para combatir a los invasores. El último rey de la XVII dinastía fue Kamosis, que redujo el dominio hicso a las vecindades de su capital. En 1570 fue sucedido por su hermano Ahmés (que, por algún extraño motivo, los egipcios catalogaron como primer rey de una XVIII dinastía). Ahmés libró una batalla decisiva en el Delta, en la que derrotó a Apofis III, el último rey hicso. El ejército hicso huyó a Palestina, pero Ahmés lo siguió y lo volvió a derrotar. Indudablemente, los hicsos ya no eran entonces los toscos guerreros de antaño, sino que habían asimilado los lujos egipcios y se habían debilitado. A partir de aquí desaparecen de la historia: la mayoría de ellos permanecieron en el territorio entre los fenicios, cananeos, amorreos, etc., pero ya sin ninguna identidad que los uniera.
Con sus victorias, Ahmés logró imponer su autoridad sobre un Nuevo Imperio Egipcio. Parece que las tensiones entre el rey y la nobleza quedarón atrás. Ahora Egipto tenía carros y caballos, así como un nuevo orgullo nacional. El rey ya no sólo era sacerdote y dios, sino también un gran general. Su autoridad era indiscutible. Una muestra de la nueva reverencia que se le reservaba es que los egipcios ya no se referían a él como "el rey", sino con el circunloquio más pomposo de "la gran casa" o "el palacio", voz que ha derivado en la expresión Faraón. Aunque anacrónicamente se llama faraones a todos los reyes egipcios, lo cierto es que este título surgió con el Imperio Nuevo.
En 1560, el rey hitita Hantil I fue asesinado junto a su hijo y sus nietos por su yerno y sucesor Zidanta I, que años atrás había sido su cómplice en la conjura contra Mursil I. Las leyes hititas no establecían claramente la fórmula de sucesión del rey, por lo que las conjuraciones eran cada vez más frecuentes. A los pocos años de subir al trono, Zidanta I fue asesinado por su hijo Ammuna. Los desórdenes dinásticos, unidos a una grave sequía sumieron al reino en una profunda crisis.
En 1545 el faraón Ahmés fue sucedido por su hijo Amenofis I, quien retomó Nubia, el Sinaí y todo Canaán hasta Fenicia, como en los tiempos del Imperio Medio. Al oeste, los pastores libios protagonizaban frecuentes incursiones en territorio egipcio desde tiempos de los hicsos. El nuevo faraón puso fin a esta situación ocupando una buena franja del desierto libio.
En 1525, tras la muerte de Amenofis I ocupó el trono Tutmosis I, quien extendió el control egipcio sobre el Nilo hasta la cuarta catarata, mucho más allá que en cualquier época anterior. En Canaán llegó hasta la ciudad de Karkemish, en plena siria, a orillas del Èufrates. Los soldados egipcios quedaron fascinados por la abundante lluvia "un Nilo que cae del cielo". El propio Éufrates fue también causa de sorpresa, pues los Egipcios usaban la misma expresión para referirse al Norte que para decir "río arriba". Así, el Éufrates era un río que, "fluyendo hacia el norte, fluye hacia el sur".
La ciudad de Tebas gozaba ahora de más prestigio que nunca. Tutmosis I construyó grandes templos, y cada uno de los reyes posteriores trató de superar a los precedentes. La construcción de pirámides se abandonó definitivamente (todas habían sido saqueadas por los ladrones de tumbas). En su lugar, Tutmosis I optó por ocultar su mausoleo tras una compleja red de túneles excavados en la roca de una colina cercana a Tebas. Durante los últimos años de su reinado gobernó junto a su hijo y sucesor, Tutmosis II.
Mientras tanto, hacia 1500, los hurritas, que llevaban hostigando a mesopotamia desde hacía tres siglos, finalmente se organizaron en un estado conocido como Mitanni, que ocupó una buena parte de lo que había sido el ahora decadente imperio asirio. Asur conservó su independencia, pero fue tributaria del nuevo reino. Mitanni arrebató también a los hititas gran parte de sus dominios, mientras éstos seguían bajo monarquías débiles que se disputaban el poder. El rey Telibinu trató de establecer una ley de sucesión clara, pero no pudo evitar que el reino hitita sucumbiera ante los hurritas de Mitanni.
En la actual Guatemala se estaban formando las primeras comunidades agrícolas.
En 1490 murió el faraón Tutmosis II. Siguiendo una costumbre egipcia, éste se había casado con su hermana Hatshepsut (probablemente, los orgullosos reyes egipcios consideraban que ninguna mujer era digna de ellos salvo que fuera de su propia familia). Fue ella quien realmente gobernó el Imperio desde la muerte de Tutmosis I. Por su parte, Tutmosis II había tenido un hijo con una concubina, Tutmosis III, a quien teóricamente le correspondía el trono, pero era menor de edad y su tía y madrastra quedó como regente. Hatshepsut es la primera mujer gobernante conocida en la historia. En los monumentos que construyó se representa a sí misma con vestimentas masculinas, sin pechos y con una barba postiza. Bajo su mandato dejó de lado la expansión militar y, en su lugar, fomentó el comercio, las minas y la industria. En aquella época estaba de moda la construcción de obeliscosgigantes: finas columnas de piedra de tal altura que todavía no está claro cómo conseguían erigirlas sin que se rompieran. Originalmente fueron erigidos en honor al dios Ra, en tiempos del Imperio Antiguo, pero entonces no eran especialmente altos: unos tres metros y medio. En el Imperio Medio se construyeron obeliscos de más de 20 metros de altura, Tutmosis I construyó uno de 24 metros y Hatshepsut llegó a los 30 metros.
Hatshepsut murió en 1469, cuando Tutmosis III tenía unos veinticinco años. Indudablemente, debió de vivir oprimido por su madrastra, pues tras su muerte ordenó eliminar su nombre de todos los monumentos en los que aparecía, sustituyéndolo por el suyo o por el de su padre o su abuelo. Incluso dejó su tumba incompleta, que es la mayor venganza que podía tomarse, de acuerdo con la mentalidad egipcia.
El periodo pacifista de Hatshepsut había acrecentado a las ciudades cananeas. El nuevo faraón había sido un títere de su madrastra, así que los cananeos debieron de pensar que sería un monarca débil y que era el momento idóneo para librarse del yugo egipcio. El reino de Mitanni fomentó la rebelión, que fue encabezada por la ciudad de Cadesh, tal vez el último resto del Imperio Hicso.
Sin embargo, el nuevo monarca resultó ser un buen general. En 1468 se enfrentó con un ejército cananeo en Megiddo, un enclave estratégico para la defensa de Cadesh. Tutmosis III aprovechó que el grueso del ejército se encontraba en otra parte (pues tomó una ruta diferente a la que sus enemigos habían conjeturado) y consiguió así una primera victoria. Dejó parte de su ejército sitiando la ciudad y siguió avanzando. A los siete meses Megiddo cayó en poder egipcio. Año tras año, Tutmosis III reanudaba sus campañas en Canaán, hasta que en 1462 llegó a la misma Cadesh y la destruyó. Luego cruzó el Éufrates y se internó en Mitanni, pues Cadesh no habría resistido tanto tiempo sin su ayuda. No obstante no se atrevió a ocupar permanentemente una región tan alejada. Durante un siglo, el dominio de Egipto sobre Canaán no tuvo discusión.
Mientras tanto, el dominio de Creta sobre el Mediterráneo fue decayendo en favor de la civilización micénica. Hacia 1450 se aprecian signos de destrucción en muchas ciudades cretenses, e incluso periodos de ocupación griega.
En 1438 murió Tutmosis III y fue sucedido por su hijo Amenofis II, que continuó la política de expansión de su padre y reprimió dos levantamientos en Asia.
Hacia 1430 el reino hitita encontró finalmente un gobierno estable bajo el rey Tudhaliyas I, que logró algunas victorias sobre Mitanni.
Amenofis II reinó hasta 1412, cuando fue sucedido por su hijo Tutmosis IV. Éste promovió una política de paz con Mitanni, y llegó incluso a tomar por esposa a una de sus princesas (algo completamente inusitado hasta entonces). Con Tutmosis IV empezó a cobrar importancia un dios que hasta entonces sólo había desempeñado un papel secundario en el panteón egipcio, el dios Atón. Es probable que en ello influyera la reina. La religión hitita era mucho más simple que la egipcia, por lo que tal vez a la reina le resultó más fácil identificar sus creencias con el culto a un dios modesto como Atón frente al sofisticado culto a Amón-Ra. En cualquier caso, lo cierto es que Tutmosis IV le rindió un ostensible homenaje.
Hacia 1400 murió el rey hitita Tudhaliyas I, que fue sucedido por su yerno Arnuanda I.

EL EGIPTO FARAÓNICO


Con el siglo XIV se inicia la llamada Edad Micénica griega. Las ciudades del Peloponeso, con Micenas a la cabeza, arrebataron gradualmente a Creta su dominio sobre el mar Egeo. Al parecer, los griegos micénicos eran el resultado de la fusión entre un pueblo indoeuropeo que llevaba ya siglos ocupando el norte de Grecia con un pueblo nativo no indoeuropeo, conocido como Pelásgico, que ocupaba las costas y las islas. No tenemos muchos detalles de este periodo, pero de algún modo los indoeuropeos grecohablantes absorbieron la cultura de los pelásgicos (que a su vez éstos habían tomado de los cretenses) y se convirtieron en una clase dominante. Prueba de ello es que en 1400 cayó definitivamente en manos de los griegos micénicos la ciudad de Cnosos, y a partir de entonces la escritura lineal A (no descifrada) fue sustituida por una escritura de aspecto similar, la lineal B, que ha resultado ser una forma de griego arcaico. Los documentos descifrados contienen recetas e instrucciones para el trabajo. No hay literatura, ni ciencia, ni historia, por lo que podemos pensar que los micénicos eran una mezcla sencilla de comerciantes, navegantes y guerreros. Tal vez los griegos indoeuropeos fueron los que promovieron la rebelión contra el dominio cretense y ello les diera a su vez el predominio sobre los pelásgicos. La lengua pelásgica debió de conservarse en un segundo plano frente a la griega durante varios siglos. Por su parte, los griegos situados más hacia el interior no recibieron con igual intensidad la antigua cultura cretense, sino que permanecieron en un estadio más primitivo frente a los griegos micénicos. Es probable que esta diferenciación cultural se corresponda con la diferenciación de dos de los dialectos más importantes del griego clásico: los griegos micénicos debían de hablar el dialecto jónico, mientras los griegos del interior debían de hablar el eólico. La cultura micénica se extendió hasta el sur y el centro de italia.
Mientras tanto Canaán florecía bajo el protectorado egipcio. Los fenicios revolucionaron la escritura. Todos los sistemas de escritura conocidos hasta entonces se basaban en asignar un signo a cada palabra. Esto hacía que la escritura fuera un arte muy complejo, pues había que recordar cientos de signos distintos. Ocasionalmente, algunos signos se usaban con valor fonético para modificar el significado de otro signo, pero los fenicios fueron los primeros que desarrollaron la idea y crearon un sistema de escritura alfabética, es decir, un sistema en el que cada signo representa un sonido, de tal modo que con un reducido inventario de signos (alfabeto) se puede representar cualquier palabra. Para ello eligieron palabras que empezaran por cada uno de los signos de su lengua y convinieron en usar sus signos para representar únicamente a dicho sonido inicial. Por ejemplo, la palabra "buey" era aleph, cuyo primer sonido era una oclusión glótica que no existe en castellano, y su signo pasó a ser la primera letra del alfabeto cananeo. Las siguentes fueron beth, gimel y daleth, que significan "casa", "camello" y "puerta", pero que para los fenicios pasaron a representar los sonidos b, g y d, respectivamente. El alfabeto fenicio no tenía signos para las vocales. Ello se debe a que en las lenguas semíticas cada raíz léxica está asociada a un grupo específico de consonantes, de modo que las vocales sólo tienen una función de apoyo, en todo caso con un valor gramatical que puede deducirse del contexto, es decir, en la lengua cananea no había grupos de palabras como "peso" y "piso", que comparten las mismas consonantes con significados completamente distintos, por lo que, si se escribían las consonantes, cualquier hablante podía reconstruir las vocales. La escritura ha sido inventada independientemente por varias culturas a lo largo de la historia, pero todos los sistemas de escritura alfabética conocidos provienen del fenicio.
Por otra parte, el comercio fenicio se enriqueció con productos novedosos. Mejoraron las técnicas egipcias de fabricación del vidrio, pero sobre todo descubrieron la púrpura, un tinte rojo extraído de unos moluscos con el que se elaboraban tejidos de color brillante que no desteñían al ser lavados. Los fenicios guardaron celosamente el secreto de la elaboración de este tinte, con lo que monopolizaron su comercio durante siglos. La púrpura fue muy codiciada, y se vendía a precios elevados. Entre las ciudades que más se beneficiaron de estas innovaciones estaban Tiro y Sidón.
En 1387 ocupó el trono de Egipto Amenofis III, hijo de Tutmosis IV y de la princesa de Mitanni con la que se casó. Bajo su reinado Egipto disfrutó de un largo periodo de paz. El nuevo faraón se casó también con una princesa de Mitanni, llamada Tiy, de la que estaba profundamente enamorado, como se deduce de diversas inscripciones. Construyó para ella un monumental lago de recreo de más de un kilómetro de largo en la orilla occidental del Nilo. Durante su reinado el dios Atón siguió ganando protagonismo. Es posible que Amenofis III, influido por sus padres y su esposa, llegara a considerarlo como a su dios principal, si bien oficialmente mantuvo los ritos tradicionales. Sin embargo, parece ser que su hijo no recibió una educación religiosa "tradicional", sino que nunca llegó a identificarse con las antiguas creencias egipcias.
La alianza entre Egipto y Mitanni había perjudicado gravemente al reino hitita. En 1385 el rey Arnuanda I murió enfrentándose a invasiones y rebeliones internas, y fue sucedido por su hijo Tudhaliyas II, quien, reuniendo los restos del ejército real, logró recuperar el control del estado.
Mientras tanto, Babilonia seguía sumida en el periodo de decadencia que produjo la invasión de los casitas. Mitanni cayó en una crisis interna debido a disputas en la sucesión al trono, al igual que había ocurrido en el reino hitita en los años anteriores, mientras que éste se recuperó con las campañas militares del príncipe Shubbiluliuma, hijo de Tudhaliyas II, que fue proclamado rey en 1371, después de que una conspiración derrocara a su hermano Tudhaliyas III.
En 1370 murió Amenofis III. En su honor se construyó un magnífico templo, cuya entrada estaba flanqueada por dos enormes estatuas suyas. Una de ellas tenía la propiedad de emitir una nota al amanecer. Sin duda los sacerdotes habían preparado algún dispositivo mecánico que dio lugar a muchas leyendas. El trono fue ocupado por el que en un principio se llamó Amenofis IV, pero que en 1366, cuatro años después, cambió por el de Akenatón. Su antiguo nombre significaba "Amón está compacido", mientras que el nuevo era "Agradable a Atón". Con ello el nuevo faraón declaraba su apostasía respecto del dios principal de los egipcios, Amón-Ra, y su intento de sustituirlo por el dios Atón. El nuevo faraón tenía ideas revolucionarias en materia religiosa. Al principio representaba a Atón con cuerpo humano y cabeza de halcón, pero pronto abandonó esta imagen y la sustituyó por una representación del Sol, como un disco del que partían rayos que terminaban en manos. Al igual que Ra, el dios Atón era para Akenatón el dios del sol, pero el faraón negaba todos los mitos que los egipcios habían reunido en torno a Amón-Ra. Para Akenatón, su dios era el mismo Sol, no un dios antropomorfo que dominaba el Sol, sino el mismo Sol, un ente celeste que proporcionaba la luz, el calor y la vida a la Tierra y velaba por todas las criaturas. Más aún, Akenatón no se conformó con elevar el rango de Atón entre los dioses egipcios, sino que lo convirtió en sumo hacedor y afirmó que era el único dios verdadero. Se trata del primer caso de monoteísmo en la historia (la tradición judía remonta su monoteísmo al principio de los tiempos, pero es muy improbable que Abraham tuviera a su dios por único).
Akenatón trató de abolir la religión egipcia, objetivo que, naturalmente, era imposible incluso para el monarca más poderoso del mundo. Se encontró con la incomprensión del pueblo y con la oposición implacable de los poderosos sacerdotes. Decidió construir una nueva capital dedicada íntegramente al culto a Atón. La llamó Aketatón (el horizonte de Atón) y fue emplazada a mitad de camino entre Menfis y Tebas. Allí construyó templos y palacios para sí mismo y para la nobleza que le era leal. El templo de Atón era un edificio singular, pues carecía de techo, para que el Sol pudiera lucir siempre en su interior. Akenatón terminó aislándose en su nueva capital desatendiendo los asuntos exteriores. Se dedicó casi exclusivamente a perseguir al antiguo clero, a rectificar inscripciones eliminando las referencias a los dioses y a difundir sus creencias en el entorno reducido de su familia y la corte.
La mujer de Akenatón se llamaba Nefertiti, y es muy conocida porque se conserva un hermoso busto de piedra con su imagen. Probablemente era una princesa asiática, como su madre. La familia real (el matrimonio y sus seis hijas) ocupaba un lugar central en el nuevo culto que ideó el faraón. Sus himnos hablan de amor universal y revelan un pensamiento místico y humanista. Akenatón propició también un arte natural y verista. Hasta entonces, los egipcios representaban siempre las cabezas de perfil, el tronco de frente y las piernas de nuevo de perfil, de modo que las poses resultaban artificiales y las expresiones faciales eran siempre similares. En cambio, Akenatón y Nefertiti se retrataron en poses informales, en escenas cotidianas, jugando con sus hijas, en momentos de afecto, etc. El propio Akenatón es representado como un hombre feo, barrigudo y de muslos gruesos, un realismo inusitado en Egipto.
Durante el reinado de Amenofis III había ascendido al poder un general semita llamado Yanhamu, que llegó a ser gobernador de los territorios egipcios en Palestina. No fue el único cananeo que gozó de una posición de prestigio en Egipto. Es probable que alguno de ellos (o varios) diera origen al mito bíblico sobre José, un cananeo que ascendió de la esclavitud a virrey de Egipto. Bajo el reinado de Akenatón Yanhamu estuvo en egipto, y es plausible que ocupara el alto cargo de "director de los graneros", lo que acabaría vinculándolo con una antigua leyenda egipcia, originariamente atribuida a Imhotep, según la cual José interpretó los sueños del faraón y previno siete años de hambre, y así ordenó a tiempo almacenar las provisiones necesarias para alimentar al pueblo en los años de escasez.
Mientras tanto, el rey hitita Shubbiluliuma había recuperado las provincias que su reino había perdido años atrás y en 1365 asoló Mitanni. Formó así un imperio (conocido como Nuevo Reino Hitita) al que los reyes del suroeste de Anatolia y el norte de Siria estaban sometidos por tratados desiguales. Al tiempo que Mitanni decaía, en Asiria surgió un rey poderoso, Ashur-Uballit, que logró la total independencia de su reino respecto de Mitanni.
Se suponía que Mitanni era aliado de Egipto, pero Akenatón no respondió a las peticiones de ayuda, ni tampoco a las de los virreyes y generales de Egipto en Siria, que le informaban de que las posiciones egipcias se veían seriamente amenazadas y solicitaban que enviara a Yanhamu con un ejército. En efecto, unas nuevas tribus nómadas semíticas habían surgido de Arabia, al igual que sucediera con los amorreos tiempo atrás, y amenazaban las posesiones egipcias en Canaán. Eran los hebreos. Pese a la negligencia de Akenatón, los ejércitos egipcios pudieron impedir que los hebreos se instalaran permanentemente al oeste del Jordán. Sin embargo, los recién llegados formaron tres reinos al este: Amón, Moab y Edom. Los hebreos adoptaron la lengua cananea (estrechamente emparentada con la suya), así como el alfabeto, con algunas adaptaciones. Paulatinamente fueron asimilando diversos aspectos de la cultura cananea.
En 1362 murió Akenatón, con seis hijas, pero sin ningún hijo que pudiera sucederle. El trono fue ocupado por uno de sus yernos, Smenkere, que teóricamente profesaba el culto a Atón, pero no hizo nada para impedir que todas las innovaciones religiosas promovidas por Akenatón quedaran en el olvido. Los conversos a la nueva religión la abandonaron rápidamente, los sacerdotes recuperaron todo su poder. En 1352 ocupó el trono un segundo yerno de Akenaton, que en principio se llamaba Tutankatón, pero que cambió su nombre por el de Tutankamón, confirmando así el retorno a la religión tradicional. Tebas pasó a ser de nuevo la capital del imperio. La ciudad de Aketatón fue abandonada y se convirtió en una especie de "ciudad fantasma". Como faraón, Tutankamón no tuvo gran importancia: tenía unos doce años cuando inició su reinado y murió sobre los veinte. No obstante ha pasado a la historia por ser el único faraón cuya tumba no fue saqueada por los ladrones. Ello se debió a que en la construcción de una tumba para un faraón posterior la entrada de la tumba de Tutankamón fue cubierta por unas piedras de forma accidental, y así pasó desapercibida.
A la muerte de Tutankamón, en 1338, el trono egipcio no tenía heredero. Finalmente se hizo con el poder un devoto de la religión de Akenatón, llamado Ay, que al parecer no era de sangre real, pero se casó con la viuda de Tutankamón para legitimar su título. Ay intentó reconstruir la obra de Akenatón, pero se trataba de un intendo desesperado. Los sacerdotes buscaron el apoyo de un general competente, Horemheb, al que lograron convertir en faraón en 1333 casándolo con una princesa. Horemheb erradicó definitivamente el culto a Atón y reorganizó el país. Envió expediciones para restablecer el control egipcio sobre Nubia, pero prefirió no enfrentarse a los hititas en Siria.
En 1330 murió el rey asirio Ashur Uballit, que fue sucedido por su bisnieto Enlil-ninari. Babilonia empezaba a dar muestras de recuperación tras la invasión de los casitas. Éstos habían reconstruido el templo de Marduk y ahora patrocinaron la reconstrucción de Ur.
En 1322 murió el rey hitita Shubbiluliuma victima de una epidemia, que al año siguiente mató también a su hijo y sucesor Arnuanda II. El trono pasó entonces al segundo hijo de Shubbiluliuma, Mursil II. El nuevo rey supo mantener el poder del Nuevo Reino conteniendo eficazmente las revueltas relativamente frecuentes de los reinos sometidos. Ocupó las posiciones egipcias en Siria y sometió completamente a Mitanni.
En 1319 murió el rey asirio Enlil-ninari, que fue sucedido por su hijo Arik-den-ili, que a su vez fue sucedido en 1308 por su hijo Adad-ninari I. En 1306 murió el faraón Horemheb y es reemplazado por uno de sus generales, Ramsés I, con el que comienza la XIX dinastía. En realidad sus dos antecesores no pertenecían a la familia de la XVIII dinastía salvo por matrimonios de conveniencia, pero los egipcios los incluyeron en ella. Ramsés I era ya mayor, por lo que reinó poco más de un año. En 1304 fue sucedido por su hijo Seti I. El nuevo faraón reestableció todo el poderío del Nuevo Imperio egipcio. Recuperó las posiciones de Siria, si bien no pudo aplastar a los hititas, con los que tuvo que firmar una paz de compromiso.



UN SIGLO DE CRISIS


Durante el siglo XII aparece en México la cultura Olmeca. Los olmecas construyeron centros ceremoniales y desarrollaron el arte sacro: altares monolíticos, estelas con bajorrelieves, esculturas. Idearon una escritura jeroglífica y tenían un calendario. Las aldeas aumentaron de tamaño y se construyeron casas sobre plataformas de tierra. Adoraban a deidades jaguares, relacionadas con la lluvia. El control social estaba en manos de chamanes y hechiceros.
Las estepas euroasiáticas, desde el Danubio hasta Siberia, fueron ocupadas por los Escitas, un pueblo indoeuropeo cuya lengua estaba emparentada con la de los arios. Eran ganaderos itinerantes, y sometieron a la población campesina.
Mientras tanto, la mayor parte del mundo civilizado sufría conmociones en mayor o menor medida. Egipto había rechazado a los pueblos del mar, pero tras la muerte de Meneptah cayó casi en la anarquía. Los pueblos del mar pasaron a Chipre, y desde allí atacaron Fenicia. En 1200 arrasaron las ciudades de Tiro y Sidón. En 1191 muere el rey Shubbiluliuma II y, con él, el imperio hitita desaparece de la historia, desmembrado por los pueblos del mar y las sublevaciones internas. No obstante, la cultura hitita no se perdió, sino que se conservó en una serie de minúsculos reinos neohititas que sobrevivieron dominados por una u otra potencia según los tiempos. Al noroeste de Anatolia empezaron a destacar los Frigios. En la Ilíada son mencionados como aliados de Troya, luego ya estaban allí antes de la llegada de los pueblos del mar, pero su auge llegó tras ellos. Tal vez se aprovecharon de los desórdenes o tal vez los invasores ocuparon Frigia y se convirtieron así en "nuevos frigios".
Asiria inició un largo periodo de luchas frustrantes en las que trataba de dominar sin éxito a los territorios circundantes, pero no pudo controlar a Babilonia y, sobre todo, al poderoso reino de Urartu. En realidad Asiria ganaba la mayoría de las batallas, pero sus enemigos se recuperaban más fácilmente mientras estaba ocupada en otros lugares. De todos modos, la situación fue sin duda caótica e incierta para toda la zona.
Por su parte, Egipto logró reponerse temporalmente. En 1186, un gobernante tebano llamado Setnajt, que afirma ser descendiente de Ramsés II, logra unificar todo Egipto y se convierte en el primer faraón de la XX dinastía. En 1184 le sucede su hijo con el nombre de Ramsés III. Mientras tanto la Grecia Micénica iba de mal en peor. Equipados con armas de hierro, los dorios fueron abriéndose paso lentamente sin que los orgullosos aqueos pudieran hacer nada por evitarlo.
Desde Chipre, los pueblos del mar atacaron Canaán y avanzaron de nuevo hacia Egipto. En 1177 Ramsés III logró rechazarlos en la que se considera la primera batalla naval de la historia, pero ésta sería su última campaña. Egipto perdió sus posesiones imperiales. A partir de entonces sus fronteras se redujeron al valle del Nilo. El Nuevo Imperio había terminado. Palestina fue ocupada por los pueblos del mar. Éstos se llamaban a sí mismos Peleset, aunque actualmente se les conoce como Filisteos. El nombre de "Palestina" deriva de Peleset. Los filisteos eran principalmente griegos, una oleada que precedió a la de los Dorios y que fue empujada al mar por éstos, pero al llegar a Palestina se encontraron con una cultura superior a la suya y no dudaron en asimilarla. En poco tiempo habían abandonado su propia lengua y adoptado la de los cananeos (una forma arcaica de hebreo). Esencialmente, los filisteos ocuparon cinco ciudades gobernadas cada una por su propio rey, pero que mantenían una débil coalición. Tres de ellas estaban junto a la costa: Asdod, Ascalón y Gaza, mientras que otras dos estaban en el interior: Ecrón y Gat.
Sin la intervención egipcia, los israelitas pudieron penetrar más fácilmente en Canaán. Poco a poco fueron enfrentándose a las ciudades locales, esclavizando a las más débiles y pasando a cuchillo a las más beligerantes. En cambio, no pudieron imponerse a los filisteos que, pese a ser pocos, tenían armas de hierro. Más aún, los filisteos consiguieron someter a tributo a la tribu israelita de Dan y a otras dos tribus invasoras que sólo más tarde fueron incluidas en la federación de Israel: las tribus de Judá y Simeón. La primera parece estar muy relacionada con los edomitas, mientras que la segunda fue una tribu menor que no tardó en ser absorbida por Judá.
Babilonia había quedado libre de la dominación asiria, pero sus gobernantes casitas no fueron capaces de aprovechar la situación y quedó en la anarquía. Quién sí supo reaccionar fue el antiguo Elam, que envió expediciones para saquear Babilonia. En 1174 los elamitas se llevaron dos grandes reliquias: la estela con el código de Hammurabi y la estela de Naram-Sin.
En 1158 murió Ramsés III, que fue sucedido por una larga serie de reyes llamados todos Ramsés, conocidos como ramésidas. Se abría así un periodo en el que el poder del faraón fue decayendo en favor del poder sacerdotal. Todas las tumbas de Tebas (excepto la de Tutankamón) fueron saqueadas.
Mientras tanto los dorios ocupaban posiciones cada vez más al sur de Grecia y con sus movimientos desplazaban a las tribus eolias. Hacia 1150 una de ellas, la formada por los tesalios ocupó la región en la que se establecerían definitivamente, y que tomó el nombre de Tesalia.
Por esta época la ciudad fenicia de Sidón se había recuperado del ataque de los pueblos del mar y había logrado hacerse con armas de hierro. Las tribus israelitas estaban distribuidas más o menos como indica el mapa. La de Leví era la menor de todas y no ocupó más que unas pocas ciudades dispersas. La tribu de Dan estaba junto a los territorios filisteos, pero un grupo de danitas que no estaba dispuesto a soportar la dominación filistea decidió emigrar hacia el norte, tomó la ciudad de Lais, la saqueó y se estableció en ella, rebautizándola con el nombre de Dan. Judá y Simeón estaban sometidas a los filisteos, mientras Gad y Rubén, al otro lado del Jordán, litigaban con los reinos hebreos de Amón y Moab. Aser, por su parte, quedó bajo la dominación de Sidón. Las tribus del norte (aparte de Aser) tenían menos problemas, y parece que la de Efraím disfrutaba de un cierto liderazgo entre ellas.
Los cananeos del norte aprovecharon el resurgimiento de Sidón para planear una gran ofensiva contra los israelitas. La liga cananea fue encabezada por Jabín, rey de la ciudad de Hazor. La tribu más cercana sobre la que se cernía la amenaza era Neftalí, que a la sazón tenía como caudillo a Barac. Éste debió de comprender que sus hombres no podrían resistir por sí solos a un ejército bien dotado, así que se apresuró a pactar con Efraím. Según la Biblia, por aquel entonces Efraím estaba dirigido por una mujer llamada Débora, la cual (bajo la condición de capitanear el ejército) aportó no sólo sus propios hombres sino también los de las tribus de Manasés y Benjamín (las otras dos tribus de Raquel, al parecer bajo el dominio de Efraím). Puesto que también les afectaba de cerca la amenaza cananea, las tribus de Zabulón e Isacar se unieron a la coalición, con lo que en total fueron seis las tribus a las que se enfrentó Jabín. Los israelitas aplastaron a sus oponentes junto al monte Tabor, destruyeron Hazor y, a partir de entonces los cananeos ya no supusieron ningún peligro serio para Israel.
Hacia 1120 otra tribu eolia, los beocios, se vio obligada a asentarse al sur de Tesalia ante el avance dorio. La región se conoció desde entonces con el nombre de Beocia.
Hacia 1124 un babilonio nativo consiguió hacerse con el poder y puso fin a la dominación casita. Se llamaba Nabucodonosor I. También derrotó completamente a los elamitas. Por un momento parecía que Babilonia iba a dominar de nuevo Mesopotamia, pero no fue así. Por aquel entonces, Asiria también estaba recuperándose. En 1115 llegó al trono Teglatfalasar I, el cual dispuso de un ejército con armas de hierro con el que derrotó a Nabucodonosor I en 1103 y reconstruyó lo que había sido el imperio de Tukulti-Ninurta. Por el oeste llegó hasta Fenicia, donde hizo tributarias a Biblos y a Sidón. La frontera más conflictiva era Arabia. Durante los años de anarquía precedentes, las tribus árabes habían hostigado como de costumbre a Mesopotamia. Ahora Teglatfalasar I intentaba detenerlas. Esta vez se trataba de los Arameos, contra los que Asiria inició una serie de campañas. En general, las campañas contra los nómadas nunca son definitivas, pues los guerreros nómadas se retiran fácilmente y aparecen por otras zonas indefensas, o sencillamente desaparecen hasta que pasa el peligro.
También los israelitas sufrían ahora los ataques de los nómadas de Arabia. Los llamados Madianitas azotaban principalmente a la tribu de Manasés. El caudillo de esta tribu era entonces Gedeón. La Biblia describe una trama con la que Gedeón cuestionó la supremacía de Efraím. Al parecer, Gedeón formó una coalición con las tribus del norte que habían luchado contra los cananeos en el monte Tabor, pero sin dar a Efraím ningún trato preferente. Al contrario, le informó tarde y parcialmente de sus planes, de modo que cuando atacó por sorpresa a los madianitas los guerreros de Efraím no estaban presentes, sino que Gedeón los condujo a los vados del Jordán, por donde esperaba que huyeran los madianitas. Así, Efraím destruyó a los madianitas en fuga, pero todo el mérito recayó sobre Gedeón. Sin embargo, Efraím no acepto la situación e Israel estuvo al borde de la guerra civil. Gedeón tuvo que reconocer la supremacía de Efraím.
Las tribus de Israel tuvieron que enfrentarse cada vez con más frecuencia a luchas internas por el poder. Hasta entonces, cada tribu estaba dirigida por un caudillo o juez elegido por aclamación popular. Esto funcionaba bien cuando los israelitas eran sencillas tribus nómadas, pero ahora el poder significaba riqueza, con lo que cada vez fue más codiciado. Así, con la fama que había adquirido Gedeón era natural esperar que fuera sucedido por uno de sus hijos, así que uno de ellos Abimelec, decidió matar a sus numerosos hermanos para ser el único pretendiente legítimo a la judicatura. Sucesos como estos movieron a algunos israelitas a proponer una monarquía hereditaria que evitara los conflictos en la sucesión. El problema era que elegir un rey podía ocasionar conflictos mucho más violentos que la sucesión de cualquier juez. Entre tanto, las aspiraciones al liderazgo continuaban. En la tribu de Gad surgió un caudillo capaz, llamado Jefté, que consiguió una victoria completa contra el reino de Amón. Por lo visto, Efraím consideró que Jefté no le había consultado debidamente sus planes, por lo que le exigió cuentas igual que lo había hecho con Gedeón. Sin embargo, Jefté no se amilanó, sino que dejó que Efraím enviara un ejército a pedirle cuentas, lo derrotó, e incluso pudo cortarle la retirada por los vados del Jordán hasta aniquilarlo completamente. Esto sucedió hacia el 1100 y así terminó la supremacía de Efraím.



LOS ISRAELITAS


Durante el siglo XI China experimentó cambios importantes en su estructura política y social. Tras un reinado de unos 500 años, la dinastía de los Chang fue derrocada, y se instauró la dinastía Cheu. Su primer rey fue Wu, y provenía de los confines occidentales del país. Estableció la capital en Hao, en el valle del Wei. Distribuyó el territorio entre los miembros de su familia y los aliados. Se originó así un sistema feudal en el que unos grandes señores ejercían a la vez la autoridad política y religiosa, regulando el culto tradicional a los antepasados. Estos señores gozaban de gran independencia, y la sumisión al rey era meramente formal. Sólo los parientes más próximos (que ocuparon los estados de Qi, Lu y Jin) estuvieron realmente sometidos al monarca. En los siglos siguientes se llamó Wu a una clase de sacerdotes hechiceros que gozaron del respeto (o a veces del temor) de los chinos de todas las clases sociales. En esta época la diversidad cultural china se había subsumido en una identidad nacional por la que los chinos se distinguían a sí mismos de los bárbaros no civilizados del entorno. El mundo se concebía como un cuadrilátero, a cada uno de cuyos lados correspondía un color y una divinidad. Por encima de los dioses de los puntos cardinales, del Sol, de la Luna, de la Tierra, de las montañas, nubes, ríos y demás fenómenos naturales, estaba Shangdi, la divinidad suprema omnipotente, que residía en un palacio junto con cinco ministros. No obstante, Shangdi no contaba con santuarios, ni se le ofrecían sacrificios. Los antepasados del rey estaban en contacto con Shangdi. Los vivos podían ponerse en contacto con sus antepasados mediante un oráculo basado en la observación de huesecillos.
El rey Wu fue sucedido por su hijo Ch'eng, cuyo reinado legitimó definitivamente el cambio dinástico. Se conservan muchos documentos sobre ceremonias y actos de investidura encaminados sin duda a que la antigua nobleza aceptara a los nuevos amos.
En México aparecen las primeras manifestaciones arquitectónicas olmecas: los poblados se concentran alrededor de los centros ceremoniales, se construyen casas sobre plataformas de piedra, templos, basamentos escalonados y montículos funerarios. Aparece una mitología más estructurada. Los principales dioses eran Huehueteotl, dios del fuego y Tlaloc, dios de la lluvia. Se han encontrado cabezas colosales de más de dos metros de altura, lápidas, sarcófagos y muchas obras de gran maestría técnica.
Hacia 1100 los dorios ocuparon el Peloponeso, con lo que completaron la conquista de Grecia y terminó definitivamente la edad Micénica. Grecia cayó en la paz de los cementerios. Durante los desórdenes de los años precedentes, los campesinos tendieron a atrincherarse en ciudades amuralladas, que ahora se convirtieron en unidades autosuficientes bajo el dominio dorio, conocidas como Polis. La palabra Polis significa "ciudad" en griego, pero la polis no era una ciudad en el sentido usual. Era una ciudad-estado sin ninguna relación con las polis vecinas, con una economía de subsistencia y, en esta época, en los umbrales de la miseria. Mientras los griegos micénicos se habían mezclado con los pelásgicos, los dorios adoptaron una actitud clasista, o incluso racista, frente a los micénicos, reducidos a la esclavitud. Esparta se convirtió en una de las principales polis dorias, mientras que Micenas, Tirinto y otras ciudades importantes del periodo anterior fueron incendiadas y reducidas a tristes aldeas. Hubo, no obstante, unas pocas regiones que se libraron del dominio dorio. Una de ellas fue el Ática, con Atenas a la cabeza, y otra era Arcadia, situada en los montes más altos del Peloponeso. En estas zonas surgió una identidad jonia que reivindicaba su legítima ocupación de Grecia, frente a los dorios invasores. Así, mientras los dorios tenían a los jonios como iguales a sus esclavos, los jonios tenían a los dorios como salvajes. Una parte de la población jonia emigró a las islas del Egeo. La primera en recibirlos fue Eubea, la isla mayor del Egeo y más próxima al continente. Allí se fundó la ciudad de Calcis, cuyo nombre deriva de la palabra griega para "bronce". Probablemente fue un centro de trabajo del bronce. Al este de Calcis estaba la ciudad de Eretria, que también alcanzó cierta importancia.
Mientras tanto, Egipto seguía bajo el reinado oficial de los ramésidas y bajo el dominio real de los sacerdotes. En 1093 fue asesinado el rey asirio Teglatfalasar I y sus sucesores no supieron mantener el imperio. Las invasiones arameas se hicieron más efectivas y toda mesopotamia permaneció en la anarquía durante más de un siglo, durante el que se libraron continuos y estériles combates entre Asiria, Babilonia y Urartu. En 1075 murió Ramsés XI y fue sucedido por el sacerdote de Amón, pese a no guardar ningún parentesco con el antiguo rey. Por otro lado, en la región del delta se proclamó rey simultáneamente otro sacerdote que inauguró la XXI dinastía. Egipto volvía a estar dividido.
En Canaán, los fenicios y los filisteos ocupaban la costa con cierta prosperidad, mientras los israelitas iban afianzando sus conquistas. Aunque originalmente eran un conglomerado de tribus muy distintas en todos los aspectos, la necesidad de hacer causa común frente a los cananeos fue unificándolos y paulatinamente fueron creando una mítica historia común basada en tradiciones diversas.
El relato afirma que los israelitas eran originariamente esclavos en Egipto, a los que un patriarca llamado Moisés liberó con la ayuda de un dios poderoso. Éste hizo un pacto con los israelitas: a cambio de ser adorado les concedería una tierra prometida, habitada hasta entonces por pecadores a los que debían destruir en su nombre y con su ayuda. La forma en que debían adorar a este dios quedaba completamente estipulada en la alianza a través de un código escrito de diez mandamientos. Los israelitas (incluido el propio Moisés) incumplieron en muchas ocasiones estas leyes, así que fueron castigados a vagar por el desierto del Sinaí durante cuarenta años, de modo que sólo sus hijos verían la tierra prometida. Moisés fue sucedido por Josué, que conquistó fácilmente Canaán con la ayuda divina.
Se ha puesto en cuestión que algo de esto tenga una base histórica, pero indudablemente la ley mosaica existe y, aunque probablemente tiene muchos añadidos posteriores, su núcleo es un complejo sistema de leyes diseñado para regular la vida de un pueblo de ganaderos nómadas. Además de los diez mandamientos primitivos, había todo un sistema de leyes transmitidas oralmente que regulaban por completo la vida itinerante de los israelitas en sus aspectos penales, sociales (regulación de la propiedad, incluida la esclavitud), religiosos y hasta cuestiones de higiene y alimentación. La base del sistema de justicia era el ojo por ojo y diente por diente: los delitos de sangre se pagaban con la muerte y los daños a la propiedad con multas. No es razonable suponer que dichas leyes fueron creadas después, cuando los israelitas ya no eran un pueblo nómada (al contrario, muchas de ellas quedaron desfasadas) y, a la vez, la ley mosaica era demasiado refinada para haber sido ideada por unos toscos pastores. Por otra parte, la leyenda de Moisés y sus antecedentes están adornados con varias fábulas de indudable origen egipcio.
Una conjetura razonable es que Moisés dirigió la retirada de un grupo (relativamente pequeño) de cananeos cuando los hicsos fueron expulsados de Egipto y los condujo hacia el Sinaí. Tal vez planeó reclutar un ejército entre la población nómada de la península con el que reconquistar Egipto o al menos una parte de Canaán. Tal vez alertó a los nativos de que un Egipto resurgido amenazaba con dominar de nuevo sus tierras y los llevó consigo hacia el sur (librándolos, en cierto sentido, de la esclavitud egipcia). Tal vez así se convirtió en caudillo de una tribu (la que después se desdoblaría en las tribus de Efraím y Manasés). En cualquier caso, podemos aceptar que alguien llamado Moisés guió por el desierto a un pueblo de pastores nómadas y que, según la Biblia, les dio unas leyes. El relato bíblico encaja aquí muy bien: como todos los legisladores de la época, Moisés no podía esperar que sus leyes fueran respetadas si no tenían un origen divino, así que debió de escoger el dios más temido por sus hombres, un dios de las tormentas al que los pastores suplicaran clemencia en los peores temporales, se retiró a un monte y volvió con unas tablas de piedra en las que estaban esculpidos los diez mandamientos básicos de su ley.
Moisés fue más meticuloso que Abraham al describir a su dios. Probablemente no lo inventó, sino que lo tomó de entre los numerosos dioses que a la sazón debían de tener sus hombres. Probablemente, este dios se llamaba Eloím. Se conocen dos textos de la época en la que los israelitas ya estaban asentados en Canaán, uno correspondiente a la tribu de Efraím y otro a la de Judá, los cuales relatan tradiciones similares, pero el dios de Efraím se llama Eloím,mientras que el dios de Judá se llama Yahveh. La tribu de Judá fue una de las últimas que se unió a la confederación de Israel, y es probable que identificara un dios propio con el dios de Efraím (igual que los egipcios identificaron en su día los dioses Ra y Amón). La versión final de la Biblia fue escrita por los judíos, por lo que el nombre definitivo del dios de Moisés fue Yahveh. De hecho, los israelitas desarrollaron más adelante la idea de que pronunciar el nombre de dios era un sacrilegio. Es posible que ello fuera un medio con el que los sacerdotes trataron de evitar polémicas sobre si el dios común de los israelitas era Eloím, Yahveh, u otro. Esto casi hace que los judíos olvidaran el nombre de su dios. En efecto, el hebreo sólo escribe las consonantes, si bien más tarde se ideó un sistema de signos ortográficos para indicar las vocales. En las ediciones de la Biblia, sobre las consonantes YHVH los judíos anotaban las vocales de Adonay, el Señor, que es lo que leían en la práctica para no pronunciar el inefable nombre de Dios. La combinación de las consonantes de Yahveh con las vocales de Adonay produce una palabra extraña al oído hebreo que evoluciona de forma natural a Jehovah. Aún hoy hay creyentes que llaman así a su dios, sin darse cuenta de que este nombre es simplemente un híbrido absurdo de vocales y consonantes de dos palabras distintas.
Volviendo a Moisés, sus leyes muestran claramente su esfuerzo por asegurar el temor de dios en su pueblo, así como un intento de excluir la competencia de otros cultos. Basta leer los dos primeros mandamientos:
1) Yo soy el Señor, dios tuyo, que te he sacado de la tierra de Egipto, de la casa de la esclavitud. No tendrás otros dioses delante de mí.
2) No harás para ti imagen de escultura ni figura alguna de las cosas que hay arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni de las que hay en las aguas, debajo de la tierra. No las adorarás ni rendirás culto. Yo soy el Señor, dios tuyo, el fuerte, el celoso, que castigo la maldad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación, de aquellos que me aborrecen; y que uso de misericordia hasta millares de generaciones con los que me aman y guardan mis mandamientos. (Ex. XX, 2-6)
Es de notar que Moisés no tenía las pretensiones de Akenatón, y en ningún momento insinuó que su dios fuera el único verdadero. Sólo decía que su dios no toleraba que quienes le adoraban rindieran culto también a otros ídolos. Moisés instituyó una clase sacerdotal que cuidaba de las cuestiones del culto y le sustituían como juez en los casos menores. Según la Biblia, el sacerdocio estaba encomendado a la tribu de Leví, a la cual pertenecía el propio Moisés. Tal vez los levitas fueran los cananeos que escaparon de Egipto con Moisés cuando los hicsos fueron expulsados.
Las Tablas de la Ley fueron guardadas en un arca sagrada, el Arca de la Alianza, pues Dios prometió a los israelitas una "tierra de la que mana leche y miel", como a menudo es descrita en la Biblia, si seguían sus leyes. Éstas son las palabras de la Alianza:
Respondió el Señor: Yo estableceré Alianza con este pueblo en presencia de todos; haré prodigios nunca vistos sobre la tierra, ni en nación alguna: para que vea ese pueblo que tú conduces la obra terrible que Yo, el Señor, he de hacer. Tú observa todas las cosas que yo te encomiendo en este día y Yo mismo arrojaré de delante de ti al amorreo, y al cananeo, y al heteo, al ferezeo también, y al heveo, y al jebuseo. Guárdate de contraer jamás amistad con los habitantes de aquella tierra, lo que ocasionaría tu ruina. Antes bien destruye sus altares, rompe sus estatuas y arrasa los bosquetes [consagrados a sus ídolos]. No adores a ningún dios extranjero. El Señor tiene por nombre Celoso. Dios quiere ser amado Él solo. No hagas liga con los habitantes de aquellos países, no sea que después de haberse corrompido con sus dioses y adorado sus estatuas, alguno te convide a comer de las cosas sacrificadas. No desposarás a tus hijos con sus hijas, no suceda que, después de haber idolatrado ellas, induzcan también a tus hijos a corromperse con la idolatría. (Ex. XXXIV, 10-16).
Evidentemente este texto contiene anacronismos, pero tal vez refleja una prevención original de Moisés, que no estaba dispuesto a que sus hombres cometieran el mismo error que los hicsos y así, para evitar que convivieran con los pueblos invadidos con riesgo de que éstos terminaran alzándose contra ellos, inventó e inculcó en sus hombres la intolerancia religiosa. En efecto, cada vez que los israelitas tienen ocasión de conquistar una ciudad, el mandato divino es siempre pasar a cuchillo a todos sus habitantes, incluso a las mujeres y a los niños. Los israelitas aplicaron esta política siempre que la ocasión lo permitió.
Si en efecto Moisés salió de Egipto cuando la expulsión de los hicsos, entonces su peregrinaje no fue de cuarenta años, sino de unos trescientos. Tal vez el plan original de Moisés fue reconquistar Egipto o, al menos Canaán, lo antes posible, pero en un momento dado debió de darse cuenta de que el Nuevo Imperio Egipcio era intocable, por lo que debió de comunicar a su pueblo que, a causa de sus muchos pecados, Dios había decidido que ninguno de ellos vería la tierra prometida, sino que se la daría a sus hijos, después de que ellos murieran en el desierto. Los israelitas usaban la palabra "hijo" en un sentido muy laxo, que igual podía significar "nieto", o "bisnieto", o lo que fuera. De este modo, los israelitas (o una parte de los que después serían llamados israelitas) debieron de permanecer en la península del Sinaí, o tal vez en Arabia, mientras Egipto fue invencible, conservando siempre la ilusión de la tierra prometida, y salieron de nuevo a escena tan pronto como detectaron signos de debilidad.
Hay una parte del relato bíblico que no encaja con esta interpretación, lo que indica una procedencia distinta. Según esta parte, los israelitas descendían de José (en realidad de José y sus once hermanos, pero este añadido es sin duda muy posterior), que era un cananeo que, de esclavo, había pasado a virrey de Egipto. La leyenda de José parece provenir de los tiempos de Amenofis III y Akenatón (cuando Moisés ya llevaría muerto mucho tiempo). La familia de José proliferó, pero "Entre tanto, se alzó en Egipto un nuevo rey, que nada sabía de José" (Ex. I, 8) y los israelitas fueron reducidos a la esclavitud. Después, el dios de Moisés lanza sobre Egipto una serie de plagas hasta que el rey decide liberar a los israelitas, luego se arrepiente de su decisión y sale a perseguirlos, pero el dios de Moisés abre un pasillo en las aguas del mar Rojo y lo vuelve a cerrar cuando los israelitas ya habían pasado al otro lado, mientras el rey egipcio moría ahogado. ¿De qué faraón escaparon los israelitas? La Biblia dice también que los esclavos israelitas "... edificaron al faraón las fuertes ciudades almacenes de Fitom y Ramsés" (Ex. I, 11), Así que el faraón debía de ser Ramsés II o, a lo sumo, su hijo Meneptah. Ahora bien, por supuesto, ninguno de ellos murió en el mar Rojo.
Es muy probable que alguna de las tribus israelitas escapara de la parte oriental del delta del Nilo en tiempos de Meneptah (los que edificaron las ciudades de Fitom y Ramsés). Las siete plagas pueden ser un recuerdo de las calamidades que sufrió Egipto con la invasión de los pueblos del mar y, ciertamente, éstas pudieron darles la oportunidad de escapar. El nombre de la tribu de Isacar parece provenir de Sokar, que era un dios egipcio. Las historias de los recién llegados acabarían fundiéndose anacrónicamente con las leyendas sobre Moisés, aportando más colorido a la salida de Egipto. El intervalo tradicional de cuarenta años puede ser un compromiso entre los tres siglos de una fuente y los pocos años de otra.
Al llegar a Canaán, los israelitas entraron en contacto con la leyenda de Abraham. Probablemente fue a través de los hebreos. Al parecer, los Idumeos se consideraban descendientes de Esaú, el primogénito de Isaac, hijo a su vez de Abraham, y, por consiguiente, legítimos herederos de la tierra que le había sido concedida a éste por su dios. Por su parte, los moabitas y amonitas se consideraban descendientes de Lot, sobrino de Abraham. Esto obligó a modificar las leyendas no sin cierto descaro. Por ejemplo, la relación de Esaú con Edom es explicada así en el Génesis:
Había un día guisado Jacob cierta menestra cuando Esaú, que volvía fatigado del campo, se llegó a él y le dijo: Dame esa menestra roja que has cocido, pues estoy sumamente cansado. Por cuya causa se le dio después el sobrenombre de Edom [que, por una falsa etimología, se interpreta como "rojo"]. (Gen. XXV, 29-30).
Esta teoría legitimaba las posesiones hebreas, pues el dios de Abraham había otorgado Canaán a sus descendientes. En Gen. XIV, 13, Abraham es llamado Abram el hebreo. Ahora bien, Josué llegaba también con un dios que le había prometido una tierra que, sin duda, tenía que ser Canaán. No debió de ser difícil identificar el dios de Moisés con el dios de Abraham. Para consolidar la recién creada confederación israelita, Josué debió de convencer a sus socios de que todos ellos descendían de Abraham a través de su nieto Jacob. Con el tiempo se limarían los detalles: al igual que Esaú había tenido doce hijos (que se correspondían con otras tantas tribus idumeas), también Jacob tuvo doce descendientes, uno de ellos era José, que a su vez tuvo dos hijos: Efraím y Manasés, y once hermanos, en correspondencia con las once tribus restantes. Sin embargo la leyenda necesitaba algunas modificaciones que, de nuevo, la Biblia recoge sin complejos. Por ejemplo, intercalado en la historia de Jacob, sin que guarde relación alguna con lo anterior y lo posterior, encontramos este sorprendente pasaje:
Quedóse solo y he aquí que se le apareció un personaje que comenzó a luchar con él hasta la mañana. Viendo este varón que no podía sobrepujar a Jacob, le tocó el tendón del muslo, que al instante se secó. Y le dijo: déjame ir, que ya raya el alba. Jacob respondió: No te dejaré ir si no me das la bendición. ¿Cómo te llamas?, le preguntó. Él respondió: Jacob. No ha de ser ya tu nombre Jacob, sino Israel [que, por una etimología no del todo correcta, significa "hombre que lucha con Dios"], porque si con el mismo Dios te has mostrado grande, ¿cuánto más prevalecerás contra los hombres? Preguntóle Jacob: ¿cuál es tu nombre? Respondió: ¿por qué quieres saber mi nombre? Y allí mismo le dio su bendición. (Gen. XXXII, 24-29)
En lo que sigue, Jacob sigue llamándose Jacob. Sólo en el libro del Éxodo pasa a ser llamado Israel. De este modo, los israelitas pasaron a considerarse hijos de Jacob. Según estas cuentas, las tribus de Israel pasaron a ser doce: Efraím y Manases eran dos medias tribus, que componían la tribu de José. La diosa Raquel pasó a ser la madre de José y Benjamín, mientras que Lía se convirtió en la madre de Rubén, Isacar y Zabulón. Gad y Aser pasaron a ser hijos de una esclava de Lía, mientras que la madre de Dan y Neftalí fue una esclava de Raquel. El supuesto antecesor de la tribu sacerdotal de Leví, así como los de los últimos miembros de la coalición, Judá y Simeón, debieron de incorporarse tardíamente entre los hijos de Lía. La tierra concedida por el dios de Abraham a sus descendientes se convirtió en una mera promesa que no se realizó hasta que sus auténticos herederos, esto es, los israelitas, ocuparon Canaán. De nuevo, algunos puntos débiles del argumento se fueron retocando más adelante. Por ejemplo, Jacob no era realmente el heredero de Abraham (por línea directa), sino que lo era Esaú, pero Esaú decidió cederle amablemente los derechos a cambio de la famosa menestra roja (que, más concretamente, era un plato de lentejas). Además, Jacob se las arregló con la ayuda de su madre para que Isaac lo declarara su heredero en su lecho de muerte, confundiéndolo con Esaú. En fin, añadiendo a esto una serie de profecías que garantizaban que era voluntad divina que Jacob heredara los derechos de Abraham, los israelitas se encontraron con que su invasión era, se mirara como se mirara, la voluntad de Dios.
La Biblia da indicios de que Josué debió de aprovechar la historia de Abraham para infundir ánimo a sus hombres. Al parecer, Dios ordenó a Josué que los circuncidara a todos. Probablemente fue Josué quien "descubrió" que el dios de Abraham (o el de Moisés) había ratificado su alianza con el rito de la circuncisión (rito de origen egipcio que practicaban los cananeos, pero no los israelitas). Josué debió de explicar a sus hombres que durante los años de peregrinaje por el desierto habían abandonado la circuncisión, y sin duda ése era el motivo por el que Dios no les ayudaba a conquistar la tierra prometida, pero la orden que Dios he daba ahora hacía presagiar que, una vez circuncidados, Dios los reconocería como su pueblo elegido y los conduciría triunfantes a la victoria. Filosofías aparte, es razonable pensar que unos hombres toscos amedrentados por la opulencia de las tierras civilizadas (algo revueltas, pero civilizadas al fin) redoblarían su ánimo tras un ritual tan molesto como el que se les proponia (un hombre dispuesto a eso, merecía sin duda los favores del "dios de los ejércitos", como se le empezaba a llamar).
Según el libro de Josué, el efecto de la circuncisión fue inmediato: los israelitas ganaron todas las batallas. Dios separó las aguas del Jordán para facilitar el paso de su pueblo. Para tomar Jericó, sólo tuvieron que hacer sonar unas trompetas (siguiendo la indicación divina) y las murallas cayeron, juego fueron tomando una ciudad tras otra matando a cada rey junto con todos sus habitantes, el Sol detuvo su curso para que Josué pudiera terminar una batalla, etc. En cambio, en el libro de los Jueces la invasión se describe como un proceso mucho más penoso, lleno de avances y retrocesos, un proceso que se llevó a cabo a lo largo de unos cien años.
La religión israelita era muy diversa. Todas las tribus debieron de adoptar como dios principal al dios de Efraím, identificado con el de Abraham, llamado Eloím o Yahveh. Le erigieron un santuario en Siló, en territorio de Efraím, donde se guardaba el Arca de la Alianza, que contenía las tablas con los diez mandamientos y era el centro de numerosas peregrinaciones y rituales. Los levitas consiguieron que las pocas ciudades que quedaron a su cargo se convirtieran en una especie de santuarios respetados por todos, donde podían refugiarse los perseguidos en busca de justicia. Tal vez ellos conservaron más o menos íntegras las tradiciones del culto a Yahveh, en particular su recelo y desprecio hacia otros dioses, pero lo cierto es que esta pretendida exclusividad fue siempre minoritaria entre los israelitas: cada tribu había traído sus propias creencias a las que no estaba dispuesta a renunciar. Los israelitas adoraban a una multitud de dioses de origen cananeo o incluso egipcio: Baal, Astarté, Anat, etc. Estaba muy difundida la creencia de que los muertos viajaban a un lugar llamado Seol, sobre el que, al parecer, Dios no tenía jurisdicción, donde permanecían para siempre, si bien se les podía invocar con ayuda de unas estatuillas sagradas llamadas Terafim con las que se les podía consultar y predecir el futuro. Otra manifestación religiosa israelita la constituían los profetas. Aunque el concepto de profeta evolucionó considerablemente a lo largo de la historia, en esta época eran una especie de místicos que entraban en trance y supuestamente tenían visiones adivinatorias. Los profetas en éxtasis debían de intimidar bastante a las gentes sencillas, así que gozaban de cierta autoridad.
Los principales enemigos de los israelitas eran, sin duda, los filisteos. La Biblia contiene muchas leyendas sobre las luchas entre israelitas y filisteos, la más famosa de las cuales es sin duda la de Sansón y Dalila. Hacia el 1050 los filisteos infligieron una grave derrota a los efraimitas cerca de Siló. Efraím trató de reponerse recurriendo a sus aliados, pero la disciplina filistea superó con creces a la desorganización israelita y los filisteos vencieron de nuevo. Una derrota completa de Efraím podía suponer la creación de un imperio filisteo y el desastre para todos los israelitas. Efraím trató de dar un golpe de efecto: transportó el Arca de la Alianza desde Siló hasta las inmediaciones de los ejércitos filisteos. Esto infundió ánimos a sus hombres, pues pensaban que ahora su dios estaba con ellos (la idea de que Dios está en todas partes no se le había ocurrido todavía a nadie, la cuestión entonces para los israelitas era más bien si Yahveh sería capaz de derrotar a los dioses filisteos). Sin embargo, los filisteos confiaron en sus propios dioses, atacaron inmediatamente y las armas de hierro prevalecieron una vez más sobre las armas de bronce y el dios israelita juntos. Siló fue destruida para siempre y el Arca de la Alianza fue capturada. Los filisteos dominaron los territorios de Efraím y Benjamín, poniendo en jaque al resto del territorio israelita.
Sin embargo, parece ser que resistió una especie de guerrilla en las montañas encabezada por un líder religioso llamado Samuel, que pronto ganó una gran reputación entre todos los israelitas. Más tarde, cuando Samuel ya era mayor, destacó un joven benjaminita llamado Saúl. Hacía tiempo que los israelitas se planteaban la conveniencia de elegir un rey, pero ahora Samuel retomó la cuestión con más insistencia y propuso elegir a Saúl. Si Israel quería sobrevivir necesitaba unirse bajo un mando único. La idea no acababa de convencer a los profetas y, aunque la mayoría de los israelitas debía de verla con buenos ojos, el problema era que ninguna tribu parecía dispuesta a aceptar un rey de otra tribu por el mero hecho de que conviniera aceptar uno.
Sin embargo, Saúl logró la reputación necesaria gracias a unos incidentes ocurridos en Gad, al este del Jordán. Los amonitas habían cercado la ciudad de Jabes-Galaad y sólo aceptaban la rendición si sus habitantes consentían que se les sacara el ojo derecho (o al menos, así lo contaron luego los israelitas). Por ello, los sitiados decidieron resistir y pidieron ayuda a las tribus del otro lado del Jordán. Saúl aceptó la petición, reunió todos los hombres que pudo, eludió a los filisteos, llegó a la ciudad antes de lo previsto, sorprendió a los amonitas y liberó la ciudad. Fue la primera hazaña de la que los israelitas podían enorgullecerse desde los tiempos de Jefté. El éxito de Saúl hizo triunfar a la corriente partidaria de elegirlo rey y Samuel, haciendo valer su propia reputación, se apresuró a investirlo con un ritual religioso apropiado. Esto sucedió hacia el 1020. El nuevo rey estableció su capital en Guibá, en el territorio de Benjamín, a unos cinco kilómetros al norte de Jerusalén.
Por esta época llegó al trono de Tiro el rey Abibaal. La ciudad tenía ya varios siglos de historia, pero hasta este momento había estado supeditada a Sidón, la principal ciudad fenicia. Sin embargo, ahora la situación iba a cambiar. La ciudad entera fue trasladada a una isla rocosa, donde era prácticamente inexpugnable y podía ser bien defendida con la ayuda de una flota. Los fenicios contaban con una larga tradición naval que se había venido abajo con la llegada de los pueblos del mar. Bajo Abibaal, la ciudad de Tiro fue recuperando esa tradición y ello le dio la supremacía frente a la antigua Sidón.
Volviendo a los israelitas, los filisteos se propusieron abortar la creación del reino de Saúl, pero no les resultó fácil. Jonatán, el hijo de Saúl, derrotó a una pequeña guarnición filistea cercana a Guibá, mientras su padre se atrincheraba en Michmash, un poco más al norte. Los filisteos avanzaron contra Michmash, pero fueron sorprendidos por una rápida incursión de Jonatán. Los filisteos calcularon mal el número de tropas que les atacaba y decidieron retirarse. Ante esta situación, Judá, sometida desde un principio a los filisteos, decidió rebelarse y se declaró fiel a Saúl. Un ejército unido judeo-israelita derrotó a los filisteos en Shocoh, al sur de Jerusalén, y toda Judá quedó anexionada a Israel. Saúl llevó sus tropas a Judá y derrotó a los amalecitas, un pueblo nómada que vivía al sur y que causaba los típicos estragos periódicos. Así el rey mostró su poder a Judá al tiempo que se ganaba su gratitud.
Sin embargo, Saúl no fue tan buen diplomático como general. Por una parte recelaba de su hijo Jonatán, que había conseguido gran popularidad ante el ejército y temía que pudiera derrocarle. Llegó a ordenar la ejecución de Jonatán por cierta violación de un ritual, pero el ejército se opuso y tuvo que revocar la orden. La situación se volvió más tensa. Por otro lado, Saúl disputó a Samuel la autoridad religiosa, lo que le valió la enemistad del propio Samuel. Tras otros roces menores, la situación más tensa se produjo a raíz de la campaña contra los amalecitas. Al parecer, Samuel había indicado a Saúl cuál era la voluntad de Yahveh:
Ve, pues, ahora y destroza a Amalec, y arrasa cuanto tiene: no le perdones ni codicies nada de sus bienes, sino mátalo todo, hombres, mujeres, muchachos y niños de pecho, bueyes y ovejas, camellos y asnos. (Reg. XV, 3)
Sin embargo, Saúl sólo mató a los amalecitas, pero perdonó la vida a su rey Agag, (tal vez para usarlo como rehen) y distribuyó el botín entre sus soldados como recompensa (en lugar de sacrificarlo a Dios). El caso es que Samuel humilló públicamente a Saúl, tras lo cual consideró prudente retirarse a un segundo plano, pero Saúl sabía que en lo sucesivo contaba con la oposición de Samuel y, con él, la de los profetas. Saúl se volvió receloso hasta la paranoia. Entre las víctimas de sus sospechas estaba, además de su hijo, un joven judío que se había trasladado a Guibá tras la anexión. Se llamaba David, y pertenecía a una importante familia de Belén, al sur de Jerusalén. David era un político inteligente (más que Saúl) y también un buen general. Al principio gozó del favor de Saúl, que le concedió la mano de su hija Mical, pero era íntimo amigo de Jonatán, lo que suscitó los recelos del rey. Como David no era hijo suyo, lo tenía más fácil para urdir su muerte, pero Jonatán le previno y David abandonó sigilosamente Guibá y llegó a Judá, donde tuvo que mantener una guerra de guerrillas contra Saúl. David contaba con el apoyo de Samuel y los profetas, tal vez por el mero hecho de que se oponía a Saúl.
El rey persiguió implacablemente a David. Llegó a matar a un grupo de sacerdotes al enterarse de que uno de ellos había ayudado a David cuando huyó de Guibá. Con el tiempo, logró que a David le costara más obtener ayuda, hasta el punto que en un momento dado decidió pasarse al bando de los filisteos. Éstos vieron ahora su oportunidad. Israel estaba convulsionado por revueltas internas entre los partidarios de Saúl, los de Jonatán, los profetas, y ahora uno de los oponentes de Saúl se aliaba con ellos. Sin duda, un vigoroso ataque filisteo en estas condiciones iba a tener éxito.
Hacia 1000 un ejército filisteo se enfrentó nuevamente a Israel. Jonatán optó por ayudar a su padre ante la gravedad de los hechos, pero el ejército israelita fue arrollado por el pesado armamento filisteo. Jonatán murió en la batalla y Saúl, cuando lo vio todo perdido, se suicidó. Los filisteos obtuvieron de nuevo la hegemonía sobre Israel, como si Saúl nunca hubiera existido.
EL REY DAVID


A principios del primer milenio (si no antes) los pueblos indoeuropeos llegaron hasta Italia. Llevaron consigo el hierro y las nuevas costumbres asociadas a la metalurgia, como la incineración de los muertos. No introdujeron ningún tipo de organización política, sino que con el tiempo irían cristalizando distintas culturas a lo largo de toda la península. Francia empieza a ser ocupada por los Celtas, que introducen nuevas técnicas agrícolas.
En el este, los arios estaban plenamente instalados en la India. Por esta época se consolidó una rígida división social en cuatro clases. Estaban los brahmanes (sacerdotes), los chatria (guerreros), los vaisya (ganaderos y comerciantes) y los sudra (los antiguos aborígenes de la India, ahora reducidos a la esclavitud). En un largo proceso que arranca incluso antes de la invasión, los arios fueron desarrollando una religión antecedente del actual hinduismo. Los brahmanes eran los únicos que podían conocer los ritos y los textos sagrados, conocidos como veda, o revelación, redactados en sánscrito pero no por escrito, sino que se transmitían oralmente. El dios principal era Visnú, también llamado Siva, quien se ocupaba del mundo a través de sus numerosas esposas, entre ellas la benevolente Parvati, la guerrera Durga y la destructora Kali. El hinduismo se refiere a su doctrina como sanatana-dharma, que significa algo así como "ley cósmica universal sin origen", pues, al contrario que otras religiones, el hinduismo no tiene ningún fundador renombrado. Uno de sus aspectos más destacados es la idea de los ciclos y la reencarnación. Por ejemplo, cuando un hombre muere, se reencarna en una de las cuatro clases según la medida en que hubiera respetado el orden cósmico en sus vidas anterores. Así, bien mirado, las desigualdades por el nacimiento eran una expresión de la justicia universal.
Las acciones de un individuo que determinan su próxima reencarnación son su karma, pero el hombre cuenta con distintas vías para salir del ciclo de reencarnaciones (samsara) y llegar finalmente a la liberación (moksa). Puesto que todo pensamiento influye en el karma, una de las vías era el control del pensamiento mediante la meditación (la vía de la meditación). La principal técnica de meditación era el yoga. Por otra parte, estaba la vía de las obras, consistente en observar cuidadosamente los rituales tradicionales con la esperanza de acumular así un karma favorable y meritorio.
En Guatemala proliferan las comunidades agrícolas formadas por pueblos con una lengua común y que se extienden por la península de Yucatán. Es el preludio de la cultura Maya.
En Perú aparece la cultura Chavín, ya plenamente agrícola, que aunó a un amplio territorio cuyos habitantes adoraban a un dios felino. Su orfebrería en oro es la más antigua de América. En Chavín de Huantar se halla una plaza bordeada de plataformas presidida por una gran pirámide truncada, cuyo interior es un conjunto de galerías, cámaras y escaleras. Dispersas por todo el territorio, se encuentran estelas con representaciones de seres humanos con atributos felinos y aspecto feroz.
La ciudad fenicia de Tiro seguía afirmándose como potencia marítima. Comerciaba con Egipto y con Grecia, y empezaba a explorar el Mediterráneo occidental.
Los griegos jonios, tras haber ocupado paulatinamente las islas del Egeo, empezaron a poblar la costa oriental. Fueron ellos quienes la bautizaron como "Anatolia", que en griego significa "sol naciente". Así mismo adaptaron las palabras semitas "assu" y "ereb" (este y oeste), convirtiéndolas en Asia y Europa. Más precisamente, parece ser que fueron los cretenses quienes adaptaron así las palabras semitas, y los jonios las tomaron de los cretenses. La costa oriental del Egeo, juntamente con las islas, recibió el nombre de Jonia. Se fundaron doce ciudades en la costa, la más importante de las cuales era Mileto. Así los griegos entraron en contacto con los frigios, que por aquel entonces dominaban casi toda la mitad occidental de Anatolia, pero no se opusieron a la colonización griega. Al contrario, se sintieron atraídos por su cultura y mantuvieron siempre relaciones amistosas. Su capital más importante era Gordion. Los griegos decían que había sido fundada por Gordias, que había sido un campesino al que Zeus designó para ser rey de Frigia mediante un oráculo.
La Grecia continental empezaba a conseguir cierta estabilidad tras los estragos de la invasión doria. Hesíodo describe la Grecia de tres siglos más tarde y habla de cabañas de adobe con una única estancia para hombres y animales. Se pasa frío en invierno y calor en verano. Se come grano, cebollas, queso, leche y miel, pero no muy a menudo. Hay paludismo, y para huir de él hay que ir a colinas pedregosas, donde en su lugar hay hambre. No se podía comprar o vender con oro o cualquier otra cosa que sirviera de moneda. Para comprar un carro varias familias tenían que juntar sus reservas de grano. Periódicamente, los amos dorios venían de la ciudad a requisar parte de la cosecha, o incluso parte de los hombres, como soldados. Los nobles dorios llevaban una vida sobria, pero más llevadera. Algunos hombres encontraron una nueva forma de ganarse la vida: entreteniendo a sus amos con historias antiguas y no tan antiguas. Naturalmente, no eran historias sobre campesinos y sus cabañas de adobe. Trataban sobre héroes, reyes y dioses. Así, en Grecia fue surgiendo una de las mitologías más ricas de la historia, modelada en gran parte a conveniencia de los nuevos amos.
Por ejemplo, el triunfo de los dorios frente a los griegos micénicos tuvo su lógica contrapartida celestial: el dios principal de la religión micénica era Cronos, pero fue abatido por el dios principal de los dorios: Zeus, exactamente igual como Cronos había desplazado en su día a la diosa Gea. Naturalmente, el relevo de poder no podía deberse a una usurpación ilegítima. La leyenda explicaba que cuando Cronos derrocó a su padre Urano, éste le vaticinó que lo mismo le sucedería a él. Para evitar la profecía, Cronos devoraba a sus hijos tan pronto nacían, pero su esposa Rea reemplazó uno de ellos por una piedra, que el padre se tragó sin apreciar la diferencia. El hijo que se salvó fue Zeus, quien, tras una serie de visicitudes, destronó a su cruel padre y le obligo a regurgitar a sus hermanos (que seguían vivos, porque eran inmortales). Entre ellos estaban Hera (la que sería su última esposa), Poseidón y Hades. Los tres hermanos se repartieron el universo: Zeus quedó como rey de los cielos, Poseidón como dios de los mares y Hades como dios del mundo subterráneo de los muertos. De ellos surgiría la nueva generación de dioses griegos que gradualmente eclipsaría a las dos anteriores (la pelásgica y la micénica).
Igual que los sumerios situaron sus héroes míticos antes del diluvio, ahora los griegos situaban a los suyos en la era micénica, la edad de oro que había precedido a la presente edad de hierro, como ellos la describían. En la historia mítica de los griegos, Europa se convirtió en la primera pobladora de Creta, madre del rey Minos. Había una leyenda que debió de gustar especialmente a los dorios (si no es que fue íntegramente diseñada para ellos). Hacía referencia a Hércules, hijo del propio Zeus y de la reina Alcmene, esposa del rey tebano Anfitrión. Se contaban muchas historias sobre él, que lo convertían en el héroe griego por excelencia, pero la que ahora nos ocupa hace referencia a sus (numerosísimos) hijos, que resultaron ser una horda de poderosos bandidos, los heráclidas. Uno de ellos retó uno por uno a los soldados que el rey de Micenas había enviado para expulsarlos de Grecia. Las condiciones eran que si él les vencía a todos, los heráclidas gobernarían Micenas, mientras que si perdía se iría del país con todos sus hermanos, que se comprometían a no volver al menos hasta cincuenta años más tarde (esto es, en las personas de sus hijos y nietos). El caso es que perdió, por lo que los heráclidas se fueron, pero a la tercera generación, cumplido el pacto, volvieron y se adueñaron de Grecia. Evidentemente, los nietos de los heráclidas eran los dorios que, por consiguiente, al invadir Grecia no hicieron sino volver a la tierra de sus antepasados. Es la versión griega de la tierra prometida de los israelitas.
En cuanto a los israelitas, tras la muerte de Saúl se encontraban completamente a merced de los filisteos. No obstante, Abner, el que había sido el principal general de Saúl, se retiró con parte del ejército llevándose consigo a Isbóset, el único hijo de Saúl que quedó con vida, y se retiró al este del Jordán, lejos de la influencia filistea. Los reinos hebreos, siempre hostiles hacia los israelitas, aprovecharon las circunstantes. Así, el reino de Moab absorbió totalmente a la tribu de Rubén. Mientras tanto, David aprovechó la situación y convenció a los ancianos de Judá de que lo proclamasen rey de Judá, y estableció su capital en Hebrón, una ciudad fortificada a unos 30 kilómetros de la capital filistea de Gad. Al contrario que Saúl, el rey David era un astuto diplomático, y supo convencer a los filisteos de que bajo su gobierno serían un fiel títere del que jamás tendrían que preocuparse.
David tuvo suerte: Isbóset discutió con Abner a causa de una mujer, y éste se enfadó hasta el punto de iniciar negociaciones con David para ayudarle a derrocar al que había sido su protegido. David exigió a Abner que le entregara a Mical, la hija de Saúl que había sido su esposa antes de verse obligado a huir de Guibá. Sin duda David comprendía la importancia de poder presentarse como yerno de Saúl a la hora de reclamar el trono de Israel. Abner le entregó a Mical y pactó con David. Posiblemente le cedió una parte del ejército israelita. Luego Joab, el general de David que hacía de intermediario, mató a Abner a traición, teóricamente por una venganza personal (pues Abner había matado a su hermano, o al menos eso dijo Joab), pero es más probable que siguiera órdenes de David, para impedir que Abner pudiera volverse atrás y revelara el pacto a Isbóset. David lamentó públicamente la muerte de Abner, pero Joab siguió en su cargo.
Cada vez estaba más claro que la casa de Saúl decaía, mientras David se hacía más fuerte. Tal vez ello movió a dos oficiales de Isbóset a cortar la cabeza de su rey y llevársela a David. No sería descabellado suponer que David fue el inductor de esta nueva traición, pero oficialmente se mostró más consternado aún que con la muerte de Abner. Según la Biblia, mandó matar a los dos asesinos, se les cortó las manos y los pies y fueron colgados públicamente junto al estanque de Hebrón. Ahora Israel estaba sin rey. En una situación tan crítica, bajo la doble amenaza hebrea y filistea, la necesidad de un rey fuerte era indiscutible, y el único candidato era David, el poderoso rey de Judá, yerno de Saúl. Una embajada israelita fue recibida en Hebrón, donde suplicó a David que aceptara reinar en Israel y éste aceptó. Era el año 991.
La Biblia llama Israel al reino de David, pero en realidad nunca fue un reino unido. Constaba por una parte del Israel propiamente dicho, que ocupaba los dos tercios septentrionales del territorio, y del reino de Judá, en la parte sur. Los israelitas nunca acabaron de considerar a Judá como parte de su pueblo. La Biblia se esfuerza por ocultar este hecho porque fue escrita por judíos, pero el verse obligados a recurrir a un rey judío debió de ser humillante para los israelitas. David era consciente sin duda de estos problemas y empleó toda su diplomacia en paliarlos. Su primera medida fue cambiar la capital (los israelitas no hubieran tolerado mucho tiempo ser gobernados desde el centro de Judá). La ciudad ideal era Jerusalén. Estaba situada en la frontera entre ambos territorios, era una ciudad amurallada fácil de defender. Ésta era a la vez su mayor virtud y su mayor inconveniente: Jerusalén era tan fácil de defender que israelitas, judíos y filisteos nunca habían podido conquistarla. Seguía en poder de una tribu cananea, los Jebuseos.
De algún modo, en 990 David se las arregló para tomar Jerusalén. La Biblia no explica cómo lo hizo, así que es probable que empleara alguna treta no muy honrosa. Tampoco es fácil explicar por qué los filisteos toleraron impasibles el ascenso de David. De algún modo, David debió de convencerles de que trabajaba para ellos, pero tras la toma de Jerusalén los filisteos le exigieron que abandonara la ciudad como muestra de lealtad. David se negó y así entró en guerra. Sin embargo, los israelitas estaban ahora crecidos por su notable victoria en Jerusalén y David disponía de buenos generales. El resultado fue una victoria completa sobre los filisteos, que desde este momento abandonaron para siempre toda idea imperialista. Se retiraron a sus ciudades tradicionales y pagaron tributo a David.
Una vez establecida la nueva capital en Jerusalén, los esfuerzos de David por unificar su reino bimembre se encaminaron hacia la religión. Desde que los filisteos destruyeron el santuario de Siló, los israelitas no tenían ningún centro religioso común. Cada aldea adoraba a sus dioses locales en pequeños altares, situados especialmente en las colinas (sin duda un vestigio de la antigua cultura nómada de los israelitas: los pastores suelen venerar a sus dioses celestes en lugares elevados). De entre la fértil mitología israelita, la parte que más posibilidades unificadoras brindaba era la referente a Moisés y su alianza con Dios. En torno a ella se conservaba el Arca de la Alianza, que los filisteos habían capturado y conservado en la ciudad de Quiryat-Yearim, al norte de Judá (los filisteos temían a los dioses extranjeros tanto como a los propios, así que no se atrevieron a destruir el Arca, y tampoco a introducirla en su territorio). David llevó el Arca a Jerusalén y la situó en un santuario próximo a su palacio. Aunque él mismo ejerció buena parte de las funciones sacerdotales, nombró sumo sacerdote a Abiatar, el único superviviente del grupo de sacerdotes que Saúl hizo ejecutar por considerarlos partidarios de David. Posiblemente fue en este periodo cuando empezaron a tomar forma las leyendas bíblicas que presentan a las doce tribus de Israel viajando unidas por el desierto a las órdenes de Moisés ayudados por su dios.
Unida política y religiosamente la nación, David se vio con fuerzas para iniciar una expansión imperialista. En el fondo esto puede verse como una medida más para aunar a su pueblo con un sentimiento de superioridad patriótica. Uno a uno, conquistó los reinos hebreos de Amón, Moab y Edom. Luego avanzó aún más al norte. No intentó atacar a los fenicios (hubiera sido un suicidio sin la ayuda de una flota). En su lugar, firmó con ellos tratados comeciales. Sin embargo, sometió a tributo a las poblaciones del Éufrates superior. De este modo los israelitas se vieron dueños de un imperio de dimensiones respetables. Los límites que Dios fija a la tierra prometida cuando le habla a Abraham según la Biblia son precisamente los de este imperio.


EL REY SALOMÓN

Una de las cuestiones que más problemas ocasionaron al rey David fue la sucesión. Por una parte estaba la casa de Saúl. Ahora que los tiempos eran buenos, era fácil que surgieran corrientes nacionalistas israelitas (anti-judías) que reclamaran un rey israelita. Bajo uno u otro pretexto, David se las arregló para ejecutar a todos los descendientes de Saúl que pudieran reclamar un derecho de sucesión. Sólo quedaba un hijo lisiado, incapacitado para reinar, por lo que David lo acogió en su casa, como muestra de buena voluntad hacia la casa de Saúl. Más problemas le ocasionaron sus propios hijos. Era costumbre entre los monarcas orientales disponer de un harén tan numeroso como fuera posible. Esto daba una imagen de magnificencia tanto a los súbditos como a los extranjeros. Una forma de sellar una alianza con otro pueblo era incorporar al harén una de sus princesas. Era todo un honor. El problema era que las distintas mujeres rivalizaban entre sí, y todas trataban de que sus hijos gozaran de mayores privilegios frente a los de las demás. Particularmente delicada era la cuestión de cuál de ellos heredaría el trono. Era frecuente que cuando el rey moría, uno de los hijos matara a sus hermanos, dirimiendo así toda dispunta por la sucesión. Sin embargo, una jugada inteligente podía ser matar a la vez al rey y a los hermanos, mientras éstos estaban desprevenidos esperando la muerte de su padre.
La monarquía de Israel era joven, pero cayó en todos estos tópicos. El hijo favorito de David era Absalón, quien fue gradualmente ganando partidarios hasta que en 970 reunió un ejército en contra de su padre y marchó contra Jerusalén. David fue cogido por sorpresa, pero seguía siendo un buen estratega. En lugar de resistir un asedio en la capital (hubiera sido humillante) logró escabullirse, huyó al otro lado del Jordán, organizó a todas las tropas leales de que pudo disponer y volvió a Jerusalén, donde no tuvo dificultad en aplastar a su inexperto hijo. David ordenó capturarlo vivo, pero Joab consideró más prudente matarlo.
La crisis alentó a los israelitas descontentos con un rey judío. Un benjaminita llamado Seba encabezó un alzamiento que David sofocó con relativa facilidad. Aunque el rey demostró por segunda vez tener las riendas bien sujetas, lo cierto es que estas rebeliones mostraban que su gobierno no estaba tan bien afirmado como él había pretendido.
Mientras tanto murió Abibaal, el rey de Tiro. En 969 fue sucedido por Hiram, que siguió impulsando la expansión de los fenicios por el Mediterráneo. Parece ser que fue por esta época cuando los fenicios aprendieron a orientarse en mar abierto mediante las estrellas, lo que facilitó las grandes expediciones a tierras lejanas.
Volviendo a Israel y el rey David, en 961 estaba ya próximo a la muerte y las tensiones de la sucesión eran mayores que nunca. Al parecer, David había designado como heredero a Adonías, su hijo mayor tras la muerte de Absalón. Adonías contaba con el apoyo de Joab, el jefe del ejército y con el de Abimelec, el sacerdote. Sin embargo, la esposa favorita de David era Betsabé, la cual gozaba de cierta influencia, la necesaria para intrigar en favor de su hijo Salomón. Se ganó el apoyo del general Banaías, que sin duda vio la posibilidad de sustituir a Joab, y del sacerdote Sadoc, que vio la posibilidad de sustituir a Abimelec. Al parecer, Adonías se vio prácticamente coronado rey y antes de la muerte de su padre ya lo celebró con un banquete. La reina jugó bien sus cartas. Ella, Banaías y Sadoc afirmaron que David les había expresado en su lecho de muerte su voluntad de que su sucesor fuera Salomón. Acusaron a Adonías de usurpador y lograron volver al pueblo contra él. Joab y Abimelec no pudieron hacer nada. El primero fue asesinado y el sacerdote tuvo que retirarse de la vida pública. Banaías consiguió la jefatura del ejército y Sadoc el sumo sacerdocio.
Hacia 960, la ciudad de Tiro fundó su primera colonia de ultramar: fue Útica, situada en la costa africana justo al sudoeste de la isla de Sicilia. Sin duda, las largas expediciones fenicias necesitaban de ciudades intermedias donde hacer escalas. El Mediterráneo estaba libre de competencia, pues Grecia y Creta prácticamente no existían y Egipto casi tampoco.
Volviendo a Salomón, el nuevo rey hizo lo que frecuentemente ha hecho un usurpador con medios al llegar al trono: desplegar tal magnificencia que nadie se atreva a cuestionar su realeza. La Biblia describe el harén de Salomón, formado por unas mil mujeres, entre esposas y concubinas. Salomón ordenó construir un soberbio templo a Yahveh en Jerusalén, donde residiría el Arca de la Alianza. La construcción quedó al cuidado de los arquitectos y artesanos de Tiro.
El rey Hiram puso dos flotas a disposición de Salomón, una en el Mediterráneo y otra en el mar Rojo. La primera llegó hasta España y pasó incluso el estrecho de Gibraltar, con lo que, por primera vez, un barco navegó por el océano Atlántico. En la desembocadura del Guadalquivir fundaron la ciudad de Tartesos, y a poca distancia la ciudad de Gades, la actual Cádiz. La segunda flota tenía su base en Elat, en el extremo norte del mar Rojo, y en sus expediciones llegaba hasta el sur de Arabia.
En 954 se terminó el templo, tras lo cual Salomón inició la construcción de un palacio real, mucho más grandioso que el templo, así como otros templos para otros dioses distintos de Yahveh, en especial para los dioses principales de los reinos sometidos de Moab y Amón.
La Biblia describe con orgullo que Salomón tenía en su harén una princesa egipcia. Esto es cierto, pero el Egipto de la época no era el de antaño. La esposa egipcia de Salomón era hija de Psusennes II, que gobernaba únicamente sobre el delta del Nilo, en un reino menor que el de Salomón. Su ejército estaba compuesto mayoritariamente por mercenarios libios. Su comandante se llamaba Sheshonk. Indudablemente Sheshonk acabó por tener en sus manos el poder real, hasta el punto que Psusennes II debió de verse obligado a casar una de sus hijas con el hijo de Sheshonk, signo de que éste albergaba aspiraciones al trono. Probablemente fue esta situación la que llevó a Psusennes II a solicitar la ayuda de Salomón, de modo que probablemente fue el faraón el que tuvo por un honor que una hija suya formara parte del harén de Salomón, y no al revés.
Con la riqueza que obtuvo con el comercio, Salomón aumentó su ejército, compró caballos en Asia Menor y construyó carros. Paulatinamente, los gastos de la corte empezaron a superar los ingresos. Salomón tuvo que reformar el cobro de impuestos. Para ello dividió el imperio en doce distritos que no tenían nada que ver con las antiguas fronteras tribales, y puso a cargo de cada uno de ellos a un gobernador. La mayor eficiencia en el cobro de impuestos causó un lógico descontento del pueblo, que también se veía obligado a colaborar en las grandes construcciones. Además, Salomón dejó a Judá libre del pago de impuestos, mientras que los israelitas se veían equiparados a los pueblos conquistados, como Amón, Moab y Edom. Esto causó aún mayor resentimiento. Algunas autoridades religiosas israelitas empezaron a cuestionar la legitimidad del templo de Jerusalén, recordando que el auténtico santuario de Yahveh debía estar en la antigua Siló.
Por otra parte, la situación exterior, hasta entonces tan favorable a Israel, empezó a cambiar. En 940 murió Psusennes II, con lo que terminó la dinastía XXI. El primer rey de la dinastía XXII fue, naturalmente, Sheshonk I, quien estableció su capital en Bubastis y poco después logró hacerse con el control de Tebas, con lo que Egipto volvió a estar unido. Mientras tanto, las tribus arameas que llevaban más de un siglo infiltrándose y hostigando a Asiria empezaron a organizarse. Los arameos no parecen haber aportado ninguna cultura nueva, sino que absorbieron la de los pueblos que encontraron, en especial la de algunos reinos neohititas. Al norte de Israel se formaron principados arameos. Un hombre llamado Rezón fue erigido rey y estableció su capital en Damasco, muy cerca de la frontera israelita. El nuevo reino es conocido como Siria, si bien éste es el nombre que le dieron los griegos mucho después.
La situación explotó en 938, cuando un efraimita llamado Jeroboam estaba a cargo de los grupos de trabajo forzado encargados de las construcciones. Influido por Ajab, un líder religioso que defendía la restauración de Siló, inició una rebelión que Salomón pudo sofocar, pero Jeroboam recibió mucho apoyo popular y logró huir a Egipto, donde Sheshonk I lo acogió amistosamente. No era el primer prófugo israelita al que Sheshonk acogía. Ya tenía alojado a Hadad, un edomita que también había intentado rebelarse sin éxito contra Salomón. Probablemente Sheshonk I vio en Israel una amenaza desde que su antecesor entabló alianza con Salomón, y ahora estaba proyectando lentamente un ataque.
La ocasión se presentaría con la muerte de Salomón, que tuvo lugar en 931. Fue sucedido por su hijo Roboam. Éste no tuvo dificultades en la realización del ritual necesario para ser proclamado rey de Judá, pero para ser aceptado como rey de Israel debía pasar otros rituales en Siquem, el antiguo centro político de Efraím. Los israelitas trataron de obtener concesiones y exigieron una disminución de los impuestos. Roboam respondió con una altanera negativa, e Israel se rebeló. Probablemente Sheshonk estimuló la rebelión, e inmediatamente envió a Jeroboam, que fue proclamado rey de Israel y estableció su capital en Siquem, si bien pronto la trasladó a Tirsa, algo más al norte. Esto no supuso únicamente una partición del reino, sino un completo desmembramiento. Siria se apropió del norte de Israel, Amón recuperó su independencia, mientras que Israel retuvo a duras penas a Moab. Judá retuvo a Edom. En 926 Sheshonk I invadió Judá, saqueó Jerusalen y se llevó buena parte de los tesoros que Salomón había acumulado. Sin duda Judá se convirtió en tributaria de Egipto durante algún tiempo.
Mientras tanto, Jeroboam se encontró con ciertos problemas políticos que debía resolver. Durante los reinados de David y Salomón se hizo un considerable esfuerzo por aunar a todos los israelitas y judíos en torno a un culto común, con centro en Jerusalén. Sin embargo, dicho culto era ahora una amenaza para la monarquía israelita. Si israel seguía rindiendo culto al dios de Jerusalén, sus ejércitos podrían negarse a atacar a Judá en caso de necesidad por cuestiones religiosas. Jeroboam podría haber reconstruido Siló, pero tal vez consideraba peligroso de todos modos compartir un dios con Judá. En su lugar, fomentó dos centros religiosos, uno al sur, en Betel, a sólo 16 kilómetros de Jerusalén, y otro al norte, en Dan. En ambos colocó la figura de un toro joven, cuyo culto estaba muy arraigado en Efraím, y organizó una clase sacerdotal que cuidara de los rituales. Esto originó una perpetua enemistad entre la realeza y la aún poderosa clase sacerdotal dedicada al culto de Yahveh o, mejor dicho, de Eloím, que era el nombre que los israelitas daban al dios bíblico.
De esta época datan los documentos más antiguos que se conocen sobre la religión judeo-israelita. En ellos podemos apreciar los esfuerzos realizados durante los reinados de David y Salomón por dotar a judíos e israelitas de una tradición común. Supuestamente, las doce tribus de Israel llegaron juntas a Canaán conducidas primero por Moisés y luego por Josué. En realidad Josué debió de ser uno de los jueces o caudillos que tenía cada tribu, pero los mandatos simultáneos de estos caudillos son presentados como sucesivos, de modo que aparentemente las doce tribus estuvieron siempre bajo un mando común incluso antes de la monarquía. El dios de Moisés, identificado con el de Abraham, desempeña un papel central en el destino de Israel: cada vez que los israelitas sufren un revés, ello se interpreta como la represalia divina por una ofensa atribuida al pueblo o a sus dirigentes (normalmente la adoración de otros dioses); cada vez que las cosas van bien ello es signo del favor de Dios hacia algún varón virtuoso. (Entre los casos más forzados está el de una epidemia de peste que hubo durante el reinado de David. Según la Biblia, la causa fue que David ofendió a Dios ordenando hacer un censo de Israel.)
Además de los textos históricos y pseudohistóricos (con la historia de Abraham, Isaac, Jacob-Israel, sus doce hijos, etc.) también encontramos mitos cananeos de origen sumerio adaptados a la visión del mundo judeo-israelita. Hay una vaga historia de la creación del hombre, así como una versión del diluvio universal seguida de extensas genealogías de los patriarcas, que se corresponden con nombres de pueblos y tribus. Por ejemplo, Noé, el superviviente del diluvio según la versión Israelita del mito, tuvo tres hijos: Sem, Cam y Jafet. Del último descendían los pueblos más lejanos, entre ellos los egipcios, de Sem descendían los propios israelitas y pueblos afines, como los hebreos, mientras que Cam era el antecesor de los cananeos y otros pueblos sojuzgados (Canaán era uno de los hijos de Cam). En una primera versión, Cam (o Canaán) castró a su padre mientras éste dormía borracho. La versión final de la biblia suavizó el crimen de Cam reduciéndolo a "ver desnudo a su padre y no cubrirlo". En cualquier caso, Noé maldijo a Cam (y a sus descendientes), condenándolo a ser "esclavo de los esclavos de sus hermanos", lo que justificaba que los israelitas mataran o esclavizaran a los cananeos. Los egipcios habían importado tiempo atrás esclavos negros procedentes del África central. Los israelitas explicaron el color negro de su piel como signo de que eran descendientes del maldito Cam, y así introdujeron en la historia una idea que, aunque no consta explícitamente en la Biblia, sería retomada en muchas ocasiones de la tradición judía por su extremada conveniencia: que los negros están hechos para ser esclavos.
Mientras tanto, en 919 murió el rey de Egipto Sheshonk I y fue sucedido por Osorkon I, que heredó un Egipto relativamente próspero, si bien el nuevo rey no supo o no pudo hacer más que mantenerlo a duras penas.
El rey Roboam de Judá murió en 913 y fue sucedido por su hijo Abiyyam, que murió a los dos años y fue sucedido a su vez por su hijo Asa, en 911. Los judíos recordaban el reinado de David como su época más gloriosa, y nunca cuestionaron el derecho al trono de sus descendientes. No ocurría lo mismo en Israel, cuya mayor debilidad fue en todo momento la falta de una tradición tanto política como religiosa. Por esta época los arameos estaban sólidamente instalados en Siria. El reino de Damasco, bajo el rey Benhadad I, se había extendido en los últimos años hasta convertirse en una nación tan grande como Israel. Sin embargo, también la vecina Asiria estaba resurgiendo. El mismo año que Asa subió al trono de Judá, el rey Adad-Narari II ocupaba el trono de Asiria y empezó a reorganizarla. Pronto empezó a mostrar su poder sobre los principados arameos.
Jeroboam murió en 910 y fue sucedido por su hijo Nadab, pero no logró mantenerse en el trono más de un año. Un general llamado Basa dio un golpe de estado en 909 y ocupó el trono. Para consolidar su cuestionable derecho al trono estimuló la guerra contra Judá. El rey Asa envió presentes al rey sirio rogándole que atacara a Israel. Benhadad I accedió complacido ante esta posibilidad de expansión, y así se formó una alianza gracias a la cual la débil Judá pudo resistir a Israel.
LOS ASIRIOS


Hacia el 900 surgió en Italia la primera civilización equiparable a las orientales. Se trataba de un pueblo que se llamaba a sí mismo Rasena. Los griegos los llamaron Tirrenos, mientras que nosotros los conocemos por el nombre que les dieron los romanos: los Etruscos. No conocemos muy bien la cultura etrusca, pues su lengua no ha sido descifrada. Está descartado que los etruscos fueran indoeuropeos. Los romanos decían que vinieron de Asia menor, y es posible que estuvieran en lo cierto, pues con las conmociones de los siglos precedentes es plausible que algún grupo de hombres se decidirera a recorrer un largo trecho en busca de paz, e Italia era probablemente la tierra más cercana que podía proporcionarla. Llegaron por tierra desde el norte, y parece ser que fueron pocos. Formaron una oligarquía que poco a poco fue organizando y dominando más ciudades, potenciando, asimilando y desarrollando las culturas locales. Su cultura era matriarcal (al igual que muchas culturas mediterráneas y orientales primitivas, y en oposición al marcado carácter patriarcal de los pueblos indoeuropeos). Su religión se centraba en los ritos funerarios y el culto a los muertos. También estaba muy arraigada su creencia en diversas técnicas de predicción del futuro, especialmente a través del examen de las entrañas de las aves, o de su vuelo. El arte etrusco presenta rasgos muy originales, tal vez de influencia oriental. En las estatuas destaca la forzada curvatura de la boca, la llamada "sonrisa etrusca", que les confiere una expresión extraña, casi cómica.
Los etruscos se extendieron por la costa noroeste de Italia, desde el río Arno hasta el río Tíber. Su frontera este la marcaban los montes Apeninos. El resto de Italia estaba poblado por diversas culturas indoeuropeas. Al sur de Etruria había un territorio conocido como el Lacio, en el que se distribuían unas treinta ciudades-estado independientes con una cultura afín y una lengua común (el latín). Tras la llegada de los etruscos se aliaron en una Liga Latina, encabezada por la ciudad de Alba Longa.
Mientras tanto, una nueva tribu aria descendió sobre Mesopotamia. Eran los medos. Venían del norte y se asentaron en el noroeste del moderno Irán, al suroeste del mar Caspio. Dicha zona pasó a llamarse Media. Los medos trajeron una innovación: los caballos domesticados hasta entonces eran pequeños, capaces de tirar de un carro, solos o en parejas, pero no de soportar directamente el peso de un jinete. Los medos domesticaron una raza de caballos grandes, similares a los actuales, y aprendieron a montarlos, convirtiéndose en los más hábiles jinetes de la antigüedad.
En 897 el rey de China adjudicó unas tierras a un jefe bárbaro criador de caballos llamado Feizi, a cambio de que le suministrara monturas. Así se formó el estado de Qin. De él deriva la palabra "China".
En 889 murió el rey asirio Adad-Narari II y fue sucedido por su hijo Tukulti-Ninurta II, quien por vez primera dispuso de un ejército íntegramente equipado con armas de hierro. Esto lo convirtió en el ejército más poderoso del planeta. Además, los asirios revolucionaron la técnica del asedio. Hasta entonces, la estrategia de una ciudad sitiada era resistir a la espera de que los sitiadores desesperaran o fueran víctimas de las enfermedades que inevitablemente surgían ante la total falta de higiene de los campamentos militares. Con los asirios, el asedio dejó de ser un simple intento de matar de hambre a los sitiados. Idearon máquinas para derribar murallas, las dotaron de ruedas para acercarlas y las blindaron para proteger a los hombres que las movían. Mediante pesados arietes abrían una brecha por la que el ejército sitiador penetraba en la fortificación y se encontraba con toda la población a su merced, atrapada por sus propias murallas. Los asirios se ganaron una fama de crueldad nunca oída hasta entonces. Poco a poco, Asiria fue creciendo y reconstruyendo su antiguo imperio.
Mientras tanto, Canaán permanecía ajena a estos hechos. En 887 una conspiración derrocó al último rey del linaje de Hiram de Tiro. El cabecilla fue el sumo sacerdote Etbaal, que ocupó el trono. Al mismo tiempo el rey sirio Benhadad I atacó a Israel, llegando hasta el mar de Galilea y anexionándose sus costas orientales. La ciudad de Dan fue destruida, al parecer para siempre, pues ya no se la vuelve a mencionar en la Biblia. El rey Basa de Israel tuvo que hacer las paces con Judá para poder ocuparse de Siria. Así fracasó su intento de consolidar su dinastía con una conquista militar, como había hecho David años atrás. Cuando murió, en 886, estalló una guerra civil y su hijo Ela fue depuesto y ejecutado. Antes de terminar el año se hizo con el trono un hábil general llamado Omri, que logró rechazar a los sirios y reforzar el dominio sobre Moab. Omri comprendió bien cuáles eran los puntos débiles del reino de Israel. Uno era la falta de una capital bien emplazada, capaz de resistir asedios con dignidad. Judá tenía a Jerusalén, pero Tirsa era completamente inadecuada. Jeroboam la había elegido principalmente para abandonar Siquem, para evitar suspicacias sobre una hegemonía efraimita que hubiera podido ser mal vista por una parte considerable de los israelitas. Un poco al oeste de Tirsa había una colina muy bien situada a mitad de camino entre el Jordán y el Mediterráneo. Pertenecía a la familia de Shemer, pero el rey la compró y la fortificó. Con el tiempo se convertiría en la ciudad más grande de Israel. La llamó Shomron, nombre derivado de su antiguo dueño, pero los griegos la llamaron más tarde Samaria. Omri la convirtió en capital de Israel, y lo continuó siendo hasta la desaparición del reino.
Pero Omri sabía que una capital fuerte no lo era todo. La monarquía israelita no gozaba de todo el respaldo popular que sería deseable. Más aún, el pueblo no tenía un sentimiento de unidad nacional similar al que existía en Judá. En gran parte, la ventaja de Judá residía en una religión fuerte, el culto a Yahveh, que al mismo tiempo que identificaba a todo el pueblo en una causa común, legitimaba a la casa de David como gobernante por designio divino. El culto a Yahveh era minoritario en Israel, y tampoco parecía buena idea fomentarlo, pues ello podría dejar a Israel indefenso frente a Judá. También estaba el riesgo de que una buena parte del pueblo no lo aceptara por desprecio a los judíos. Omri se alió con el rey tirio Etbaal. Ambos eran usurpadores, así que debió de ser fácil para ambos apoyarse mutuamente para consolidar sus tronos. Etbaal había sido sumo sacerdote, y su estrategia fue la de difundir el culto a sus dioses, principalmente la diosa Astarté. Omri consideró que dicho culto podría ser también adecuado para su pueblo, y decidió apoyarlo. Para sellar su acuerdo, Ajab, el hijo de Omri, se casó con Jezabel, la hija de Etbaal.
En 883 murió Osorkon I, el rey de Egipto. Si éste había logrado mantener a duras penas la autoridad que le había legado su padre, tras su muerte la desorganización fue en aumento y el ejército se hacía cada vez más incontrolable. El mismo año murió Tukulti-Ninurta II, tras un breve reinado de cinco años. Fue sucedido por su hijo Asurnasirpal II, quien destruyó los principados arameos (excepto Siria), restableció la prosperidad de Asiria y reconstruyó la antigua ciudad de Calach, convirtiéndola nuevamente en la capital del reino. Allí construyó un gran palacio de unos 24.000 metros cuadrados de superficie, decorado con bajorrelieves de gran realismo, muchos de los cuales representan al rey en escenas de caza. Asurnasirpal II es recordado como el más cruel de los reyes asirios. Impuso una política de terror que hizo desistir a los pueblos sometidos del más mínimo intento de rebelión, pero que dejó una huella imborrable de odio a Asiria en todo oriente próximo. En sus crónicas se menciona por primera vez a los Caldeos, otro grupo de tribus semíticas procedentes de Arabia y que hostigaban las fronteras de Mesopotamia.
En 879 murió Omri, y fue sucedido pacíficamente por su hijo Ajab, quien continuó la política de su padre de difundir el culto a Astarté por Israel.
En 878 el rey Li ocupó el trono chino. Bajo su reinado se produjeron disturbios, probablemente debidos a causas naturales. Por esta época China contaba con una clase de comerciantes y artesanos, pero que no trabajaban independientemente, sino que estaban al servicio de los nobles. Los agricultores complementaban su economía con el cultivo del gusano de seda.
En 873 murió Asa de Judá, y fue sucedido por su hijo Josafat. La alianza político-religiosa entre Israel y Tiro dio buenos resultados económicos. Israel consiguió la riqueza necesaria para fortificar el norte frente a Siria así como para embellecer Samaria. Israel logró un cierto predominio frente a Judá, de modo que Ajab y Josafat llegaron a un acuerdo en virtud del cual Judá aceptaba que Israel dirigiera una política exterior conjunta, mientras que Josafat mantenía plena autoridad en asuntos internos. La única oposición vino de la minoría israelita que defendía el culto a Yahveh. Astarté era una diosa de la fertilidad y, según la estrecha moral sexual de los israelitas más conservadores, era la viva imagen del pecado. La oposición halló un enérgico caudillo en el profeta Elías. La parte de la Biblia que describe esta época (escrita siglos después) presenta a Omri y Ajab como reyes perversos, mientras que Elías resulta ser casi divino: las aguas de los ríos se separaban a su paso, provocó una sequía de tres años, hizo que una orza y una alcuza de una viuda contuvieran permanentemente harina y aceite durante esos tres años, sin acabarse nunca, resucitó a un muerto, etc. También se decía que no murió, sino que ascendió al cielo en cuerpo y alma.
En 859 murió Asurnasirpal II y fue sucedido por su hijo Salmanasar III, quien decidió extender los dominios del ya extenso imperio que le había legado su padre. Su primer movimiento fue la anexión completa de los principados arameos que Asurnasirpal II había hecho tributarios. El único estado arameo que se había librado del dominio asirio era Siria, ahora bajo el reinado de Benhadad II. Mientras Salmanasar III se ocupaba de sus vecinos Benhadad continuaba la guerra contra Israel iniciada por su padre. En 856 el ejército sirio penetró en Israel y asedio Samaria. Tal y como Omri había previsto, Samaria resultó inexpugnable. El ejército sirio se debilitó y los israelitas tuvieron ocasión de salir y expulsarlo. En 855 Israel reconquistó parte del territorio del norte que Siria le había arrebatado años atrás. Sin embargo en este punto Benhadad II empezó a ser consciente de la terrible amenaza que se cernía sobre su reino y tuvo que cambiar bruscamente su política. Hizo ver a Israel que el ejército más peligroso del mundo se cernía sobre ellos y así, selló una alianza con Ajab. Ambos reyes encabezaron una coalición de estados cananeos que se enfrentó a los asirios en Karkar, un lugar no identificado, pero que estaba sin duda al norte de Siria, probablemente cerca de la costa mediterránea. La batalla tuvo lugar en 854. Al parecer, de un modo inexplicable, el ejército cananeo obtuvo una victoria lo suficientemente notable como para que Asiria se retirara durante algún tiempo. No conocemos los detalles, pues las crónicas asirias hablan de una victoria asiria, pero que no fue seguida de ninguna anexión o tributo, lo que hace pensar más bien en que dichas crónicas son una versión oficial poco creíble. Por su parte la Biblia no menciona la batalla, lo cual también es lógico, pues los autores bíblicos nunca habrían reconocido un mérito al impío rey Ajab. Es probable que Salmanasar III se viera obligado a retirarse por presiones en otra parte de su imperio. El reino de Urartu, por ejemplo, no había dejado de rebelarse contra Asiria desde los tiempos de Teglatfalasar I. Asiria ganaba todas las batallas, pero en cuanto sus ejércitos se dispersaban en otras direcciones, Urartu se recuperaba y volvía a ofrecer resistencia.
Fuera como fuera, Israel y Siria tuvieron ocasión de volver a luchar entre sí. En 850 Ajab intentó una vez más recuperar la parte norte de los antiguos dominios de Israel perdidos durante el reinado de Basa. Durante la batalla, una flecha hirió gravemente a Ajab. Se interrumpió la lucha y Siria se anexionó algunos territorios más. El rey murió y fue sucedido por su hijo Ocozías. Inmediatamente Moab aprovechó para luchar por su independencia. El cabecilla moabita era Mesa, que ya había dirigido antes un conato de rebelión que Ajab supo sofocar, y ahora quiso probar suerte contra el nuevo rey.
Mientras tanto Salmanasar III dirigía sus ejércitos hacia Babilonia, para protegerla de las incursiones caldeas. Con los caldeos sucedía lo mismo que con los urartianos, que no había dificultad en dispersarlos, pero se reponían en cuanto los ejércitos asirios se retiraban. Salmanasar III nunca obtuvo una victoria definitiva. Ocozías murió en 849, tras un único año de reinado (según la Biblia, Dios le castigó por su impiedad). Fue sucedido por su hermano Joram, quien se apresuró a conducir una expedición en coalición con Josafat de Judá para reprimir la rebelión moabita. No conocemos los detalles, pero la expedición fracasó y Moab conservó una precaria independencia. Mesa conmemoró su victoria con una inscripción, la estela de Mesa, que resulta ser el texto extenso más antiguo que se conserva en lengua hebrea. Su estilo es similar al de la Biblia, sólo que Kemósh, el dios moabita sustituye a Yahveh. Josafat murió ese mismo año, y fue sucedido por su hijo Joram, que estaba casado con Atalía, hermana del rey Joram de Israel. La reina madre Jezabel tuvo gran influencia en este periodo: su hijo gobernaba Israel y su yerno Judá. Esto permitió que la religión tiria penetrara en Judá. Joram de Judá se resistió, pero murió en 842 y fue sucedido por su hijo Ocozías, que estaba totalmente dominado por su madre Atalía, por lo que Jezabel tuvo un hijo como rey de Israel y un nieto como rey de Judá, ambos partidarios del culto tirio.
El culto a Yahveh vivió en esta época sus momentos más difíciles. Elías había muerto, pero su lugar fue ocupado por Eliseo, también de gran personalidad. La Biblia le atribuye milagros aún mayores que a Elías: curó leprosos, resucitó muertos, dio de comer a una multitud con sólo veinte panes, hizo concebir hijos a mujeres estériles, predijo los planes de los sirios en varias ocasiones, etc. Para defender su religión, Eliseo optó por la conspiración. El ejército israelita se enfrentó al sirio en Ramot de Galaad, precisamente donde Ajab había sido herido de muerte y nuevamente el rey, esta vez Joram, recibió una herida y se retiró a la ciudad de Jezrael, al norte de Samaria. Allí recibió la visita de su sobrino Ocozías, y mientras tanto el ejército judeo-israelita quedó al mando del general Jehú. Eliseo vio la posibilidad de llegar a un acuerdo con Jehú y así lo hizo, o bien el general era Yahvista o bien estaba dispuesto a serlo para obtener el poder. El caso es que se hizo proclamar rey por el ejército con el apoyo de Eliseo, marchó contra Jezrael, atacó por sorpresa y logró matar a todos los miembros masculinos de la casa real de Israel, incluido Ocozías de Judá. Luego mató a Jezabel. Mientras tanto, el rey sirio Benhadad II fue víctima de un golpe de estado, que dio el trono a Hazael, un funcionario de la corte. Parece ser que Eliseo tuvo algo que ver en ello.
Salmanasar III vio en la confusión que envolvía a Siria, Israel y Judá un buen momento para ajustar cuentas pendientes. Volvió a Siria, la asoló y puso sitio a Damasco. La capital resistió desesperadamente y tuvo la suerte de que Salmanasar III se viera urgido a dirigirse a otra parte de su imperio. Así que se limitó a pactar un tributo con Hazael y se retiró. Levantó un obelisco para conmemorar su victoria, en el que se enumeran los reyes derrotados y el tributo asignado a cada uno. Entre los tributarios figuran además Jehú de Israel y varios reyes fenicios.
Por otra parte, cuando la reina Atalía se enteró en Jerusalén de lo sucedido en Jezrael comprendió que corría un grave peligro y decidió tomar la iniciativa. Rápidamente ordenó asesinar a todos los miembros masculinos de la casa de David, incluidos sus propios nietos, y se dispuso a reinar en solitario. Tal vez pensó en encontrar un marido adecuado, pero nunca llegó a hacerlo. Su reinado fue precario. En Jerusalén estaba Joyada, el sumo sacerdote, que gozaba de un gran prestigio y la reina nunca se atrevió a atentar contra él. Éste, por su parte, esperó prudentemente hasta encontrar el momento propicio para derrocar a Atalía. Mientras tanto, Edom aprovechó las circunstancias para rebelarse y consiguió su independencia, por vez primera desde que fue sometido por David. También las ciudades-estado filisteas se desvincularon completamente de Judá, y llegaron incluso a hacer incursiones por su territorio.
Finalmente, en 836 Joyada se decidió a actuar. Reunió en secreto a los jefes militares de Judá y les presentó a un niño de siete años. Afirmó que era Joás, hijo de Ocozías, que seis años antes, cuando Atalía había ordenado el exterminio de la casa real, su esposa (hermana de Ocozías) lo había salvado y lo había ocultado en el templo, donde había sido cuidado en el más estricto secreto desde entonces. La historia es poco creíble, pero los generales la aceptaron encantados, proclamaron rey a Joás, capturaron a Atalía y la asesinaron. El pueblo aceptó de buen grado la restauración en el trono de la casa de David. La influencia fenicia llegó a su fin tanto en Israel como en Judá. Sin embargo, ambos reinos quedaron muy debilitados.
En 827 ocupó el trono chino el rey Hsüan, que tuvo que hacer frente a las incursiones de un pueblo bárbaro del Oeste: los Hsien-Yün. Por otra parte, extendió el reino hacia el sur, hasta el río Yang-Tse.
Por estas fechas Salmanasar III dirigía una expedición contra los medos. Los asirios aprendieron de ellos el dominio de los caballos grandes, los incorporaron a su ya temible maquinaria bélica, pero también les dieron usos civiles. Con ellos agilizaron el sistema de correos y mensajeros que estaba en activo desde tiempos de los sumerios, lo que les permitió administrar más eficientemente el imperio. Así mismo los emplearon para los transportes y el abastecimiento de las grandes ciudades, pues Babilonia y Calach contaban entonces con unos treinta mil habitantes cada una.
En 824 el hijo mayor de Salmanasar III se rebeló contra su padre, tratando así de asegurarse la sucesión, como era frecuente cuando un monarca oriental era ya viejo. El rey murió antes de poder enfrentarse al rebelde, pero su hijo menor combatió en nombre de su padre y sofocó la rebelión tras varios años de guerra civil. Reinó como Shamshi-Adad V, pero no estuvo a la altura de su padre, y el poder Asirio declinó.
En 822 los bárbaros Hsien-yün saquearon Hao, la capital China, pero finalmente pudieron ser rechazados. En 821, el cuarto sucesor de Feizi, Zhuang, señor de Qin, recibió del rey el título de duque.
La decadencia Asiria permitió una cierta recuperación de Fenicia y Siria. Los fenicios reafirmaron su dominio exclusivo sobre el Mediterráneo. En 814 fundaron una nueva colonia en África, cerca de Útica, en la actual Túnez, y la llamaron Karthadasht (ciudad nueva), en oposición a Útica, que debía de ser la ciudad vieja. Hoy la conocemos con la versión romana del nombre: Cartago. Este mismo año moría el rey israelita Jehú, que fue sucedido por su hijo Joacaz. El nuevo rey tuvo que pagar tributo a Siria. El rey Hazael había ido arrebatando paulatinamente a Israel y a Judá gran parte de su territorio, tanto al este del Jordán como en la costa Mediterránea, donde se hizo con el dominio de las ciudades-estado filisteas. Tras la muerte de Jehú habría podido apoderarse de la misma Samaria, y Joacaz no tuvo alternativa.
Las cosas no iban mejor en Judá. El rey niño Joás había gobernado bajo la tutela de los sacerdotes, pero cuando Joyada murió y fue sucedido en el sacerdocio por su hijo, el rey afirmó su independencia e intrigó para hacer lapidar al nuevo sacerdote. El rey sirio Hazael llegó en sus incursiones a la misma Jerusalén y, para librarse de su amenaza, Joás tuvo que pagarle un fuerte tributo que salió del tesoro del templo, con lo que terminó de ganarse la enemistad del clero.
En 810 murió el rey asirio Shamshi-Adad V, dejando a su viuda Sammu-Rammat y a un niño pequeño. La imagen de una mujer que gobernó el imperio más poderoso y temible del mundo dio lugar a muchas leyendas, difundidas principalmente por los griegos. Precisamente conocemos mejor a la reina por la versión griega de su nombre: Semíramis. Los griegos la hicieron esposa de Nino, el primer rey Asirio, según su versión de la historia, que fundó las ciudades de Nínive y Babilonia. Nada de esto es cierto. Semíramis reinó sóla durante un breve periodo de tiempo, aprovechando el temor que todavía inspiraba Asiria en los pueblos circundantes. En 806 murió Hazael de Siria, y fue sucedido por su hijo Benhadad III. Poco después un ejército Asirio tomó Damasco, le impuso un fuerte tributo y dejó al país totalmente debilitado, poniendo fin así a los diez años de esplendor en que Siria dominó prácticamente todo Canaán. Semíramis murió en 802 tras ocho años de reinado (y no cuarenta y dos, como dice la leyenda). Fue sucedida por su hijo y Asiria siguió decayendo lentamente, atestiguando así los buenos resultados de la política de terror que sus monarcas poderosos habían practicado, que salvó el país incluso cuando probablemente hubiera sido una presa fácil para sus muchos enemigos.

LA FUNDACIÓN DE ROMA


En el siglo VIII unos grupos olmecas procedentes de la zona de Veracruz se instalaron en nuevos poblados, el más importante de los cuales fue Monte Albán. Éstos fueron el origen de la cultura Zapoteca. Realizaron construcciones en piedra, desarrollaron la numeración, la escritura jeroglífica y el calendario. En Monte Albán los zapotecas construyeron una enorme plaza limitada al norte y al sur por plataformas elevadas, mientras que en los otros dos lados había templos y otras construcciones. En el centro se alza una hilera de templetes. La plataforma norte se abre al exterior mediante una amplia escalinata y un pórtico de doce columnas de dos metros de diámetro. En la plataforma sur se alza una gran pirámide. En el lado oeste se alza el Templo de los Danzantes, que es la parte más antigua de la ciudad.
Los celtas poblaban ya el norte de España, con lo que la cultura indoeuropea estaba extendida a lo largo de toda Europa. Allí se mezclaron con la población indígena, los Íberos. Los celtas usaban flechas, hondas, espadas cortas de hierro y una especie de alabarda. Rendían culto a Lug (el Sol), Taranis, (el rayo) y a muchos otros dioses, hasta cerca de 400. Sus sacerdotes, los druidas, tenían fama de buenos médicos. Eran buenos agricultores y amigos de las novedades. Cuidaban la forma física y practicaban el deporte. No tenían estructuras políticas a gran escala. Cada clan estaba gobernado por un jefe y la jefatura la heredaba el primogénito. Los otros hijos tenían que emigrar para asentarse en nuevos territorios. Tal vez por ello fueron el pueblo indoeuropeo que más se extendió por Europa.
Los historiadores antiguos dicen que los íberos eran de mediana estatura, morenos y enjutos. Muy caballeros, leales y de carácter indomable, muy buenos guerreros. También dicen que eran indolentes y perezosos, y odiaban todo lo extranjero. Las tribus íberas se agrupaban en diminutos estados monárquicos o republicanos. Habitaban poblados construidos en lugares altos y muy fortificados. Pero la cultura más importante en la península ibérica seguía siendo Tartesos, al sur, bajo la influencia fenicia.
Mientras, en Italia coexistían dos coaliciones rivales de ciudades-estado: Etruria al noroeste y el Lacio inmediatamente al sur. El resto de la península itálica estaba poblado por tribus primitivas.
Grecia progresaba muy lentamente. No hacía mucho que Homero había compuesto sus dos famosos poemas: la Ilíada y la Odisea, rememorando para los señores dorios las glorias de la era micénica. La vida seguía siendo dura. La vida en las Polis (o ciudades-estado) condicionó fuertemente la evolución de la sociedad griega. La figura del rey perdió relevancia (en una ciudad pequeña y pobre, el rey no podía tener grandes atribuciones, ni hacer grandes ostentaciones). En muchas Polis llegó incluso a desaparecer, y el gobierno quedaba en manos de asambleas de nobles (la aristocracia o gobierno de los mejores). Cada ciudad tenía su propio ejército. Estos ejércitos eran, naturalmente, pequeños, formados por soldados de infantería pesadamente armados, los hoplitas. La calidad de vida de una ciudad, dentro de la pobreza generalizada en que vivían todas, dependía en gran medida de la calidad de su ejército, así que los griegos eran ejercitados en el combate desde niños. Las polis más fuertes sometían a sus vecinas.
Así, por ejemplo, Esparta controlaba toda Laconia, formada por las ciudades del valle del Eurotas. Su forma de gobierno era atípica, pues tenía simultáneamente dos reyes, probablemente fruto de que dos tribus dorias se la repartieron siglos atrás (los espartanos decían que sus reyes descendían de los dos hijos gemélos de su primer rey). No obstante, el poder de los reyes se limitaba a dirigir el ejército. Los asuntos internos estaban regulados por una asamblea de treinta ancianos (la gerusía) en la que los reyes contaban como dos votos más. Además había cinco éforos o magistrados encargados de hacer cumplir las decisiones de la asamblea. Tenían incluso autoridad para multar o castigar a los reyes si violaban la ley. Los espartanos propiamente dichos no superaban apenas el cinco por ciento de la población. Las únicas actividades que consideraban honorables eran el gobierno y la guerra. El resto de las actividades estaban en manos de los ilotas (esclavos) y los periecos, hombres libres pero sin ningún poder político. La mayor rival de Esparta era Argos, que controlaba la Argólida. Su organización era similar a la espartana (sin la duplicidad de reyes), pero algo menos rígida. Así podríamos recorrer ciudades y más ciudades, cada cual con sus características propias, cada cual con su propia identidad nacional que se negaba a identificarse con cualquier otra, pese a la afinidad cultural que, sin duda, había entre todas ellas.
Una ciudad que destacó por otras razones fue Delfos. Estaba situada en la región llamada Fócida, al pie del monte Parnaso. En tiempos micénicos se llamaba Pito,y en ella había un santuario dedicado a la antigua diosa Gea, atendido por una sacerdotisa de la que se creía que podía hablar con los dioses. Tras la invasión doria, Pito cambió su nombre por Delfos y se consagró al dios Apolo (Gea no significaba nada para los dorios). Con este cambio de imagen consiguió que perdurara su tradición de interlocutora de los dioses. El oráculo de Delfos fue ganando en reputación, y todas las ciudades enviaban periódicamente embajadores a consultarlo. Los embajadores llevaban ofrendas, con lo que Delfos se enriqueció.
Entre tanto Egipto seguía sumido en el caos, con un ejército incontrolable sobre el que el faraón no tenía ninguna autoridad. Si el oriente próximo no hubiera estado tan convulsionado por esta época, sin duda Egipto habría sido una presa fácil para el saqueo.
Asiria había quebrado el poder de Siria para poco después decaer ella misma. Israel y Judá aprovecharon la situación. En 798 el rey Joacaz de Israel fue sucedido por su hijo Joás, cuyo ejército no tuvo dificultad en derrotar al rey sirio Benhadad III en tres batallas sucesivas, con lo que Israel recuperó los territorios que había poseído en tiempos de Ajab. En Judá, el descontento del clero y del ejército con el rey Joás culminó con un golpe de estado en 797, tras el cual se proclamó rey a su hijo Amasías, quien pronto restableció el dominio de Judá sobre Edom. Joás y Amasías, viendo que la fortuna les sonreía, no tardaron en medir sus fuerzas. Esto sucedio en 786, en la batalla de Betsamés, cerca de Jerusalén. Israel logró una victoria decisiva. Amasías fue tomado prisionero y Jerusalén fue ocupada. Parte de sus fortificaciones fueron destruidas y el templo fue saqueado. Amasías continuó siendo rey de Judá, pero su reino se convirtió en tributario de Israel. Joás de Israel murió en 783 y fue sucedido por su hijo Jeroboam II, que sometió completamente a Siria e hizo de Samaria la ciudad más influyente de la mitad occidental de la Media Luna Fértil.
En 782 murió el rey Hsüan, y el trono chino fue ocupado por su hijo Yü. Ahora un pueblo bárbaro procedente de las estepas del norte, los Ch'uan-jung, amenazan las fronteras.
En 778 subió al trono de Urartu el rey Argistis I, quien aprovechando el declive asirio logró unir bajo su dominio el norte de Mesopotamia. Por su parte, Babilonia cayó en poder de los caldeos.
En el año 776 se celebraron los primeros Juegos Olímpicos en Grecia. Se celebraban cada cuatro años en la ciudad de Olimpia, al oeste del Peloponeso en honor del dios Zeus. Los griegos llegaron al compromiso de suspender toda guerra durante el periodo de los juegos, para que todo el que quisiera (de sexo masculino, eso sí) pudiera acudir a presenciarlos. Olimpia se convirtió en una ciudad sagrada, al igual que Delfos, ciudades a las que nadie se atrevía a atacar, pues con ello se ganaría la represalia conjunta de toda Grecia. Los representantes de las distintas ciudades podían reunirse allí a parlamentar aunque sus ciudades estuviesen en guerra, sin temor a un ataque a traición. Los ganadores de los juegos no recibían ninguna recompensa, aparte de una rama de olivo y, por supuesto, la fama.
En 771 los Ch'uan-jung, aliados con miembros descontentos de la familia real, ocupan el valle del Wei, con lo que se perdió la mayor parte de las tierras reales. El rey Yü murió en los desórdenes y su hijo P'ing se hizo cargo del gobierno y se vio obligado a trasladar la capital hacia el este, a Luoyang. El rey P'ing contó con la ayuda del estado de Qin, pero cuando éste recuperó la tierra que habían invadido los bárbaros, no la devolvió al rey, sino que la incorporó a sus dominios, lo que le convirtió de repente en una nueva potencia en China. A partir de este momento los nuevos monarcas (Cheu orientales) dejaron de tener poder real, pero conservaron una autoridad formal que se mantuvo durante mucho tiempo.
Volviendo a Canaán, el derrotado rey Amasías de Judá fue víctima de un golpe de estado como lo fuera su padre. Fue asesinado en 769 y sucedido por su hijo Ozías. Bajo su reinado Judá siguió supeditada a Israel, pero el rey no hizo nada por modificar la situación. Al contrario, se centró en recuperar económicamente el país y tuvo éxito. Reconstruyó las fortificaciones de Jerusalén, tomó algunas ciudades-estado filisteas y reconstruyó el puerto de Elat, a orillas del mar Rojo, que había tenido cierta importancia en tiempos de Salomón. Con ello revitalizó notablemente el comercio en Judá.
En 761 Egipto se fragmentó una vez más. En Tebas se instauró la XXIII dinastía, mientras en el Bajo Egipto continuaba reinando (formalmente) la XXII. En realidad había un tercer centro de poder. Desde el desmoronamiento del Imperio Nuevo, Egipto había perdido el control de Nubia, que pasó a ser gobernada por nativos, con capital en Napata. Sin embargo, Nubia había asimilado completamente la cultura egipcia. Cuando Sheshonk ocupó Tebas, algunos sacerdotes de Amón se refugiaron en Napata, donde fueron bien recibidos y formaron una especie de gobierno en el exilio, que en estos momentos era tan fuerte o más que las dos partes en que se había dividido Egipto.
En 760, un pastor de Judá llamado Amós se atrevió a penetrar en el santuario israelita de Betel y habló en nombre de Dios con unos planteamientos novedosos:
... Porque tengo sabidas vuestras muchas maldades y vuestros escandalosos delitos; enemigos sois de la justicia, codiciosos de recibir dones, opresores de los pobres en los tribunales. [...] Buscad el bien y no el mal, a fin de que tengáis vida; y así estará con vosotros el Señor Dios de los ejércitos, como decís que está. [...] Yo aborrezco y desecho vuestras festividades, no me es agradable el olor de los sacrificios en vuestras reuniones, y cuando vosotros me presentéis vuestros holocaustos y vuestros dones, no los aceptaré, ni volveré mi vista hacia las gordas víctimas que me ofrecéis en voto. [Amós V 12-22]
En suma, Dios acusaba a los israelitas de respetar los rituales al tiempo que llevaban una vida corrupta, y por ello les amenazaba con mil desgracias si no se arrepentían. El sacerdote de Betel conminó a Amós a que volviera a Judá y así lo hizo, pero fue la primera voz entre otras muchas que se alzaron a partir de entonces anteponiendo la rectitud de costumbres a la práctica de los rituales.
El año 753 es, según la tradición, el año en que se fundó una ciudad llamada Roma. La tradición es pura leyenda: habla de un rey de Alba que usurpó el trono a su hermano, mató a los hijos de éste y obligó a su hija a hacerse virgen vestal (algo parecido a lo que hoy en día es una monja). No obstante, la virgen concibió dos hijos gemelos del dios Marte, Rómulo y Remo, que fueron abandonados, criados primero por una loba y luego por unos pastores y, cuando fueron adultos, restauraron a su abuelo en el trono y se dispusieron a fundar una nueva ciudad. Discutieron sobre el lugar idóneo para ello, Rómulo eligió el monte Palatino, y marcó con un arado los límites de la ciudad. Remo cruzó el surco para indicar que no reconocía la autoridad de su hermano sobre el territorio, y entonces éste lo mató. Así Rómulo fundo Roma y se convirtió en su primer rey. Los colonos eran latinos, pero entre ellos había escasas mujeres, así que se las areglaron para secuestrar mujeres sabinas, lo que ocasionó una guerra. A causa de una traición, los sabinos lograron entrar en Roma, pero las sabinas, que se habían aficionado a sus esposos, intercedieron por ellos, y así la Roma primitiva resultó ser una mezcla de latinos y sabinos.
¿Qué sucedió en realidad? Por supuesto es imposible decir nada a ciencia cierta. La Roma primitiva estaba emplazada sobre el monte Palatino, junto al Tíber, pero con el tiempo se extendió hasta otras seis colinas vecinas, siete en total. Se sabe que el Palatino estaba ocupado por cabañas de pastores desde al menos el siglo X y que en la fecha tradicional de la fundación las demás colinas tenían también habitantes. Probablemente, Alba decidió fundar una colonia fortificada en el Palatino para contener a los etruscos (Roma estaba situada justo en la frontera con Etruria). Por algún motivo, Roma escapó al control de Alba, probablemente con la ayuda de los sabinos y, por qué no, de los propios etruscos. La actividad de los primeros romanos fue rural. Los ciudadanos estaban divididos en tres tribus: tricios, ramnos y lucerios, que tal vez se correspondan con tres colectivos, uno de latinos, otro de sabinos y otro de etruscos, que se unieron para formar Roma. Cada tribu se dividía en diez curias, a su vez formadas por varias familias. Poco se puede decir de Roma en esta época. De hecho, sería absurdo ocuparse de una ciudad tan insignificante si no fuera por que siglos más tarde iba a dominar el mundo.
EL APOGEO DE ASIRIA


En la segunda mitad del siglo VIII el mundo civilizado experimentó muchos cambios. En 750 el rey nubio Kashta avanzó hacia el norte y conquistó Tebas, tras lo cual los sacerdotes nubios descendientes de los sacerdotes de Amón exiliados tiempo atrás recuperaron el poder de sus antepasados.
Mientras tanto, Hesíodo escribe "Los trabajos y los días". Era un campesino beocio, y en su obra enseña la administración de una granja. Su descripción de la Grecia de su tiempo, desde el punto de vista de un hombre humilde, es desoladora, pero por estas fechas Grecia empezaba a salir de su edad oscura. Una de las zonas más prósperas a la sazón era la isla de Eubea. Llegó a tener tal exceso de población que buena parte de ella tuvo que emigrar. La ciudad de Calcis llegó a fundar en cien años hasta treinta colonias al norte del mar Egeo, en la que pasó a llamarse península Calcídica.
En el Peloponeso, la ciudad de Argos llegó a la cumbre de su poder bajo el rey Fidón. Su influencia sobrepasó la Argólida y llegó hasta el oeste, e incluso hasta algunas islas próximas.
Israel vivía un periodo de esplendor bajo Jeroboam II, mientras que Judá progresaba bajo Ozías. Sin embargo, en Judá había un conflicto interno, y era la rivalidad entre el rey y el sumo sacerdote. Desde los tiempos de David y Salomón, el sumo sacerdote había estado supeditado al rey, pero el reinado y el derrocamiento de Atalía había dado alas al clero. Joás y Amasías no consiguieron imponerse y fueron asesinados, y ahora Ozías luchaba también por reafirmar su autoridad. Hasta trató de presidir los sacrificios en el Templo, pero de algún modo fracasó. La versión de la Biblia (tal vez no muy fiable) es que Ozías enfermó de lepra (por castigo divino, naturalmente), y un leproso no podía entrar en el templo. Desde 749 su hijo Jotan actuó como regente.
En 748 murió Jeroboam II y su hijo Zacarías le sucedió en el trono de Israel, pero sólo reino medio año, tras lo cual hubo un golpe de estado al que siguieron unas semanas de conmoción. Finalmente fue hecho rey un general llamado Menajem. Éste era un año olímpico en Grecia. Los juegos anteriores los había organizado Élide, ciudad cercana a Olimpia, pero en esta ocasión Argos consiguió arrebatarle la organización. Élide pidió ayuda a Esparta y así se inició una enconada rivalidad entre Esparta y Argos. No se sabe muy bien lo que sucedió, pero Esparta debió de imponerse, pues a partir de entonces Élide organizó casi ininterrumpidamente los juegos, y los registros de 748 fueron borrados. Desde entonces, Argos se unió a todos los enemigos de Esparta y jamás participó en ninguna actividad en la que la conductora fuera Esparta.
Desde la muerte de Salmanasar III, Asiria había sido gobernada por monarcas débiles, pero en 745 un general dio un golpe de estado, con lo que puso fin a una dinastía que había gobernado el país durante mil años, desde que la fundara Shamshi-Adad I. El nuevo rey adoptó el nombre de un gran conquistador asirio y pasó a ser Teglatfalasar III. Bajo su mandato, Asiria resurgió. Empezó por reorganizar el Imperio. Ajustó la maquinaria administrativa e hizo a todos los funcionarios responsables ante él. Creó un ejército profesional asalariado, que podía actuar constantemente, sin necesidad de reclutar campesinos durante periodos limitados de tiempo. Esto requería dinero, para lo cual tuvo que saquear a los pueblos tributarios. Luego pasó a ocuparse de pueblos circundantes. Los medos nómadas llevaban años campando a sus anchas. Fueron perseguidos y sometidos a tributo. A continuación se dirigió al oeste.
Las naciones Cananeas se coaligaron contra Asiria. La coalición estaba encabezada por Ozías de Judá, pero el intento fue un fracaso y en 738 el ejército cananeo fue derrotado por Teglatfalasar III. Israel, Judá, Siria, Tiro y las demás ciudades fenicias fueron sometidas a tributo. Ese mismo año murió Menajem de Israel, que fue sucedido por su hijo Pecajya.
Según la tradición griega, 738 fue también el año en que ocupó el trono de Frigia el rey Midas. Buena prueba de la prosperidad de Frigia en esta época es la conocida leyenda griega según la cual Midas convertía en oro todo cuanto tocaba.
Volviendo a Israel, el rey Pecajya hizo cuanto pudo para contentar a Asiria, pero el pago del tributo exigía recaudar muchos impuestos y el pueblo estaba descontento. Además en Judá había desde siempre un sentimiento de odio hacia los extranjeros, lo que unido a una subestimación del poder asirio culminó con un golpe de estado en 736, que le dio el trono a un general llamado Pecaj, que se apresuró a organizar una nueva coalición contra asiria. No tardó en conseguir el apoyo del rey Rezin de Siria, hijo de Benhadad III, pero tuvieron dificultades en convencer a Jotan (el hijo de Ozías, regente de Judá). En 735 apareció en la vida pública de Judá el profeta Isaías, profeta en la línea reformista inaugurada por Oseas años antes. Sin embargo, a diferencia de Oseas, Isaías era de familia aristocrática, por lo que tenía fácil comunicación con el rey y los sacerdotes, y estaba en contra de una rebelión contra Asiria. Para complicar más las cosas, en 734 murió Ozías y poco después murió también Jotan, con lo que el trono pasó a su hijo Ajaz. El nuevo rey estuvo de acuerdo con Isaías y optó por la neutralidad de Judá en un hipotético enfrentamiento contra Asiria por parte de Israel y Siria.
Este mismo año los corintios fundaron la ciudad de Siracusa, al oeste de Sicilia. Se abría así un proceso de expansión de Grecia por el Mediterráneo. La política de los griegos fue fundar colonias en zonas costeras adecuadas para el comercio. Sus ciudades se especializaban en elaborar productos de artesanía con materias importadas que después intercambiaban con tribus del interior, más primitivas, que les suministraban alimentos.
Mientras tanto, las fuerzas conjuntas de Siria e Israel invadieron Judá, en represalia por su negativa a integrarse en la coalición antiasiria. No tuvieron dificultades en tomar todo el país. Los edomitas y los filisteos aprovecharon para independizarse y Ajaz vio reducido su reino a los alrededores de Jerusalén. El rey pidió ayuda a Asiria y Teglatfalasar III no tardó en responder. Sus ejércitos llegaron a Siria en 732 y la aplastaron sin dificultad. Con ello Siria desapareció para siempre de la historia como nación independiente. Esta aniquilación se debió a que Teglatfalasar III empleó una política mucho más astuta de la de sus predecesores. Mientras éstos trataron de contener a los pueblos sometidos mediante el terror, Teglatfalasar III decidió realizar deportaciones en masa. Diseminaba la aristocracia de un pueblo entre otras regiones lejanas, mientras que otros extranjeros eran llevados a ocupar el vacío dejado. Así logró borrar muchos sentimientos nacionales, a la vez que creaba fricciones internas entre los antiguos habitantes de una zona y los recién llegados, fricciones que consumían unas energías que de otro modo podrían haberse empleado contra Asiria. El caso fue que los sirios se diseminaron por el imperio Asirio, y con ellos se llevaron su lengua, el arameo. Se trataba de una lengua mucho más simple que el acadio, la lengua de Asiria, por lo que fue rápidamente adoptada por los mercaderes y se convirtió en una especie de idioma internacional del Asia Occidental. Con el tiempo desplazaría también al hebreo.
Israel sobrevivió a las represalias asirias, pero el reino de Pecaj se redujo a los alrededores de Samaria. El descontento dio pie a un golpe de estado por el que fue proclamado rey el general Oseas, que logró la aprobación de Asiria comprometiéndose a pagar el correspondiente tributo.
En 730 el rey nubio Pianji, sucesor de Kashta, conquistó el Delta del Nilo, con lo que se convirtió en rey de un Egipto unido de nuevo. Se le considera el primer rey de la XXV dinastía. En realidad pequeñas zonas del bajo Egipto quedaron bajo el control de reyes nativos, englobados en una XXIV dinastía.
En esta misma fecha surgió un conflicto en Grecia. Al oeste de Esparta, en el Peloponeso, se extendía la región de Mesenia. Los dorios que se habían establecido en Mesenia se mezclaron con la población nativa, al contrario de lo que sucedió en Esparta, por lo que los espartanos despreciaban a sus vecinos. No conocemos los detalles, pero en 730 se inició la Primera Guerra Mesenia, con una invasión repentina por parte de Esparta. Tras algunos años de lucha, los mesenios, conducidos por su rey Aristodemo, se vieron obligados a parapetarse en el monte Itome, un pico de unos 800 m. de altura, donde resistieron algunos años más.
Mientras tanto Teglatfalasar III dirigía su atención hacia Babilonia, que ahora estaba gobernada por un rey caldeo. Cuando éste murió marchó sobre la ciudad y se proclamó él mismo rey con el nombre de Pulu (tal vez su verdadero nombre). Esta unión fue corroborada en los cielos como era habitual, de modo que el dios asirio Asur obtuvo la supremacía sobre el dios babilónico Marduk.
Teglatfalasar III murió en 727 y fue sucedido por su hijo Salmanasar V. Egipto había observado con inquietud el progreso de Asiria. Temía que en cualquier momento los asirios pudieran llegar a sus fronteras, así que se dedicó a apoyar todo intento de rebelión contra el Imperio. La muerte del rey era el mejor momento posible para una rebelión, así que el rey egipcio indujo a Oseas de Israel a rebelarse. Éste aceptó la propuesta y se negó a pagar el tributo pactado. En 725 Salmanasar V puso sitio a Samaria.
LA CAÍDA DE ISRAEL


El rey asirio Salmanasar V se encontró con serios problemas para tomar Samaria. El asedio se prolongó infructuosamente durante tres años. No sabemos bien lo que sucedió, pero tal vez un ejército acostumbrado a victorias fáciles se exasperó ante las dificultades. El caso es que Salmanasar V fue depuesto y sustituido por un nuevo rey (quizá uno de sus generales), que adoptó el nombre de Sargón II (que, como ya sabemos, significa "rey legítimo"). Samaria fue tomada finalmente en 722. Sargón II se atribuyó la conquista, mientras que la Biblia la atribuye a Salmanasar V. Babilonia aprovechó el cambio de monarca para rebelarse. Un noble caldeo se apoderó de la ciudad y se proclamó rey con el nombre de Marodac-Baladán. Su reinado duró mientras Sargón II estuvo ocupado en otros puntos de su imperio.
El rey Oseas no sobrevivió a la caida de Samaria, y con él desapareció para siempre el reino de Israel. Sargón II siguió la política de deportaciones iniciada por Teglatfalasar III, de modo que 27.000 personas tuvieron que abandonar Israel, entre aristócratas, terratenientes y funcionarios. Fueron trasladados a más de 700 Km. de distancia, al extremo oriental de la media luna fértil, donde perdieron su identidad al mezclarse con la población nativa. Para ocupar las regiones despobladas se llevó allí deportados de otras regiones, que al mezclarse con la población nativa se convirtieron en los que en generaciones posteriores fueron llamados samaritanos. Los samaritanos adoptaron el culto a Yahveh, así como las tradiciones principales de los israelitas.
El poder de Sargón II llegó hasta la isla de Chipre, donde se han encontrado estelas erigidas por él. Mientras tanto, el Mediterráneo estaba cada vez más transitado. Los fenicios potenciaron sus expediciones comerciales ante la necesidad de reunir a tiempo el tributo que periódicamente les exigía Asiria. Los griegos les iban a la zaga. En 721 fundaron la ciudad de Síbaris en el empeine de la "bota" italiana. Por aquel entonces ya había una colonia Griega en la península Itálica. Era Cumas, que según la tradición había sido fundada sobre el año 1.000. Probablemente fue una colonia temprana de Calcis, pero de ningún modo podía ser tan antigua. Fue el asentamiento más al norte que ocuparon los griegos.
Mientras tanto a Sargón II le surgieron problemas en su propia capital, Calach. Al parecer, la dinastía a la que él mismo había derrotado contaba con mucho apoyo en la ciudad. Eligió un lugar al norte de Nínive y puso a trabajar implacablemente a una legión de prisioneros de guerra en un proyecto monumental. Se trataba de una nueva capital, que iba a llamarse Dur-Shakurrin (fuerte de Sargón) cuya planta era un cuadrado perfecto de más de kilómetro y medio de lado. Sus ángulos estaban orientados exactamente según los puntos cardinales. Las obras comenzaron en 717.
Por esta época China estaba sufriendo transformaciones importantes. Los señores feudales se otorgaban ya el título de reyes, y el monarca Cheu era ahora un emperador meramente nominal que ejercía una débil influencia en los estados más cercanos a la capital, los Reinos del Centro. Algunos señoríos periféricos se aliaron ocasionalmente con pueblos bárbaros y aumentaron su poder hasta eclipsar el de la monarquía Cheu. Destacaron cinco reinos, conocidos como los cinco supremos: Qin, Jin, Qi, Chu y Song. En los siglos siguientes serían los auténticos protagonistas de la política china. Pese a ello, los Reinos del Centro se negaban a admitir la situación. Para ellos el rey Cheu era considerado el Hijo del Cielo y su dominio era "Todo bajo el Cielo". China era una isla rodeada por bárbaros y por "los cuatro mares". El estado más poderoso era Qi, pues tenía el ejército más fuerte y contaba con riquezas naturales. El estado monopolizó la extracción del hierro y de la sal.
Según las leyendas romanas, Rómulo reinó hasta 716, tras lo cual desapareció (al parecer porque los dioses lo llevaron consigo, convertido en el dios Quirino) y fue sucedido por el sabino Numa Pompilio, el segundo rey de Roma (tal vez en realidad fue el primero). La tradición dice que Numa instituyó la religión romana, si bien ésta era esencialmente la de los Etruscos y los Sabinos. Por ejemplo, Quirino era el dios Sabino de la guerra, equivalente al dios latino Marte. Posteriormente los romanos identificaron sus dioses con los dioses griegos, con lo que trasvasaron directamente a su mitología todas las leyendas griegas. Así, Zeus se identificó con el principal dios romano, Júpiter, sus hermanos Poseidón y Efesto se identificaron con Neptuno y Plutón. El dios de la guerra Ares se identificó con Marte, la diosa de la belleza Afrodita con Venus, etc. Durante un tiempo, los mitos sobre los dioses griegos fueron más conocidos a través de sus equivalentes romanos. No obstante, algunos dioses romanos no hallaron un equivalente entre los griegos. Aparte de que cada familia tenía sus propios dioses menores como protectores, estaba, por ejemplo, Jano, dios de las puertas y, por extensión, de las entradas y salidas, de los cambios. Había un templo en Roma dedicado a Jano cuyas puertas se cerraban únicamente en tiempos de paz. Dichas puertas estuvieron cerradas durante el reinado de Numa, pero una muestra de la trayectoria posterior de Roma es que en los siete siglos siguientes las puertas del templo de Jano sólo estuvieron cerradas cuatro veces, y ello por cortos periodos de tiempo.
La máxima autoridad religiosa en Roma era el Pontifex Maximus. Es interesante que Pontífice significa literalmente "constructor de puentes". Tal vez aquí encontramos un vestigio de una antigua cultura palafítica, esto es, de viviendas construidas sobre el agua a modo de protección, en la que el cuidado y la vigilancia de los puentes era una cuestión vital encomendada a los sacerdotes.
También se atribuye a Numa Pompilio una modificación del calendario. El calendario primitivo de los latinos contaba con diez meses lunares, de los cuales sólo los cuatro primeros tenían nombre propio: Martius (dedicado a Marte), Aprilis (el mes en que se abren las flores), Maius (dedicado a la diosa Maya), Iunius (dedicado a la diosa Juno, la esposa de Júpiter, identificada con Era). Los siguientes se enumeraban: quintilis, sextilis, september, october, november y december. Al parecer, fue Numa quien añadió dos meses más: Ianuarius (dedicado a Jano) y Februarius (el més de unas fiestas llamadas Februa). El número de días de cada mes sufrió algunas variaciones a lo largo de la historia, pero el año tenía 354 días (que hacen un total de 12 ciclos lunares completos). Para ajustar el año a los ciclos estacionales faltaban 11 días, que se añadían normalmente en bloques 22 días cada dos años, pero la decisión correspondía al Pontifex Maximus y había cierta flexibilidad.
En 715 unos colonos procedentes de Calcis fundaron Zancle en Sicilia. Ese mismo año murió el rey Ajaz de Judá, que fue sucedido por su hijo Ezequías. Su política fue compleja, pues pagaba tributo a Asiria, pero no dejaba de oponer resistencia a dicha dominación. La principal arma de Ezequías fue la religión. Siguiendo la forma de pensar común de la época, los asirios daban por sentado que su dios Assur era más poderoso que Yahveh, pues sólo así se explicaba que los judíos estuvieran postrados ante Asiria. Por consiguiente, esperaban que los judíos adorasen a Assur con el debido respeto. En cambio, Ezequías fomentó el culto a Yahveh, trató de eliminar otros cultos, centralizando así en el templo todo el sentimiento religioso de su pueblo. Los sacerdotes difundieron y modelaron las antiguas historias sobre el cautiverio en Egipto y la forma en que Yahveh liberó a su pueblo, fomentando así la esperanza de una nueva liberación. Los primeros libros de la Biblia empezaron a tomar su forma actual en esta época. Por otra parte, Ezequías fortificó y aprovisionó varias ciudades, y construyó una canalización de agua para abastecer a Jerusalén y consiguió financiación de Egipto. Sólo faltaba encontrar la ocasión adecuada para sublevarse.
Por esta época, la región comprendida entre el mar Negro y el mar Caspio, estaba ocupada por los Cimerios, que al parecer eran una tribu escita. Otras tribus escitas iniciaron un proceso de expansión, y los Cimerios huyeron hacia el sur, a través del Cáucaso. Siguieron las rutas que habían seguido anteriormente los hititas, los hurritas y los arios, pero tuvieron menos suerte, pues se encontraron con el poderoso imperio asirio. En realidad primero se encontraron con el pertrecho reino de Urartu, y apenas empezaron a acosarlo por el norte cuando Sargón II se lanzó sobre él por el sur. En su campaña, siguiendo la tradicional política asiria de terror, Sargón II destruyó el sistema de irrigación de Urartu, lo que supuso un duro golpe para la tierra, pues reconstruirlo suponía una tarea de años. Por otra parte, el rey admiró el sistema de acequias subterráneas y llevó la idea a Asiria, de donde se difundió por el mundo antiguo en general. En 714 Urartu capituló definitivamente ante Asiria, aunque sus reyes conservaron su poder (siempre como tributarios de Asiria). Juntas, Urartu y Asiria se enfrentaron a los cimerios y los expulsaron de la Media Luna Fértil. A continuación Sargón II pudo por fin ocuparse de Babilonia. El rey caldeo Marodac-Baladán fue depuesto y enviado al exilio en 711.
En 710 se fundó Crotona, unos 80 Km. al sur de Síbaris. Síbaris y Crotona mantuvieron desde siempre una enconada rivalidad. Este mismo año Esparta logró la capitulación de Mesenia en la guerra que libraban contra dicha región desde hacía 20 años. Encolerizados por tanta resistencia, los espartanos convirtieron en ilotas a los mesenios. También en esta fecha, el rey egipcio Pianji fue sucedido por su hermano Shabaka, que trasladó la capital de la lejana Napata hasta Tebas.
Por esta época Etruria se estaba convirtiendo en una de las grandes potencias del Mediterráneo, junto a los griegos y los fenicios. Etruria era (y sigue siendo) una de las regiones más fértiles de Italia, así que no es extraño que los etruscos se dieran pronto al comercio. Hubo grandes contactos e intercambios culturales. Así, los etruscos adaptaron a su lengua el alfabeto griego (alfabeto que éstos habían adaptado a su vez del fenicio). Las primeras inscripciones etruscas conocidas datan de estas fechas. Así mismo recibieron influencias religiosas. Las ideas etruscas sobre el Averno que les aguardaba tras la muerte eran muy similares a las griegas. Paulatinamente fueron imitando el arte griego. En arquitectura llegaron a aventajar a los griegos, pues los etruscos sabían construir arcos que reducían el número de columnas necesarias para sostener una construcción.
Se han encontrado restos etruscos en Campania, la región de Italia situada al sur del Lacio, donde se encontraba la colonia griega de Cumas. De aquí se infiere que los etruscos navegaban las costas de Italia. De hecho, también fundaron colonias en la isla de Cerdeña. Los griegos distinguían claramente entre pueblos bárbaros y civilizados. No cabe duda de que a los etruscos los tenían entre los segundos. Un hecho notable es la imagen que los griegos, y más tarde los romanos, tenían de las mujeres etruscas. Por ejemplo, Teopompo de Quíos (en el siglo IV a.C.) escribe:
Entre los tirrenos es costumbre arraigada que las mujeres sean propiedad común. Éstas prestan mucha atención al cuidado de su cuerpo y hacen ejercicio desnudas, a menudo con hombres y en ocasiones entre ellas. No comen con sus maridos, sino con quien se encuentren por azar en ese momento, y beben a la salud de quien quieren, pues son grandes bebedoras y muy bellas. Los tirrenos crían a todos los niños que vienen al mundo sin saber de qué padre procede cada uno.
Al parecer, nada de esto tiene fundamento. El origen de esta imagen parece deberse al desconcierto que en griegos y romanos producía el hecho de que las mujeres etruscas gozaran de una posición social y una independencia similar a las mujeres de los países civilizados de hoy en día. Las mujeres griegas nunca salían de casa por placer, y cuando tenían que salir lo hacían bien cubiertas para no llamar la atención de los hombres, carecían de instrucción y de iniciativas, en Atenas la costumbre era que comieran aparte, sin participar en las conversaciones de los hombres. Plutarco cuenta que en Mileto hubo en una ocasión una racha de suicidios femeninos, signo de la frustrante vida que llevaban las mujeres. Por cierto, que las autoridades resolvieron el problema decretando que las víctimas serían exhibidas desnudas en público. Por el contrario, las mujeres etruscas participaban en todos los aspectos de la vida social. Una diferencia frente a las mujeres romanas era que tenían nombre propio. En efecto, un ciudadano romano como Numa Pompilio tenía dos nombres: Numa era su nombre propio, mientras que Pompilio era el nombre de su familia. Las mujeres, en cambio, tenían sólo el nombre familiar. Si Numa hubiera tenido una hija, se habría llamado irremisiblemente Pompilia, y si hubiera tenido otra más le habrían improvisado una forma de llamarla lo más simple posible. En cambio, Clelia, Ati, Larthia, son ejemplos de nombres propios de mujer etrusca, algo prácticamente desconocido en Roma. Por último, las inscripciones funerarias muestran que cada difunto conocía perfectamente su árbol genealógico.
Al terminar la Primera Guerra Mesenia, Esparta se lanzó al mar como sus vecinos. En 707 fundó Tarento, que llegó a convertirse en la ciudad griega más importante de Italia. Por esas fechas terminaba la construcción de la que había de ser la nueva capital de Asiria. El "fuerte de Sargón" era una ciudad magnífica, con un zigurat de siete pisos, muchos templos y un palacio para Sargón II con una extensión de 100.000 metros cuadrados. Además había una biblioteca en la que el rey reunió las tablillas cuneiformes que contenían la antigua literatura mesopotámica.
En realidad Sargón II no llegó a habitarla, pues los cimerios rechazados en el norte de Asiria se desviaron hacia el oeste e invadieron Asia Menor, donde los frigios, ahora también tributarios de Asiria, no eran capaces de contenerlos. El rey tuvo que acudir a marchas forzadas y en 705 murió en una batalla contra los nómadas.
Sargón II fue sucedido por su hijo Senaquerib. La sucesión trajo consigo los habituales disturbios, por lo que los frigios tuvieron que arreglarselas por sí mismos contra los cimerios. Edom había acogido al rey caldeo Marodac-Baladán y ahora le estimuló a recuperar su trono. Senaquerib tuvo que descender a poner orden en Babilonia.
Por alguna razón, Senaquerib no quiso ocupar la ciudad construida por su padre, que nunca fue habitada. En su lugar, eligió Nínive como capital. Nínive siempre había sido una ciudad importante del Imperio Asirio, pero nunca había sido la capital. Senaquerib la reconstruyó desde sus cimientos, la dotó de un gran acueducto que garantizaba el suministro de agua y se edificó un gran palacio de 80 habitaciones.
Mientras tanto, el rey Ezequías de Judá había aprovechado también la sucesión asiria para llevar a la práctica sus proyectos de rebelión. En alianza con Fenicia, los filisteos y Egipto, se negó a pagar el tributo. En 701 Senaquerib pudo dejar Babilonia y enviar un ejército a Canaán. Las ciudades fenicias fueron asoladas, y el rey de Tiro tuvo que huir a las colonias fenicias de Chipre. Tras varios años en que el único apoyo de Egipto a Canaán había sido monetario, el rey Shabaka consideró que ya se hacía necesario intervenir militarmente, así que envió a su sobrino Taharka contra Senaquerib. El encuentro se libró en territorio filisteo y los asirios vencieron sin dificultad. Luego Senaquerib se dirigió a Judá y tomó todas sus ciudades excepto Jerusalén, a la que puso sitio. Los egipcios atacaron de nuevo y fueron nuevamente rechazados, pero el ejército asirio se debilitó. Además, Senaquerib debió de recibir noticias de una rebelión en Babilonia, y Babilonia era sin duda mucho más importante de Jerusalén, por lo que no podía permitirse un largo asedio. Así pues, llegó a un acuerdo con Ezequías, que se comprometió a seguir pagando el tributo y el rey asirio se marchó.

LA GRECIA CLÁSICA

Los historiadores toman la instauración de los Juegos Olímpicos como fecha de inicio del "Periodo Helénico" en el que Grecia alcanzó su máximo esplendor. Pero el resurgir de Grecia fue, naturalmente, un proceso gradual, y es a partir del siglo VII cuando la recuperación se hizo realmente palpable. Entre la heterogeneidad de las polis griegas, había dos que llaman especialmente la atención. Por una parte la belicosa Esparta, que había demostrado su tesón y su fuerza en la larga guerra de veinte años contra Mesenia. En un extremo contraste con ella estaba Atenas.
Atenas fue pionera en un proceso que poco a poco iría afectando a la mayoría de las Polis: la decadencia de la monarquía. En una ciudad pequeña y austera, un rey no era muy diferente de otros nobles ni podía acumular mucha autoridad. Esto facilitó la experimentación de formas de gobierno alternativas. Atenas carecía de rey desde hacía mucho tiempo. Según la última tradición, su último rey fue Clodro, que en tiempos de las invasiones dorias luchó por mantener libre a Atenas. Un oráculo predijo que vencería aquel ejército cuyo rey muriese primero, por lo que Clodro decidió dar su vida para que Atenas siguiera siendo jónica. Los atenienses decidieron que un rey tan bueno no podía tener sucesor, pues ninguno estaría a su altura. A partir de entonces Atenas fue gobernada por un Arconte, (que en griego significa algo así como "presidente"). Al principio el cargo era vitalicio y pasaba de padre a hijo a partir de los descendientes de Clodro (o sea, el arconte era un rey), pero luego se estipuló una duración de diez años para el arcontado, así como que éste no tenía por qué pasar necesariamente de padres a hijos, pero sí conservarse dentro de la nobleza. Evidentemente la historia del origen del arcontado es falsa, pero lo cierto es que de un modo u otro Atenas había pasado a un sistema de gobierno diferente de la monarquía usual.
Mientras Esparta imponía su autoridad sobre el Peloponeso por la fuerza de sus hoplitas, Atenas logró la supremacía sobre el Ática por procedimientos exclusivamente políticos. Lentamente fue absorbiendo a las poblaciones vecinas, en el sentido de que todos los habitantes del Ática eran considerados atenienses aunque no hubieran nacido ni habitaran la ciudad. Este proceso de unificación del Ática terminó en 700, cuando se incorporó Eleusis, ciudad situada al noroeste del Ática.
En Eleusis se practicaban unos ritos que en muchos aspectos fueron más importantes que la religión oficial griega, la de los dioses del Olimpo. La religión oficial había sido modelada en gran parte a gusto de los grandes señores, pero aportaba poco al hombre común. Los Misterios Eleusinos eran probablemente un resto de la religión arcaica de Grecia. Los iniciados tenían prohibido revelar nada sobre ellos bajo pena de muerte. Estaban relacionados con ciertos dioses agrícolas, con el grano que muere en otoño pero deja una semilla que le hace renacer en primavera. Al principio debieron de ser ritos para garantizar buenas cosechas, pero más tarde se aplicaron sus principios de muerte y resurrección a los hombres, de modo que quien participaba en los ritos moriría y resurgiría otra vez en otro mundo. La religión olímpica, en cambio, sólo ofrecía a los muertos un Averno desolador.
Al norte de Grecia había cinco regiones diferenciadas: Al noroeste estaba Iliria, que permanecería lejos del contacto con la civilización durante siglos, salvo la presencia de algunas colonias griegas en su costa. Al sur de Iliria estaba Épiro, habitada desde los tiempos de Homero por diversos pueblos grecohablantes en los que sólo se encuentran pequeños vestigios de la cultura griega, como el culto a Zeus. En esta época los preponderantes eran los Tesprotas. Al este de Iliria y Épiro estaba Macedonia, ocupada en un principio por pueblos tracios, pero unas tribus que descendieron del monte Pindo los expulsaron hacia el este y se organizaron en una monarquía cuyo primer rey fue Perdicas I. Éste construyó la ciudad de Egas y la convirtió en la capital de Macedonia. Al sur de Macedonia estaba Tesalia, una región fértil y llana que había gozado de cierta notoriedad en la época micénica. Es la única zona de Grecia lo suficientemente llana como para que los caballos tengan utilidad en las batallas. Por ello fue cuna de buenos jinetes. Los mitos griegos sitúan a los legendarios centaruros en Tesalia, probablemente un recuerdo de los primeros encuentros de los griegos del sur con los jinetes tesalios. Según la tradición, un rey llamado Alevas organizó el territorio en cuatro tetrarquías confederadas, dirigidas conjuntamente en tiempos de guerra por un único líder llamado tagos. Por último, al este de Macedonia, sobre la costa norte del Egeo, estaba Tracia, región que ya había empezado a alojar numerosas colonias griegas, especialmente en la península calcídica.
Mientras tanto, Judá acababa de librarse por poco de la destrucción total. Senaquerib dejó entera a Jerusalén, si bien Jerusalén fue lo único que quedó entero en Judá. En 697 el rey Ezequías, cansado y deshonrado, delegó el gobierno en su hijo Manasés. Mientras tanto Senaquerib se preparaba para un ataque definitivo contra Babilonia. Comprendió que el reino de Elam era responsable en gran parte de las rebeliones periódicas de Babilonia, pues había adoptado como forma de defensa el ayudar a todos los rebeldes babilónicos para que mantuvieran ocupados los ejércitos asirios. Así que decidió atacar primero a Elam, pero no a través de Babilonia, lo que haría llegar a sus ejércitos debilitados, sino mediante un ataque inesperado por mar. Construyó secretamente una flota, para lo que recurrió a los fenicios y tal vez a los griegos. Es posible que este fuera el primer contacto de los griegos con Asiria y el origen de las leyendas sobre Nino y Semíramis. La flota descendió por el Éufrates, pasando junto a Babilonia sin detenerse y desembarcando en Elam. Sin embargo, los elamitas respondieron al inesperado ataque de forma igualmente inesperada: dejaron en el país una mínima defensa mientras el grueso de su ejército huyó a Babilonia, para unirse allí con los rebeldes y amenazando con incomunicar al ejército Asirio.
Esta jugada debió de provocar la cólera de Senaquerib. Hasta entonces, Asiria había sido relativamente respetuosa con Babilonia. Sin duda, la ciudad tenía una tradición cultural que impresionaba a los Asirios. Aunque Asiria superaba sin duda alguna a Babilonia en cuanto a poderío militar, tanto Asirios como Babilonios reconocían la superioridad cultural de Babilonia, pero ahora Senaquerib ya no estaba dispuesto a reconocer nada. En 689 se abrió paso hasta Babilonia, arrasó sus canales, derribó los diques, llenó las acequias del barro de las casas que hizo abatir desviando el Éufrates, destruyó incluso los templos y se llevó a Asiria la estatua del mismo Marduk.
En 687 murió Ezequías y su hijo Manasés ocupó el trono. Su política fue la de una total sumisión a Asiria. Pagó puntualmente el tributo, fomentó el culto a los dioses asirios y se opuso al culto a Yahveh, cuyos partidarios continuaban propugnando la rebelión contra el yugo asirio. Naturalmente, esto le hizo blanco de toda suerte de descalificaciones en la Biblia. Pese a ello, el reinado de Manasés fue un periodo de paz para Judá.
El mismo año en que murió Ezequías surgió un nuevo reino en Asia menor. Se trataba del reino de Lidia. Los lidios eran una tribu que había estado bajo el dominio frigio y que lucharon junto a ellos contra los cimerios. Ahora habían encontrado un general capaz llamado Giges, que fundó el nuevo reino y continuó la lucha contra los nómadas invasores.
En 685 el duque Huan se convirtió en el señor del estado chino de Qi. Por esta época nuevos pueblos bárbaros amenazaban a China: las tribus de Man e I al sur y las de Jung y Ti al norte. Se trataba de pueblos seminómadas que compartían los rasgos fundamentales de la cultura china, por lo que "bárbaros" ha de ser entendido simplemente como "extranjeros".
Mientras tanto, colonizadores griegos llegaron hasta el estrecho del Bósforo y fundaron una ciudad en la costa asiática a la que llamaron Calcedonia, por las minas de cobre que había en sus cercanías. Ese mismo año, la opresión que Esparta infligía a Mesenia se hizo tan insufrible que los mesenios se alzaron de nuevo en armas, dirigidos por Aristómenes, dando así comienzo a la Segunda Guerra Mesenia. Poco después Atenas modificaba ligeramente su sistema de gobierno. En 683 el arconte dejó de ser el gobernante absoluto. La ciudad pasó a estar gobernada por nueve hombres elegidos anualmente entre los nobles. Uno de ellos era el arconte, que daba nombre al año, pero también estaba el polemarca, que gobernaba el ejército, otro ejercía de sumo sacerdote, y así las tareas de gobierno se distribuían entre los nueve. Además surgió el Areópago, un consejo de nobles que actuaba como tribunal supremo.
En 681 Huan, el señor de Qi, negoció una alianza con Song, Lu, y otros estados chinos periféricos, a la que paulatinamente se fueron incorporando nuevos miembros, preocupados por las incursiones bárbaras.
Entre tanto, el rey asirio Senaquerib fue asesinado en una conjuración organizada por sus dos hijos mayores. No conocemos los detalles, pero algo debió de salir mal, pues ambos se vieron obligados a huir a Urartu, donde reclutaron un ejército. Otro hijo del rey asesinado reclamó el trono y consiguió el respaldo de la nobleza. Se llamaba Asarhaddón, y no tuvo dificultad en derrotar a sus hermanos. Su política fue radicalmente diferente a la de sus antecesores. Inició la reconstrucción de Babilonia, una tarea que le llevó años. Llegó a un acuerdo de paz con Elam, el cual se comprometió a no fomentar más rebeliones en Babilonia. Con Judá no tuvo problemas, pues Manasés no dejó de pagar el tributo convenido. En 679 tuvo que dirigir una campaña contra los cimerios, que ante la presión de los escitas volvieron a penetrar en Urartu. Asarhaddón los derrotó, pero a la vez trató de llegar a un acuerdo con ellos, el cual fue sellado, según era habitual, incorporando a su harén una de sus princesas.
El rey asirio tomó medidas para que su propia sucesión no pusiera en peligro el poder asirio, como había ocurrido con las sucesiones precedentes. Tenía dos hijos adultos y no estaba dispuesto a pasar por traiciones o intentos de asesinato que pudieran terminar en una guerra civil. Eligió a su hijo menor como sucesor y obligó a toda la nobleza a jurarle fidelidad como futuro rey. A su hijo mayor lo nombró virrey de Babilonia
Finalmente a Egipto le tocó el turno de enfrentarse a Asiria. El rey actual era Taharka, el que había dirigido el ejército egipcio contra Senaquerib mientras sitiaba Jerusalén. Asiria era consciente de las mil intrigas que Egipto había urdido en los últimos años, y ahora estaba dispuesta a pedirle cuentas. En 675 Asarhaddón envió una expedición a Egipto que, contra todo pronóstico, Taharka supo rechazar.
En 673 dice la tradición que murió el segundo rey de Roma, el sabino Numa Pompilio. Su sucesor fue Tulo Hostilio. Hasta entonces Roma ocupaba tres colinas: los montes Palatino, Capitolino y Quirinal. El nuevo rey la extendió al monte Celio edificando allí su palacio. El poder del rey no era absoluto, sino que era aconsejado por el senado, una asamblea de cien ancianos, representantes de los diversos clanes que componían la ciudad.
En 671 Asarhaddón pudo enviar de nuevo a Egipto un ejército mayor y mejor equipado que el anterior. Tomó Menfis y el Delta, mientras Taharka se vio obligado a retroceder hacia el sur. En 669 Babilonia estaba completamente reconstruida y recuperó su esplendor.
Mientras tanto Esparta seguía enzarzada en la Segunda Guerra Mesenia, que ya duraba 17 años. Argos debió de pensar que era un buen momento para atacar a Esparta y efectivamente ganó una batalla, pero no pudo sacar mucho partido, pues al año siguiente, en 668, Esparta pudo derrotar finalmente a los mesenios. Su caudillo Aristómenes y un grupo de aliados tuvo que abandonar su patria, mientras Mesenia quedaba postrada una vez más ante Esparta. Fueron acogidos en la ciudad de Zancle, en Sicilia, donde un poco después se hicieron con el poder y le cambiaron el nombre por el de Messana, en honor a su tierra de origen.
El mismo año en que terminaba la Segunda Guerra Mesenia murió el rey asirio Asarhaddón, mientras marchaba a Egipto en una tercera campaña. Tal y como había sido dispuesto, fue sucedido por su hijo menor, Asurbanipal. Bajo su reinado Nínive llegó a su apogeo. Su población alcanzó los 100.000 habitantes y sus caravanas comerciales llegaban hasta la India. Asurbanipal había recibido una esmerada eduación, y se interesó por la cultura babilónica. Construyó una inmensa biblioteca en su palacio en la que catalogaba cuidadosamente ejemplares de cuantas tablillas cuneiformes interesantes llegaban a sus manos. Gran parte de los conocimientos que tenemos de Mesopotamia se deben a esta biblioteca.
En 667 la alianza de estados chinos que había promovido Huan se convirtió en una confederación de todos los estados periféricos liderada por el propio Huan. Los estados de la confederación dejaron de considerarse bárbaros, y se incluyeron entre los reinos del centro, que reconocían formalmente la autoridad Cheu. La capital se trasladó a la ciudad de Yong, más hacia el este. La supremacía de Huan se debió en gran parte a la eficiencia de su primer ministro Kuan Tsong, que realizó notables reformas económicas y fiscales. Entre otras cosas, introdujo en China el uso de monedas. A pesar de la confederación, las incursiones bárbaras seguían produciéndose. Algunos estados más alejados se aliaron con los bárbaros y aumentaron su poder. Entre ellos estaban Wu y Yue.
Entre tanto Roma se vio enfrentada a la que hasta entonces era considerada la mayor potencia del Lacio: la ciudad de Alba Longa. Los detalles están envueltos en la leyenda. Según los historiadores romanos Roma y Alba convinieron en sustituir una eventual batalla por un duelo de tres hombres contra tres hombres, con el compromiso de acatar los resultados. Los romanos eligieron a tres hermanos de la familia de los Horacios, mientras que los albanos escogieron a tres hermanos de la familia de los Curiacios. Dos de los Horacios murieron, pero el tercero echó a correr y fue perseguido por los otros. Entonces se detuvo y luchó con ellos uno a uno, a medida que llegaban a él, y los mató a los tres. Alba aceptó el resultado, pero poco después aprovechó una ocasión para rebelarse, con lo que en 665 fue tomada y destruida por Roma. En resumen, que Roma acabó de un modo u otro con la hegemonía albana y se inventó una leyenda para demostrar que su conducta fue justa.
En 661 Asurbanipal dirigió una nueva campaña contra Egipto. Esta vez llegó hasta Tebas y la saqueó, con lo que puso fin a la dinastía de reyes nubios. Éstos continuaron reinando en Nubia mil años más, pero su civilización declinó pronto. Asurbanipal nombró virrey de Egipto a Necao, un príncipe del Bajo Egipto que había sido prisionero de guerra durante algunos años, con lo que conocía bien a Asiria y sabía lo peligroso que era rebelarse contra ella.
En 660 una expedición griega fundó una ciudad en la parte europea del Bósforo, enfrente de Calcedonia. Se llamó Bizancio. Según la tradición, el nombre procede de Bizas, que era el jefe de la expedición, pero los griegos eran muy dados a inventar personas que daban nombre a pueblos o ciudades. Calcedonia y Bizancio se hallaban en la situación de privilegio en que antes había estado Troya, pues podían regular a su antojo el comercio con el mar Negro (o el Ponto Euxino, como lo llamaban los griegos), que cada vez era más floreciente. A partir de esta fecha, las costas del mar Negro fueron poblándose con más y más colonias griegas.
Ahora nos encontramos con un precedente de un fenómeno que iba a ser común en las ciudades griegas de los años posteriores. Cuando una ciudad pequeña, como lo eran todas las polis griegas, alcanza un cierto nivel de prosperidad, el pueblo podía ejercer mucha presión sobre un gobernante ineficaz, y algunos hombres carismáticos podían canalizar la insatisfacción del pueblo para hacerse con el poder, lo cual ahora (antes no) suponía un ascenso social significativo. Así empezaron a surgir los tiranos, palabra que designaba simplemente a alguien que asumía el poder sin ninguna clase de respaldo dinástico, nobiliario o religioso, sin las connotaciones negativas que hoy tiene esta palabra para nosotros. Así, en 655, Cipselo se hizo con el poder en Corinto.
Por estas fechas murió Necao, el gobernador de Egipto nombrado por los asirios, y su hijo Psamético ocupó su lugar. Compró mercenarios lidios y con su ayuda plantó cara a las guarniciones asirias destacadas en Egipto. Al mismo tiempo, Asurbanipal recibió la petición de auxilio de los principados de Asia Menor, que sufrían de nuevo los ataques de los cimerios. Decidió atender antes este asunto, con lo que combatió una vez más al lado del rey lidio Giges contra los nómadas. Entre ambos consiguieron abatir a los cimerios, pero Giges murió en la lucha, en el año 652. Este mismo año Psamético había expulsado definitivamente a los asirios de Egipto y fue convertido en Psamético I, el primer rey de la XXVI dinastía. Estableció la capital en Sais, al oeste del Delta. Por ello su dinastía es también conocida como saítica. Asurbanipal no pudo ocuparse de él porque al mismo tiempo le surgió un problema mucho mayor. Elam había vuelto a su antigua política de intrigas y había convencido al hermano del rey, que gobernaba Babilonia, a que se rebelara, con lo que Asiria se vio envuelta en una guerra civil.

LA CAÍDA DE ASIRIA

En la segunda mitad del siglo VII el mundo civilizado vio muchos cambios. En la India empiezan a reaparecer las ciudades, extinguidas desde la invasión aria. Egipto parecía haber vuelto al pasado. Bajo el gobierno de Psamético experimentó una renovación económica y un renacimiento artístico. Los tiempos de los constructores de las pirámides fueron ensalzados, se estudiaron los rituales religiosos que se describían en las tumbas antiguas, se recordaron los clásicos literarios del Imperio Medio y se repararon los daños causados en Tebas por los asirios. Sin embargo, Egipto no contaba ya con buenos soldados, y éstos eran ahora más necesarios que nunca. Psamético contrató hoplitas griegos mercenarios y los instaló en guarniciones al este del Delta, para prevenir un posible ataque asirio. Las continuas luchas entre las diversas polis griegas habían hecho de los hoplitas unos guerreros muy eficientes, tal vez los mejores soldados de la época. Por eso muchos de ellos encontraron como forma de ganarse la vida el ofrecer sus servicios a otras ciudades o naciones.
También Esparta cambió radicalmente tras su experiencia en las dos largas guerras contra Mesenia. La ciudad entera se convirtió en un cuartel. Los niños eran examinados al nacer para ver si eran lo suficientemente robustos. Si no lo eran se les abandonaba para que murieran. A los siete años se les separaba de sus madres y se les criaba en una especie de academia militar, donde aprendían a soportar el frío y el hambre, el cansancio y el dolor. Tenían que saber luchar, cumplir órdenes ciegamente y morir antes que retirarse.
Los espartanos adultos comían en una mesa común, a la que cada uno llevaba su parte, y todos contribuían con lo que producían sus tierras con el trabajo de sus ilotas. La comida era austera (los griegos de otras ciudades decían que vomitiva). El arte, la música y la literatura fueron erradicados de Esparta. Hasta la oratoria fue mal vista desde entonces. Aún hoy usamos la palabra lacónico para referirnos a la parquedad de palabras que fue característica en laconia a partir de entonces, en contraposición con el gusto por la dialéctica de que los demás griegos siempre hicieron gala. Esparta abandonó todo interés por el comercio o la colonización y se concentró en ser la ciudad más poderosa del Peloponeso y, con el tiempo, de toda Grecia. En siglos posteriores, los espartanos decían que las leyes que configuraban su modo de vida, la constitución espartana, habían sido implantadas por Licurgo en el año 850 a.C., pero esto es falso: hasta el 650 Esparta contaba con músicos y poetas. Fueron las guerras mesenias las que hicieron triunfar al militarismo en la ciudad. Probablemente Licurgo jamás existió.
En el reino de Lidia surgió una innovación. El gobierno empezó a emitir pepitas de oro con un sello que garantizaba su valor, de modo que podían ser usadas cómodamente en las transacciones comerciales. Eran las primeras monedas. Los comerciantes griegos adoptaron la idea. Al parecer, la primera ciudad que usó este sistema de cambio fue Egina, una pequeña isla situada en el golfo formado entre el Ática y la Argólida. El uso del dinero la enriqueció, y otras ciudades-estado se apresuraron a imitarla.
Etruria vivía su época de mayor esplendor. Por esta época, las ciudades etruscas empezaron a rodearse de sólidas murallas, construidas con rocas cuidadosamente unidas sin cemento. No se sabe si para protegerse de enemigos exteriores o para protegerse unas de otras. Los griegos los tenían por guerreros valerosos. Su influencia se extendía bastante más allá de sus fronteras por tierra y por mar. Por esta época se refuerza su presencia en la Campania, al sur del Lacio, que se veía así rodeado por los etruscos, al norte y al sur.
Asiria, en cambio, vivía un momento delicado. El ejército de Asurbanipal tuvo que enfrentarse al de su hermano en Babilonia. En 648 éste se vio acorralado y se suicidó. El rey asirio comprendió que Elam estaba detrás de todos los problemas que ocasionaba Babilonia, así que emprendió una campaña contra dicho reino.
En 643 murió Huan de Qi, lo que permitió a otros estados chinos competir por la hegemonía. El estado de Chu se extendió hacia el norte.
En 642 murió el rey Manasés de Judá, y fue sucedido por su hijo Amón, que continuó la política de su padre de total sumisión a Asiria.
En 641 murió Tulo Hostilio, el tercer rey de Roma, y el Senado Romano eligió como rey al nieto de Numa Pompilio, cuyo gobierno siempre fue gratamente recordado por los romanos. El cuarto rey se llamaba Anco Marcio. Según la tradición, Anco Marcio llevó a Roma nuevos colonos que contribuyeran al crecimiento que estaba experimentando la ciudad. Los alojó en el monte Aventino, que pasó a ser la quinta colina de Roma. Sin embargo, los recién llegados no llegaron con igualdad de derechos. No se les permitió enviar representantes al Senado ni ocupar cargos públicos. Los senadores eran llamados también Patricios, porque eran como padres que dirigían la gran familia que era la ciudad. Por extensión, la palabra se aplicó también a las familias de los senadores, en oposición a los recién llegados, que fueron llamados plebeyos. Los patricios se agrupaban en grandes familias, llamadas gentes, que veneraban a un antepasado común. Junto a ellas vivían los clientes, pobres o antiguos esclavos que buscaban la protección del pater familias, o jefe de la familia.
En 640, tras sólo dos años de reinado, fue asesinado el rey Amón de Judá, y fue sucedido por Josías, su hijo de ocho años. No sabemos exactamente cómo sucedio, pero es razonable conjeturar una intriga de los sacerdotes Yahvistas, pues los últimos reyes habían adoptado el culto asirio y un rey de ocho años sería fácil de manipular. De esta forma había muchas posibilidades de restaurar el culto a Yahveh, como en efecto sucedió.
Ese mismo año la ciudad de Megara siguió el ejemplo de su vecina Corinto y eligió como tirano a Teágenes, quien hizo construir un magnífico acueducto que suministrara agua dulce a la ciudad. Los tiranos necesitaban ganarse el respaldo del pueblo con todo tipo de reformas y mejoras, por lo que en general las tiranías eran preferibles a las oligarquías de nobles, que no se sentían obligadas a justificar de ningún modo su autoridad.
El debilitamiento de Asiria favoreció la prosperidad de Fenicia. Aunque los griegos se estaban apoderando del Mediterráneo oriental, los fenicios se aventuraron hacia el oeste. Crearon bases en la que ahora es Argelia, ocuparon las islas Baleares y extendieron su ocupación de la costa española. Más aún, sus barcos se adentraron en el océano Atlántico y bordearon la costa hasta llegar a las que llamaron "islas del estaño", que al parecer eran las islas Scilly, situadas frente a la costa de Cornualles, al suroeste de Inglaterra. De allí y tal vez de la misma Cornualles llevaban estaño a Tartesos, donde lo usaban para fabricar bronce.
Por esta época el rey de Egipto Psamético tuvo una idea atrevida. Instó a los griegos de Mileto a fundar una colonia en el Delta del Nilo. Los griegos aceptaron encantados y construyeron Naucratis, que en griego significa "soberana del mar". La idea de Psamético era usar a los griegos para distribuir por el Mediterráneo los excedentes egipcios, y funcionó bien. Ésta fue la principal toma de contacto de Grecia con Egipto desde hacía muchos años. La mayoría de las palabras con que nos referimos a muchos aspectos de la cultura egipcia son de origen griego y datan de esta época (pirámide, jeroglífico, esfinge, obelisco, etc.), así como muchos nombres de ciudades y de reyes egipcios. Por ejemplo, los egipcios llamaban No a la ciudad que, por algún motivo, los griegos decidieron llamar Tebas, que era también el nombre de una polis al oeste del Ática.
En 639 Asurbanipal logró la victoria definitiva frente a Elam. Tomo su capital, Susa, y la destruyó. Todo el país quedó devastado y el reino que había existido desde tiempos de los sumerios desapareció finalmente de la historia. Por esta época el rey debía de rondar los sesenta años y probablemente estaba cansado. Ya no emprendió más campañas militares y los pueblos sojuzgados por Asiria empezaron a notar que sus cadenas se debilitaban.
En 637 el duque Hsiang del estado de Sung se enfrentó con el estado de Chu, pero éste aniquiló su ejército y sometió a Sung. Hsiang murió en la batalla.
En 632 un ateniense llamado Cilón, casado con la hija del dictador Teágenes de Megara, trató de convertirse en tirano de Atenas. Un día festivo, mientras los atenienses estaban distraídos con celebraciones, se apoderó de la Acrópolis (la colina fortificada de la ciudad) con la ayuda de algunos nobles y de soldados megarenses. La oligarquía ateniense no era muy popular y la Acrópolis era prácticamente inexpugnable, por lo que un mínimo apoyo del pueblo habría dado la victoria a Cilón, pero no obtuvo ninguno a causa de los soldados Megarenses. Ningún ateniense estaba dispuesto a deshacerse de la oligarquía al precio de someterse a unos extranjeros. No intentaron tomar la Acrópolis, sino que esperaron a que los asaltantes se rindieran por hambre. Cilón logró escapar, pero los demás tuvieron que rendirse a cambio de la promesa de que se respetaran sus vidas. El arconte de Atenas de ese año era Megacles, miembro de una de las familias más poderosas de la ciudad, los Alcmeónidas. Megacles pensó que era más prudente deshacerse de los traidores y los mandó matar, pese a la promesa que les había hecho de conservar sus vidas. Esto llenó de preocupación a los atenienses: Megacles había roto una promesa efectuada solemnemente ante los dioses. El arconte y otros miembros de su familia fueron juzgados por sacrilegio y expulsados de la ciudad. Por su parte, Teágenes declaró la guerra a Atenas.
Ese mismo año, el rey Josías de Judá, a sus dieciséis años de edad, ya era un perfecto yahvista, y suprimió el culto asirio. En China, Wen, señor de Jin, logró una victoria decisiva que detuvo el avance de Chu con la ayuda de Qi y Qin. De este modo Wen se hizo con la hegemonía de la confederación china, hegemonía que fue ratificada por el propio rey Cheu.
En 630, los griegos fundaron la ciudad de Cirene sobre la costa libia, fuera de las fronteras egipcias. Esta colonia sería el núcleo de una próspera población griega en la zona. Además descubrieron la existencia de Tartesos y entablaron relaciones comerciales. A raíz de ello fundaron la colonia de Mainake, cerca de la actual Málaga. Los fenicios perdieron así el monopolio del comercio con Tartesos.
En 628 el estado chino de Qin inició una expansión hacia el este que le enfrentó a los estados de Jin y Chu.
En 627 murió el virrey que Asurbanipal había impuesto en Babilonia cuando derrotó a su hermano, y varios pretendientes a la sucesión se disputaron el poder por un breve tiempo. Finalmente venció un caldeo llamado Nabopolasar. Por esta época, los escitas habían estado luchando contra los medos, pero ante el declive de Asiria decidieron aliarse contra ésta. El mando fue asumido por un jefe medo llamado Ciaxares.
En 625 Cipselo se las arregló para que su hijo Periandro heredara la tiranía de Corinto. Bajo su gobierno Corinto se convirtió en la ciudad más culta de la Grecia continental, así como la más próspera. Acogió en su corte al famoso poeta Arión (del que se contaba que fue arrojado al mar por unos piratas, pero que con su canto logró atraer a unos delfines que lo llevaron a la costa). Por esta época los griegos empezaron a construir templos de piedra y no de madera. Corinto desarrolló el llamado orden dórico, basado en líneas de columnas adornadas con acanaladuras que sostenían los techos.
Cuando Asurbanipal murió en 622, Asiria se encontró rodeada de enemigos preparados para abatirse sobre ella. Ciaxares se erigió en rey de Media, dominando un territorio aproximadamente igual al del Irán actual. Nabopolasar también declaró la independencia de Babilonia. Naturalmente, esto supuso la guerra con Asiria. Por su parte, el ejército de Judá avanzó rápidamente hacia el norte y se adueñó del territorio que antaño ocupaba Israel. El rey Josías ordenó la renovación del templo, que estaba muy deteriorado desde los tiempos del último rey yahvista. En un hueco de la construcción, el sumo sacerdote Helcías afirmó haber encontrado una primera versión del Libro de la Ley, un libro presuntamente escrito por Moisés del que hasta entonces no se tenía noticia. No conservamos este libro, pero parece que era una primera versión del Deuteronomio, el quinto libro de la Biblia. En él se recordaba la historia de Moisés, se detallaba minuciosamente la ley mosaica, así como todo el ritual del culto, se establecía el Templo como único lugar admisible para dicho culto y se exhortaba al pueblo a obedecer a los profetas que hablaban en nombre de Dios. En resumen, el Libro de la Ley fue la forma en que los sacerdotes dijeron a Josías qué era exactamente lo que tenía que hacer. Josías creyó que el libro era auténtico y fue eliminando del país todo culto no yahvista. Todos los santuarios locales, yahvistas o no, fueron clausurados, de modo que el Templo de Jerusalén quedó como único santuario.
Mientras tanto, Atenas se defendía precariamente de Megara. Las dificultades en la guerra aumentaron la insatisfacción del pueblo frente a la oligarquía gobernante. Se elevaron voces que afirmaban que los nobles eran injustos en su administración de las leyes tradicionales. Esto era difícil de sostener sin un código escrito, y así el pueblo exigió la redacción de un sistema de leyes.
Dicho código fue elaborado en 621 por Dracón, un noble partidario de la oligarquía. Su sistema de leyes simplemente reflejó la práctica al uso con todas sus injusticias y arbitrariedades. Sólamente hubo un cambio, y fue la extremada dureza de las penas. Por ejemplo, robar una col conllevaba la pena de muerte. Cuando se le preguntó por qué, se dice que Dracón respondió "Porque no puedo concebir un castigo más severo". Un acreedor podía esclavizar a sus deudores si no podía pagar las deudas. Este artículo llevó a la esclavitud a muchos agricultores atenienses.
Ese mismo año murió el rey Perdicas I de Macedonia y fue sucedido por su hijo Argeo I. Sus desdendientes fueron conocidos como argéadas, e iban a gobernar Macedonia durante dos siglos. La organización del reino recuerda a la Grecia arcaica: nada parecido a las ciudades-estado del sur. El "rey de los macedonios" era el jefe de los guerreros y gobernaba asistido de un consejo de "compañeros". Los campesinos estaban sometidos al poder del rey. Su lengua era un dialecto griego.
En 617 el trono de Lidia fue ocupado por Aliates, el nieto del rey Giges, quien extendió las fronteras lidias a lo largo de Asia Menor al tiempo que continuaba la lucha contra los cimerios.
En 616 Nabopolasar pactó una alianza con Ciaxares. El sucesor de Asurbanipal no estaba a la altura de su padre y Nabopolasar avanzaba lentamente hacia Nínive, pero quería asegurarse de que su suerte no cambiaría por un revés imprevisto. El acuerdo fue sellado con el matrimonio entre la hija de Ciaxares y el hijo de Nabopolasar. Ciaxares no tardó en tomar Assur, la antigua capital.
Este mismo año murió Anco Marcio, y Lucio Tarquinio Prisco fue elegido quinto rey de Roma. Aquí Tarquinio es el nombre familiar, que indica el origen etrusco de este rey, pues Tarquinia era una importante ciudad etrusca. El tercer nombre, "Prisco", es un apelativo diferenciador añadido que algunos romanos recibían a lo largo de su vida o a veces incluso heredaban (algo similar a un mote o un alias, pero más institucionalizado). En este caso significa "el primero" o "el mayor", probablemente para distinguirlo de un hijo tocayo. Es difícil saber si los romanos eligieron libremente un rey etrusco (tal y como afirmaban sus historiadores) o si les fue impuesto desde Etruria (cosa bastante probable). Lo cierto es que Roma prosperó bajo su mandato, pues se benefició de la avanzada cultura etrusca. Él construyó el Circo Máximo, un recinto ovalado en el que se celebraban carreras de carros. Introdujo también juegos atléticos, usuales entre los etruscos, construyó un gran templo a Júpiter en el monte Capitolino. El templo fue llamado Capitolio, y fue al mismo tiempo una fortaleza donde pudieron refugiarse los romanos en los peores momentos de su historia. También construyó la Cloaca Máxima, que desecó las zonas pantanosas del valle entre el Capitolino y el Palatino. Allí estaba el foro, un mercado, pero ahora se convirtió en un lugar público donde la gente se reunía para comerciar y realizar todo tipo de actos públicos.
Todas estas construcciones se realizaron bajo la dirección de ingenieros y artistas etruscos, que habían aprendido gran parte de su oficio de los griegos, aunque también habían realizado muchas aportaciones propias, tales como el uso del arco, que permitía reducir el número de columnas necesarias para sostener un edificio. Roma no tardaría en tener sus propios ingenieros y arquitectos, que con el tiempo realizaron magníficas obras de las que los romanos siempre se mostraron muy orgullosos.
Tarquinio obtuvo victorias militares frente a otras ciudades latinas (que tal vez veían a Roma como una ciudad etrusca más) e introdujo la costumbre etrusca del Triunfo. Cuando un general lograba una gran victoria entraba en la ciudad precedido por funcionarios del gobierno y seguido de su ejército y de los prisioneros y el botín conquistado, y avanzaba hasta el Capitolio entre los aplausos del pueblo. En el Capitolio se celebraban unos oficios religiosos y la ceremonia terminaba con una gran fiesta. Hay que advertir que Roma no tenía entonces un ejército profesional, sino que sus soldados eran los propios agricultores, que dejaban sus tierras mientras era necesario para defender la ciudad o ajustar cuentas con alguna ciudad vecina.
En 615 murió el rey Argeo I de Macedonia, y fue sucedido por su hijo Filipo I. Durante este periodo de su historia, Macedonia permaneció ajena al progreso que estaban experimentando las ciudades griegas del sur. De hecho, a pesar de su lengua, los griegos tenían por bárbaros a los macedonios.
En 614 el estado chino de Chu aumentó su influencia bajo el gobierno de Chuang.
Volviendo a la acorralada Asiria, en su desesperación se vio obligada a pedir ayuda a Egipto. Psamético acepto ayudarla, no por simpatía, ciertamente, sino porque a Egipto le interesaba una Asiria débil, pero no una Asiria acabada que fácilmente fuera reemplazada por otra potencia amenazadora, como Babilonia o Media. Pero la ayuda egipcia fue escasa y tardía. En 612 Nabopolasar y Ciaxares sitiaron conjuntamente Nínive y la tomaron, para regocijo de todo el cercano oriente. Nínive fue literalmente arrasada y jamás se consintió que fuera reconstruida. Si no fuera porque su historia aparece en la Biblia, su nombre habría quedado completamente olvidado en los siglos posteriores. De todos modos, algunos fragmentos del ejército asirio sobrevivieron al desastre y se retiraron a la ciudad de Harrán, al norte de la Media Luna Fértil, donde resistieron un tiempo bajo la conducción de un general llamado Ashur-Ubalit.
En 610 ascendió al poder en Mileto uno de los tiranos más famosos, Trasíbulo, bajo cuyo mandato Mileto fue probablemente la ciudad más próspera del mundo griego. Ese mismo año murió Psamético, cuyo reinado fue el más largo desde los tiempos de Ramsés II. Fue sucedido por su hijo, Necao I, quien decidió socorrer a los asirios refugiados en Harrán con la esperanza de que mantuvieran entretenidos a medos y caldeos y que éstos no tuvieran ocasión de fijarse en Egipto. En el camino hacia Harrán estaba Judá y, aunque Necao I hubiera preferido no perder el tiempo con los judíos, el caso era que Josías no estaba dispuesto a dejar pasar a los egipcios por su territorio. En 609 el ejército egipcio se enfrentó al judío en Megiddo, justo donde seis siglos antes el gran Tutmosis III había derrotado a los cananeos. Josías murió y fue sustituido por su hijo menor Joacaz, pero éste sólo reinó un mes, pues Necao I consideró que no era suficientemente fiel a los intereses egipcios, así que lo llevó preso a Egipto y puso en el trono al hijo mayor de Josías, llamado Joaquim. El nuevo rey juró lealtad a Egipto y se comprometió a pagar un tributo.
El ejército de Necao I siguió avanzando hacia el norte, pero llegó demasiado tarde. Nabopolasar había tomado Harrán y Ashur-Ubalit tuvo que huir hasta encontrarse con el ejército egipcio, con ayuda del cual trató de recuperar Harrán, pero fue inútil. A partir de 605 no hay noticias de Ashur-Ubalit y con él desapareció definitivamente el último resto de Asiria. En ese momento Nabopolasar se sintió enfermo y regresó a Babilonia, pero dejó a su hijo Nabucodonosor (el que se había casado con la hija de Ciaxares) con la misión de deshacerse de los egipcios. Tras un enfrentamiento en Karkemish, Necao I tuvo que retirarse precipitadamente a Egipto. Nabucodonosor podía haberle seguido, pero le llegó la noticia de la muerte de su padre y tuvo que ir a Babilonia para asegurarse la sucesión. En efecto, allí se convirtió en Nabucodonosor II, rey de los caldeos.
Nabucodonosor II y Ciaxares se repartieron amistosamente los territorios conquistados. Mientras el primero se enfrentaba a Egipto, el rey medo destruyó el reino de Urartu, que a partir de aquí desaparece de la historia, convertido en una parte de Media. Ciaxares se quedó con la Media propiamente dicha (el actual Irán), lo que había sido Urartu y la parte oriental de Asia Menor (la parte occidental estaba en manos del rey lidio Aliates). Por su parte Nabucodonosor II se quedó con toda la Media Luna Fértil, un territorio más pequeño pero mucho más rico, que ahora conformaba el Imperio Caldeo o el Nuevo Imperio Babilónico.
Por esta época surgió en Judá un profeta llamado Jeremías. En sus predicaciones advertía de que Babilonia era en realidad Asiria con otro nombre y otro rey, pero que seguía siendo la misma amenaza de antaño. Al parecer, los judíos infravaloraban el poder de Babilonia, pues la historia les había llevado a creer que el Templo hacía invencible a Jerusalén. Al igual que los demás profetas, Jeremías denunciaba las inmoralidades del pueblo que, no obstante, se creía protegido por Dios. Afirmaba que si los judíos no se arrepentían inmediatamente, Dios les castigaría a través de los caldeos. Al rey Joaquim le aconsejaba abandonar su política de sumisión a Egipto y sustituirla por unas buenas relaciones con Babilonia, pero Joaquim no le escuchó.
En 601 Nabucodonosor II condujo sus ejércitos contra Egipto, pero Necao I pudo rechazarlo en la frontera. Esto bastó para confirmar al rey Joaquim la conveniencia de aliarse con Egipto y se negó a pagar tributo a Nabucodonosor.

EL IMPERIO CALDEO


A principios del siglo VI, la ciudad de Babilonia debía de ser la mayor del mundo. Los arqueólogos han encontrado la puerta de Ishtar, una de las entradas a la ciudad, decorada con ladrillos azules esmaltados con relieves, en rojo y blanco, de toros y dragones. En una eminencia del terreno se levantaba el palacio real, con una superficie de 52.000 metros cuadrados. La estancia mayor era la sala del trono, que tenía 70 metros de largo y casi lo mismo de ancho. Sus muros también estaban decorados con leones en ladrillos esmaltados. Al parecer el rey mandó cubrir de tierra ciertas construcciones, tras lo que se plantaron arbustos y flores. Eran los famosos Jardines Colgantes de Babilonia. Al parecer los construyó para agradar a su esposa meda, pero la tradición griega los atribuyó más tarde a la legendaria reina Semíramis. También embelleció y amplió los templos, de los que había más de cien. Marduk recuperó su categoría de dios principal.
En Babilonia se reunían comerciantes de todas las naciones. En sus escuelas se enseñaba la ciencia acumulada desde los tiempos de los sumerios, tres mil años atrás. Muchos griegos acudieron a estudiarla, y así fue como la cultura griega asimiló la ciencia babilónica. Fueron los griegos los que llevaron a occidente el sistema sexagesimal babilónico, en virtud del cual la circunferencia tiene 360 grados, una hora tiene 60 minutos, etc. Pero la ciencia por excelencia en Babilonia era la astronomía, y así la palabra "caldeo" pasó a ser sinónimo de "astrónomo" y, más adelante, de "adivino". Los astrónomos caldeos elaboraron un calendario lunar, formado por meses lunares de 28 días. Para mantener la coherencia con el año solar establecieron ciclos en los que algunos años tenían 12 meses y otros 13. Los griegos adoptaron este calendario.
Mientras tanto Egipto disfrutaba todavía de una prosperidad amenazada por Babilonia. Según Heródoto, Necao I quiso descubrir si podía pasarse del mar Mediterráneo al mar Rojo bordeando África, para lo cual organizó una expedición integrada por marinos fenicios para que lo comprobaran. Herodoto cuenta que la expedición logró su propósito en un viaje de tres años. Él no da crédito a la historia, pero la razón por la que no la cree es, de hecho, un buen motivo para aceptar que es cierta. Al parecer, los marineros afirmaron a su regreso algo que para Herodoto era sin duda una burda mentira: durante una buena parte del viaje, el sol del mediodía estuvo al norte, en lugar de al sur (como ciertamente sucede en el hemisferio sur).
Entre los griegos que estudiaron en Babilonia se encontraba Tales de Mileto. Bajo la tiranía de Trasíbulo, Mileto había alcanzado un alto nivel de vida basado fundamentalmente en el comercio y la industria textil. La ciudad había fundado unas ochenta colonias, incluyendo la ciudad de Naucratis en Egipto, y muchas otras en la costa del mar Negro, por aquel entonces salpicada toda ella de colonias griegas. Esta prosperidad la convirtió también en un gran centro artístico y cultural. Tales había nacido sobre 625, hijo de un mercader acomodado. Tenía fama de meditabundo y despistado. Decían que de joven se había caído en un pozo mientras caminaba distraído, convirtiéndose en objeto de burla de sus conciudadanos. Estudió en Babilonia y en Egipto, donde aprendió geometría y calculó la altura de las pirámides, que nadie conocía a ciencia cierta. Para ello se basó, naturalmente, en el llamado teorema de Tales, midiendo la sombra y comparándola con la de un palo. Se cuenta que a su regreso a Mileto logró predecir una buena cosecha de aceitunas, por lo que el invierno anterior se las arregló para comprar a bajo precio todas las almazaras de la ciudad. Cuando su predicción se confirmó obtuvo grandes beneficios al monopolizar la producción de aceite. Tales fue un gran observador. Fue el primero en estudiar cómo el ámbar atrae pequeños objetos tras ser frotado, así como una piedra negra que obtuvo en la ciudad cercana de Magnesia, que tenía la propiedad de atraer el hierro. Se trata de los primeros estudios sobre electricidad (ámbar en griego se dice elektron) y magnetismo. Afirmó que el Universo se rige por leyes inmutables que nada tienen que ver con dioses o demonios, sino que pueden ser conocidos mediante la razón. Su línea de pensamiento fue el primer precedente del razonamiento y el método científico moderno.
Hacía ya varias décadas que los griegos habían entablado relaciones comerciales con los escitas que habitaban en la costa norte del Mar Negro. Es posible que península de Crimea deba su nombre a los cimerios, que entonces la ocupaban junto con otras tribus escitas. Los griegos la llamaban Quersoneso Táurico, pues en ella habitaban también los Tauros, que tal vez estuvieran allí antes de la llegada de los escitas. Los primeros griegos en establecerse en esa zona habían sido los milesios, en Panticapea, en la orilla del Bósforo Cimerio, el estrecho que comunica con el Lago Meotis (el actual mar de Azov), y por esta época fundaron Teodosia, que fue un centro exportador de trigo durante los siglos siguientes. Poco después, unos exiliados de la Heraclea Póntica (colonia fundada recientemente por los mesenios) crearon una nueva colonia a la que llamaron simplemente Quersoneso.
Durante la primera mitad del siglo, una nueva religión surgió en el actual Irán, al sur del mar de Aral, más allá de las fronteras del Imperio Medo. Un sacerdote llamado Zaratustra, también conocido por la versión griega de su nombre, Zoroastro, afirmó que se la había aparecido Ahura-Mazda, el Señor de la Sabiduría, quien le había encomendado la misión de predicar la verdad. Si bien había muchos dioses, Ahura-Mazda era el más grande de todos, y el único digno de adoración. No sólo representaba la verdad, sino también el bien. Si en el mundo existe el mal ello es debido a que existe otro dios tan poderoso como Ahura-Mazda, pero que personifica al mal y a la mentira. Su nombre es Ahrimán, en perpetua lucha con Ahura-Mazda. Este conflicto entre ambos dioses divide a todo el Universo. Los hombres buenos son servidores de Ahura-Mazda, mientras que los malos están poseídos por Ahrimán. Zaratustra tuvo muchos seguidores y propagó su religión, conocida como Mazdeísmo o Zoroastrismo, por todo el territorio medo, reformando el culto preexistente. Los sacerdotes medos, que paulatinamente fueron adoptando el Mazdeísmo, eran llamados magos. Con el tiempo esta palabra se extendió para referirse a cualquier poseedor de poderes sobrenaturales, equiparándose a "caldeo".
En 600 la ciudad de Sición, situada al noroeste de Corinto, fue gobernada por el tirano Clístenes. Mientras tanto, el rey lidio Aliates había acabado definitivamente con los cimerios. La actitud de Lidia hacia las ciudades griegas de Asia Menor no era tan amistosa como la de los frigios, pero sus luchas contra los cimerios favorecieron a los griegos. Tales advirtió de la amenaza que suponía Aliates y propuso una alianza de todas las ciudades Jonias, pero no fue escuchado y, una a una, todas las colonias griegas de Asia Menor fueron cayendo bajo el dominio Lidio, a excepción de Mileto. Ahora el reino de Lidia se extendiá sobre toda la mitad occidental de Anatolia. El río Halis marcaba al este la frontera con el Imperio Medo. La capital lidia fue instalada en Sardes, a unos 80 kilómetros del mar Egeo. Era la primera vez que unas ciudades griegas quedaban bajo dominio "bárbaro". No obstante el yugo lidio fue ligero. Con el tributo que le rendían las ciudades griegas, Lidia se enriqueció notablemente.
Mientras tanto, colonos griegos procedentes de la ciudad jonia de Focea fundaron la ciudad de Marsella. El comercio griego se había ido extendiendo por la actual Francia a través del Ródano, con lo que la cultura celta empezó a mostrar influencias griegas, al igual que etruscas. Estas relaciones no siempre fueron amistosas. Por esta época empezaron a producirse incursiones celtas por el norte de Italia, causando estragos en muchas ciudades etruscas. Los griegos de Cumas fundaron otra ciudad un poco más al sur, también en la costa occidental. La llamaron "ciudad nueva", o sea, Neápolis o Nápoles. Así los griegos reafirmaron su posición en la Campania, por lo demás controlada enteramente por los etruscos.
Esparta estaba relativamente en paz. En el peloponeso dominaba a Mesenia, y su mayor enemiga, Argos, no se atrevía a provocarla. Sólo quedaba la región conocida como Arcadia, cuyas ciudades principales eran Tegea y Mantinea, que luchaban entre sí con frecuencia, y alguna vez tuvieron también conflictos aislados con Esparta, pero ésta no quiso involucrarse seriamente en una guerra que pudiera prolongarse como las guerras mesenias.
En 598 Nabucodonosor II, ante la negativa de Judá de rendirle tributo, asedió Jerusalén. En el curso del asedio murió el rey Joaquim y fue sustituido por su hijo adolescente Joaquín. A los tres meses de su reinado Jerusalén cayó. Nabucodonosor II se llevó exiliados a Babilonia a Joaquín y a mil hombres de la clase dirigente. No obstante respetó la ciudad y consintió que Sedecías, tío de Joaquín y tercer hijo de Josías, ocupara el trono.
En 597 Chuang, señor del principado de Chu, derrotó al principado de Jin y se puso a la cabeza de la confederación china. Poco después el estado de Wu invadió a Chu con la ayuda de Jin.
En 595 murió el faraón Necao I, y fue sucedido por su hijo Psamético II, quien dirigió una campaña militar contra Nubia, como prevención contra un posible intento de recuperar el dominio de Egipto que había tenido poco antes. No obstante Psamético II no trató de mantener un dominio permanente sobre Nubia, pues Egipto no era entonces lo suficientemente fuerte para lograrlo. Se limitó a reforzar la isla de Elefantina, junto a la primera catarata del Nilo, que se convirtió así en el límite meridional de Egipto.
Mientras tanto las tensiones políticas en Atenas iban en aumento. La guerra contra Megara duraba ya casi cuarenta años. Los nobles contemplaban con inquietud cómo el tirano Periandro estaba destruyendo a las casas nobiliarias de Corinto, así que pensaron que convenía hacer algunas concesiones. En 594 se nombró arconte a Solón, con el encargo de revisar las leyes. Se trataba de un noble, perteneciente a la antigua familia real, que se había enriquecido con el comercio, pero contaba con una fama de inteligencia y honradez con la que se había ganado la confianza del pueblo. Dicha confianza resultó estar bien justificada, pues probablemente las reformas de Solón fueron mucho más lejos de lo que la nobleza hubiera deseado.
Abolió todas las deudas, para que el pueblo pudiera empezar de nuevo. Acabó con la práctica de esclavizar a la gente por deudas y liberó a los que ya habían sido esclavizados. Los atenienses esclavizados que habían sido llevados fuera de Atenas fueron liberados a costa del tesoro público. Instituyó tribunales integrados por gente del pueblo a los que los ciudadanos podían apelar en lugar de al Areópago. Pero la mayor revolución de Solón fue la de dividir a la población según el censo. Los ciudadanos se dividían en cuatro clases atendiendo exclusivamente a los impuestos que pagaban (no a sus títulos nobiliarios). Instituyó una asamblea, constituida por ciudadanos de las cuatro clases, con la potestad de elegir a los arcontes y a los miembros del Areópago, si bien los arcontes sólo podían elegirse entre las dos primeras clases, y los miembros del Areópago entre los de la primera exclusivamente. Así apareció la primera democracia de la historia, es decir, la primera ciudad organizada (no una tribu rudimentaria) en la que el pueblo elegía y controlaba sistemáticamente a sus gobernantes.
Solón debió de tener unas inmensas dotes diplomáticas para llevar adelante su proyecto. Para conservarlo, consideró como delito permanecer neutral ante una revuelta. A diferencia de otros legisladores, jamás pretendió que sus leyes hubiéran sido dictadas por los dioses. Aceptó cuantas críticas se le hicieron. Cuando le preguntaron si consideraba a sus leyes las mejores en sentido absoluto, respondió que no, que sólo eran las mejores en sentido ateniense. En 590, la ciudad de Crisa, cercana a Delfos, trató de apoderarse del oráculo, lo que originó la Primera Guerra Sacra, en la que las ciudades vecinas se unieron para defender a Delfos.
Ese mismo año, el principado chino de Lu inauguró el primer sistema de reclutamiento, que no tardó en ser imitado por los principados más poderosos. Hasta entonces la guerra había sido patrimonio de los nobles, mientras que ahora la infantería formada por campesinos quitó importancia a los carros de guerra. Esto destruyó los planteamientos heroicos de la nobleza y el prestigio ritual cedió terreno frente al poder real. La organización social sufrió muchos trastornos.
En 589 un tirano se hizo con el gobierno de Mitilene, la principal ciudad de la isla de Lesbos. Se trataba de Pítaco, quien tiempo atrás había participado en una rebelion contra un mal gobernante, pero se negó a asumir el poder, hasta que le convencieron de que la única forma de garantizar que la ciudad tuviera un buen gobierno era que él mismo aceptase la tiranía. Bajo su mandato la isla floreció. Es la época de Safo, la primera poetisa conocida en la historia, cuya obra no se conserva, pero los griegos la equiparaban a Homero. Los atenienses habían establecido un puesto en Sigeo, cerca de donde había estado Troya, en la parte asiática del Helesponto. El territorio era lesbio, y Pítaco envió una expedición que expulsó a los atenienses de la zona.
El mismo año murió Psamético II y su hijo Haibria ocupó el trono de Egipto. El nuevo rey continuó la antigua política egipcia de fomentar disturbios en el oriente próximo como medida de seguridad. Haibria consiguió convencer a Judá, Moab, Amón y Tiro para que se resistieran contra Nabucodonosor II, prometiendo ayuda militar si fuera preciso. Judá y Tiro dejaron de pagar tributo a Babilonia, lo que atrajo inmediatamente a Nabucodonosor II con su ejército. Sin embargo, los presuntos aliados, incluido Egipto, dejaron en la estacada a los rebeldes. El rey caldeo fue drástico. Saqueó Jerusalén y destruyó el templo hasta los cimientos. El rey Sedecías fue capturado mientras huía. Una cantidad ingente de judíos fue deportado a Babilonia y el gobierno de la región quedó a cargo de Godolías, perteneciente a la nobleza Judía, pero que no pertenecía a la familia real ni tuvo el título de rey, sino el de gobernador de una provincia caldea. El reino de Judá había desaparecido. Tres meses después Godolías fue asesinado. Los judíos comprendieron que Nabucodonosor II vería eso como un intento de rebelión, por lo que muchos de ellos emigraron a Egipto (llevándose a Jeremías contra su voluntad).
A continuación Nabucodonosor II se volvió contra Tiro, entonces gobernada por el rey Etbaal III. En 587 asedió la ciudad, pero ésta resultaba más fácil de defender que Jerusalén, pues los caldeos no disponían de una flota con la que impedir que barcos fenicios abastecieran la ciudad. Este enfrentamiento permitió al faraón Haibria reforzar su territorio. Creó una flota integrada por marinos griegos y ocupó la isla de Chipre.
En 586 murió Periandro, el tirano de Corinto,. Fue sustituido por un sobrino que fue derrocado a los pocos meses, tras lo cual la nobleza recuperó el dominio de la ciudad.
Poco después se produjo un enfrentamiento que hacía ya tiempo que se estaba haciendo esperar: el reino Lidio y el imperio Medio trataron de extender sus dominios uno a costa del otro con el fin de dominar toda el Asia Menor. Se enfrentaron el 28 de mayo de 585. Es el primer hecho histórico del que conocemos la fecha exacta, y ello se debe a que ese día hubo un eclipse de sol. Los ejércitos quedaron tan aterrorizados que los reyes Aliates y Ciaxares firmaron inmediatamente la paz, cada cual volvió a su patria y la frontera natural marcada por el río Halis nunca más volvió a ser cuestionada. Por cierto, que Tales de Mileto se hizo famoso entre sus conciudadanos porque predijo el eclipse (aunque casi lo acusan de brujería). Poco después, en 584 murió Ciaxares y el Imperio Medo quedó en manos de su hijo Astiages. No se sabe nada de él, lo que significa que no libró ninguna batalla, sino que gobernó pacíficamente su imperio.
En 582 terminó la Primera Guerra Sacra. El ejército del tirano Clístenes logró derrotar a Crisa, la ciudad que se había apoderado de Delfos. La ciudad fue arrasada y se promulgó una maldición contra quien osara reconstruirla. Para conmemorar la victoria, Clístenes instituyó los Juegos Píticos, que se celebraban en Delfos cada cuatro años, en medio de cada Olimpiada. Mientras el ganador de los Juegos Olímpicos recibía una guirnalda de hojas de olivo, el premio en los Juegos Píticos era una guirnalda de hojas de laurel, pues el laurel, al igual de el oráculo de Delfos, estaba consagrado a Apolo. Desde entonces el laurel es símbolo de la gloria.
En 579 Pítaco renunció a la tiranía en Mitilene a los setenta años de edad. Fue recordado por los griegos como un gobernante ejemplar.
En 578 el rey de Roma Lucio Tarquinio Prisco fue asesinado por hombres pagados por los hijos del rey anterior, Anco Marcio (descontentos por no haber heredado el trono). Sin embargo, un yerno de Lucio Tarquinio reaccionó rápidamente y tomó el poder. El sexto rey de Roma fue Servio Tulio. También era etrusco, y tal vez la historia del asesinato de Tarquinio esconde un intento de rebelión de Roma contra la dominación etrusca. Sin embargo, lo cierto es que el nuevo rey no favoreció en absoluto a los intereses etruscos. Al contrario, formó una nueva Liga Latina por la que Roma se puso a la cabeza de las demás ciudades del Lacio. La ciudad se extendió sobre dos colinas más, el Esquilino y el Viminal, y las siete colinas fueron rodeadas por una muralla (la muralla Serviana) que marcó los límites urbanos durante los quinientos años siguientes.
Entre tanto las ciudades de la India iban prosperando. En el valle del Ganges surgieron varias repúblicas aristocráticas gobernadas por oligarcas. Una de las más importantes fue Sakya, cuya capital estaba en Kapilavattu. Contaba con un parlamento de 500 miembros, dirigido por un presidente elegido periódicamente. Otras de estas repúblicas se unieron en una confederación liderada por los Vrji, de la que formaban parte también los Videha, los Jñatrka, los Licchavi, y otros. La ciudad de Vaisali, capital de los Licchavi, debió de ser una de las ciudades más ricas de la época. También se formó el reino de Magadha, con capital en Girivraja. La ciudad estaba estratégicamente situada en un valle, protegida por murallas de piedra de 40 kilómetros.

EL JUDAÍSMO


La política de deportaciones iniciada por Asiria y continuada por Babilonia había logrado destruir muchas identidades nacionales, y todo parecía indicar que lo mismo sucedería con el nacionalismo judío. Sin embargo no fue así. La cultura judía sobrevivió en Egipto y en la propia Babilonia. Nabucodonosor II era un mornarca ilustrado. Se limitó a hacer lo que consideró necesario para que los judíos dejaran de ser una amenaza, pero, una vez instalados en Babilonia, los trató con total indulgencia. No prohibió ni desalentó en absoluto el culto a Yahveh. Pese a todo, el exilio debió de ser traumático para los judíos, pues su creencia de que el Templo de Jerusalén era inviolable se había desmoronado. Más aún, la última tendencia del yahvismo había sido la de inculcar que el Templo era el único lugar donde se podía rendir culto a Yahveh. Los judíos creían que Yahveh sólo tenía poder sobre su territorio, y que al ser arrancados de él se les había alejado completamente de su dios. Estas creencias hubieron de ser modificadas rápidamente. No tardaron en descubrir que, en realidad, Yahveh estaba en todas partes, y que se le podía rezar y adorar en cualquier lugar del mundo. Disponían de textos escritos con parte de sus tradiciones, y formaron congregaciones (en griego sinagogas) para estudiarlos y continuar el culto.
En las sinagogas, la tradición judía sufrió fuertes transformaciones. Muchos judíos aceptaron con interés los mitos babilónicos, por lo que los sacerdotes tuvieron que terminar por admitirlos también, debidamente modificados para que fueran compatibles con el culto a Yahveh. Los judíos conocían desde mucho antes versiones vagas de los mitos mesopotámicos sobre la creación, el diluvio, etc., pero ahora descubrieron de primera mano las versiones originales, que incorporaron a sus creencias de forma mucho más precisa y fiel, salvo por la criba que eliminó casi toda referencia a dioses extraños. Por ejemplo, la diosa Tiamat (el caos que Marduk destruyó) se convirtió en tehom (lo profundo) en la versión hebrea del génesis, es decir, en la profundidad sobre la que estaba el espíritu de Dios. (Recordemos también la "curiosa" semejanza entre la versión bíblica del diluvio y la del poema de Gilgamesh.) La antigua leyenda sobre la Torre de Babel debió de impactarles mucho, sobre todo porque pudieron presenciar la construcción de un magnífico zigurat dedicado a Marduk que había quedado inconcluso tiempo atrás a causa de las guerras con Asiria, pero que Nabucodonosor II ordenó terminar. Probablemente, la impresionante visión de un ejército de sacerdotes subiendo y bajando por la inmensa estructura debió de terminar deformándose hasta convertirse en un extraño pasaje del génesis, donde Jacob ve unos ángeles subiendo y bajando del cielo por una gran escalera. Los mitos propiamente judíos también se vieron afectados. Probablemente, la patria original de Abraham había sido Harrán, pero ahora se convirtió en la que el génesis llama anacrónicamente "Ur de los caldeos", cuando los caldeos no aparecieron hasta muchos siglos después de Abraham. Indudablemente, la cultura caldea impresionó tanto a los judíos que dieron por hecho que su patriarca tenía que ser de origen caldeo.
También en el exilio los Judíos adoptaron la costumbre mesopotámica de descansar el sábado. Los caldeos dividían el tiempo en periodos de siete días en correspondencia con los siete cuerpos celestes que conocían (aparte de las estrellas): El Sol, la Luna, Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. También los asociaban con dioses, idea que los griegos transmitieron a occidente. Por ejemplo, el planeta venus estaba asociado a Ishtar, diosa de la belleza y del amor. También éste era el origen y significado de unos candelabros sagrados de siete brazos que usaban los caldeos y que los judíos incorporaron a sus objetos de culto. Paulatinamente, los judíos fueron olvidando su lengua, el hebreo, que fue sustituida por el arameo, la lengua que los sirios expandieron por Asiria cuando fueron desterrados.
Pero el cambio más significativo que experimentó la religión judía en el exilio no fue la incorporación de nuevos mitos y tradiciones. Los judíos asumieron que el exilio era un castigo divino a causa de sus muchos pecados, pero al mismo tiempo se convencieron de que si cambiaban de actitud y se aferraban a sus creencias, Dios les perdonaría, les devolvería a su tierra y les enviaría un descendiente de David para que ocupara de nuevo el trono. Ahora bien, sobre este punto debieron ser cautos. Nabucodonosor II no puso objeciones a que mantuvieran su religión, pero nunca hubiera tolerado que esperaran un rey que le arrebatara parte de su territorio. Por ello esta parte crucial de sus creencias tuvo que ser expresada de forma más oscura o ambigua. El ritual para ocupar el trono de Judá exigía que el sacerdote ungiera con un aceite sagrado al nuevo rey, como signo de la aprobación divina. Así, en lugar de decir que esperaban a un rey, decían que esperaban a un "ungido", lo que podía pasar también como un jefe religioso políticamente inocuo. Nos son más conocidas las versiones hebrea y griega de "ungido", que son mesías y cristo, respectivamente. Vaticinaron que el profeta Elías (que no había muerto, sino que había ascendido al cielo en cuerpo y alma) volvería para ungir al mesías, el cual reconstruiría el reino de Judá. Muchos pasajes de los textos prebíblicos de que disponían los judíos fueron sacados de contexto para reinterpretarlos como profecías mesiánicas.
Se formó así lo que podemos considerar realmente como una nueva religión, el judaísmo, muy diferente de la religión judeo-israelita precedente. A menudo se considera como padre del judaísmo a Ezequiel, un sacerdote que fue llevado a Babilonia junto con el rey Joaquín en la primera deportación. Ezequiel creía en la restauración del reino y describió con detalle una reconstrucción del Templo, junto con los rituales posteriores a la restauración.
Mientras tanto, en Canaán se estaban produciendo algunos cambios. Un pueblo árabe, los Nabateos, ocuparon Edom y establecieron su capital en Petra. Desde allí controlaron varias rutas comerciales, especialmente la del mar Rojo. A su vez, los edomitas expulsados por los nabateos avanzaron hacia el norte e invadieron el sur de Judá, que no pudo ofrecer ninguna resistencia, y allí se establecieron en la región que más adelante los griegos llamarán Idumea. Otro punto neurálgico de la ruta comercial del mar Rojo era la región que los antiguos llamaron la Arabia Feliz, donde actualmente está el Yemen. Allí había varios reinos muy antiguos que habían alcanzado gran prosperidad y riqueza gracias al comercio. El más famoso era el reino de Saba, cuyo origen parece remontarse al tercer milenio a.C.
Por otra parte, la política china era cada vez más turbulenta. Las luchas por la hegemonía ya no sólo se daban entre los distintos estados, sino que internamente se producían enfrentamientos entre los nobles, y estó fue debilitándolos a todos.
En 574 hacía ya trece años que Nabucodonosor II mantenía infructuosamente el sitio de Tiro. Finalmente, la ciudad decidió negociar la paz. El rey caldeo estaba también deseando terminar su campaña, así que los términos de la rendición fueron suaves. Tiro no iba a ser ocupada ni saqueada, conservaría su autonomía, el rey Etbaal III renunciaría al trono, pero sería sucedido por su hijo Baal I, quien juraría fidelidad a los caldeos. Aunque Tiro había, pues, quedado indemne, lo cierto es que el asedio la debilitó tanto que perdió el control de sus colonias. A partir de este momento fue Cartago quien reguló la política exterior fenicia, si bien siguió existiendo un vínculo emocional hacia la metrópolis. El mediterráneo occidental se fue repartiendo gradualmente entre cartagineses, etruscos y griegos.
En 572, Solón, que había conservado su cargo de arconte en Atenas durante 22 años, renunció a él. Le propusieron conservarlo de por vida, pero tenía ya sesenta y cinco años y no quiso aceptar. "Ya es hora", dijo, "de que me ponga a estudiar algo". Tras conseguir la promesa de sus conciudadanos de que conservarían su sistema de leyes durante al menos diez años, partió hacia oriente.
Pero la guerra contra Megara continuaba. Se había atenuado con la muerte de Teágenes, pero continuaba. Ahora el punto más conflictivo era la isla de Salamina, situada cerca de la costa, frente a la frontera entre el Ática y Megara. Los atenienses citaban unos versos de la Ilíada (que los Megarenses consideraban espurios) para arguír que Salamina pertenecía al Ática. Los intentos atenienses de ocuparla habían fracasado, hasta el punto de que la daban ya por perdida, pero en 570 era polemarca (arconte encargado de la guerra) un primo de Solón llamado Pisístrato, quien se las arregló para tomar la isla. Megara se rindió y así termino la guerra. Por aquel entonces la ciudad se había dividido en tres partidos: el de la llanura, encabezado por Milcíades, reunía a la antigua aristocracia que esperaba recuperar su antiguo poder, el de la costa reunía a los mercaderes y armadores y, en general, a la burguesía, que aceptaba el sistema democrático de Solón y estaba dirigido por uno de los Alcmeónidas. Solón les había permitido regresar, pero los nobles no los admitieron entre ellos, por lo que se hicieron demócratas. Finalmente, el partido de la montaña estaba integrado por el proletariado urbano y campesino, deseoso de más reformas, al frente del cual se puso el propio Pisístrato, quien sin duda albergaba ambiciones de poder y comprendió que la mejor manera de conseguirlo era ganarse la confianza de los menos favorecidos.
Mientras tanto, el faraón Haibria se encontró con un problema en el oeste. La colonia griega de Cirene se había extendido a costa de las tribus libias vecinas, y éstas pidieron ayuda a Egipto. Haibria no podía permitirse tener a unos bárbaros descontentos al oeste si Nabucodonosor II le atacaba por el este, así que decidió enviar un ejército contra Cirene. Ahora bien, el grueso del ejército egipcio estaba formado por mercenarios griegos, y no era prudente enviar griegos a luchar contra griegos, pues podían cambiar de bando. Así que envió un ejército formado por nativos. Dicho ejército consideró que el faraón favorecía a los griegos frente a los egipcios, pues les asignaba los puestos de mando y, en cambio, les enviaba a ellos a enfrentarse a un ejército griego, contra el que tenían pocas posibilidades de victoria. Así pues, los soldados nativos se rebelaron y Haibria tuvo que enviar a Ahmés, un oficial nativo que gozaba de gran popularidad entre las tropas, para que dialogara con los amotinados. Sin embargo, Ahmés era demasiado popular entre las tropas, que le propusieron convertirse en su nuevo faraón. Ahmés aceptó y dirigió a sus hombres contra Haibria, derrotó al ejército griego que éste envió contra él, ejecutó al antiguo rey y ocupó el trono como Ahmés II. Pronto se casó con una hija de Psamético II (hermana o hermanastra de Haibria), con lo que oficialmente se le consideró integrante de la XXVI dinastía.
Tras zanjar el conflicto con Tiro, cabría esperar que Nabucodonosor II se ocupara de Egipto, pero estaba ya cansado y decidió no emprender una nueva campaña. Pese a ello, el nuevo faraón continuó preparando el país para un posible choque con el Imperio Caldeo. Incrementó los efectivos griegos en su ejército, permitió que la colonia de Naucratis se convirtiera en una gran ciudad, y firmó numerosas alianzas con los griegos.
En 562 murió Nabucodonosor II y fue sucedido por su hijo Amel-Marduk. La Biblia lo menciona porque, al parecer, liberó de la prisión al derrocado rey Joaquín.
En 561 Pisístrato se presentó ante los atenienses mostrando una herida. Afirmó que se la habían causado los "enemigos del pueblo", que querían asesinarlo, y solicitó permiso para contratar una guardia personal, de 50 hombres, algo prohibido por las leyes de Solón. Los atenienses, vacilantes, llamarón a Solón, quien, al parecer, les dijo:
Escuchadme bien, atenienses: yo soy más sabio que muchos de vosotros, y más valeroso que muchos otros. Soy más sabio que los que no ven la malicia de este hombre y sus fines ocultos; y más valeroso que los que, aun viéndola, fingen no verla por evitarse problemas y vivir en paz.
Pero Pisístrato tenía a su favor al partido de la montaña y Solón tenía en su contra al de la llanura, por lo que no le hicieron caso. Dicen que al darse cuenta añadió:
Siempre sois iguales: cada uno de vosotros, individualmente, obra con la astucia de una zorra, pero colectivamente sois una bandada de gansos.
La petición de Pisístrato fue aceptada, pero en vez de 50 hombres contrató 400, tomó la Acrópolis y se convirtió en tirano de Atenas. Su posición era débil, por lo que se apresuró a ganarse la confianza de sus ciudadanos. Hizo editar las obras de Homero en la forma en que actualmente las conocemos, instituyó unas fiestas en honor del dios Dionisio, en las que se cantaban unas "canciones de machos cabríos" en alabanza al dios. En griego se llamaban tragedias. Al principio eran cantos a coro alegres y bulliciosos, pero más tarde los poetas empezaron a escribir versos serios para la fiesta. En un momento dado, un poeta llamado Tespis tuvo la ocurrencia de hacer callar al coro de tanto en tanto y dejar que un actor solista relatara e interpretara una historia tomada de los viejos mitos. Fue el primer paso de una compleja evolución que experimentaría el género en los siglos siguientes.
Pisístrato construyó templos en la acrópolis e inició el proceso de embellecimiento de Atenas que terminaría convirtiéndola en la gran capital que llegó a ser. Instituyó los Juegos Panhelénicos, que reunían en Atenas no sólo a los atletas, sino a los políticos más importantes de Grecia. En cuanto a la política exterior consiguió que Atenas dispusiera de colonias en lugares estratégicos. Se preocupó especialmente de proteger las rutas comerciales con el mar negro. Reconquistó el puesto de Sigeo en el lado asiático del Helesponto, que Pítaco le había arrebatado a Atenas tiempo antes.
En 560 murio Solón, y también fue asesinado el rey caldeo Amel-Marduk en una intriga palaciega. El trono pasó a su cuñado Neriglisar. También murió el rey lidio Aliates, y fue sucedido por su hijo Creso. Al contrario que su padre, Creso admiraba la cultura griega, consultaba los oráculos griegos, especialmente el de Delfos, al que enviaba regalos mucho más valiosos que los que podía enviar cualquier ciudad griega. Por ello Creso adquirió la fama de ser extraordinariamente rico.
En Esparta fue elegido éforo Quilón, quien reprobó la tolerancia que Esparta estaba teniendo con las ciudades de Arcadia y reclamó una política fuerte. Los espartanos no tuvieron dificultad en derrotar a los arcadios, que se apresuraron a someterse. A la ciudad de Tegea se le permitió conservar su independencia, y desde entonces fue la ciudad más leal a Esparta de todo el Peloponeso, que ahora estaba dominado por Esparta casi en su totalidad (salvo la Argólida).
Mientras tanto, un nuevo gobernante apareció en la región de Anshan. Esta región se encontraba al norte de lo que había sido Elam, y estaba poblada por medos que fueron incorporados al Imperio por Ciaxares, si bien conservaron gobernadores locales. El nuevo príncipe se llamaba Ciro II, y hacía remontar su rango a un antepasado llamado Aquemenes, que había gobernado siglo y medio antes, por lo que su dinastía es conocida como aqueménida. Anshan formaba parte de una región más amplia llamada Fars por los nativos, pero que nosotros conocemos por la versión griega de su nombre: Persia. En 559 Ciro II declaró a Anshan independiente de Media. Astiages envió un ejército que fue fácilmente derrotado por Ciro. En el lugar de la victoria mandó construir la ciudad de Pasargadas (fortaleza de Persia), que se convirtió en su nueva capital.
En 556 el tirano ateniense Pisístrato organizó una expedición para ayudar a los nativos del Quersoneso Tracio (la actual península de Gallípoli, en el lado europeo del Helesponto). Como jefe de la expedición eligió a Milcíades, el cabecilla del partido de la llanura, su principal rival político. (Tal vez fue una forma de librarse de él.) La expedición fue un éxito y Milcíades acabó siendo tirano de toda la península. Ahora Atenas controlaba los dos lados del Helesponto.
Ese mismo año murió el rey caldeo Neriglisar. Su hijo fue rápidamente destronado y diversos partidos se disputaron el trono. Al parecer nadie en el partido vencedor quiso asumir el riesgo de convertirse en rey, por lo que asignaron en el trono a un personaje que juzgaron fácil de manipular. El nuevo rey fue Nabónido, quien no demostró ningún interés por la política. En su lugar, se dedicó a estudiar reliquias antiguas. Desenterró y restauró antiguas tablillas cuneiformes, desatendió Babilonia y, en cambio, se interesó por ciudades más antiguas, como Ur y Larsa. Para colmo, Nabónido no había nacido en Babilonia, sino que era natural de Harrán (actualmente bajo dominio medo), hijo de una sacerdotisa de Sin, dios de la Luna, por lo que también desatendió a Marduk y, en cambio, se interesó por Sin y las ciudades que lo veneraban. Es evidente que todo esto causó un gran descontento en la corte. En todo lo tocante a la política delegó en su hijo Baltasar. Un rey títere era lo menos conveniente para Babilonia cuando Ciro II estaba expandiendo sus dominios. Nabónido creyó que Media y Persia se enzarzarían en una larga guerra civil y así dejarían tranquilo a su Imperio. Incluso estimuló a Ciro II a atacar a Astiages, y aprovechó los problemas de éste para arrebatarle Harrán en 553. Sin embargo, el conflicto entre Media y Persia no fue largo. Ciro II usó más de la diplomacia que de la fuerza y consiguió en poco tiempo tener de su parte a casi todo el Imperio Medo. Finalmente, en 550 marchó sobre la capital Meda, Ecbatana, la tomó y la convirtió en la capital de su nuevo imperio, conocido como Imperio Persa.
Por estas fechas la ciudad jonia de Focea inició la colonización de Córcega y Cerdeña, con lo que pronto entraría en conflicto con los intereses etruscos
EL IMPERIO PERSA


En 548 murió Tales de Mileto. Se había ganado el calificativo de "sabio". Cuando le preguntaron cuál era la empresa más difícil para un hombre dijo "conocerse a sí mismo". A la pregunta de qué es la justicia respondió que "es no hacer a los demás lo que no queremos que sea hecho con nosotros". Dejó un discípulo, Anaximandro, que fue el primero en trazar un mapa del mundo conocido, y también realizó descubrimientos notables en matemáticas y astronomía, el cual tuvo como discípulo a Anaxímenes. Fueron los principales representantes de la escuela de Mileto.
Entre tanto, el rápido ascenso del rey persa Ciro II no pareció preocupar mucho a sus vecinos. El rey lidio Creso pensó que tantas agitaciones en el este podían marcar un momento propicio para extender sus dominios, así que decidió rebasar con un ejército el río Halis, que desde hacía tiempo constituía la frontera natural entre Lidia y el Imperio Medo. Se dice que antes de acometer tal empresa consultó al oráculo de Delfos sobre su conveniencia, y la respuesta fue: "Si Creso cruza el Halis, destruirá un gran imperio". Creso no preguntó qué imperio sería destruido, sino que inició el ataque en 547 y no tardó en lograr la completa destrucción de su propio imperio. En efecto, las tropas de Ciro II rechazaron fácilmente a los invasores. Cuentan que los caballos lidios se sintieron desconcertados por el olor de los camellos persas, lo que produjo una confusión en la batalla que Ciro II supo aprovechar muy bien. Los lidios fueron perseguidos más allá del Halis, y en 546 Ciro II se había adueñado de Sardes, la capital lidia.
Mientras sucedía todo esto, el rey Caldeo Nabónido permanecía ocupado en una expedición arqueológica en las regiones desérticas del sudoeste. Cuando resultó evidente que el siguiente paso de Ciro II sería anexionarse el Imperio Caldeo, Nabónido entabló una alianza con Egipto, que no le reportó ningún beneficio real y, al contrario, le sirvió de excusa al rey Persa para atacar a Caldea.
Las ciudades griegas de la costa de Asia Menor, esto es, las ciudades jónicas que hasta entonces habían estado bajo el dominio Lidio, temieron que, en cuanto Ciro II terminara con los Caldeos, terminaría de consolidar su victoria sobre Creso y las anexionaría a su imperio. Bías de Priene sugirió que todos los griegos de la zona embarcaran hacia el oeste, pero nadie le hizo caso. Por aquella época el poder griego en el Mediterráneo occidental iba en aumento. Acababan de establecer colonias en Córcega y Cerdeña, además de las que ya tenían en Sicilia. Esto preocupó tanto a los Etruscos como a los Cartagineses, que temían que los griegos pudieran llegar a monopolizar el comercio marítimo en la zona. No tardó en declararse la guerra. En 540 la flota etrusco-cartaginesa derrotó a la griega frente a la colonia griega de Alalia, en Córcega, que (según los vencedores) se había convertido en una base de piratas. El resultado fue que los etruscos se quedaron con toda Córcega, mientras que los Cartagineses tomaron Cerdeña, Los griegos mantuvieron a duras penas algunas colonias en Sicilia, en constante conflicto con las colonias cartaginesas de la isla. Con la batalla de Alalia terminó prácticamente el periodo de colonización griega.
Mientras tanto el rey Bimbisara ocupó el trono de Magadha, que bajo su reinado se convirtió en el imperio más importante de la India. Se anexionó el reino de Anga, en el este, cuya capital, Campa, tenía un puerto en el que se reunían los barcos que navegaban el Ganges y los que recorrían el sur de la India. El nuevo rey se esforzó por reorganizar el país. Despidió a los funcionarios incapaces, realizó viajes de inspección, controló la construcción de carreteras y otras obras públicas. Construyó la ciudad de Rajagrha y la convirtió en la nueva capital del reino.
En 539 Ciro II llegó a las puertas de Babilonia. Nabónido confió la defensa de la ciudad a su hijo Baltasar, pero no hubo ninguna defensa. Nuevamente, Ciro II usó más de la diplomacia que de la fuerza. Consciente del descontento que el rey Caldeo se había ganado entre la nobleza y el clero, consiguió fácilmente una rebelión interna y la rendición de la ciudad.
Entre los partidarios más incondicionales que Ciro II se encontró en Babilonia estaban los judíos exiliados. En los últimos años había surgido entre ellos un nuevo ideólogo. Su nombre nos es desconocido, pues sus escritos fueron posteriormente atribuidos al profeta Isaías, que había vivido dos siglos antes (sin duda para darles mayor autoridad). En efecto, los primeros capítulos del libro bíblico de Isaías se refieren a la época de Senaquerib, mientras que a partir del capítulo XL mencionan a Ciro. Por ello este autor anónimo es conocido como "el segundo Isaías". Desde el punto de vista religioso, el pensamiento del segundo Isaías supuso una revolución sin más precedente en la historia que el del faraón Akenatón. Hasta entonces, Yahveh era el único Dios al que podían adorar los judíos, pues Yahveh se enojaba si adoraban a otros dioses. El segundo Isaías afirmó que Yahveh no era sólo el dios de los judíos, sino que era el único dios verdadero. Todo lo demás eran ídolos, trozos de piedra, de metal o de madera sin ningún poder a los que resultaba estúpido adorar (además de herético, naturalmente). Sin duda, esta postura surgió como una defensa frente a la gran influencia que debía de ejercer sobre los judíos la religión babilónica: la mejor manera de rebatir la evidencia de que Marduk era mucho más poderoso que Yahveh era negar la existencia de Marduk. Si el templo había sido destruido y los judíos habían sido sometidos a los caldeos, ello no se debía a que Marduk ayudaba más eficientemente a los caldeos que Yahveh a los judíos, sino únicamente a que Yahveh había usado a los caldeos como instrumento para castigar los pecados de los judíos, pero ahora que se habían arrepentido Yahveh les devolvería su reino a través del mesías. Para el segundo Isaías, este ungido o mesías no era sino Ciro II. El que el propio Ciro no estuviera al corriente de este hecho carecía de importancia:
Esto dice el Señor a mi ungido Ciro, a quien he tomado de la mano para sujetar a su persona las naciones y hacer volver las espadas a los reyes, y para abrir delante de él las puertas, sin que ninguna pueda resistirle. Yo iré delante de ti, y humillaré a los grandes de la Tierra, despedazaré las puertas de bronce y romperé las barras de hierro. Yo te daré a ti los tesoros escondidos, y las riquezas recónditas, para que sepas que yo soy el Señor, el Dios de Israel, que te llamo por tu nombre. Por amor de mi siervo Jacob, y de Israel mi escogido, te llamé por tu nombre, te puse el sobrenombre de Mesías, y tú no me conociste. Yo el Señor, y no hay otro más que yo, no hay dios fuera de mí, yo te ceñí la espada, y tú no me has conocido, a fin de que sepan de oriente a poniente que no hay más dios que yo: Yo el Señor, y no hay otro. (Is. XLV, 1-6)
En 538 el Imperio Caldeo era ya una parte del Imperio Persa. Ciro debió de sorprenderse mucho de la devoción que le profesaron los judíos, pero debió de disimular y aprovecharla, pues al contrario que los asirios, el rey persa adoptó desde el primer momento la política de tratar bien a los pueblos que conquistaba, con tacto y diplomacia, tratando de que se sintieran cómodos dentro de lo posible. Así, Ciro autorizó el regreso de los judíos a su tierra (aunque no se habló nunca de fundar un reino independiente, por descontado). Si para los judíos pasó como enviado de Yahveh, en Babilonia asumió las funciones sacerdotales propias de un rey caldeo, y se presentó como un humilde servidor de Marduk. Así se ganó el respeto de los sacerdotes, que mantuvieron a Babilonia leal al Imperio Persa.
Sin embargo, fuera de Caldea estaba ganando terreno la doctrina mazdeísta fundada por Zaratustra a principios de siglo. Sus discípulos la desarrollaron notablemente, de modo que es difícil determinar qué parte de ella proviene del propio Zaratustra. El atractivo principal del mazdeísmo consistía en que explicaba la presencia del mal en el mundo y prometía una recompensa final para los hombres de bien. En efecto, la historia del mundo se dividía en cuatro periodos de tres mil años. El primero correspondía a la creación de los dos espíritus principales: Ahura-Mazda y Ahrimán, y al conflicto entre ambos. El segundo correspondía a la creación del mundo material, y concluía con la aparición del primer hombre, Gayomart. Durante el tercer periodo dioses y hombres luchan unos a favor del bien y otros del mal. Ahura-Mazda tiene bajo su mando a seis divinidades, los Amesha Spentas, que a su vez dirigían a otras muchas (antiguas divinidades indoiranias que se reincorporaron al mazdeísmo, tras un primer intento de erradicarlas). Similarmente, Ahrimán dirigía a un ejército de brujas y demonios. Tras la muerte, las almas de los hombres que han luchado por el bien van al "mejor de los mundos", mientras que los malos acaban en "la morada del dolor". Aquellos cuyas buenas y malas acciones se equilibran van a un lugar llamado Hamesta-Kan. Todos ellos esperan el cuarto periodo, cuando Ahura-Mazda destruirá a Ahrimán, los muertos resucitarán, llegará el Salvador, Sawsyant, que los juzgará y destruirá el infierno y a todos los condenados. El mundo será purificado y los justos vivirán en un Universo donde sólo existirá el Bien.
En cuanto a la lengua, los persas eran un pueblo indoeuropeo, por lo que el acadio les resultaba una lengua extraña y difícil. Ciro II mostró en todo momento una gran admiración (tal vez real) por la cultura Caldea, pero fomentó el uso del arameo frente al acadio, pues si bien ambas lenguas eran semíticas, al menos el arameo tenía una base alfabética y resultaba más sencillo. Bajo la dominación persa el uso del acadio se redujo exclusivamente al ámbito religioso.
Si bien Ciro había autorizado a los judíos a volver del exilio, lo cierto es que sólo una minoría estuvo dispuesta a hacerlo. La mayor parte de la población judía estaba bien instalada en Babilonia y su vida era próspera. No obstante, hubo varios grupos de judíos que decidieron partir. El primero fue dirigido por Sebasar, al que cierta tradición consideró hijo del derrocado rey Joaquín, si bien esto no es sostenible. Ciro II había autorizado también la reconstrucción del templo, y al parecer Sebasar presidió el inicio de las obras. No obstante pronto desaparece de la historia (probablemente murió). Fue sucedido por Zorobabel, al parecer sobrino de Sebasar y presuntamente nieto de Joaquín. Junto a él estaba Josué, hijo del sumo sacerdote que oficiaba en Jerusalén cuando el templo fue destruido. Así, los judíos se formaron la imagen más ficticia que real de que se había restituido el status anterior al exilio: Zorobabel representaba a la casa de David (aunque sin ningún poder efectivo) y Josué a la familia sacerdotal que se remontaba hasta Sadoc, el sacerdote del rey Salomón.
En realidad, el retorno del exilio no fue tan idílico como los judíos habían supuesto. En la antigua Judá habían quedado muchos hombres humildes que seguían practicando la religion judía en su forma primitiva, completamente ajena a los muchos cambios que ésta había sufrido en Babilonia. Los recién llegados no reconocieron como judíos a los nativos y los llamaron samaritanos, identificándolos con los nuevos pobladores que trajo en su día Sargón II a Israel cuando deportó a los israelitas. Los samaritanos ofrecieron su ayuda para reconstruir el templo, pero no fue aceptada, con lo que se generaron tensiones y recelos. Terminaron concluyendo que los judíos habían corrompido la religión incorporanto elementos caldeos (lo cual era cierto), así que judíos y samaritanos se tacharon mutuamente de herejes. Tal vez sea éste un buen momento para abandonar el nombre de Judá y referirnos a la región en su nueva situación política como Judea, que es el nombre que algo después le darían los griegos y más tarde los romanos.
Además estaban Amón, Moab, los antiguos edomitas, ahora idumeos, y los filisteos, que en la reconstrucción del templo vieron un resurgir del imperialismo judío. Naturalmente, toda la región estaba bajo el dominio persa, por lo que no podían hacer uso de la fuerza, pero sí empezaron a urdirse intrigas para indisponer a los judíos frente a la autoridad persa. No fue difícil conseguirlo. Por aquel entonces los judíos tenían dos profetas destacados: Ageo y Zacarías. Ambos consideraban a Zorobabel como el Mesías (al parecer, Ciro II no dio la talla, después de todo), así que no debió de ser difícil convencer a los persas de que los judíos pretendían convertir en rey a Zorobabel. No conocemos los detalles, pero lo cierto es que Zorobabel desaparece de la historia y la autorización para construir el templo fue revocada (tal vez no por el propio Ciro II, sino por alguno de sus funcionarios locales). Probablemente Zorobabel fue ejecutado como rebelde, pero los autores bíblicos no consideraron oportuno mencionarlo.
En 535 la oligarquía dominante en la isla de Samos fue depuesta por un tirano llamado Polícrates. Hizo construir un centenar de barcos piratas con los que se adueño del Egeo. Por otra parte, como era habitual entre los tiranos, fomentó la cultura y las obras públicas. En especial mandó construir un gran acueducto. Entabló una alianza con el faraón Ahmés II, una de las muchas que éste estableció con diversas ciudades griegas para fomentar el comercio y la defensa de Egipto. Mientras tanto, griegos focenses fundan una nueva colonia en la costa suroeste de Italia: Elea.
En 534 fue asesinado Servio Tulio, el sexto rey de Roma. Al parecer, la conjuración fue organizada por Lucio Tarquino, hijo del antiguo rey Tarquinio Prisco, y esposo de una hija de Servio Tulio. El conspirador se proclamó rey inmediatamente, y pronto fue conocido como Tarquino el Soberbio. Los romanos contaban que el séptimo rey goberno con un despotismo y una crueldad desconocidas hasta entonces. Decían que nombró una guardia personal que le garantizó la impunidad necesaria para gobernar sin más ley que su voluntad.
El trasfondo de estas historias es sin duda que el reinado de Tarquino el Soberbio fue un periodo en que Roma quedó bajo la dominación etrusca, cosa que los historiadores romanos nunca hubieran estado dispuestos a admitir abiertamente. En efecto, aunque parece ser que Servio Tulio era de origen etrusco, lo cierto es que su política no favoreció en nada los intereses etruscos. Al contrario, había organizado la Liga Latina, con la que el Lacio estaba en condiciones de mantener su independencia frente a los etruscos. Sin embargo, tras la batalla de Alalia, Etruria se había convertido en la mayor potencia de la zona, y debía de estar en condiciones de influir en Roma y lograr que el poder acabara en manos de un rey leal a sus intereses. Éste fue Tarquino el Soberbio. Por ejemplo, los historiadores relataban que el nuevo rey hizo ejecutar a varios senadores, en lo cual podemos ver una "depuracion" del Senado, por la que se deshizo de los principales oponentes a la dominación etrusca.
Mientras tanto Ciro II continuaba expandiendo su Imperio. Sus generales tomaron una a una las colonias griegas de Asia Menor que habían estado anteriormente bajo el dominio lidio. Nuevamente Mileto logró conservar su independencia, al menos formalmente, como ya había hecho antes con Lidia. En las crónicas del Imperio Persa aparecen por vez primera pueblos "nuevos" como los Armenios o los Partos. Eran pueblos indoeuropeos que llegaros tras los medos y fueron ocupando distintos territorios. Los partos, por ejemplo, eran un pueblo ario cuyo nombre es de hecho una variante de "persa". Otro grupo de arios conservaron su nombre primitivo y la región que ocuparon recibió el nombre de Aria, que se conserva aún en el actual "Irán". El propio Ciro II dirigió varias campañas hacia el este, anexionándose Margiana, Bactriana y la lejana Sogdiana. Así el Imperio Persa alcanzó una extensión mayor que la que había tenido el Imperio Asirio. Ciro II murió en una de sus campañas, en 530. Su fama de gobernante justo e ilustrado le valió el sobrenombre de Ciro el Grande.

Durante la ausencia de Ciro II, su hijo mayor estaba en Babilonia como regente. Al conocerse la muerte de su padre le suedió en el trono sin ningún incidente, con el nombre de Cambises II. Pronto se dirigió al este a completar los proyectos que su padre había dejado inacabados.
SABIOS Y FILÓSOFOS

En los últimos años del siglo VI surgieron pensadores notables en los puntos más distantes del mundo civilizado. Desde los principios del siglo, en la India habían surgido corrientes divergentes respecto de la religión brahmánica oficial. Éstas se interesaron por los aspectos más filosóficos del brahmanismo: la relación entre el cuerpo y el alma, la reencarnación, etc., relegando a segundo plano los rituales, a los que a menudo dieron una interpretación alegórica. Una de estas corrientes fue desarrollada por un grupo de místicos que se retiraron a los bosques y compilaron una serie de abstrusos tratados conocidos como los Upanisads (que significa algo así como "sentarse junto al maestro"). La filosofía de los Upanisads es monista, en el sentido de que considera a la materia una ilusión y concibe el Universo como una unidad espiritual, en contraste con la filosofía dualista conocida como Samkhya, atribuida a Kapila (que tal vez vivió en el siglo precedente), según la cual existen dos realidades eternas: una es la materia, o mundo de las apariencias, y la otra la componen un número infinito de almas individuales. Cada alma es prisionera de su cuerpo, al que se cree ligada, y sólo consigue la salvación cuando comprende su naturaleza distinta, y asimila que es sólo un espectador, no un actor, en el mundo, y se libera de los deseos, procedentes del cuerpo.
Esta corriente Samkhya fue el punto de partida de lo que ya no puede clasificarse como corriente, sino más bien como herejía respecto al brahmanismo. Su creador fue Vardhamana, hijo del jefe de un clan, nacido cerca de Vaisali. Consideró que la única forma en que el alma podía llegar a comprender su naturaleza independiente del cuerpo, dotada de sabiduría, poder y bondad ilimitados, y lograr así su liberación, era mediante una vida rigurosamente ascética. Así lo aplicó a su propia persona y, tras doce años de severa ascesis, a la edad de cuarenta y dos años, alcanzó el conocimiento espiritual pleno y se convirtió en Mahavira (el venerable). Durante los treinta años siguientes recorrió la región enseñando su sistema, que recibió el nombre de jainismo (dominio de las pasiones). Sus seguidores se organizaban en comunidades sin un reglamento concreto, que más tarde se dividieron en dos facciones rivales: los vestidos de blanco y los vestidos de aire, llamados así porque los primeros iban vestidos y los segundos desnudos. Les estaba prohibido quitar la vida a todo ser animado, así como la mentira, el hurto, la sensualidad y todo tipo de atadura terrena. También había laicos que, sin abandonar el mundo, hacían los mismos votos, pero sustituyendo el celibato por una vida casta, y la renuncia absoluta por la reducción de sus pertenencias al mínimo imprescindible. El jainismo no reconoce ningún dios, sino que la fe se interpreta como el recto conocimiento de la relación entre materia y pensamiento. Los jainistas no pudieron dedicarse a ninguna actividad como la agricultura, la pesca, etc., que conlleva la muerte de seres vivos (las plantas también cuentan) así que se dedicaron a actividades comerciales, y hoy en día forman una minoría próspera, integrada por banqueros, abogados y terratenientes.
En 530 empezó a enseñar en China Kongfuzi (el maestro Kong), al que conocemos como Confucio. Sus enseñanzas versaban sobre todo sobre ética social. Instruyó a un grupo de discípulos que terminaron ocupando posiciones destacadas en el gobierno, lo que les dio la oportunidad de poner en práctica las ideas de su maestro. Para Confucio y sus discípulos, el sabio difunde un orden que se va extendiendo del individuo al universo entero. El hombre debe respetar este principio de orden tomando ejemplo de los sabios y los grandes hombres del pasado. Las virtudes confucianas son el ren, compasión o simpatía que induce a socorrer a los semejantes, y el yi, la equidad que lleva al respeto de los bienes ajenos y de la posición social. La sabiduría se consigue con el estudio, la reflexión y el esfuerzo, y su meta es llegar al ideal de hombre superior, sereno, virtuoso, sabio y recto, que ha asimilado el principio del orden universal y puede hacer lo que le place sin transgredirlo.
Confucio atribuye una naturaleza divina al principio de orden universal, pero por lo demás adopta una postura agnóstica, y no acepta los mitos y rituales religiosos. En contra de lo que podría pensarse, este agnosticismo racionalista fue bien recibido por el pueblo. Mientras los judíos podían atribuir sus visicitudes a un castigo divino por sus pecados, los chinos cumplían escrupulosamente con los ritos religiosos, y ello no impedía que de tanto en tanto se produjeran inundaciones o periodos de sequía, sin que los dioses parecieran responder a los debidos sacrificios. Así se empezó a dudar de que realmente los dioses se ocuparan del mundo y que tuviera algún sentido tratar de relacionarse con ellos. A esto hay que añadir que la religión oficial estaba en manos de los hechiceros Wu, al servicio del Rey, y por aquel entonces estaban muy desprestigiados. Se contaban historias de un rey que ordenó a un Wu que disparara flechas contra muñecos representando a los nobles que no acudían cuando eran convocados a palacio, o de otro que se sirvió de un Wu para encontrar posibles conspiradores, con lo que la población estaba tan atemorizada que apenas se comunicaban por señas. Evidentemente esto son exageraciones, pero muestran que la religión Wu incomodaba al pueblo.
En realidad el confucianismo fue sólo una de las muchas líneas de pensamiento que surgieron en China como reacción contra la religión tradicional. Otra no menos importante fue la iniciada por Lao-Tse, del que se tiene poca información, pero parece ser que fue historiador y astrólogo en la corte real. Escribió un libro llamado Tao-Te-King, en el que sentó las bases del Taoísmo, una religión mística que puede practicarse en solitario. El taoísmo predica la meditación, la quietud y la inactividad. Su filosofía es "no hacer nada para alcanzarlo todo", hay que dejar que la naturaleza siga su curso. El Cielo y la Tierra permanecen porque son la materialización de una realidad inmutable que crea sin esfuerzo ni objeto. La mayor virtud del sabio es la contemplación, impregnarse del Tao hasta el punto de identificarse con él como realidad última impersonal y amoldar la propia existencia a su acción incesante y silenciosa. Se dice que Confucio había rechazado a Lao-Tse calificándolo de soñador incomprensible.
Por esta época un jonio llamado Jenófanes dejó su ciudad natal, Colofón, y decidió emigrar a Sicilia, lejos de los persas. Más tarde pasó a Elea, donde fundó una escuela de pensamiento conocida como la Escuela Eleática, cuyas figuras más importantes surgirían en el siglo siguiente. A Jenófanes se le recuerda principalmente por su idea de que la existencia de conchas marinas en regiones montañosas es un indicio de que en otros tiempos ciertas regiones estuvieron sumergidas bajo el mar.
Otro jonio ilustre fue Pitágoras de Samos, que, al igual que otros griegos, aprovechó la unidad del gran Imperio Persa para viajar por sus confines. Pitágoras estudió en Babilonia, e incluso llegó a visitar la India. Cuando volvió a su patria, Samos, la encontró gobernada por el tirano Polícrates, mientras que él formaba parte de la aristocracia a la que éste había derrocado. Consideró que la vida en Samos se le hacía insoportable y en 529 se fue a Crotona, la colonia del sur de Italia, donde había oído que florecía la cultura.
Allí fundó una institución muy peculiar. Podían ingresar tanto hombres como mujeres, pero tenían que hacer voto de castidad y comprometerse a no tomar nunca vino, huevos ni habas (nunca se sabrá por qué). Debían vestir sencilla y decentemente, la risa estaba prohibida, y al final de cada curso los alumnos debían hacer una autocrítica en público, confesando toda infracción de las reglas que hubieran cometido. Los alumnos se dividían en externos e internos. Los últimos eran los que vivían en la propia institución. Sólo éstos podían ver al maestro, y ello tras cuatro años de iniciación. Hasta entonces les mandaba las lecciones por escrito, firmadas con authos epha (lo ha dicho él), indicando que no había lugar a discusión.
Si Tales fue el primer científico, podríamos decir que Pitágoras fue el primer universitario. Timón de Atenas, que le admiraba intelectualmente, decía que era solemne hasta la pedantería, que había conseguido importancia a copia de dársela él mismo. Se llamaba a sí mismo filósofo (amigo del saber), término que con el tiempo se aplicaría a todos los pensadores griegos. En sus descubrimientos había poco de original. La mayor parte de ellos eran cosas que había aprendido en Egipto y Babilonia. Sus enseñanzas versaban sobre los números, la geometría, la música y la astronomía, siempre desprovistas de cualquier posible (a la vez que despreciable) aplicación práctica. Parece ser que Pitágoras fue el primero que afirmó que la Tierra es una esfera que gira sobre sí misma. A estos hechos realmente prometedores, unía supersticiones tontas (tal vez tomadas del hinduismo), como que, tras la muerte, el alma abandona el cuerpo y, tras una estancia en el Hades (el infierno griego), vuelve a encarnarse en un recién nacido. Él mismo recordaba haber sido en otra vida una famosa cortesana, y luego un destacado héroe de la guerra de Troya.
Otra figura destacada en la época fue Heráclito. Había nacido en Éfeso, una de las ciudades griegas de Asia Menor. Fue más soberbio que Pitágoras y, en añadidura, un misántropo. Despreciaba prácticamente todo lo que le rodeaba, incluso llegó a escribir:
La gran cultura sirve de poco. Si bastase para formar genios, lo serían hasta Hesíodo y Pitágoras. La sabiduría no consiste en aprender muchas cosas, sino en descubrir aquella sola que las regula todas en todas las ocasiones.
Con esta forma de pensar, Heráclito decidió abandonarlo todo e irse a vivir a una montaña. Pasó toda su vida meditando. Reunió sus conclusiones en un libro llamado Sobre la Naturaleza, poco menos que incomprensible, pues al parecer no quería que los hombres mediocres le entendieran, y con ello se ganó el apelativo de Heráclito el oscuro. La base de su filosofía consistía en que la realidad es un continuo cambio: todo fluye, nada permanece. Toda la realidad es el cambio incesante de un único principio: el fuego. De él surgen los gases, que luego se condensan en líquidos y de sus residuos al evaporarse surgen los sólidos. El universo es fuego en distintos estados. No hay dioses. ¿Cómo iba a existir un dios eterno e inmutable, si ya ha quedado claro que todo es cambiante? A lo único a lo que en cierto sentido podríamos llamar "dios" es al fuego, pero teniendo bien claro que el fuego no es bueno ni malo, ni distingue entre el bien y el mal. Llamamos "bien" a lo que nos conviene llamar "bien", pero nuestro juicio no está avalado por el de ningún dios antropomorfo. La existencia de algo conlleva necesariamente la posibilidad de cambiar a su contrario. No puede haber día sin noche, riqueza sin pobreza, vida sin muerte. El cambio de algo en su contrario es una necesidad inevitable. El sabio debe comprender la necesidad de que existan los opuestos, y resignarse ante el dolor, la pobreza o la enfermedad como complementos necesarios de el placer, la riqueza o la salud.
Por esta época había ganado fama Epidauro, una ciudad de la Argólida a la que acudían todos los enfermos de Grecia. Allí estaba el templo de Asclepios, dios especializado en curaciones milagrosas. Se han encontrado muchas lápidas con inscripciones como ésta:
Oh Asclepios, oh deseado, oh invocado dios ¿cómo podría conducirme dentro de tu templo si tú mismo no me conduces a él, oh invocado dios que sobrepasas en esplendor el esplendor de la Tierra y de la primavera? Y ésta es la plegaria de Diofanto. Sálvame, oh dios socorredor, sálvame de esta gota, que sólo tú lo puedes, oh dios misericordioso, sólo tú en la tierra y en el cielo. Oh dios piadoso, oh dios de todos los milagros, gracias a ti he sanado, oh dios santo, oh bendito dios, gracias a ti, gracias a ti Diofanto no caminará más como un cangrejo, sino que tendrá buenos pies, como tú has querido.
El templo estaba rodeado por unos pórticos de setenta y cuatro metros de longitud, donde acudían los peregrinos y, tras darse un baño obligatorio, podían entrar en el templo. No sabemos qué clase de curas se dispensaban allí. Probablemente los sacerdotes de Asclepios eran unos embaucadores, pero también es posible que conocieran unos rudimentos de medicina basados en hierbas y aguas termales. De todos modos el ingrediente principal de las curaciones era sin duda la sugestión de las ceremonias espectaculares.
En 527 murió el tirano ateniense Pisístrato. En un par de ocasiones había sido obligado a abandonar el poder (y la ciudad), pero logró recuperarlo poco después. Finalmente se ganó el respeto de sus conciudadanos, pues en ningún momento tomó represalias o trató de instaurar un régimen policial. Al contrario, organizó elecciones libres para los arcontes, se sometió al control del Senado y la Asamblea, e incluso cuando alguien le acusó de asesinato, su respuesta fue una querella ante un tribunal. Ganó la causa porque el acusador no se presentó. Su autoridad se basaba en una personalidad arrolladora. Se hacía lo que él quería, pero sólo después de haber convencido a los demás de que era también lo que ellos deseaban hacer. Entre sus reformas más destacadas estaba una reforma agraria por la que destruyó los latifundios en favor de los pequeños propietarios. Había establecido que a su muerte sería sustituido por sus dos hijos, Hipías e Hiparco, y así fue. Éstos continuaron la política de su padre y Atenas continuó progresando económica y culturalmente.
En 525 murió el faraón Ahmés II y fue sucedido por su hijo Psamético III, quien ese mismo año tuvo que enfrentarse al desastre para el que su padre había ido preparando a Egipto: El rey persa Cambises II había terminado de ordenar la parte oriental de su imperio y ahora se dirigía hacia Egipto. Hubo un encuentro en Pelusio, al este del delta, pero las tropas persas arrollaron a las egipcias sin dificultad. Seguidamente Cambises II tomó Menfis, aceptó la rendición sin resistencia de los libios, marchó hacia el sur, saqueó Tebas y penetró en Nubia, puso bajo su control la parte norte del país y retornó a Menfis para aprovisionarse.
Los egipcios describieron a Cambises II en su historia como un gobernador cruel, pero, como en otras ocasiones, "cruel" puede significar simplemente "extranjero". Contaban que Cambises II fue derrotado en Nubia (lo cual no es probable), y que al volver a Menfis se encontró a los egipcios en una celebración. Se imagino que estaban celebrando su derrota y montó en cólera. Los egipcios le explicaron que la fiesta se debía a que habían encontrado un toro que satisfacía unos exigentes requisitos que demostraban que era el dios Apis, lo cual prometía buenas cosechas. Cambises II, aún enfadado, desenvainó su espada e hirió al toro, lo que para los egipcios era un abobinable sacrilegio.
En 524 la ciudad griega de Cumas, en Italia, derrotó a una coalición etrusco-itálica. Las tropas griegas estaban capitaneadas por Aristodemo, que poco después se convertiría en tirano de Cumas. Esta derrota no pareció afectar sensiblemente al poder etrusco en Italia, ni siquiera en la Campania, la región de Cumas, pero lo cierto es que esta fecha puede considerarse como el inicio de la decadencia etrusca, que se iría acentuando en las décadas siguientes.
En 523 empezó a predicar en la India Siddhartha Gautama, conocido como Buda (el iluminado). Había nacido en el bosque de Lumbini, en las laderas del Himalaya. Su padre era el jefe de una aldea y su madre había muerto a los pocos días de su nacimiento. Por aquel entonces en la India había sociedades muy diversas. Algunas se encontraban todavía en el neolítico, otras estaban bajo la dominación Aria, y entre ellas algunas estaban empezando a desarrollarse económica y culturalmente. Gautama tuvo una infancia fácil y protegida, se casó y tuvo un hijo, pero a la edad de 29 años se sintió conmovido por todo el sufrimiento que veía a su alrededor, con lo que decidió abandonar a su familia y entregarse al ascetismo. Finalmente, meditando al pie de un árbol, obtuvo la iluminación y se convirtió en Buda, momento en que empezó a difundir sus enseñanzas. Contaba con la amistad y la protección del rey Bimbisara de Magadha.
Buda aceptó algunas ideas del hinduismo, como la reencarnación de las almas, si bien la concebía en un sentido más débil: el alma es un agregado de cinco elementos:
El cuerpo y los sentidos,
los sentimientos y sensaciones,
la percepción sensorial,
las voliciones y facultades mentales,
la razón o conciencia.
Estos elementos están en continuo cambio y su unión se disuelve con la muerte. Lo que se transmite en las reencarnaciones no es el alma, sino el karma que ésta ha acumulado, un flujo de energía que se reviste de un cuerpo tras otro hasta que alcanza el fin último, llamado nirvana. Como el jainismo, el budismo es una religión sin dios. Según Buda hay cuatro verdades excelentes:
La existencia humana es sufrimiento,
El sufrimiento está causado por el deseo,
El sufrimiento puede ser superado por la victoria sobre el deseo,
Esta victoria puede lograrse siguiendo el camino de las ocho etapas: visión justa; resolución justa; palabra justa, verdadera y buena; comportamiento correcto; trabajo correcto; esfuerzo correcto; memoria o atención correcta y contemplación. A su vez, la contemplación requiere cuatro etapas: aislamiento, que se convierte en alegría, meditación, que proporciona la paz interior, concentración, que provoca el bienestar del cuerpo, y contemplación, que es recompensada con la indiferencia ante la felicidad o la desgracia.
El budismo era concebido como un "camino intermedio" para lograr la liberación del alma, intermedio entre las dos vías (fáciles y superficiales) que reconocía el brahmanismo y el ascetismo riguroso de los jainistas. Aceptó los votos jainistas modificados para ser compatibles con una vida normal. Así, la muerte de seres vivos era permitida con fines alimenticios, la castidad fue sustituida por la fidelidad en el matrimonio, etc., pero las bebidas embriagadoras, el juego, el trato con personas indeseables, etc. estaba rigurosamente prohibido.
En 522 murió Polícrates, el tirano de Samos. Parece ser que fue sorprendido en una emboscada por un enemigo y fue cruelmente asesinado. Ese mismo año, un sacerdote medo llamado Gaumata afirmó ser Smerdis, hermano del rey persa Cambises II, y fue proclamado rey por algunos nobles medos mientras Cambises II estaba en Egipto. Sin embargo, el sacerdote no podía ser quien dijo ser, pues el propio Cambises II había mandado asesinar a su hermano antes de su partida, en previsión de una posible traición como la que, aun así, tuvo lugar. Cambises II se enteró de lo sucedido mientras volvía de Egipto. Hizo saber que el verdadero Smerdis estaba muerto, pero no pudo hacer más, porque pronto fue asesinado. Junto a él estaba un pariente lejano, también, pues, de la familia Aqueménida, quien inmediatamente se puso al frente de las fuerzas leales a Cambises II, marchó sobre Media, mató al falso Smerdis, se hizo proclamar rey y, tras unos meses de incertidumbre, en 521, logró el control absoluto del imperio. Su nombre era Darío I.
Es muy probable que bajo estos hechos haya motivaciones nacionalistas e incluso religiosas. Por ejemplo, Ciro y Cambises II aceptaron la religión babilónica, mientras que el falso Smerdis y Darío I eran mazdeístas. Tal vez Cambises II descubrió o sospechó que un grupo de nobles medos descontentos con el dominio persa estaban urdiendo una rebelión, y que su hermano podría estar pensando en aprovechar las circunstancias para proclamarse rey. Tal vez Darío I aprovechó las circunstancias para proclamarse rey matando a Cambises II. Tal vez era mazdeísta o tal vez juzgó que los mazdeístas eran entonces la facción más poderosa, con lo que la mejor forma de verse respaldado era aparecer como mazdeísta promedo a la vez que como aqueménida con derecho al trono. Sea como fuere, Darío I acabó contando con el apoyo de Media y con los recelos de Babilonia, justo al revés de lo que le había ocurrido a Cambises II.
En 520 Cleómenes I ocupó uno de los dos tronos de Esparta. Poco después marchó sobre la Argólida e infligió a Argos una decisiva derrota, tras la cual Esparta dominó definitivamente todo el Peloponeso. Estrictamente poseía un tercio del territorio, el otro tercio era Arcadia, que desde hacía tiempo era su aliada incondicional, y el otro tercio era la Argólida, que ya nunca más se atrevió a cuestionar la autoridad espartana. En el Peloponeso no se movía un soldado sin permiso de Esparta, y la ciudad fue considerada como el líder del mundo griego, pese a que culturalmente era con diferencia la ciudad más pobre.
EL FINAL DEL SIGLO VI


Si a lo largo del siglo VI hemos encontrado notables novedades culturales y religiosas, en sus últimos años se produjeron los acontecimientos políticos más interesantes. El Imperio Persa estaba gobernado por el que sería uno de sus gobernantes más eficientes, el rey Darío I. Sin embargo, sus primeros años de reinado fueron difíciles. Cuando aparentemente tenía las riendas del poder en su mano estalló una peligrosa rebelión en Babilonia. Un hombre de impresionante apariencia y fácil elocuencia dijo ser hijo de Nabónido y se proclamó rey con el nombre de Nabucodonosor III. Levantó defensas a lo largo del Tigris y se dispuso a impedir que Darío I las atravesara cuando llegara de Media. Darío I no quiso un enfrentamiento directo, sino que hizo que sus hombres cruzaran el río en grupos reducidos y en puntos muy alejados unos de otros, y luego ordenó que se reunieran en la retaguardia enemiga, con lo que pillaron por sorpresa a los hombres de Nabuconodosor III, los derrotó y marchó sobre Babilonia en 519.
Darío I no destacó tanto por sus hazañas militares como por la eficiencia con la que organizó el imperio. Lo dividió en veinte provincias independientes llamadas satrapías, al frente de cada una de las cuales puso a un virrey o sátrapa(protector del reino). No obstante extendió ligeramente la frontera del imperio hacia el este. En 518 creó las satrapías de Gandhara y el Sind, en el valle del Indo. Hizo construir buenos caminos y creó un sistema de mensajeros a caballo de valor incalculable a la hora de mantener unidos sus territorios. Reorganizó las finanzas, estimuló el comercio, acuñó moneda y estandarizó los pesos y medidas.
Aunque Darío I era mazdeísta, su actitud para con las demás religiones fue extremadamente tolerante, conceció a los babilonios el derecho a adorar a sus dioses, y lo mismo hizo en Egipto, quienes lo consideraron como un buen rey pese a ser extranjero. Los reyes persas fueron incluidos en la XXVII dinastía de reyes egipcios. Los judíos aprovecharon la situación para solicitar de Darío I el permiso para reconstruir el templo, que les había sido denegado bajo el reinado de Ciro II. Darío I no puso inconveniente, y en 516 el llamado segundo templo estuvo acabado.
Darío I había establecido la capital de su imperio en Susa, la antigua capital de Elam, pero ordenó construir una nueva ciudad a unos 40 Km al sur de Pasargadas, destinada a ser la nueva capital, si bien nunca llegó a ser ocupada como tal. En la práctica nunca pasó de ser una residencia real. Se la conoce como Persépolis. Una obra de Darío I que iba a resultar valiosísima para los historiadores fue una gigantesca efigie suya que mandó esculpir en un lugar elevado, casi inaccesible, donde incribió la historia sobre el falso Smerdis tal y como la conocemos. La inscripción estaba en persa antiguo, en elamita, en acadio y en arameo. Gracias a ella en 1833 pudo descifrarse el acadio y, más tarde, a su vez, a partir de él se descifró el sumerio.
Mientras tanto, Hiparco, que junto con su hermano Hipías gobernaba Atenas como tirano, se enamoró de un joven llamado Harmodio, del cual estaba enamorado también Aristogitón, quien optó por asesinar a Hiparco. Para disimular sus motivos personales trató de dar tintes políticos al asunto y planeó matar a los dos tiranos con el apoyo de algunos nobles. Las cosas no salieron como estaban previstas, e Hipías quedó con vida y mandó ejecutar a los conspiradores. Sin embargo, el suceso le amargó y decepcionó tanto que en su desencanto cambió drásticamente su forma de gobierno e inició un reinado del terror. Naturalmente, entre los atenienses cundió el descontento y Aristogitón se convirtió en un mártir.
En 514 Ho-hü se convirtió en señor del estado de Wu, bajo cuyo mandato empezó a destacar frente a los desgastados Reinos del Centro.
Mientras tanto, una vez organizado el imperio, Darío I se interesó por la expansión territorial. Puso los ojos en Europa y en 512 avanzó sobre Tracia. Avanzó por la costa del mar Negro hasta la desembocadura del Danubio. En esta campaña cayeron en poder persa nuevas colonias griegas, entre ellas el Quersoneso Tracio, conquistado por Milcíades para Atenas tiempo atrás, así como algunas de las islas del norte del Egeo. El rey Amintas II de Macedonia reconoció el dominio persa, pero su reino no fue invadido y conservó el trono. El Imperio Persa había alcanzado su máxima extensión.

Volviendo a Atenas, el descontento del pueblo con el tirano Hipías fue canalizado por Clístenes, alcmeónida nieto de Megacles, quien construyó un hermoso templo a las autoridades de Delfos a expensas de su familia. Esto indujo al oráculo a aconsejar a los espartanos que ayudasen a los atenienses a conseguir su libertad. Los espartanos accedieron de buen grado. Desde que se habían hecho dueños del Peloponeso se las habían arreglado para eliminar todas las tiranías de la región, y ahora tenían la oportunidad de continuar su obra más al norte. En 510, el rey espartano Cleómenes I marchó sobre el Ática, derrotó a Hipías y lo condenó al exilio. Esparta pensaba haber rertaurado la oligarquía en Atenas, pero dicha "oligarquía" tenía a la cabeza a Clístenes y, desde los tiempos de la maldición, los alcmeónidas eran demócratas, así que Clístenes usó su autoridad para reorganizar Atenas bajo un régimen democrático al estilo de Solón.
Ese mismo año se libró una batalla decisiva en el sur de Italia, por la que Crotona destruyó definitivamente a su rival Síbaris. Los sibaritas habían adquirido fama por su afición a los lujos más refinados. Se decía que un sibarita se hizo un colchón relleno de pétalos de rosa, pero que dijo que era incómodo porque uno de los pétalos estaba arrugado. Respecto a la batalla, los historiadores griegos contaban que los sibaritas habían enseñado a bailar a los caballos para los desfiles, y que los crotonenses aprovecharon el hecho y llevaron músicos al frente, de modo que los caballos se pusieron a bailar al oír la música y desorganizaron el ejército sibarita. Síbaris fue arrasada de tal modo que durante mucho tiempo los historiadores dudaron de su emplazamiento exacto.
Por esta época se difundió en China la fundición del hierro.
En 509 Roma logró librarse de la dominación etrusca. El rey Tarquino el Soberbió usó su poder en Roma para doblegar a las demás ciudades latinas. En aquel momento Roma estaba en guerra con los Volscos, que habitaban el sureste del Lacio. Mientras el rey estaba en el frente, en la ciudad triunfó una revuelta encabezada por un primo suyo, Tarquino Colatino, y por un patricio llamado Lucio Junio Bruto (Lucio Junio el estúpido). Al parecer, el rey había ejecutado al padre de Bruto y a su hermano mayor, y él mismo habría sido ejecutado también si no hubiera fingido exitosamente ser un débil mental, de donde le vino el apelativo que después llevó con orgullo, como recuerdo de su inteligente estratagema. Bruto fue recordado como un héroe y por ello el apelativo de Bruto fue honrosamente aplicado a muchos romanos en los siglos posteriores a pesar de su significado literal. Respecto a Colatino, los historiadores romanos contaban que su esposa fue violada por el hijo del rey, incidente que hizo saltar la chispa de la rebelión.
El gobierno de Roma quedó en manos del Senado, pero era necesario dotar a alguien de la autoridad necesaria para tomar decisiones con rapidez, por lo que se creó el cargo de Pretor (el que va delante), elegido anualmente por el senado con funciones de presidente de gobierno. Sin embargo, la monarquía dejó tan mal recuerdo en la historia de Roma que, en los siglos posteriores, lo peor que podía ocurrirle a un político era ser acusado de pretender convertirse en rey. El recelo por que un solo hombre pudiera acumular demasiado poder hizo que pronto se eligieran dos pretores simultáneamente, de modo que ninguna de sus decisiones era válida si no estaba avalada por ambos. Con ello se pretendía que cada pretor cuidara de que el otro no abusara de su autoridad. Poco después los pretores pasaron a llamarse Cónsules (los que se sientan juntos), palabra de la que deriva el verbo "consultar", pues los cónsules necesitaban consultarse uno a otro para poder llevar a cabo cualquier acción. Este sistema de gobierno: senado-cónsules era muy similar al de Cartago. La política pasó a ser considerada responsabilidad de todos (de todos los patricios, se entiende), por lo que el estado (y por extensión la nueva forma de gobierno) pasó a denominarse la República (los asuntos públicos, o del pueblo). También se creó otro cargo doble: cada año se elegían dos cuestores que supervisaban los juicios penales en la ciudad.
Pero el rey exiliado no se resignó a su suerte, sino que pidió ayuda a Lars Porsena, rey de la ciudad etrusca de Clusium, al norte del Lacio. En 508 se presentó ante Roma con un ejército en un ataque por sorpresa. La leyenda cuenta que los romanos lograron atrincherarse en la ciudad gracias a que Publio Horacio Cocles (el tuerto) retrasó el avance del ejército etrusco manteniéndolo a un lado del puente de madera sobre el Tíber mientras los romanos lo destruían, primero con la ayuda de otros dos hombres, luego solo. Cuando el puente fue destruido se arrojó al Tíber y nadó hasta llegar a la otra orilla y ponerse a salvo.
Porsena se dispuso a asediar Roma. Según la leyenda, un joven patricio llamado Cayo Mucio se ofreció voluntario para infiltrarse entre los enemigos y asesinar a Porsena, sin embargo fue capturado y Porsena le amenazó con quemarle con una antorcha si no le revelaba las condiciones en que se encontraba la ciudad y sus posibilidades de resistir el asedio. Sin embargo, la respuesta de Mucio fue poner él mismo la mano en el fuego y esperar impertérrito a que fuera consumida. Impresionado, Porsena consideró que era inútil enfrentarse a un pueblo capaz de "poner la mano en el fuego" por su ciudad (de aquí viene la expresión) y optó por liberar al que desde entonces sería conocido como Cayo Mucio Escévola (el zurdo) y retirarse sin restaurar la monarquía.
Las leyendas de Horacio y Mucio fueron inventadas por los romanos para ocultar un desenlace menos glorioso: Roma debió de rendirse ante Porsena y aceptar la dominación etrusca a condición de que la monarquía no fuera restaurada. Al rey etrusco le debió de parecer un trato razonable y se marchó.
En 507 Roma firmó un tratado comercial con Cartago.
Mientras tanto los nobles atenienses lograron el apoyo de Esparta para expulsar a Clístenes y poner fin a su proceso reformista. El argumento oficial fue que los alcmeónidas eran malditos y debían ser expulsados. El rey espartano Cleómenes I volvió a Atenas, los alcmeónidas fueron expulsados y el gobierno quedó en manos de una oligarquía encabezada por Iságoras. Sin embargo, Cleómenes I pecó de exceso de confianza. El ejército que llevó era demasiado reducido, el pueblo se rebeló y sitió a los espartanos en la Acrópolis. Cleómenes I accedió a volverse a Esparta, Clístenes regresó y logró llevar a cabo las reformas políticas.
Dividió al Ática en un complicado sistema de grupos sin apenas relación con la división anterior en función de la riqueza. Su finalidad era que estos grupos fueran operativos a la vez que carecieran de todo significado, de modo que los ciudadanos se sintieran simplemente atenienses. Duplicó el número de ciudadanos con derecho a voto. Instituyó la Asamblea de los Quinientos, dividida en diez secciones que rotaban sus funciones a lo largo del año. Acrecentó y reglamentó las atribuciones de la Asamblea de los Ciudadanos (Ecclesia), en la que inscribió por primera vez a una gran masa de metecos y libertos (artesanos y esclavos liberados, hasta entonces sin derecho a voto). Repartió el control del ejército entre diez estrategas. El Areópago, formado por los nobles, seguía administrando la justicia. Para proteger el sistema estableció que una vez al año los ciudadanos con derecho a voto se reunieran en la plaza del mercado provistos de una pieza de cerámica donde podían escribir el nombre de cualquier ciudadano que consideraran peligroso para la democracia. Las piezas se recogían en urnas y si el número total de votos superaba los seis mil, el más votado debía abandonar el Ática durante diez años. Este procedimiento se llamó ostracismo, pues los griegos llamaban ostraka (conchas) a los trozos de cerámica usados en la votación. (Eran fragmentos de vasijas rotas, más baratos y abundantes que el papiro, y que se usaban habitualmente para escribir notas y mensajes cortos.)
La región colindante con el Ática era Beocia, y entre sus mayores ciudades estaba Tebas, que aspiraba a tener la hegemonía en la región. La pequeña ciudad de Platea se negaba a aceptar la dominación tebana, y Atenas decidió ayudarla. Por su parte, Tebas se alió con Esparta. El rey Cleómenes I estaba deseoso de resarcirse del triste papel que había representado el año anterior, y en 506 atacó a Atenas desde el sur mientras Tebas lo hacía desde el este. Por su parte, la ciudad de Calcis, rival comercial de Atenas, se unió a los tebanos en el ataque.
Atenas parecía condenada a la destrucción, pero en el último momento Corinto decidió no participar en la expedición espartana. La principal rival comercial de Corinto era Egina, que por estas fechas era pionera en el uso sistemático de la moneda en las relaciones comerciales, y sucedía que Atenas y Egina eran rivales, por lo que Corinto pensó que destruir Atenas sería hacerle el juego a Egina. Esparta no estaba dispuesta a que se cuestionara su autoridad en el Peloponeso, por lo que prefirió dejarse convencer por Corinto y dejó plantada a Tebas. Los atenienses derrotaron a los tebanos y confirmaron la independencia de Platea. A raíz de esta derrota, Tebas mantendría una actitud hostil hacia Atenas durante todo el siglo siguiente. Seguidamente Atenas atacó a Calcis y obtuvo una victoria aún mayor. Obligó a Calcis a cederle la soberanía de la parte sur de la isla de Eubea, al norte del Ática. Sus habitantes pasaron a ser considerados ciudadanos atenienses con todos los derechos que ello conllevaba. La ciudad de Eretria, enemiga de Calcis, situada también en Eubea, se convirtió automáticamente en aliada de Atenas.
El estado chino de Wu derrotó al de Chu, pero inmediatamente después fue invadido por Yue desde el norte. Wu se defendió y pudo seguir al mismo tiempo la guerra contra Chu.
LA REVUELTA JÓNICA



A la entrada del siglo V, el mundo civilizado gozaba en general de cierta tranquilidad y prosperidad. La moneda hizo su aparición en la India. El rey Darío I gobernaba suave y eficientemente el vasto imperio Persa, desde Libia hasta el Indo. Al norte estaban los escitas. Los restos arqueológicos escitas muestran un estilo artístico bastante homogéneo, desde el norte del Mar Negro hasta Siberia. En las cercanías de Mongolia se han encontrado tumbas escitas muy bien conservadas por el hielo. Contenían los cuerpos de altos personajes acompañados de sus caballos. El hielo ha conservado objetos perecederos, como vestidos de tela, cuero, piel y fieltro, y útiles domésticos de madera. Las tumbas son de gran riqueza, con telas bordadas, decoradas con perlas y láminas de oro. Sin embargo, hacía ya casi cien años que un nuevo pueblo indoeuropeo avanzaba hacia Europa desde Asia. Eran los Sármatas, tal vez una rama lejana de los escitas, pues sus lenguas y sus costumbres tenían ciertas semejanzas.
En el sur de Arabia, los reyes sabeos conquistaron una región de África, en la actual Etiopía, donde fundaron la ciudad de Aksum. Poco a poco se fue formando una aristocrácia árabe que se impuso sobre la población negra nativa.
En México aparece una nueva cultura alrededor de Teotihuacán. Se trata de pequeños pueblos de agricultores que veneraban a Tlaloc, divinidad del agua y de la lluvia.

Grecia continuaba su ascenso imparable. La ciudad de Egina alcanzó su apogeo, fruto de su idea de introducir la moneda en el comercio griego un siglo atrás, que ahora estaba ya plenamente consolidada. La única excepción era Esparta, que había prohibido el uso de monedas y la importación de artículos de lujo. La oligarquía espartana tenía sus razones para esto. En otras ciudades, el comercio estaba dando poder a los grandes mercaderes, que rivalizaban con la antigua nobleza y a menudo contribuían a derrocarla favoreciendo tiranías. La cultura griega seguía progresando. Hecateo de Mileto viajó por el imperio persa y escribió libros de geografía e historia en los que descartó cualquier explicación mitológica. De hecho, mostró escepticismo y burla hacia las presuntas intervenciones divinas en los asuntos humanos.
En Elea destacaba Parménides, un pitagórico discípulo de Jenófanes que desarrolló una teoría filosófica opuesta a la de Heráclito. Frente a la opinión de éste según la cual la realidad es un continuo cambio, Parménides sostenía que lo auténticamente real es inmutable. Sus argumentos según los cuales todo cambio es ilusorio mantuvieron ocupados a muchos pensadores griegos en los años posteriores.
Los etruscos se veían obligados a retirarse del norte de Italia ante las incursiones de los galos, esto es, los pueblos celtas que ocupaban las actuales Francia, Alemania y Polonia y que poco a poco fueron asentándose también al sur de los Alpes, a lo largo del valle del Po, en la región que los romanos llamarían más tarde la Galia Cisalpina, (la Galia de este lado de los Alpes). Por esta época, otros pueblos celtas penetraron en la isla que actualmente es Gran Bretaña. El oeste fue ocupada por un grupo conocido como Gäels, mientras que el este lo ocuparon los celtas Britónicos. Parece ser que ambos pueblos llegaron simultáneamente, pero tenían distinta procedencia y siguieron rutas distintas.
En España desapareció la monarquía de Tartesos. El reino se diluyó en pequeñas ciudades independientes que fueron perdiendo importancia rápidamente y terminaron siendo absorbidas por los cartagineses. Al parecer, el comerció del bronce en que se basaba su economía fue decayendo conforme se extendió la metalurgia del hierro, mucho más abundante.
Sin embargo, la tranquilidad no tardaría en acabarse. El detonante fue una revuelta organizada por las ciudades jonias (las ciudades griegas de la costa del Asia Menor) contra el dominio persa. Los jonios habían tolerado el gobierno lidio porque habían terminado helenizando a sus dominadores, pero las autoridades persas les gobernaban desde muy lejos y les imponían unas costumbres muy alejadas de las suyas propias. Sólo necesitaban un líder y lo encontraron en Aristágoras, cuñado del tirano de Mileto, que al parecer se había enemistado con los persas y no tenía nada que perder con la revuelta, mientras que si todo iba bien podía acabar como tirano de toda Jonia. En 499 Aristágoras declaró a Mileto independiente y las otras ciudades jonias, siguiendo su ejemplo, expulsaron a los gobernadores persas.
Inmediatamente Aristágoras viajó a Esparta a pedir ayuda para derrotar a los persas, pero cuando el rey Cleómenes I se enteró de que había un viaje por tierra de tres meses hasta la capital persa, ordenó a Aristágoras que se marchara. Esparta no combatiría contra un enemigo tan lejano. Aristágoras marchó a Atenas y allí tuvo más suerte. Los atenienses estaban acrecentados por su reciente victoria sobre Tebas, además sabían que Hipías, el hijo de Pisístrato que había sido exiliado años atrás, se encontraba en la corte de uno de los sátrapas persas. Cabía la posibilidad de que aspirara a recuperar el poder en Atenas con la ayuda persa. Aristágoras volvió a Mileto anunciando que Atenas enviaría barcos y hombres. Sólo Hecateo pareció juzgar insensato el proyecto. Él conocía bien el poder de los persas, poder que los griegos infravaloraban indudablemente. De todos modos, recomendó que si la revuelta se llevaba a cabo era crucial disponer de una buena flota en el Egeo que mantuviera conectadas a las distintas ciudades, pues si los persas lograban incomunicarlas no tendrían ninguna dificultad en derrotarlas una a una. Nadie le hizo caso.
En Atenas, Clístenes también se mostró en contra de apoyar a los jonios. Los atenienses optaron por desterrarlo. Él y su familia fueron considerados partidarios de los persas durante el medio siglo siguiente, así que los Alcmeónidas no tuvieron ninguna influencia sobre la ciudad en este periodo.
En 498 murió el rey Amintas II de Macedonia y fue sucedido por su hijo Alejandro I. Ese mismo año tuvo su primer éxito el más famoso de los poetas griegos: Píndaro. Había nacido en Tebas, hijo de un aristócrata, pero se educó en Atenas.
Entre tanto Atenas cumplió su promesa y envió veinte barcos a la jonia, junto con otros cinco de su aliada Eretria. En vistas de la situación, otras ciudades griegas de Tracia y Chipre decidieron rebelarse también contra los persas. En Tracia gobernaba como tirano Milcíades, sobrino del otro Milcíades ateniense que había conquistado el Quersoneso años atrás. El joven Milcíades había aceptado el dominio Persa y ahora vio la ocasión de librarse de él. Anaxágoras condujo a los milesios en un ataque sorpresa a Sardes, la antigua capital lidia. Se apoderó de la ciudad, la incendió y volvió a Jonia. Cuando volvió a Mileto se encontró con el ejército persa que le estaba esperando y fue derrotado. Los atenienses decidieron marcharse.
Pero el daño estaba hecho. El rey Darío I estaba furioso. Tenía ya más de sesenta años, pero no estaba dispuesto a dejar las cosas como estaban. Reunió barcos fenicios y se hizo con el dominio del mar Egeo, aislando a las ciudades jonias tal y como había predicho Hecateo. Aristágoras huyó a Tracia, donde murió poco después. Chipre fue tomada y después la flota se dirigió contra Mileto.
En 496 subió al trono de Yue el rey Kou Chien, que terminaría logrando una victoria definitiva frente a Wu. Entre tanto, el rey derrocado Tarquino el Soberbio hizo un último intento de apoderarse de Roma. De algún modo, logró enemistar a Roma con las ciudades del Lacio, y así, un ejército latino capitaneado por el viejo rey y sus hijos se enfrentó a los romanos. Esta vez la victoria de Roma fue absoluta, la familia real fue exterminada con excepción del propio Tarquino, que se exilió en Cumas, donde murió más tarde. Los historiadores explicaban que en la batalla los romanos habían sido ayudados por Cástor y Pólux, hermanos de Helena de Troya, que desde entonces recibieron honores especiales.
Roma quedó muy debilitada con estas guerras. La peor parte se la llevaron, naturalmente, las clases bajas, los plebeyos. Muchos se arruinaron y tuvieron que venderse a sí mismos como esclavos, lo que mejoró la posición de la oligarquía dominante, los patricios, pero a costa de grandes tensiones sociales. En 495 fue nombrado cónsul Apio Claudio, que era sabino de nacimiento, pero que de joven había acudido en apoyo de Roma con un ejército, por lo que finalmente fue admitido entre los patricios. Gobernó con mano dura y logró que en 494 los plebeyos terminaran optando por abandonar la ciudad y establecerse en una colina cercana. Los patricios no podían permitirse prescindir de su mano de obra, así que tuvieron que negociar.
Se llegó a un acuerdo por el que los plebeyos tendrían funcionarios propios, elegidos por votación como representantes de la plebe. Eran los tribunos (nombre que antes designaba al jefe de una tribu). Su misión era defender los intereses de la plebe e impedir que se aprobasen leyes en su perjuicio. Los tribunos tenían derecho de veto en el senado, de modo que ninguna ley podía aprobarse sin su consentimiento. Dada la hostilidad con que sin duda iban a ser acogidos entre los arrogantes patricios, se acordó que los tribunos fueran inviolables, y que cualquier falta de respeto hacia ellos fuera penada con una multa. Se nombraron ayudantes de los tribunos, llamados ediles, cuya misión era recaudar las multas, pero que en parte ejercían también una labor policial. Con el tiempo su labor administrativa se extendió, y los ediles llegaron a estar al cuidado de los templos, las cloacas, el suministro de aguas, la distribución de alimentos y los juegos públicos. También regulaban el comercio.
El ascenso del poder de la plebe debió de generar un nuevo género de conflictos sociales en la antigua Roma. Los detalles están ocultos tras leyendas que carecen de fundamento histórico, pero que atestiguan un pulso entre patricios y plebeyos que terminó con la consolidación de los privilegios recientemente conseguidos por éstos últimos. La más famosa es la de Cayo Marcio Coriolano. Según contaban los romanos, hubo un periodo de escasez de alimentos que obligó a importar trigo de Sicilia. Coriolano propuso privar del trigo a los plebeyos si no renunciaban al tribunado. Los tribunos vetaron la propuesta y Coriolano fue expulsado. Éste marchó a la ciudad volsca de Corioli en el Lacio (recientemente conquistada por él mismo, de ahí su tercer nombre) y propuso a los volscos, conducirles hasta Roma y saquearla. Según la leyenda, Roma sólo pudo librarse del desastre por la intercesión de la madre de Coriolano, que le convenció para volverse atrás, a raíz de lo cual los volscos le mataron.
También en 494 Darío I acabó con la revuelta jónica. Mileto fue incendiada y ya nunca recuperó su ventajosa situación anterior, si bien las otras ciudades fueron tratadas con indulgencia. Luego el rey envió a su yerno Mardonio a reconquistar Tracia. Mientras tanto la ciudad de Argos decidió rebelarse contra Esparta, pero Cleómenes I sofocó la revuelta sin dificultad.
Por esta época, en China, la vida de Confucio sufrió un cambio drástico. Parece ser que llegó a ocupar un cargo político importante, pero viendo que le era imposible emprender las reformas que pretendía, abandonó y se dedicó a viajar de un lugar a otro ofreciendo su consejo a cuantos señores se lo pedían, enseñando historia y filosofía.
Atenas se preparaba contra un eventual ataque persa. En 493 fue elegido arconte Temístocles, quien comprendió que la única esperanza de Atenas era disponer de una flota poderosa, que por el momento no poseía. De todos modos, Temístocles reforzó una posición en la costa cercana a la ciudad con la intención de convertirla en el futuro en la base de una flota.
En 492 Mardonio había pacificado Tracia, forzando a Milcíades a volver a Atenas. Mardonio podía haberle seguido, pero una tormenta dañó en parte a su flota, así que decidió volver a Persia. Pero Darío I no quiso olvidar que Atenas había ayudado a los jonios en su revuelta. Parece ser que aquí intervino Hipías, que ahora estaba en la corte del mismo Darío I. Al parecer, el rey persa no había oído hablar de los atenienses hasta que Hipías le explicó lo peligrosos que eran y lo conveniente que era enviar tropas para dominar la zona. Entre tanto había surgido una disputa entre Cleómenes I y el otro rey espartano, Demarato, que fue desterrado y huyó a la corte de Darío I. Mientras éste preparaba una expedición contra Grecia, envió mensajeros a todas sus ciudades exigiéndoles que aceptaran la soberanía persa. La mayoría de las islas del Egeo aceptaron inmediatamente. La ciudad de Egina sentía tal rivalidad contra Atenas que decidió someterse a los persas aun antes de que llegaran los mensajeros. Naturalmente, Esparta no aceptó el dominio Persa. Se dice que cuando llegó el mensajero reclamando "la tierra y el agua", los espartanos lo tiraron a un pozo y le dijeron "ahí tienes ambas". Poco después el rey Cleómenes I fue víctima de los recelos de la oligarquía espartana, que temían porque estaba acumulando cada vez más poder, así que también fue exiliado.
En 490 la expedición persa estuvo lista para partir. No era muy grande, pero sí suficiente para someter a unas pequeñas ciudades belicosas, a juicio de Darío. Atravesó el Egeo ocupando sobre la marcha las islas que no habían aceptado la rendición. Luego, una parte del ejército desembarcó en Eubea, donde Eretria fue incendiada, mientras la otra parte desembarcó en el Ática, con el propio Hipías al frente, que la dirigió a una pequeña llanura, cerca de la aldea de Maratón. Mientras tanto Atenas envió un mensajero llamado Fidípides para que pidiera ayuda a Esparta. Las tradiciones de Esparta mandaban que no se emprendiera ninguna acción hasta que fuera luna llena, y cuando Fidípides llegó todavía faltaban nueve días.
Atenas tuvo que enfrentarse sola a los persas, con un total de 9.000 hombres, más otros 1.000 enviados por Platea. A la cabeza del ejército estaba Milcíades, que había logrado acallar las voces que optaban por la rendición. Milcíades conocía a los persas y estaba convencido de que el hoplita griego estaba mejor preparado que el soldado persa, tanto en armamento como en preparación. No sólo insistió en resistir a los persas, sino que afirmó que era esencial atacar primero. Así lo hizo y, de algún modo, logró coger desprevenidos a los persas, que sufrieron grandes bajas y no pudieron hacer más que retirarse malamente hasta sus naves. Podrían haberse recuperado y atacado a Atenas, pero su moral estaba destrozada y les llegaron noticias de que los espartanos estaban en camino, así que volvieron a Persia.
La tradición cuenta que los griegos enviaron un mensajero a Atenas, el mismo Fidípides que había sido enviado a Esparta poco antes. Recorrió a toda velocidad los 42 kilómetros que separan Atenas de Maratón, balbuceó la noticia de la victoria y murió con los pulmones reventados. Los espartanos llegaron al campo de batalla poco después de que ésta terminara, elogiaron a los atenienses y se volvieron a Esparta.
Este mismo año, Ajatasatru se hizo con el trono del reino indio de Magadha tras matar a su padre Bimbisara. Ello lo enfrentó con su tío Prasenajit, rey de Koraba. Según la tradición Ajatasatru fue hecho prisionero con su ejército, pero Prasenajit decidió dejarlo en libertad y sellar con él una alianza. Así Ajatasatru se casó con la hija de Prasenajit. Un tiempo después, Virudhaka, el hijo de Prasenajit derrocó a su padre, que se vio obligado a huir a Rajagrha, donde murió al llegar.
Volviendo a Grecia y Persia, los resultados de la última campaña enfurecieron más aún a Darío I, que inmediatamente empezó a preparar una nueva expedición. Para colmo de los males, cuando Egipto se enteró de lo sucedido en Maratón decidió rebelarse. Mientras tanto, Milcíades logró que los atenienses pusieran a su mando una flota de 60 naves, con la que fue a la isla de Paros en 489 y reclamó a sus habitantes una fuerte cantidad con el pretexto de que habían aportado un barco a la flota persa. Milcíades pretendió quedarse con este dinero, pero el gobierno ateniense lo reclamó. La disputa no llegó más lejos porque Milcíades murió entretanto. También murió ese mismo año el rey espartano Cleómenes I. Fue llamado del exilio, pero enloqueció y tuvo que ser aprisionado. Sin embargo, logró hacerse con una espada y se suicidó. Su trono fue ocupado por Leónidas, medio hermano de Cleómenes I. Entre tanto Atenas declaró la guerra a Egina, como represalia por su pronta rendición ante los persas.
En 487 se decidió en Atenas el primer destierro por ostracismo del que se tiene notica. Se trataba de un político llamado Hiparco.
Darío I no tuvo ocasión de ocuparse de los griegos y los egipcios, pues murió en 486. Fue sucedido por su hijo Jerjes I, que tuvo que elegir a qué frente acudir primero. Optó por Egipto, que sin duda era más importante para el imperio persa que unas ciudades belicosas. Las convicciones Mazdeístas de Jerjes I eran mucho más firmes que las de su padre, y la revuelta egipcia debió de acrecentar sus recelos frente a las otras religiones. Así, el dominio sobre Babilonia se hizo más severo y los babilonios terminaron por rebelarse también.
En 485 Gelón se convirtió en tirano de Siracusa. Dedicó todos sus esfuerzos a incrementar la prosperidad de la ciudad y, ciertamente, consiguió que Siracusa se convirtiera en la ciudad más rica y poderosa del occidente griego, status que conservó durante casi tres siglos.
En 484 Jerjes I había sometido a Egipto y sus ejércitos se encaminaron a Babilonia. Allí se encargó de destruir la religión babilónica. Lo hizo sistemáticamente, hasta el punto de que ordenó desmantelar la gran estatua de oro de Marduk, cuyo culto desapareció para siempre, y con él la grandeza de Babilonia. La ciudad entró en un proceso de decadencia del que ya nunca se recuperó.
Ese mismo año consiguió su primer éxito en el teatro de Atenas el dramaturgo Esquilo. Se le considera el padre de la tragedia griega. Hasta su aparición la tragedia consistía en cantos corales que alternaban con un solista. Esquilo introdujo un segundo solista, con lo que se hizo posible el diálogo. También perfeccionó las técnicas teatrales, la maquinaria escénica, los decorados y las vestimentas de los actores.
En 483 murió Buda. Sus discípulos organizaron un concilio en Rajagriba, donde se puso por escrito la doctrina del maestro y se reguló la forma de vida de los monjes budistas de acuerdo con la tradición que él había instaurado. Los monjes viajaban por toda la India ayudando al pueblo y predicando la religión, pero en los meses del monzón se retiraban a unos refugios que pronto se convertirían en monasterios. Poco después el rey Ajatasatru de Magadha invadió la confederación de los Vrji, al tiempo que Virudhaka de Kosala atacó a la república de los Sakya y la destruyó casi completamente.
Mientras tanto los atenienses estaban sumidos en una controversia sobre la forma más apropiada de hacer frente a los persas, en caso de que -como era de esperar- volvieran. Naturalmente, se consultó al oráculo de Delfos, cuyo consejo fue que los atenienses "se protegieran con murallas de madera." Uno de los ciudadanos más ilustres de Atenas era Arístides. Había sido colaborador de Clístenes, luchó en Maratón y tenía fama de absoluta honestidad e integridad. Contaban que una noche en el teatro un actor declamaba unos versos de Esquilo que decían: "Él no pretende parecer justo, sino serlo", y todas las miradas se volvieron hacia Arístides.
Arístides interpretó literalmente el consejo del oráculo: debían construir murallas de madera alrededor de la Acrópolis y prepararse a resistir. Sin embargo Temístocles encontró una interpretación mucho más sensata: el consejo de Apolo era construir barcos de madera que protegieran la ciudad. Por aquella época se empezaban a construir trirremes, barcos con tres filas de remos, mucho más veloces y con mucha más capacidad de maniobra que los barcos viejos. Temístocles repetía una y otra vez que Atenas tenía que construir una flota de trirremes. Una evidencia a favor de esta postura la proporcionó la guerra contra Egina, que sí disponía de una buena flota y ello le permitió resistir impune incluso a una coalición de Atenas y Esparta.
Naturalmente, construir trirremes era caro, pero Atenas tuvo mucha suerte. Al sureste del Ática se descrubrieron unas minas de plata, con lo que de repente los atenienses fueron ricos. La primera idea fue repartir democráticamente la plata entre todos los ciudadanos, pero Temístocles se opuso: de nada servía que cada ciudadano tuviera un poco más de dinero, pero con toda esa riqueza se podían construir 200 trirremes. Arístides lo consideró un despilfarro y la disputa entre los partidarios de Arístides y los de Temístocles se acentuó. Finalmente, en 482 se convocó una votación de ostracismo y estaba claro que uno de los dos iba a ser desterrado.
Se cuenta una anécdota, según la cual un ateniense que no sabía escribir pidió a Arístides (sin reconocerlo) que escribiera su voto por él. -¿Qué nombre quieres que ponga? -preguntó Arístides, -El de Arístides -respondió el votante, -¿Por qué?, ¿qué daño te ha hecho Arístides?, -Ninguno, pero ya estoy harto de oír a todo el mundo llamarlo Arístides el Justo. Arístides escribió su propio nombre y se marchó.
El caso es que Arístides perdió la votación y, si bien podemos decir que no se merecía el destierro, lo cierto es que eso salvó a Atenas, pues inmediatamente Temístocles ordenó la construcción de la flota de trirremes, justo a tiempo, pues Jerjes I ya estaba ultimando los preparativos de una campaña contra Grecia.
En 481 las ciudades griegas celebraron un congreso en Corinto presidido por Esparta, si bien Atenas le iba a la zaga en prestigio, después de la victoria en Maratón. Se consiguió formar así una coalición única en la historia de Grecia. No obstante, Argos se negó a incorporarse por su enemistad con Esparta y Tebas hizo lo propio por su enemistad con Atenas. El congreso aprobó solicitar ayuda de las ciudades griegas más alejadas: Corcira, Creta y Sicilia. Corcira tenía una buena flota, pero dedició permanecer neutral al ver a los persas demasiado lejos. Creta era débil y sus ciudades mantenían sus propias disputas al estilo de las de la Grecia continental, con lo que realmente no podía ofrecer ninguna ayuda. Por último, en Sicília sólo respondió la ciudad de Siracusa, aunque no parece que la respuesta fuera muy seria, pues el tirano Gelón se ofreció a colaborar siempre que se le pusiera al mando del ejército conjunto, cosa que nunca habría sido aceptada por Esparta, por lo que su oferta fue rechazada. También es verdad que Gelón tenía sus propios problemas. Por aquel entonces los Cartagineses habían encontrado un general capaz, Amílcar, que se proponía expulsar definitivamente a los griegos de Sicilia.
En 480 Jerjes I se lanzó sobre Grecia con un ejército muy superior al que su padre llevara en su momento


LAS GUERRAS MÉDICAS


En 480 murieron Pitágoras y Heráclito. Unos años antes, Pitágoras había sido expulsado de Crotona. En efecto, su escuela no sólo tenía intereses científicos, sino también políticos. Los crotonenses se dieron cuenta con espanto de que los hombres más influyentes de la ciudad eran pitagóricos, serios y autoritarios, aburridos y eficientes. Un movimiento antioligárquico obligó a huir a muchos miembros de la academia, entre ellos el maestro, pero el pitagorismo político continuó influyendo en la ciudad durante algún tiempo. Las malas lenguas dicen que Pitágoras, en su huida, fue a dar en un campo de habas y, dado el odio que les tenía, se negó a esconderse en él y fue asesinado por sus perseguidores, pero lo cierto es que Pitágoras sobrevivió y se trasladó a la ciudad de Metaponte, donde permaneció hasta su muerte.
La muerte de Heráclito fue más pintoresca. Su dieta de eremita no debía de ser muy saludable, pues acabó enfermando de hidropesía. Si el sabio hubiera sido fiel a su doctrina, debería haber aceptado su enfermedad como parte del devenir, como mal necesario para que pudiera concebirse la salud, pero no fue así, sino que abandonó su retiro y fue desesperado de ciudad en ciudad y de médico en médico hasta que le llegó la muerte.
Por esta época llegó a Atenas un joven de unos veinte años llamado Anaxágoras. Había nacido en la ciudad jonia de Clazómenas y había estudiado con Anaxímenes. Debía de tener cierta fama, pues un almirante ateniense llamado Jántipo lo había llamado para educar a su hijo Pericles. Allí abrió una escuela de filosofía de la que salieron muchas de las grandes figuras que iba a producir la ciudad en los años siguientes. Anaxágoras creía que los cuerpos celestes no eran diferentes a los de la Tierra. Afirmaba que estaban compuestos de las mismas sustancias y obedecían a las mismas leyes. Las estrellas eran rocas en llamas. El Sol era una roca caliente al rojo blanco, por lo menos del tamaño de Peloponeso. Fue el primero en explicar los eclipses solares y lunares. Practicó la disección de animales, descubrió que los peces respiran por las branquias. También estaba convencido de que los otros planetas estaban habitados por seres similares a los hombres, al igual que la Tierra.
Pero el acontecimiento más notable del año fue sin duda el enfrentamiento entre griegos y persas, que los primeros contaron como la Segunda Guerra Médica. (Los griegos identificaban a los persas con los medos. La Primera Guerra Médica fue la que se resolvió con la victoria de Maratón.) Jerjes I dirigió su flota hasta Tracia, donde desembarcó y se internó en Macedonia y el rey Alejandro I tuvo que confirmar el sometimiento del país al dominio persa que había aceptado su padre ante Darío I, aunque parece ser que las simpatías del rey macedonio estaban con los griegos. Desde allí, Jerjes I avanzó hacia el sur. Los tesalios solicitaron ayuda de las otras ciudades que habían participado en el congreso de Corinto el año anterior. Éstas enviaron una expedición, pero el rey Alejandro I les aconsejó que se retiraran, pues el ejército persa era demasiado poderoso. Los griegos siguieron el consejo y Tesalia fue ocupada por Jerjes.
Para que el pequeño ejército griego pudiera enfrentarse con éxito a los persas era necesario hacerlo en un lugar estrecho, donde el contacto real involucrara necesariamente a pocos hombres. Un lugar adecuado era el desfiladero de las Termópilas, unos 160 kilómetros al noroeste de Atenas. Allí acudieron 7.000 hombres bajo el mando del rey espartano Leónidas. Con los Persas estaba Demarato, el rey espartano exiliado por Cleómenes I, quien advirtió a Jerjes I de que los espartanos combatirían duramente.
Así fue, los espartanos resistieron tenazmente al ejército persa, pero éste encontró finalmente un estrecho camino por las montañas que conducía hasta la retaguardia griega. Jerjes I envió un destacamento y los griegos se dieron cuenta de que iban a ser rodeados. Leónidas ordenó la retirada, pero él mismo y sus 300 mejores hombres decidieron quedarse (la retirada hubiera sido deshonrosa). Con ellos se quedaron unos 1.000 beocios, parte de los cuales se rindieron al siguiente combate, mientras que el resto resistió con Leónidas luchando mientras pudieron hacerlo, y al final murieron todos. Plistarco, el hijo de Leónidas, era menor de edad, así que Pausanias, primo del rey fallecido, actuó como regente.
La batalla de las Termópilas fue recordada durante siglos como ejemplo del heroísmo griego e infundió gran valor a sus soldados, pero lo cierto es que Jerjes I seguía avanzando. Llegó a la misma Atenas, la ocupó y la quemó, pero lo que el rey persa se encontró fue una ciudad vacía. Todos los atenienses se habían refugiado en las islas vecinas y los barcos griegos esperaban entre Salamina y el Ática. Aunque la flota era mayoritariamente ateniense, estaba bajo el mando de un general espartano, Euribíades, pues en aquellos momentos los griegos sólo se sentían seguros bajo mando espartano, pero los espartanos no se sentían cómodos en el mar, y a Euribíades sólo le interesaba defender Esparta. Su intención era dirigirse hacia el sur para proteger el Peloponeso. Temístocles se opuso con tanta insistencia que en un momento dado Euribíades perdió los estribos y levantó su bastón con ademán de golpearle. Temístocles gritó ¡Pega, pero escucha! El general escuchó los argumentos del ateniense y sus amenazas de embarcar a todos los suyos y marcharse a Italia. Los espartanos no podrían resistir mucho tiempo ellos solos sin una flota. Euribíades acepto quedarse y hacer frente a los persas, pero Temístocles temió que en cualquier momento cambiara de parecer, así que preparó una estratagema.
Envió un mensaje a Jerjes I proclamándose amigo de los persas y recomendándole que se apoderara de la flota griega antes de que pudiera escapar. El rey persa confió en el consejo. Al fin y al cabo, Grecia estaba llena de traidores, había sido un griego quien le reveló el camino alternativo en las Termópilas, igualmente Temístocles podía estar dispuesto a salvarse a cambio de traicionar a los suyos. Durante la noche, los barcos persas bloquearon la salida al mar de la flota griega. Esa misma noche llegó hasta la flota Arístides, procedente de Egina, donde había vivido desde su destierro. Al parecer Temístocles había requerido su presencia. Arístides comunicó a los generales el bloqueo persa y, en efecto, al amanecer vieron que no podían escaparse sin luchar. La situación era parecida a la de las Termópilas, pero en el mar. En la estrecha manga de agua no cabía más que una pequeña parte de las naves persas, y los trirremes griegos eran mucho más ágiles. Fingían embestir a los persas, pero en el último momento giraban y, rozando el barco enemigo, le arrancaban los remos, con lo que lo dejaban indefensos. En la batalla de Salamina la flota persa fue completamente destruida.
Temístocles hizo llegar otro mensaje al rey persa, según el cual estaba convenciendo a los griegos de que no persiguieran a los pocos restos de la flota persa, pero que si no huía rápidamente tal vez no pudiera contenerlos. Jerjes I le hizo caso y marchó a Sardes con un tercio del ejército. El resto quedó bajo las órdenes de su cuñado Mardonio. Griegos y persas acordaron una tregua durante el invierno, pues ambos necesitaban recuperar fuerzas. Los atenienses volvieron a ocupar su ciudad.
Los griegos de Sicilia tuvieron que enfrentarse a los cartagineses. Las ciudades de Himera y Agrigento estaban en guerra. Agrigento consiguió la victoria y expulsó a los oligarcas de Himera, que no dudaron en pedir ayuda a los cartagineses. Cartago aceptó de buen grado. Los griegos del este estaban enfrentados a los persas, por lo que no podían ayudar a los sicilianos. Amílcar transportó un ejército a las bases cartaginesas del oeste de la isla, y de allí partió hacia Himera. Agrigento pidió ayuda a Siracusa, que envió un ejército. En vísperas de la batalla, Amílcar decidió hacer un sacrificio a los dioses griegos, para persuadirlos de que retirasen el apoyo a su pueblo. Envió a buscar a sus aliados griegos para que le indicaran el ritual adecuado, pero fueron interceptados por los siracusanos, que enviaron un grupo de sus propios soldados haciéndose pasar por los que esperaba Amílcar. Se les permitió entrar en el templo y allí mataron al general cartaginés. Pese a su muerte, la batalla se celebró igualmente, pero sin su general los cartagineses sufrieron una derrota espectacular, con lo que su amenaza desapareció durante casi un siglo.
No obstante Cartago siguió prosperando. Una expedición cartaginesa al mando de un almirante llamado Hannón cruzó el estrecho de Gibraltar y llegó hasta las Canarias. Parece ser que continuó bordeando la costa de África hacia el este, esperando llegar al mar Rojo, pero cuando llegó a Camerún y vio que la costa continuaba hacia el sur, decidió volver a Cartago. Otra flota cartaginesa conducida por Himilcón exploró la costa atlántica de España.
En 479 murió Confucio. Pocos años antes había regresado a Lu, su país, donde estuvo enseñando hasta su muerte. Se le atribuye el Chunqiu (Anales de las primaveras y los otoños), la primera crónica china fechada de que se dispone, que abarca el periodo comprendido entre 722 y 481, de un laconismo extremo.
Mardonio envió a Atenas al rey Alejandro I de Macedonia garantizándoles la independencia si permanecían neutrales en la guerra. Los atenienses se negaron y trataron de convencer a Esparta de que se dispusiera al combate. Esparta siempre fue lenta de reflejos. Cuando estuvo dispuesta Mardonio ya había hecho una incursión por el Ática e incendiado Atenas. El rey Pausanias se encaminó al norte con un ejército de 20.000 hombres del Peloponeso, de los cuales 5.000 eran espartanos. Se les unieron contingentes de otras ciudades, entre ellos 8.000 atenienses dirigidos por Arístides. En total los griegos disponían de casi 100.000 hombres. Los persas contaban con más de 150.000. Las tropas se encontraron en Platea. Fue una batalla difícil, pero tras muchas adversidades su armamento pesado les dio la supremacía. En un momento dado, Mardonio realizó una carga al frente de 1.000 hombres, pero murió alcanzado por una lanza. Los persas se desmoralizaron y trataron de huir. Los que lo consiguieron se marcharon a Asia.
Los griegos avanzaron sobre Tebas, que en ningún momento había dudado en alinearse con los persas. La ciudad fue incendiada, sus oligarcas fueron expulsados y se instituyó una democracia. La isla de Samos envió una petición de auxilio. Estaba siendo amenazada por los pocos barcos con los que Jerjes I había regresado de Grecia después de Salamina. La flota griega, bajo el rey espartano Leotíquidas, navegó hacia el este, pero los persas no estaban dispuestos a librar otra batalla naval. Desembarcaron en Micala y esperaron a los griegos. Éstos también desembarcaron y atacaron el campamento persa. Tan pronto como se vio que la batalla era favorable a los griegos, se rebelaron las tropas jónicas obligadas por los persas a combatir a su lado, lo cual decidió la contienda. Los persas huyeron y así, tras la batalla de Micala, las ciudades jónicas recuperaron su independencia.
En 478 la flota avanzó bajo conducción ateniense para despejar el Helesponto y el Bósforo, con lo que terminó la Segunda Guerra Médica. Ese mismo año murió el tirano Gelón de Siracusa. Fue sucedido por su hermano Hierón I, que había luchado valerosamente en Himera. Bajo su gobierno la ciudad siguió prosperando y ganando poder. Recibió en su corte a los artistas más afamados, como Píndaro y Esquilo. Fue en las dos décadas siguientes cuando Píndaro compuso el grueso de su obra. Su poesía era brillante en estilo y muy espiritual y emotiva en cuanto a su contenido. Los temas eran principalmente religiosos.
Las ciudades jonias consideraron que necesitaban la flota ateniense para protegerse de la amenaza persa, así que decidieron formar una alianza con Atenas destinada a presentar un frente único contra Persia. Se estableció que cada ciudad debía contribuir con barcos para una flota común o con dinero para un tesoro central. El número de barcos o la suma de dinero fue establecida por Arístides según el tamaño y la prosperidad de las ciudades, y lo hizo tan bien que ninguna ciudad se quejó de que se le exigiera demasiado o de que a sus vecinas se les exigiera demasiado poco. El tesoro de la alianza fue depositado en la pequeña isla de Delos, por lo que el grupo de ciudades que conformaban la alianza fue conocido como la Confederación de Delos.
El punto débil de la Confederación de Delos era la propia Atenas. La flota podía proteger las islas y las ciudades jónicas, pero era fácil atacar a Atenas por tierra. Temístocles decidió construir una muralla alrededor de la ciudad. Naturalmente, Esparta se opuso. La misma Esparta no tenía murallas, e incluso pidió que todas las ciudades derribaran las suyas. Pero los espartanos eran tan lentos de refléjos como rápidos eran los atenienses. Mientras Temístocles los tuvo entretenidos discutiendo, las murallas empezaron a construirse, y cuando por fin los espartanos se decidieron a actuar, el muro era lo suficientemente alto como para disuadirlos del intento. Además se reforzaron las fortificaciones que ya Temístocles había dispuesto en la costa antes de Maratón, convertidas ahora en el Pireo, el puerto de Atenas.
Tras la guerra contra los persas, Esparta y Atenas eran las ciudades con mayor prestigio y poder en toda Grecia. Esparta receló de la expansión de Atenas, pero no pudo hacer gran cosa en un principio debido a varias crisis internas. En 477 el regente Pausanias marchó a la conquista de Bizancio. Allí tuvo ocasión de comparar la austera vida espartana con la lujosa vida oriental, y parece ser que juzgó más interesante la segunda. Los espartanos recibieron con desagrado las noticias de que Pausanias se había entregado al lujo y a las riquezas. Le ordenaron volver a Esparta y una vez de regreso le acusaron de negociar no se sabe qué con Jerjes I. Fue juzgado por traición y absuelto por falta de pruebas. Sin embargo no se le permitió conducir más ejércitos espartanos. Pausanias no se resigno y organizó expediciones privadas al Helesponto, pero la flota Ateniense, bajo el mando de Cimón, el hijo de Milcíades, le arrebató Bizancio.
En 476 el rey Leotíquidas fue hallado culpable de aceptar sobornos y fue desterrado. Fue sucedido por su joven nieto Arquidamo II. Estos sucesos fueron minando el prestigio espartano. Si los héroes de Platea y Micala eran unos traidores corruptos, difícilmente se podía pensar que hubiera espartanos dignos de confianza. Atenas, en cambio, cada día parecía más admirable.
En 474 Hierón I envió una flota en auxilio de la ciudad de Cumas, amenazada por los etruscos. Se libró una batalla que terminó en una victoria completa para los griegos. Los etruscos nunca se recuperaron de esta derrota. Tuvieron que abandonar la Campania y contentarse con evitar que los galos descendieran más allá del valle del Po. Etruria también perdió su influencia sobre el Lacio. Por ejemplo, hasta esta fecha era frecuente encontrar nombres etruscos en las listas de cónsules romanos, pero a partir de la derrota de Cumas ya no aparece ninguno. A largo plazo, esto debió de favorecer a Roma, pero a corto plazo la decadencia etrusca supuso también un periodo de recesión para Roma.
La decadencia de Esparta fue inmediatamente aprovechada por Argos, ya recuperada de sus pasadas derrotas. Se apoderó de Micenas y Tirinto (que entonces ya no eran sino pequeñas aldeas). No obstante, pronto se le unieron otras ciudades del Peloponeso, incluso Tegea, que hasta entonces había sido firmemente proespartana. En 473 Arquidamo II derrotó a Argos y sus aliados en Tegea. Argos se retiró de la guerra, pero sus aliados continuaron, con Tegea a la cabeza.
Cimón iba ganando a Temístocles en popularidad. Había destinado gran parte de su riqueza a construir parques y edificios públicos, era un brillante general y carecía del arrogante orgullo de Temístocles, justificado sin duda, pero desagradable a los ojos de los atenienses. Además Temístocles no era exactamente un modelo de honradez. Parece ser que aprovechó su poder para enriquecerse y aceptó sobornos. En 472 fue desterrado por una votación de ostracismo. Se fue a Egina y desde allí continuó confabulando contra Esparta. Por su parte, Cimón llevó adelante una política proespartana. Su opinión era que la alianza entre Esparta y Atenas que se había producido durante la guerra debía prolongarse para hacer frente a los persas. Cimón obligó a las islas del norte del Egeo a incorporarse en la Confederación de Delos.
Los éforos llamaron a Pausanias de nuevo a Esparta. Disgustado con esta orden, Pausanias tramó el peor complot que podía tramarse en Esparta: organizó una revuelta de ilotas. La conspiración fue descubierta en el último momento. Pausanias se refugió en un templo, donde no se le podía ejecutar. Los espartanos aguardaron a que le venciera el hambre, lo sacaron cuando estuvo lo suficientemente debilitado y, una vez fuera del templo, lo ejecutaron. Esto sucedió en 471.


Civilizaciones e imperios

A partir del III Milenio antes de Cristo surgieron grandes civilizaciones, creadoras de imperios territorial y orgánicamente más vastos cada vez. Los principales núcleos de civilización fueron los siguientes:
Antigua China. Alrededor de los ríos Yangtsé y Hwang-ho surgió la cultura Xia y la cultura Shang. Esta sucumbió ante los invasores Zhou, que gobernaron China durante la primera mitad del I Milenio antes de Cristo. A finales del período Zhou crecieron dos grandes escuelas filosóficas, el Confucionismo y el Taoísmo. A su vez, en el siglo VI a. C., la antigua hegemonía Zhou se trizó en varios reinos, los cuales entraron en un estado crónico de guerra, durante el período de Primaveras y Otoños, y el de los Reinos Combatientes. El Emperador Qin Shi Huang unificó a China y le impuso un régimen administrativo basada en la filosofía del Legalismo, pero a su muerte sobrevino una nueva guerra civil. En el año 206 a. C., el general Liu Bang unificó nuevamente a China, e inició la Dinastía Han, siguiendo a continuación unos cuatro siglos de relativa paz y estabilidad política.
Antigua India. En el norte de la India, en el río Indo, surgieron las ciudades de Mohenjo Daro y Harappa. Su cultura sucumbió ante los invasores arios, hacia 1500 a. C. La India se consolidó como una sociedad de castas; paralelamente empezó el desarrollo de una rica filosofía religiosa que encontró concreción en los Vedas y los Upanishad. En el siglo V a. C. florecieron algunas importantes escuelas de pensamiento, incluyendo al Budismo y el Jainismo. A finales del siglo IV a. C., un guerrero llamado Chandragupta unificó a la India, dándole estabilidad bajo el Imperio Maurya.
Antiguo Egipto. Alrededor del río Nilo surgieron varios asentamientos neolíticos, los nomos, encajonados entre barreras geográficas como el desierto del Sahara y la península del Sinaí, a pesar de lo cual desde temprana época comerciaron con el Medio Oriente.[] Hacia el año 3100 a. C., dichos nomos fueron unificados en un solo gran imperio bajo la autoridad del faraón. La cultura egipcia desarrolló los jeroglíficos como forma de escritura, las mastabas, pirámides e hipogeos como métodos de sepultura, y la momificación como método de inhumación, así como una religión emparentada con los dioses Ra y Osiris, entre muchos otros. La corona faraónica vivió épocas de crisis y esplendor, pero siempre dentro de sus fronteras, hasta que invasores externos, los hicsos, se apoderaron del Delta por cerca de una centuria (hacia 1650 a. C.), hasta que fueron expulsados. En respuesta, los ejércitos egipcios cruzaron el desierto del Sinaí y se expandieron hasta el río Éufrates, interviniendo de lleno en la política del Medio Oriente. En su etapa de decadencia, la cultura antigua egipcia aún era lo suficientemente prestigiosa como para inspirar a los reyes de Kush y Axum, reinos que surgieron en el I Milenio a.C. en lo que actualmente es Etiopía, y que incluso invadieron a Egipto y lo gobernaron como "Faraones Negros" durante tres cuartos de siglo.
Mesopotamia. Sucesivos asentamientos (El Obeid, Eridu) llevaron a la civilización, hacia el IV Milenio a.C. En el III Milenio a.C. destacó la civilización de los sumerios, cultura entregada a guerras civiles hasta ser unificados bajo caudillos militares como Lugalzagesi, Sargón de Acad, Ur-Nammu y Hamurabi. Después de Hamurabi, que llevó a Babilonia a su apogeo, la región cayó en manos de los invasores casitas, y se deprimió culturalmente, hasta resurgir en el Imperio Asirio.
Hatti. En el siglo XVIII a. C., Anatolia fue dominada por el pueblo de los hititas, quienes crearon un gran imperio que, bajo Shubiluliuma y sus sucesores, fue capaz de rivalizar con Egipto.
Creta y Micenas. En el II Milenio a.C., en la isla de Creta surgió una talasocracia que gobernó el Mar Egeo hasta cerca de 1.450 a. C., cuando su capital de Cnossos fue saqueada por los aqueos. Los principales asentamientos aqueos fueron Micenas y Tirinto; se hicieron famosos por la Guerra de Troya; y sucumbieron finalmente frente a todos los invasores, los dorios, hacia el año 1100 a. C.
Europa Occidental. Una serie de culturas se desarrollaron en Europa, dejando como testimonio los megalitos, gigantescos monumentos en piedra como por ejemplo Stonehenge. Hacia el año 1000 a. C., los principales asentamientos fueron Hallstatt y La Tène.
Hebreos y fenicios. Acabado el poderío de Egipto y Hatti, surgieron varias culturas en Palestina. Los hebreos fueron fuertes bajo Salomón, y dominaron a los filisteos, sus eternos enemigos instalados en la costa; después decayeron, pero legaron la Biblia a la posteridad. En la costa del Líbano floreció Fenicia, un pueblo de mercaderes que navegó hasta Inglaterra en busca de comercio, y cuyos vástagos de Cartago llegaron a formar un gran imperio: el Imperio Cartaginés. En Siria se hicieron fuertes los principados arameos, que aunque sucumbieron después ante los asirios, hicieron pervivir su idioma hasta más allá de la época de Jesucristo.
Asiria y Caldea. Hacia el siglo VIII a. C. los asirios, un pueblo del norte de Mesopotamia, iniciaron una vasta expansión militar contra Palestina, llegando incluso a Egipto. En 612 a. C. fueron derrotados por una coalición liderada por los caldeos; el Imperio Caldeo gobernó Mesopotamia hasta 538 a. C., fecha en la que fueron derrotados por los persas.
Grecia Antigua. Después de una Edad Oscura, época en la que florecieron Homero y Hesíodo, los griegos iniciaron una gran expansión geográfica, que los llevó a fundar colonias por todo el Mar Mediterráneo. Jonia primero, Atenas después, y Alejandría al último, fueron lumbreras de la civilización, en donde filósofos, científicos y artistas llevaron a cabo grandes creaciones intelectuales.
Etruria. En Italia surgió la cultura de los etruscos, que gobernó el norte de la península entre los siglos X y III a. C., aproximadamente, sucumbiendo ante la presión cultural y militar de los romanos.
Celtas. Los celtas se aposentaron en Europa Occidental durante el I Milenio a.C., y su cultura se propagó desde España a Polonia, y desde Inglaterra hasta Turquía. Finalmente, fueron derrotados por los romanos, y sólo sobrevivió un único reducto, en la lejana Irlanda, hasta que éste fue aniquilado por los vikingos.


Imperios de Eurasia.


Hacia finales del Primer Milenio a.C., por una serie de circunstancias, todas las regiones civilizadas de Eurasia se unificaron en varios imperios:
Imperio Persa. Los persas fueron un pueblo indoeuropeo originario de Irán. Su imperio unificó un gran territorio entre Grecia y la India, incluyendo a Egipto y el Asia Central (Transoxiana), entre los años 538 a. C. y 330 a. C.
Reinos Helenísticos. Después de que el macedonio Alejandro Magno conquistó todo el antiguo Imperio Persa y propagó la cultura helénica, la región cayó en manos de varios reinos, siendo los más importantes el de los Lágidas (Tolomeos) en Egipto y el Imperio Seléucida en Siria y Mesopotamia. Ambos subsistieron, mejor el primero que el segundo, hasta la época romana.
Imperio Romano. En el Lacio (centro de Italia), la República Romana (509 a. C. a 31 a. C.) inició una imparable expansión, imponiéndose a los etruscos primero, y a los cartagineses después (véase Guerras Púnicas), y a los reinos helenísticos al último, hasta conquistar todo el Mar Mediterráneo, al que llamaron Mare Nostrum ("Mar Nuestro") y rigieron de manera absoluta entre 31 a. C. y 395, fecha esta última en que se fraccionó de manera definitiva en dos mitades. Al mismo tiempo, los romanos conquistaron los territorios de Galia, Hispania y Britania, y llegaron a controlar Germania durante un tiempo.
Partos y sasánidas. Desplomado el Imperio Seléucida, surgió el Imperio Parto en Persia, que gobernó entre 226 a. C. y 221. Los partos, a su vez, fueron sucedidos por los sasánidas, cuyo imperio duró hasta la conquista de los musulmanes, en 651.
Bactria y Kushan. En Asia Central, por su parte, al hundirse el Imperio Seléucida los griegos se independizaron y crearon el reino de Bactria, después de lo cual invadieron la India y destruyeron al Imperio Maurya. Cuando el reino griego de Bactria se desplomó a su vez, fueron reemplazados por el Imperio Kushan.
Imperio Han. En un entorno casi completamente diferente, aparte de tímidos contactos por el Asia Central, China fue unificada durante unos cuatrocientos años por dos dinastías, la Han Anterior o Han Occidental y la Han Posterior o Han Oriental, entre los siglos II a. C. y II d. C.
Salvando el caso de China, cuyo desarrollo histórico corría por carril aparte, los siglos III, IV y V fueron de grandes conmociones políticas, en parte por la decadencia interna de los reinos, y en parte por las presiones de bárbaros procedentes de más allá de sus fronteras, como los germanos o los hunos. De estas conmociones, sólo el Imperio Bizantino (gravemente quebrantado entre la época de Justiniano I y la de León III Isaurio), el Imperio Sasánida y el Imperio Gupta de la India consiguieron sobrevivir. Este hundimiento marca tradicionalmente el paso de la Antigüedad a la Edad Media

Edad Media en Eurasia


A la caída de los grandes imperios, grandes religiones de carácter ecuménico, que trascienden el nacionalismo de los primitivos cultos para transformarse en Religiones abiertas a toda la Humanidad, se transforman en motores de la civilización eurasiática: el Cristianismo, el Islamismo, el Hinduismo y el Budismo Mahayana. En su torno se aglutinan una nueva serie de civilizaciones, desde Irlanda en el extremo occidental, hasta Japón en el oriental. El mundo cristiano, después de sucumbir a las invasiones germánicas, se divide en dos ramas: el Imperio Bizantino al este, y el mundo feudal al oeste. De esta manera, Europa vivió la llamada Edad Media. Todo esto ocurrió en el paso de los siglos IV a VII.
La actividad del profeta Mahoma, quien predicó entre 610 y 632, galvanizó a las tribus de la Península Arábiga, quienes se lanzaron a una serie de campañas militares que duraron ininterrumpidamente durante más de un siglo (desde la conquista de La Meca en 630 hasta la Batalla del Río Tallas en 751). Se construyeron así un gran imperio, que abarcó desde el Asia Central hasta España. Bajo el dominio árabe, muchas culturas, tales como la bizantina, la persa y la griega, se mezclaron, y durante el período del Califato Abasida (750-1258), el Medio Oriente vivió una gran época de esplendor. Después de que los abasidas entraran en decadencia, con la irrupción de los selyúcidas (siglo X), la religión musulmana siguió extendiéndose hacia regiones aún más alejadas, incluyendo el Africa Central o Indonesia, al tiempo que su cultura alcanzó incluso hasta la Europa cristiana.
En general, las grandes culturas del período fueron:
Europa Occidental. Después de las invasiones germánicas, se formaron varios reinos. El más poderoso fue el de los francos, que gracias a la labor de Carlomagno se convirtió en el paneuropeo Imperio Carolingio, que aunque fue de breve vida, creó una mística de una Europa política unida. Después del desplome del Imperio Carolingio, Europa Occidental cayó en el feudalismo, que alcanzó su apogeo entre los siglos IX y XIII. En todo este período cobraron importancia política suprema, tanto el Sacro Imperio Romano Germánico, que se proclamaba sucesor de los carolingios, como la Iglesia Católica, notablemente fortalecida por el Papado de Gregorio VII (1072-1085).


Imperio Bizantino. Los bizantinos soportaron las arremetidas de germanos y hunos, pero después de la muerte de Justiniano I (565) entraron en decadencia, de la que sólo salieron gracias a la labor de León III el Isaurio y sus sucesores. En la época de la Dinastía macedónica, los bizantinos evangelizaron a los eslavos. Después de 1071, en que los bizantinos perdieron Bari en Italia y fueron batidos en la Batalla de Manzikert, entraron en decadencia.
Rusia. Los territorios rusos fueron colonizados por los godos en tiempos de los romanos, y después por los jázaros y los varegos (vikingos). Estos últimos fundaron Kiev en 962. El Rus de Kiev impulsó la bizantinización de Rusia, aunque no pudo impedir la invasión mongola y la imposición sobre el mundo ruso de la Horda de Oro. La ruina de Kiev marcó el ascenso de otras dos grandes potencias rusas, Nóvgorod y Moscú, hasta que la segunda conquistó a la primera en 1481.
Mundo musulmán. En 661, una guerra civil llevó a la instauración del Califato Omeya, conformado por una casta de señores de la guerra instalados en Damasco (Siria). En 750, éstos fueron derribados por una rebelión promovida en el Jorasán por los abasidas, quienes vivieron una edad de oro cultural durante la centuria siguiente; esto, aunque surgieron "anticalifatos" en Egipto y España. El Califato Abasida fue reemplazado por el gobierno de facto de los turcos selyúcidas, y después, sus últimos restos de poder fueron abatidos con la conquista de Bagdad por los mongoles, en 1258.
India Medieval. Después del Imperio Gupta, la India inició una cierta recuperación. Hacia el año 1000, conquistadores turcos de religión musulmana ingresaron militarmente, y desde entonces el territorio indostánico es a medias musulmán y a medias hinduísta.
China Medieval. Después de un período de conflictos, China fue unificada por la Dinastía Sui y luego por la Dinastía Tang. A pesar de varias crisis política sucesivas, después del Imperio Tang, China permaneció más o menos unida, e incluso vivió una época de esplendor cultural, con inventos como la pólvora o la brújula. Durante el siglo XIII, Genghis Khan y sus mongoles invadieron China, y su nieto Kublai Jan completó la conquista militar en 1281. Finalmente, los chinos se rebelaron, y en 1368 expulsaron a los mongoles e instauraron la Dinastía Ming.
Japón Medieval. Hacia el siglo VII el Yamato, uno de los protorreinos feudales japoneses, ganó la supremacía del sur del archipiélago, e instauró el régimen del Mikado. En los siglos siguientes, la llamada Era Heian, Japón vivió una edad de oro, la cual terminó después una intensa guerra civil en 1056. En 1085, el último Emperador con poder efectivo fue derrotado, principiando así el gobierno de los shogunes, jefes militares que gobernaban nominalmente en nombre del Emperador, aunque eran los señores de facto de Japón. El régimen de los shogunes alternó épocas de estabilidad con cruentas guerras civiles, hasta la imposición del Shogunato Tokugawa en fecha tan tardía como 1603.
Turcos y mongoles. En las estepas de Asia, los antiguos nómades no permanecieron tranquilos. En el siglo X, distintas tribus turcas irrumpieron en el Medio Oriente. Después, en el siglo XIII, bajo el dominio de Genghis Khan, los mongoles unificaron la estepa, y atacaron Rusia, el Medio Oriente y China. Bajo su nieto Kublai Khan, el Imperio Mongol se desintegró en una serie de janatos, los cuales fueron sometidos uno a uno en el curso de los seis siglos siguientes, por invasores rusos y chinos, desapareciendo los últimos en el siglo XIX.
Indochina e Insulindia. Comerciantes de la India llevaron en el siglo VII el Hinduísmo hasta el Sudeste de Asia. Bajo su influencia, en Indochina surgió el Imperio Jemer, que fue poderoso entre los siglos VIII y XIII, para ser sustituido luego por otros reinos. En la actual Indonesia, por su parte, surgieron el Imperio Srivijaya primero, y el Imperio Mohopahit después, antes de la irrupción de los musulmanes desde Malaca.
Africa antes de los europeos
La irradiación de las antiguas culturas negras del Antiguo Egipto, de Nubia, de Etiopía y, posteriormente, de la cultura árabe islámica, conformarían la civilización negroafricana. Las sucesivas crisis invasoras vividas por el Imperio Egipcio obligaron a constantes movimientos poblacionales desde el valle del Nilo al resto de África.
América Precolombina
De manera completamente independiente a todo lo anterior, surgieron en América una serie de civilizaciones, agrupadas en dos grandes troncos: Mesoamérica (actual México y Guatemala), y el mundo andino.
Mesoamérica
La primera gran cultura con rasgos distintivos propios en Mesoamérica, fue la de los olmecas, que prosperó en la costa del Golfo de México entre 1200 a. C. y los albores de la Era Cristiana, aproximadamente, teniendo como centros sucesivos los asentamientos de San Lorenzo, La Venta y Tres Zapotes. Dos grandes núcleos culturales recibieron y prolongaron su legado: la cultura de los mayas, y la cultura de Teotihuacan y Monte Albán.
Los mayas prosperaron en la región conocida como el Petén (actuales Chiapas y Guatemala), al este del antiguo mundo olmeca. Se organizaron en la jungla, en torno a un modelo de asentamiento conocido como centro ceremonial. Nunca fueron un estado unido. En su defecto, cada centro ceremonial se constituyó como una teocracia militar. Los más fuertes fueron Tikal, Palenque, Copán y Uaxactún, entre otros. Estos asentamientos alcanzaron su apogeo en el llamado Período Maya Clásico, entre 300 y 900 d. C. aproximadamente, y fueron abandonados por razones aún no del todo aclaradas.
Hacia el oeste se formaron dos subnúcleos culturales relacionados. El Valle de México fue controlado, entre 250 y 750 d. C. aproximadamente, por Teotihuacan, ciudad que era una de las más pobladas de la Tierra en su minuto. La influencia cultural de Teotihuacan llegó, a través de las rutas comerciales, tan lejos como el actual sur de Estados Unidos, en donde florecieron asentamientos como Cahokia o Snaketown, incluso siglos después del hundimiento de la ciudad madre. En paralelo al Valle de México, en el Valle de Oaxaca, floreció Monte Albán, la gran ciudad de la cultura zapoteca.
Hacia el año 1000, el área mesoamericana fue sacudida por invasiones y cambios en el poder político. En el Valle de México, el declive de Teotihuacan fue acompañado por el ascenso de Tula, capital del Imperio Tolteca; cuando éstos a su vez fueron derrotados por los chichimecas, una facción suya emigró hacia el Yucatán, en donde se fusionaron con emigrantes de la cultura maya para consolidar el poder de ciudades como Chichén Itzá y Mayapán. Por su parte, en el Valle de Oaxaca, Monte Albán debió cederle su lugar a los recién llegados mixtecas. Durante el siglo XIV, el Valle de México vivió un período de relativa paz bajo el control de Azcapotzalco, pero cuando éste se desplomó en 1428, fue reemplazado por una nueva potencia: los tenochas de Tenochtitlán, creadores del Imperio Azteca, la última gran potencia regional, antes de ser abatido por los invasores españoles en la guerra de 1519 a 1521.
El mundo andino

En el mundo andino se sucedieron varias fases en las cuales se alternaron reinos unificadores, por hegemonía indirecta o dominación militar directa, con potencias regionales que emergieron aprovechando determinados vacíos de poder. La primera de las grandes potencias que parecen haber dominado la región, es aquella que se consolidó alrededor de Chavín de Huantar. Una vez derrumbado este núcleo, fue consolidándose poco a poco el poder de Tiahuanaco, ciudad que controló casi todo el mundo andino gracias a una vasta red de comercio, y que tuvo su contraparte en la ciudad de Huari, emplazada en las cercanías del Océano Pacífico. Otras potencias relevantes a lo largo de la historia del mundo andino, son el reino de los moche, Paracas, Nazca y Chimú. La influencia cultural andina rebasó, llegado el minuto, las actuales fronteras peruanas, y se esparció hacia Chile en una dirección, y hacia Colombia en la otra. En Chile surgieron culturas urbanas tales como la de los atacameños y los diaguitas. En Colombia, por su parte, prosperó la cultura de los chibchas, que pronto se reunieron en señoríos militares, siendo el de Bogotá el más poderoso de todos.
En el siglo XV, en el Valle del Cuzco, se consolidó el poder militar de los quechuas. Su rey Pachacútec, que salvó a Cuzco de ser conquistada por los chancas en 1438, emprendió una larga serie de guerras contra los reinos vecinos, sentando así las bases del Imperio Inca; su labor no sólo fue militar, sino que también se dedicó a construir fortalezas y organizar la administración y la religión, creando para esto último el templo de Coricancha. El orden fundado por Viracocha resistió casi un siglo entero, hasta que en 1527, la guerra civil azotó al Imperio Inca. Aunque Atahualpa venció a su hermano Huascar, no pudo gozar de los frutos de su victoria, porque el mismo día de su triunfo, fue arrestado por Francisco Pizarro; el resto es la historia de cómo el Imperio Inca fue abatido y repartido por los conquistadores españoles, en una seguidilla de guerras que duró hasta que en 1545, Pedro de la Gasca fue designado Virrey del Perú, y pudo pacificar estos dominios.
Europa y el resto del mundo: origen del imperialismo
El siglo XVI vio el inicio del imperialismo de Europa sobre el resto del mundo. En la época, como una herencia de la revolución del siglo XII, Europa estaba sumida en los cambios y trastornos del inicio de la Edad Moderna (Absolutismo, Reforma Protestante, Renacimiento, expansión del capitalismo, etcétera), y era aún una región relativamente atrasada en relación al resto del planeta.
En el Extremo Oriente, los europeos fueron recibidos con condescendencia y curiosidad. China estaba gobernada desde 1368 por la Dinastía Ming, y se mostró curiosa hacia el mundo occidental, pero a pesar de esfuerzos aislados, éstos no hicieron progresos visibles allí. Japón, que en el siglo XVI vivió una cruenta serie de guerras que terminaron con la imposición del Shogunato Tokugawa en 1602, reemplazó su primitiva política amistosa hacia los europeos con una violenta persecución, aceptándolos sólo en la isla de Deshima, aislados, y para meros propósitos comerciales. Aun así, los europeos consiguieron enclaves imperiales en Indonesia y las Molucas, merced a la ausencia de poderes políticos o militares fuertes en la región.
En el mundo islámico, que abarcaba desde la India al Danubio, una serie de imperios fuertes y centralizados (el Imperio Mogol en la India, el Imperio Safávida en Persia, y el Imperio Otomano en los Balcanes y el Medio Oriente) impidieron los progresos europeos. Los europeos tendrán su oportunidad de ingresar a la India recién en el siglo XVIII, y en el resto, recién en el XIX.
Donde sí los europeos obtuvieron un éxito devastador, fue en América. Su superior tecnología militar les permitió conquistar en apenas medio siglo, toda una extensión de tierra que iba desde Canadá hasta Tierra del Fuego. Los españoles abatieron a los aztecas e incas, mientras que los portugueses se instalaron en Brasil, los ingleses en la costa oriental de Estados Unidos (Trece Colonias), y los franceses en Canadá y Luisiana. Estos imperios coloniales durarían hasta las revoluciones del último cuarto del siglo XVIII y primero del XIX, en que se desplomaron para dar paso a nuevos estados independientes, que en casi ningún caso representaban una continuidad con el mundo precolombino.
Las relaciones entre razas y pueblos en estos imperios americanos fue compleja. Los europeos se instalaron, sin excepciones, como los amos absolutos. En cuanto a los nativos, la inmensa mayoría de ellos pereció, víctimas de la guerra, la explotación económica, y las epidemias. En numerosas regiones, sin embargo, sobrevivieron muchas etnias indígenas de sangre casi pura; al mismo tiempo, especialmente en las ciudades hispanoamericanas, se formó un estamento social mestizo entre los indígenas y los europeos de sangre pura. En los inicios del Imperio Español hubo una dura discusión filosófica y legal sobre el estatuto que debían tener los indios, y el trato que debía dárseles, lo que se llamó las Polémicas de Indias; finalmente se aceptó que por el bien de los indígenas (según el concepto cristiano europeo), debía protegérseles y evangelizárseles, lo que se buscó llevar a cabo mediante el sistema de la encomienda. Los resultados de esta operación política son discutidos hasta el día de hoy en la historiografía sobre el tema. Para complicar aún más las cosas, a los indios, mestizos y blancos se sumó un vasto contingente de población negra, traída como esclavos desde Africa. Esta red de trata de negros que los europeos montaron en el Atlántico, es sin duda la mayor operación de tráfico de esclavos de todos los tiempos, y no se extinguió por completo sino hasta el siglo XIX.
En Africa misma, por su parte, los europeos no pudieron hacer grandes avances. El clima insalubre de extensas regiones africanas (junglas, desiertos, sabanas) causó enormes dificultades a los europeos, quienes debieron contentarse con reconocimientos costeros. Al contrario de la creencia común, hubieron también de habérselas no sólo con salvajes, sino también con reinos altamente organizados, con quienes prefirieron entrar en relaciones comerciales, antes que librar guerras de conquista. REFORMISMO
El mundo industrial
Las grandes revoluciones
Durante el siglo XVII, hubo cierta estabilidad social a nivel mundial. La excepción fue la ciencia. En el siglo XVI, los avances de Andreas Vesalio en medicina y Nicolás Copérnico y Galileo Galilei en astronomía cambiaron la vision del mundo (para los europeos, al menos). Sentaron así las bases para una serie de descubrimientos: la Teoría de la Gravedad de Isaac Newton, el principio de que toda vida procede de otra vida de Lazzaro Spallanzani, el descubrimiento de los microorganismos por Anton van Leeuwenhoek, la vacunación de Edward Jenner, etcétera. Paralelamente, los esfuerzos de inventores como Thomas Newcomen y James Watt llevaron a la invención, a finales del siglo XVIII, de la máquina de vapor.
Por su parte, la serie de guerras civiles en la Inglaterra del siglo XVII llevó a la generación de un nuevo sistema político, la democracia con separación de poderes. En éste encontró refugio el principio de la libre empresa. Además, se abandonó el proteccionismo, en boga gracias a la escuela mercantilista, en beneficio del librecambismo. La suma de todo esto (democracia, libre empresa, librecambismo, máquina de vapor) permitió el lanzamiento de la Revolución Industrial. Inglaterra se transformaría así en la nación más poderosa de la Tierra, y el imperio colonial británico llegaría a cubrir la cuarta parte de todas las tierras emergidas.
Esta transición, que en Inglaterra fue gradual, se produjo en el resto de Occidente de manera brusca y violenta, en lo que se llaman las revoluciones liberales, las más importantes de las cuales fueron las siguientes:
La primera se produjo en Estados Unidos, que en 1776 proclamó su independencia; después de unos cuantos años, en 1787, las Trece Colonias crearon un único Estado de naturaleza federal, y fijaron sus atribuciones en la Constitución de 1787; tanto este cuerpo constitucional como la idea de una nación republicana, se transformarían en modelos y referentes para el resto del mundo.
En Francia hubo una serie de movimientos revolucionarios, entre 1789 (Revolución Francesa) y 1870 (Comuna de París). Tras varios tumultos, la Revolución Francesa llevó al Imperio Napoleónico, el cual fue aplastado en la Batalla de Waterloo (1815). Los trastornos originados por el maquinismo, la industrialización, la concentración del poder político en la burguesía y las aspiracionies de una decadente aristocracia por mantener el poder (legitimidad dinástica) provocaron después los estallidos de 1830 y 1848.
Entre las revoluciones no liberales del convulso siglo XVIII, François Dominique Toussaint-Louverture lidera en Haití la Revolución haitiana que es recordada en los anales de la Historia de la Humanidad por ser el primer caso en que los esclavizados abolieron el sistema esclavista de forma autónoma y perdurable en el tiempo entre 1791 y 1804, sentando un precedente definitivo para el fin de la esclavitud en el Mundo.
En Latinoamérica asumió la forma de una guerra de independencia contra el Imperio Español (1809-1824). Al inicio del proceso, los criollos buscaban simplemente obtener ventajas sociales y económicas, pero la dura represión organizada por Fernando VII los llevó a la rebelión abierta, y a la independencia. Hacia 1830, el antiguo Imperio Español se había fragmentado en una serie de repúblicas, muchas de ellas aún inestables y sumidas en la anarquía, pero todas (con la excepción de Brasil) organizándose en torno al principio republicano.
A mediados del siglo XIX, la fórmula de gobierno dieciochesca (basada en la alianza del rey, la nobleza y el clero) había sido reemplazada por pujantes oligarquías industriales. Todo esto generó, además, un nuevo problema: la cuestión social, que fue caldo de cultivo para el surgimiento de los socialismos.
Industrialismo y colonialismo
La industrialización puso en manos de las potencias coloniales europeas todo un nuevo repertorio de tecnologías para la guerra, como por ejemplo el rifle de retrocarga, el acorazado o la ametralladora, lo que les dio la supremacía sobre los ejércitos de viejo cuño de las potencias no occidentales. Así, éstas debieron elegir entre occidentalizarse o perecer. Rusia lo hizo de manera pionera, en la época de Pedro I el Grande. El Imperio Otomano se negó renuentemente, hasta el siglo XIX. China lo hizo sólo después del desastre que significó la Guerra del Opio (1848). La India fue controlada militarmente por Inglaterra desde la conquista de Delhi en 1804, y mantuvieron su dominio a pesar de una gran rebelión nativa en 1857. En cuanto a Japón, tras obligársele a abrirse al comercio exterior en 1853, empezó su occidentalización forzada en la Era Meiji (1868).
A comienzos del siglo XIX, Africa era un continente casi inexplorado, gobernada por reyes tribales como Shaka Zulu. Pero en el transcurso del siglo, varios misioneros y exploradores la cartografiaron casi por completo. Luego, los imperios coloniales la absorbieron. En 1900 sólo eran independientes Liberia, Abisinia, Libia, y los últimos reductos de los bóers estaban en proceso de anexión por Inglaterra (ver guerra de los bóers).
Hubo también intentos aislados de potencias europeas por construir imperios coloniales a costa de las repúblicas latinoamericanas, entre ellas la invasión de Francia contra México (1864-1867, bajo el gobierno de Benito Juárez), o la invasión de España contra Chile y Perú en 1865-1866, que no tuvieron mayor éxito. Pero a finales del siglo XIX, siguiendo la Doctrina Monroe de aislamiento continental, Estados Unidos comenzó a crear una esfera de influencia en la región. A esto, el Presidente Theodore Roosevelt lo llamó el Gran Garrote. El ejemplo más visible fue la independencia de Panamá y la cesión a Estados Unidos de una zona para construir un canal transoceánico en la región.
Clase media y sociedad de consumo
La industrialización y la producción en serie permitieron abaratar los costos de producción. Por primera vez, bienes antaño considerados de lujo estaban ahora al alcance de grandes personas. Esto llevó a la sociedad de consumo. En el paso de los siglos XIX a XX, el surgimiento de leyes laborales protegió a los trabajadores y permitió el surgimiento de una clase media, y de una sociedad próspera basada en el consumo a gran escala. Esto no fue sin duras luchas, en las cuales las organizaciones de trabajadores (sindicatos) fueron muchas veces prohibidas y perseguidas. En 1935 se dio el paso decisivo en Francia, al crearse por ley el descanso dominical. Por otra parte, el progreso de la Medicina con investigadores como Louis Pasteur y otros, permitió alargar notablemente la esperanza de vida de las personas.
Pero esta prosperidad fue sólo para Europa y Estados Unidos, y parcialmente Latinoamérica, fundamentalmente países como Argentina y Chile. En el resto del mundo, cuatro quintas partes de la población seguía viviendo en condiciones medievales de vida.
Comienzo de la presión humana sobre el medio ambiente
La industrialización permitió explotar los recursos planetarios a una escala nunca antes vista. Esto tuvo dos consecuencias relacionadas entre sí. Por un lado, la población mundial creció, apareciendo el fantasma de la superpoblación. Por otra, inició la sobreexplotación del medio ambiente. Comenzó así la degradación de ecosistemas a escala terrestre, por la contaminación y la pérdida de especies, y la consiguiente disminución de la biodiversidad. Hacia 1835, los seres humanos alcanzaron por primera vez los mil millones de habitantes en su historia, pero esa cifra se ha multiplicado varias veces desde entonces. Además, las emisiones de dióxido de carbono desde mediados del siglo XIX, como producto de la quema masiva de combustibles fósiles (carbón, petróleo), ha generado un efecto invernadero que hoy por hoy es una amenaza difícil de medir contra la vida humana sobre la Tierra.
Guerras mundiales

El agotamiento de los territorios mundiales para ser colonizados, llevó a las potencias europeas a chocar unas con otras. En 1914, un incidente menor (el asesinato del archiduque Francisco José de Austria) desató la Primera Guerra Mundial. A pesar de sus dantescas consecuencias, la paz no fue satisfactoria, y hubo una nueva conflagración. El resultado de esos años (1914-1945) fue la ruina de los imperios coloniales, y la división del mundo en dos esferas de influencia: Estados Unidos y la Unión Soviética. Otra siniestra herencia fue que, por primera vez, gracias a la bomba atómica, la humanidad tenía el poder necesario para aniquilarse completamente a sí misma. Surgió así el llamado equilibrio del terror, en que la humanidad ha vivido desde entonces.
Era Atómica y sociedad de la información
El mundo bipolar
A partir del final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, emergió un orden bipolar encabezado por Estados Unidos (EEUU) y la Unión Soviética (URSS). Ambos buscaban el dominio mundial, pero el temor al arsenal nuclear enemigo los llevo a evitar la confrontación abierta. Por eso, a este período se lo llama la guerra fría.
Esta guerra fría se libró en el resto de los países, tratando de hacerlos caer y mantenerlos dentro de sus esferas de influencia, gracias a regímenes títere de sus intereses. Se intentó crear un nuevo orden mundial tendiente a evitar repetir los horores de las guerras mundiales, y para eso se creó la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945, que en 1948 formuló la Declaración universal de los derechos humanos. Pero la ONU fue relativamente insolvente para contener a los "dos grandes". Estos, por su parte, apoyaron activamente la descolonización, desmantelando los imperios coloniales de Francia, Inglaterra y Alemania, como una manera de intervenir directamente en las nuevas repúblicas. El resultado fueron cruentos golpes de estado y sangrientas guerras étnicas, religiosas o civiles, que azotaron a Africa y Asia durante toda la segunda mitad del siglo XX. Así, al eje "Este-Oeste" (URSS-EEUU) se sumó un eje "Norte Sur" (países ricos y países pobbres). A los países más pobres y atrasados se los llamó el Tercer Mundo, por no tener mayor cabida en ninguno de los otros dos mundos, el del capitalismo estadounidense o el del comunismo soviético.
La intensidad de las hostilidades entre Estados Unidos y la Unión Soviética fue escalando hasta que casi llegó a la confrontación atómica total, durante la crisis de los misiles de 1962. A consecuencia de esto, ambas potencias se abocaron a relaciones más cordiales, surgiendo así la Distensión. En la década de 1980, Estados Unidos se emabrcó en una nueva carrera armamentista. En respuesta, la Unión Soviética buscó reformarse y abrirse en un proceso llamado Perestroika, el cual se salió de control, y llevó al desmantelamiento final de la Unión Soviética y del bloque comunista (1989-1991).
En este período ingresa también China al club de los poderosos, después de haber sido una potencia atrasada y feudal, en particular desde las reformas de Mao Tsé Tung en adelante (1949). A la vez, Europa deja sus tradicionales guerras intestinas y crean la Comunidad Económica Europea, que andando el tiempo, después del Tratado de Maastrich, se convierte en Unión Europea (1989).
Exploración del espacio exterior
El desarrollo de la cohetería en la primera mitad del siglo XX, permitió por primera vez al ser humano enviar más allá de la atmósfera, naves y satélites robóticos primeros, y sondas tripuladas después, empezando así la astronáutica. La exploración del espacio se desenvolvió en el marco de la llamada carrera espacial entre la Unión Soviética y los Estados Unidos; después del derrumbe de la primera, la exploración se ha vuelto una empresa más bien de colaboración internacional entre varias potencias, como lo prueba que la antigua y soviética Estación Espacial MIR haya sido reemplazada por la Estación Espacial Internacional.
De este modo, en 1957 la Unión Soviética pone en órbita el Sputnik, el primer satélite artificial. Luego, en 1961, le sigue Yuri Gagarin, el primer cosmonauta. La primera mujer será Valentina Tereshkova, en 1963, y el primer caminante espacial será Alexei Leonov en 1965. En 1969, el Apolo XI corona con éxito el primer vuelo tripulado a la Luna. En 1977 empieza la misión Voyager, destinada a explorar el exterior del Sistema Solar. En 1983, por primera vez un artefacto humano, la sonda Pioneer 10, llega hasta la heliopausa, el confín más remoto del sistema solar, y abandona definitivamente éste. En 1990, entra en órbita el Telescopio Espacial Hubble, el primer telescopio ubicado más allá de la atmósfera, y pionero de varios otros satélites que captan ondas electromagnéticas del espacio para su estudio.
La exploración del espacio cambió en muchos aspectos a la Humanidad. La cantidad de información sobre el universo recolectada desde 1957 es muchas veces superior a la compilada en los cuarenta siglos precedentes. Asimismo, numerosas innovaciones científicas desarrolladas para el espacio exterior, encontraron después aplicación tecnológica en la Tierra. Pero lo más importante, crearon conciencia del aislamiento de la Tierra como un cuerpo celeste único en el universo, y la fragilidad de la vida sobre él, potenciando los movimientos ecologistas y conservacionistas.
Sociedad de la información
Los progresos en materia electrónica llevan al desarrollo de la computadora. En 1943 entra en operaciones el ENIAC, la primera computadora. Sin embargo, no es sino hasta la invención del transistor, que éstas se convierten en herramientas verdaderamente potentes. La computación permite acortar distancias y convertir al mundo en un lugar instantáneo, en particular después del surgimiento de internet.
El mundo globalizado
Después de la caída de la Unión Soviética, Estados Unidos queda como el poder dominante en el mundo. Este se ha convertido, en el intertanto, en un mundo globalizado e interconectado, con seres humanos explorando su propia dotación genética gracias al Proyecto Genoma y a la naciente ingeniería genética. Es también una sociedad de masas, que consume aceleradamente recursos y con ello pone en riesgo al propio planeta. Las grandes pandemias, que se creían erradicadas, resurgen gracias al estallido del SIDA.
La hegemonía de Estados Unidos dura apenas una década (1990-2001). El 11 de septiembre de 2001, un salvaje atentado terrorista contra las Torres Gemelas inagura una nueva época en que grupos étnicos, políticos o religiosos buscan mantener intacta su propia identidad, de manera casi integrista, frente a la casi imparable globalización. El resultado de dicha confrontación, que algunos catalogan como "choque de civilizaciones", está aún abierto.